(hey, type here for great stuff)

access to tools for the beginning of infinity

De Space Oddity a SpaceX: planes para viajar a Marte en 2018

En los 60, cuando se publicaron las primeras imágenes de la tierra desde el espacio, la física traspasó las barreras académicas y pasó a formar parte de la cultura pop. 

En esos años, un joven estudiante de Stanford, miembro de los Merry Pranksters, publicaba su fanzine Whole Earth Catalog con el epígrafe “access to tools” (acceso a herramientas) y una imagen del que se conocería desde entonces como planeta azul (o “canica azul”, desde 1972, gracias a una foto del Apolo 17); el ser humano pisaba la luna (julio de 1969); y David Bowie cantaba “Space Oddity” (noviembre de 1969).

Canica azul

La imagen de esa esfera azul de color índigo, envuelta en formaciones atmosféricas y una superficie cambiante, que recuerdan el interior de una canica suspendida en un inmenso océano de oscuridad inerte, contribuyó a que tanto cultura pop como arte y ciencia comprendieran que todo lo contenido en esa pequeña anomalía azul flotando en el universo formaba parte, de un modo u otro, de un sistema interrelacionado. 

La luna, desproporcionadamente grande con respecto al astro azul, convierten la rareza del planeta en una anomalía que ha influido sobre los acontecimientos físicos y organismos de su superficie.

Uno de los mentores de Stewart Brand, el joven amigo de Ken Kesey que experimentaba con tecnología y alucinógenos en la entonces económica localidad de Menlo Park y había fundado el mencionado fanzine Whole Earth Catalog -que inspiraría a adolescentes como Steve Jobs-, era Gregory Bateson, un académico multidisciplinar de origen británico afincado en California que comprendió la necesidad de combinar humanidades, ciencia y futurología para comprender mejor el mundo.

(Vídeo original del single “Space Oddity” de David Bowie, éxito en 1969)

La imagen que cambió nuestra perspectiva

Un ensayo de Bateson, Pasos hacia una ecología de la mente, es uno de los documentos fundadores de la ciencia cognitiva, que combina (como el ensayo) antropología, cibernética, psiquiatría y filosofía, entre otras disciplinas para conformar una aproximación más rica a la realidad en un momento en que la física (relatividad general, física cuántica) y las imágenes del pequeño astro desde el espacio fulminaban viejas concepciones y leyendas del imaginario colectivo.

Coincidiendo con la interiorización de un nuevo relato pop sobre el astro donde vivimos y el universo circundante, la exploración espacial superó su primera fase (convertida, según el relato colectivo, en una carrera por la supremacía tecnológica entre los bloques capitalista y comunista), para adentrarse en una fase relacionada con los departamentos de inteligencia militar de Estados Unidos y la Unión Soviética.

Una tercera fase, más utilitarista y abierta a otros países, inició la era de los satélites comerciales y sistemas que, como la geolocalización GPS estadounidense, posibilitarían servicios comerciales décadas después. 

Cuando el utilitarismo puso a prueba la física moderna

El sistema GPS fue lanzado con dos opciones de configuración, una de las cuales no tenía en cuenta los ajustes técnicos a los que obligaba la teoría de la relatividad general de Albert Einstein (de manera chocante, el mundo científico todavía desconfiaba de fenómenos tan difíciles de imaginar como la curvatura del espacio tiempo o la relatividad de las mediciones del tiempo en función de la posición del observador). Desde su lanzamiento, el sistema ha funcionado con los ajustes relacionados con la relatividad general en “ON”.

En el mundo científico, las hipótesis multidisciplinarias que tenían en cuenta la situación del observador (indispensable para medir el espacio-tiempo, o para comprender el no menos complejo entrelazamiento cuántico), se abrieron paso en todas las disciplinas:

  • desde teorías especulativas como la hipótesis de Gaia, que tomaba a la tierra como un único y complejo superorganismo (biosfera); o la reivindicación de teorías emergentistas, o sistemas cuyo resultado/comportamiento no puede reducirse a la suma de sus partes constituyentes (un hormiguero es más inteligente que la suma de sus hormigas, del mismo modo que una molécula en una habitación no sirve para calcular la temperatura ambiental de una estancia); 
  • al desarrollo de la cibernética.

La importancia de la exploración espacial

Un mundo que desde el espacio parece, por su anomalía, una bella e insignificante esfera índigo llena de vida, en un universo sin la confortable -y falsa, más allá de la pequeña escala terrestre- certidumbre del tiempo y espacio como valores absolutos de las teorías de Isaac Newton (cuyos cálculos, que se sostienen a pequeña escala, se incluyen en la relatividad general), alentó la imaginación pop de los sesenta, setenta y ochenta, hasta que el accidente del Challenger (1986) y la descomposición de la Unión Soviética frenaron el desarrollo espacial.

Novelas, cómics, películas y videojuegos han especulado sobre la exploración espacial y la aspiración de colonizar otros astros, empezando por un vecino suficientemente cercano y con un comportamiento rotativo y estacional similares a la tierra: Marte.

Con nuevos telescopios espaciales (el Hubble, que debió ser reparado en el espacio por errores no previstos y aporta todavía espectacular imaginería; y su espectacular reemplazo, el James Webb, que se lanzará en un Ariane 5 en octubre de 2018 si no hay retrasos), nuestra curiosidad por estudiar los orígenes del universo y fenómenos lejanos (muchos de los cuales, previstos ya por Einstein) como agujeros negros (y la posibilidad de que, como aventura últimamente Stephen Hawking, sean portales a universos paralelos, teniendo en cuenta la -de momento, más especulativa y filosófica que física- la teoría de cuerdas), han coincidido con una mayor concienciación sobre la fragilidad, finitud de recursos y gestión multinacional de la tierra.

Nuevas metas

Las cumbres sobre el clima, tratados internacionales para prohibir aerosoles por el efecto del DDT sobre el ozono y la creación de santuarios terrestres y marinos, conviven con el interés por explotar recursos en unos océanos Ártico  y Antártico cada vez más transitables. El estatuto de la Antártida previene, de momento, la explotación de sus recursos. 

Sea como fuere, la cultura pop observa con cada vez mayor interés las teorías físicas e imaginería que nos recuerda la perspectiva de nuestra especie con respecto al universo: basta con pararse a observar un instante la imagen, tomada en gran angular y con contrapicado, de Vela, un espectacular baobab de Botsuana, rodeado en la noche por un espectacular firmamento estrellado (imagen de Beth Moon).

Una mayor preocupación por la tierra y herramientas más sofisticadas para explorar el universo, desde telescopios terrestres a su versión espacial, además de experimentos en la Estación Espacial Internacional y sondas no tripuladas cada vez más sofisticadas y con mayor autonomía, estudian la composición de la atmósfera, el suelo y el subsuelo de Marte y otros astros cercanos (como Europa, luna de Júpiter, ligeramente más pequeña que nuestra luna).

El desarrollo ágil llega a la carrera espacial

El objetivo es realizar viajes tripulados a medio plazo y posibles estaciones semi-permanentes (con intención de convertirse en colonias) en la luna y Marte, con sus dos irregulares satélites naturales, Fobos y Deimos, ricos en materias primas (¿incentivo para la exploración o aberración?; una decisión filosófica a la que se enfrentará la humanidad en las próximas décadas).

En los últimos años, la exploración espacial vive una doble transformación:

  • exploración frugal: se abarata la tecnología, con misiones como la Mars Orbiter de la India, que logró situar un satélite en Marte por 73 millones de dólares;
  • pequeñas empresas aprovechan modelos más ágiles de otras industrias para reusar cohetes (SpaceX), crear hábitats espaciales inflables (Bigelow Aerospace), y posibilitar el turismo suborbital (Virgin Galactic y Blue Origin).

Otras firmas, como Xcor Aerospace, Space Adventures o Ball Aerospace, planean también también viajes suborbitales abiertos al gran público.

(Imagen: “Vela”, un baobab de Botsuana, fotografiado por Beth Moon; Beth Moon ha fotografiado una serie de majestuosos árboles africanos en contrapicado sobre un fondo nocturno estrellado)

Era de los descubrimientos

El interés de empresarios como Elon Musk, Jeff Bezos, Robert Bigelow o Rochard Branson recuerda la colaboración público-privada y las primeras expediciones arriesgadas que condujeron a Portugal y a España a la era de los descubrimientos.

El incentivo entonces era abrirse paso por mar hacia la India debido al control otomano del Mediterráneo Oriental, mientras el incentivo actual para explorar el espacio podría ser también en parte económico, y prescindir así de las limitaciones de encargos de agencias espaciales que dependen de políticas e inversión pública.

Cuando el objetivo no es recaudar dinero, sino lograr la mejor y más eficiente tecnología espacial, llegan innovaciones más osadas, tales como las lanzaderas espaciales reusables de SpaceX y Blue Origin, capaces de realizar lanzamientos y volver a continuación al lugar de despegue, lo que abaratará a medio plazo el lanzamiento de módulos y satélites.

533 personas

En este nuevo contexto de exploración espacial, que no sólo integra a más países, sino también a proyectos privados que tratan de emular la capacidad de maniobra de los viajes público-privados de los exploradores durante la era de los descubrimientos, surgen incentivos como, por ejemplo, determinar:

  • el mejor modo (y el más barato) de viajar al espacio;
  • las tecnologías que posibilitarían viajes tripulados y una colonia en Marte;
  • la viabilidad de explorar (y explotar) recursos que podrían usarse en la tierra;
  • etc.

Sólo 533 personas han viajado al espacio, pero agencias espaciales tradicionales y, sobre todo, empresas privadas, planean aumentar este número dramáticamente, a la vez que aumenta la seguridad y se reducen tanto el coste y como el impacto medioambiental de los viajes espaciales.

Los sueños de Buzz Aldrin

Un viaje tripulado a Marte, así como su posible colonización posterior, son proyectos mucho más osados e inciertos que un mero viaje suborbital (o la colocación de un módulo de la Estación Espacial Internacional, un satélite en órbita, etc.), pero aparecen cada vez más voces que animan a la generación actual a emprender esta aventura.

Buzz Aldrin, segundo hombre en pisar la luna, cree que el ciclo de órbita entre Marte y la tierra, que alinea regularmente a ambos planetas en una trayectoria adecuada para acortar un posible viaje tripulado, cree que acabará siendo el revulsivo en la llegada del hombre a Marte, tal y como exploran novelas como la historia de supervivencia The Martian, de Andy Weir, con secuela cinematográfica incluida.

En esencia, aprovechar al máximo el ciclo de órbitas planetarias alrededor del sol es el equivalente a la asistencia de los vientos alisios en la era de los descubrimientos: vientos de poniente favorables con que se encontraron los exploradores ibéricos para navegar hacia el Oeste.

Los planes de Buzz Aldrin y Elon Musk

Buzz Aldrin ha ideado una manera, viable según él con la tecnología espacial actual, para aprovechar el ciclo orbital que acerca a Marte y a la tierra, realizar un viaje tripulado y construir una base en Fobos, la mayor de las dos lunas irregulares de Marte. 

Una vez instaurada la base en Fobos, se podría proceder, dice Aldrin, aliado en su proyecto con el profesor James Longuski de la Universidad de Purdue (de ahí el nombre del plan: Aldrin-Purdie Project), a colonizar Marte.

Aldrin no es el único tratando de convencer a la NASA y a inversores privados e institucionales para financiar un viaje tripulado a Marte con vistas a una base humana permanente en el Planeta Rojo. 

Elon Musk, consejero delegado de SpaceX (tarea que combina con la dirección de Tesla), planea una primera misión de la firma privada a Marte, “Red Dragon”, a corto plazo: la última fecha facilitada es 2018, año en que, según el propio Musk, la primera misión privada no tripulada se situaría sobre la superficie del Planeta Rojo.

Marte ya no está tan lejos

Musk ha aclarado que Dragon 2, la segunda versión de nave espacial de SpaceX, si bien técnicamente podría aterrizar en cualquier lugar del sistema solar, sólo facilita un uso tripulado entre la tierra y la luna: su interior maniobrable tiene un espacio equivalente al habitáculo de un automóvil.

No existen todavía detalles técnicos ni económicos sobre esta primera misión, que SpaceX espera convertir en el inicio de los primeros hábitats humanos en Marte. En el primer viaje, la pequeña nave espacial Dragon 2 viajaría en un trayecto de varios meses de duración, propulsada por un cohete Falcon 9 de la firma; de momento, ni la nave espacial ni el cohete han sido probados.

Uno de los mayores retos técnicos de esta primera misión de SpaceX a Marte, anunciada esta semana por el propio Elon Musk, es descender a suelo marciano sin que la nave espacial se estrelle debido a la aceleración, pues peso y dimensiones de la Dragon 2 son muy superiores a las misiones con descenso realizadas hasta ahora por la NASA.

Preparando el descenso al Planeta Rojo

El optimismo de Musk con el calendario está relacionado con el éxito de las pruebas con el sistema de aterrizaje propulsado (SuperDraco) del Dragon 2, realizadas recientemente por SpaceX en su centro de McGregor, Texas.

La fecha facilitada por Musk, 2018, no es azarosa y tiene en cuenta los cálculos de Buzz Aldrin y otros expertos en exploración espacial, ya que el ciclo de las órbitas de la tierra y Marte acortaría el trayecto entre ambos astros del sistema solar.

A partir de ahora, el calendario de SpaceX se someterá a un mayor escrutinio público; incluso retrasando el calendario, si la compañía acelera, con su proyecto privado y frugal (cohetes reusables, agilidad estructural de compañía startup), los viajes tripulados a Marte, los beneficios potenciales serían sólo comparables a la importancia de la efeméride.

¿A menos de una década de un viaje tripulado privado a Marte?

Si todo va según lo previsto, SpaceX debería empezar en 2017 enviando astronautas a la Estación Espacial Internacional, pero el viaje de una nave no tripulada a Marte un año después suscita todavía más preguntas que todavía no han sido respuestas con información fehaciente. 

Las primeras misiones tripuladas llegarían poco después: Musk ha declarado con anterioridad que 2025 sería una fecha plausible.

Poniendo las ambiciones de SpaceX en perspectiva sobre la llegada humana a Marte, la firma pretende acelerar y abaratar lo que la NASA prevé como una empresa con apoyo público, privado e internacional que requerirá dos décadas y 100.000 millones de dólares de presupuesto.

El plan de SpaceX sobre la colonización de Marte dependerá de la inversión de la propia compañía, aunque se servirá de infraestructura satelital de comunicaciones de la NASA. 

Lo que se aprende de las grandes metas

El aparentemente precipitado calendario para enviar el primer Dragon 2 se justifica por el plan de SpaceX, que pretende sobre todo normalizar los viajes de ida y vuelta a Marte, el auténtico paso crítico hacia su colonización. 

Las ambiciones de Musk encuentran el eco de las palabras que aventureros a sueldo como el arribista desconocido Cristóbal Colón pronunciaron para convencer a sus partidas de que, navegando hacia el poniente, encontrarían las Indias. Colón no estaba tan seguro de longitudes y latitudes como de la ciencia que sustentaba su apuesta.

Elon Musk hace algo parecido: desconoce cómo se desarrollará su apuesta por Marte, pero sabe que es técnicamente posible. El resto, lo ponen la ingenuidad, el entusiasmo y una ejecución posibilista suficientemente buena.

Según Musk, “es una decisión fundamental que tenemos que hacer como civilización. [Marte es] el próximo paso natural”.