(hey, type here for great stuff)

access to tools for the beginning of infinity

Del catálogo contracultural "The Whole Earth" a la geoweb

Ya se puede pasear por el mundo desde el ordenador, gracias a una nueva generación de servicios geográficos que incorpora contenidos de los usuarios. ¿Hay espacio en ellos para la sostenibilidad?

Llega la geoweb, o fusión entre las tecnologías de información geográfica con la información que más crece en la Red: la creada por los usuarios (por ejemplo, cualquier usuario puede poner en el mapa fotos de Flickr o Panoramio, vídeos de YouTube o noticias de Menéame).

Una vez establecida la relación entre un contenido (vídeo, fotografía, usuario, blog, noticia, presentación, itinerario personal) y un lugar geográfico determinado (latitud y longitud), cualquier otro usuario puede consultar estos contenidos mientras navega por el mapa del mundo.

Y no es hablar en sentido figurado: los nuevos servicios de la geoweb permiten pasear (mejor dicho, volar) por una representación detallada del Planeta Tierra.

En la práctica: un usuario de la comunidad fotográfica Flickr puede introducir una foto o colección de imágenes, retocarla, asociarla con atributos o etiquetas (“tags”) que facilitarán su posterior relación con imágenes de otros usuarios y, finalmente, ponerla en el mapa.

Si el mapamundi de Flickr crece con las fotos de cada usuario interesado, el mismo principio de relación entre contenidos y coordenadas geográficas ha sido puesto en práctica por decenas de servicios con todo tipo de contenidos. También campos de refugiados. O animales en peligro de extinción; o lugares que, como Rondônia, en el Amazonas, sufren una imparable deforestación.

Hola, mundo

Decir “¡Hola, mundo!” tiene más sentido que nunca cuando se trata de aplicaciones a las que podemos añadir contenido o incluso integrar en nuestro sitio web o blog.

Una novela de ciencia ficción escrita por Neal Stephenson en 1992, Snow Crash, sirve a The Economist para ilustrar cómo lo que se consideraba fantástico hace 16 años es actualmente realidad gracias a las versiones virtuales y con calidad fotográfica del mundo, como Google Earth.

“La Tierra se materializa, rotando majestuosamente frente a su rostro. Hiro la alcanza y la acaricia. La mueve para situarse sobre Oregón. Le dice que quiere que se deshaga de las nubes, y lo hace, permitiéndole una vista cristalina de las montañas y la costa.”

Tanto si se usan en el navegador de Internet (Google Maps, Yahoo Maps, Microsoft Live Maps, Mapquest, Viamichelín), como si se trata de aplicaciones que muestran una representación virtual de la Tierra (Google Earth, Microsoft Virtual Earth, NASA World Wind), los nuevos programas de localización geográfica representan de manera fidedigna cualquier rincón del planeta.

En ocasiones, la representación ha sido calificada como “demasiado” fidedigna. Por ejemplo, la opción “street view” que Google Maps integra en decenas de ciudades de Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña -la empresa barre todas las calles de cada ciudad elegida con coches equipados con una cámara especial, ha levantado ampollas entre quienes se han visto fotografiados e incluidos, sin pedirlo, en un mapa al que acceden a diario millones de personas.

Además de Google Maps, aplicaciones similares que funcionan a través del navegador, como Microsoft Live Search Maps, Yahoo Maps y Mapquest (en su nueva versión) incluyen imágenes de satélite con un fotorrealismo pasmoso. Ocurre lo mismo con las aplicaciones virtuales.

Geo-privacidad

La modalidad “vista de la calle” de Google Maps (por ejemplo, The Embarcadero, en San Francisco) incluye únicamente imágenes de calles y espacios de dominio público, para evitar invasiones de privacidad.

Aunque poco después de que el servicio se incluyera, en mayo de 2007, en Google Maps, los usuarios descubrieron escenas como una persona siendo multada por la policía de Miami, un caco subiendo por la fachada de una casa para robar u otro varón entrando a comprar en una sex shop, como explica The Economist.

Aprendiendo de los errores, Google ha decidido que pondrá más cuidado en garantizar la privacidad de las personas y difuminará tanto números de matrícula como los rostros de las personas que hayan sido captadas por la cámara.

La privacidad también preocupa a los gobiernos, aunque por otros motivos; algunos departamentos de inteligencia apelan a la seguridad nacional, cuando presionan a las distintas empresas con servicios de mapas virtuales que incluyen imágenes por satélite para que “oscurezcan” algunas zonas.

Michael Jones, uno de los fundadores de Keyhole (empresa que desarrolló el “geonavegador” Google Earth, adquirida por Google en 2004 y actual director tecnológico de la aplicación virtual), declaraba a The Economist que la empresa ha sido contactada por tres administraciones distintas preocupadas por que se ofrezcan con demasiado detalle lugares estratégicos o susceptibles de recibir ataques: se trata de los gobiernos de Estados Unidos, India y un país europeo que no se ha hecho público.

Si los críticos de los nuevos servicios hablan de una pérdida de privacidad y de un gran hermano global, los defensores de estas tecnologías, por el contrario, hablan de una poderosa herramienta de denuncia. Aplicaciones como Google Earth se convertirán en entornos virtuales donde habrá cabida para todo tipo de contenidos (como explicaba Marissa Mayer, un peso pesado dentro de Google, en enero de 2007), y la sostenibilidad es uno de los campos que jugará un papel más importante.

Bienvenidos a la Tierra, con sus virtudes y sus miserias (formato digital)

La información geográfica a través de Internet, o geoweb, ha sido creada para acortar, o casi desvanecer, la separación entre Internet y el mundo real. A diferencia de entornos virtuales como Second Life, la nueva generación de servicios geográficos representa, con todo lujo de detalle, cualquier punto de la Tierra.

Google Earth, Microsoft Virtual Earth y NASA World Wind son, literalmente, mundos virtuales: representaciones fidedignas del planeta, donde se pueden consultar en el mapa a los mejores boxeadores de todos los tiempos (sic) o especificar los lugares donde los representantes políticos destinan el dinero de los contribuyentes.

Si el uso de la geoweb permite relacionar cualquier tipo de dato con su lugar geográfico, también posibilita poner en el mapa pandemias y catástrofes humanitarias (para ayudar a resolverlas y evitar que “desaparezcan” de la agenda informativa mundial y, por tanto, de la realidad que conocemos), especies de animales en peligro, catástrofes naturales y medioambientales, proyectos de conservación natural, u otros que reconocen las lindes de las tierras ancestrales de pueblos indígenas.

O, al menos, esta es la idea de organizaciones como Google.org, la rama filantrópica de la empresa de Mountain View (que trabaja para trasladar a Google Earth la realidad de la crisis humanitaria de Darfur, por ejemplo); o de WWF (algunos proyectos en los que trabaja esta ONG, para crear parques naturales viables y respetados por las poblaciones colindantes, que se benefician de la protección), entre otras instituciones que emplean la geoweb como herramienta para mejorar distintos aspectos de la cotidianeidad mundial.

Estos programas permiten a cualquiera introducir datos y adaptar el sistema a sus necesidades; gracias a las interfaces de programación (API), cualquiera puede integrar un sistema de geolocalización en su página web o blog. Son las llamadas mashup, o aplicaciones web híbridas surgidas de la mezcla de otras aplicaciones para crear un contenido con un valor nuevo.

Las mashup más célebres suelen servirse de la interfaz de programación de Google Maps (aunque Zillow lo hace con la API de Microsoft Live Search Maps). El estadounidense Mike Pegg ha elaborado incluso un listado con 100 cosas que uno puede hacer con las integraciones de Google Maps y otros servicios (mashups con Google Maps).

Y ya nos aventuran que sólo hemos visto el principio: los servicios de geolocalización no se quedarán en nuestro ordenador, sino que están cada vez más presentes en el móvil y cualquier otro aparato con conexión a Internet, en lo que muchos ya han bautizado como web 3.0, o Web semántica.

Google Earth: tomando la temperatura -social, medioambiental- a la Tierra

La geoweb es una realidad en 2008. Millones de personas emplean a diario mapas con los que pueden interactuar y sobre los que pueden crear contenido. Marissa Mayer explicaba en enero de 2007 que “1.000 vidas humanas se han empleado mirando Google Earth.”

Todo este tiempo ha sido empleado no sólo en navegar, como un ser omnipresente, por el globo (existen arrebatadoras capas para añadir a Google Earth, tales como la colección fotográfica sobre distintos rincones de la tierra del francés Yann Arthus-Bertrand, de GoodPlanet.org), sino en actuar uno mismo como uno de entre tantos demiurgos, creando contenido para que otros puedan aprovecharlo.

En junio de 2007, Google anunció el programa Google Earth Outreach, que proporciona herramientas y recursos a ONG para que puedan promover su causa a través de Google Earth.

Google Earth Outreach tiene un canal en YouTube, donde aparecen tutoriales sobre la iniciativa y vídeos sobre cada uno de los proyectos -asociados a ONG y organizaciones humanitarias- integrados en Google Earth.

También es posible cargar todos los contenidos de la iniciativa en la propia aplicación Google Earth (gratuita, aunque requiere descarga e instalación: hay versiones para PC, Mac y Linux). 

La iniciativa divide los esfuerzos filantrópicos que aportan información relevante relacionada con la sostenibilidad del planeta en seis apartados: asuntos de interés actual (explorar Google Earth a través de este enlace a archivos que pueden abrirse en la aplicación, denominados KML); medio ambiente y ciencia, salud pública, educación y cultura, desarrollo global y servicios sociales.

Los proveedores de esta nueva generación de servicios, sobre todo en el caso de Google, animan a sus usuarios a que creen y pongan en el mapa fotografías, modelos tridimensionales creados con SketchUp (Microsoft ha comprado Caligari, una pequeña firma con tecnología similar a SketchUp, que integrará en Virtual Earth), vídeos, rutas de interés con datos geográficos exactos y anotaciones (de nuevo, gracias a estándares como KML), blogs e incluso entradas de Wikipedia (se pueden leer artículos de Wikipedia en el globo de Google Earth, si se les ha añadido previamente una etiqueta geográfica, o geotag).

Los propios usuarios son elementos que pueden aparecer en el mapa, mostrando su actividad en relación a una acción o tarea.

Vigilar el mundo, ¿con buenos propósitos?

The Economist explica que, sólo en Google Earth, 850.000 usuarios han contribuido con millones de anotaciones y más de 1 millón de imágenes, compitiendo con otros usuarios por la calidad de sus contribuciones.

Estos nuevos mundos virtuales han sido empleados para coordinar la reconstrucción de Nueva Orleans, tras el huracán Katrina; monitorizar -y, de paso, denunciar- las explotaciones mineras ilegales; realizar un seguimiento a políticas de reforestación; o realizar campañas de información sobre fenómenos medioambientales relacionados con el cambio climático.

La arquitectura abierta de servicios como Google Earth o Google Maps hace posible mostrar situaciones medioambientales en determinadas zonas geográficas con un detalle hasta hace una década sólo al alcance de la supercomputación.

Los usuarios de Google Earth pueden añadir, por ejemplo, información creada por la agencia de protección medioambiental de Estados Unidos (EPA), que muestra exactamente los índices de polución ambiental en barrios y ciudades, a través de una herramienta de fácil uso.

Para quienes no se conforman con mensajes de denuncia sobre la situación medioambiental del planeta y prefieren conocer iniciativas sostenibles en su contexto geográfico, existe la opción de ver, por ejemplo, los edificios más ecológicos construidos en Estados Unidos, gracias a la colaboración entre Buildingreen.com, el Departamento de Energía y Google.

Abrir las aplicaciones Google Earth, Microsoft Virtual Earth o NASA World Wind es encontrarse ante una visión de la Tierra que maravilló a la opinión pública cuando las primeras misiones no tripuladas de la propia NASA pudieron fotografiar el planeta -azul, blanco y esmeralda, lleno de vida-, desde el espacio.

Google Earth es la evolución de The Whole Earth Catalog, para personas que conocieron la publicación, como Steve Jobs.

Un precursor de Google Earth: The Whole Earth Catalog

Otoño de 1968. En plena efervescencia del movimiento contracultural estadounidense, con epicentro en Stanford y Berkeley, San Francisco, un rudimentario catálogo, confeccionado casi artesanalmente y con espíritu de fanzine, se convirtió en una sensación, dada la fuerza de su portada y contenidos.

El título de la publicación era, en mayúsculas y con una letra austera -remarcable en un momento de psicodelia tipográfica- The Whole Earth Catalog.

Bajo el título, podía leerse, en minúsculas, la frase “access to tools” (acceso a herramientas). Bajo el nombre de la publicación y su subtítulo aparecía una fotografía que cambió la visión del mundo de una generación: la Tierra, azul, vista desde el espacio.

Un universo oscuro y frío y, en el centro, la Tierra, llena de vida, aunque minúscula y frágil, situada como al azar en un universo inerte. El Planeta, visto desde el espacio, era hermoso, aunque la sensación de fragilidad, de anomalía que debía ser conservada, extendió el movimiento conservacionista.

Stewart Brand, creador del catálogo, había convencido a la NASA para usar la famosa foto en la portada, aunque el interior del catálogo albergaba tanta fuerza como su primera página: se trataba de un listado de recursos para ayudar a cualquier individuo a disminuir su impacto medioambiental y, de paso, mejorar su estilo de vida.

Brand había explicado a un diseñador gráfico de San Francisco, para enrolarle en el proyecto: “Quiero hacer esta cosa llamada Whole Earth Catalog para que cualquier habitante de la Tierra pueda coger un teléfono y averiguar toda la información sobre cualquier cosa… Ese es mi objetivo”. De ahí que Steve Jobs, de Apple, haya declarado que The Whole Earth Catalog es el precursor de los motores de búsqueda.

Steve Jobs: “Cuando era joven, había una increíble publicación llamada The Whole Earth Catalog, que era una de las biblias de mi generación… Era como Google en versión papel, 35 años antes de que llegara Google: era idealista, repleto de herramientas bien diseñadas y grandes nociones.”

Jobs reconoce no sólo haber comprado The Whole Earth Catalog, sino haber tomado ácido en su juventud, una experiencia que, como explica John Markoff en el libro What the Dormouse Said: How the 60s Counterculture Shaped the Personal Computer (el “lirón”, “dormouse” en inglés, del título de este libro es una referencia a Alicia en el país de las maravillas, una de las referencias literarias de la psicodelia californiana), le ayudó a concebir un dispositivo “autónomo” e “independiente” como el ordenador personal.

1936. Más de 30 años antes de que Stewart Brand, amigo de Ken Kesey y, con él, miembro de los Merry Pranksters, publicara The Whole Earth Catalog, que pretendía ser un compendio de recursos para devolver el equilibrio entre el ser humano y un frágil planeta, el científico estadounidense Vannevar Bush soñaba con una máquina a la que bautizó Memex.

Memex era un dispositivo conceptual donde cualquier persona almacenaría todo su conocimiento (libros, discos y comunicaciones). Dada la mecanización del dispositivo, los contenidos serían accesibles instantáneamente, a través de una interfaz de usuario que incorporaba (en los años 30) una pantalla; el usuario podría incluso anotar apuntes en los márgenes de cada contenido consultado.

El dispositivo, que Vannevar Bush describiera en As We May Think, funcionaba de un modo similar al pensamiento humano: la relación entre elementos era capilar, neuronal.

Bush estaba describiendo, décadas antes del nacimiento de la informática personal, el propio funcionamiento de Internet. Ted Nelson completó la idea ya en los 60 con los conceptos de hipermedia e hipertexto (Proyecto Xanadú).

Vannevar Bush (Memex) y Ted Nelson (Xanadú) eran poco menos que dos locos para sus acólitos e incrédulos contemporáneos, como también lo fue J. C. R. Licklider, que complementa a los creadores de Memex y Xanadú con la idea de conectar varios ordenadores entre sí. Sus ideas aventuraban la creación de una inteligencia compartida por varias máquinas interconectadas. Internet.

En Man-Computer Symbiosis, de 1960, “Lick” hablaba ya de interfaces gráficas de usuario (representaciones gráficas que ayudan a interpretar el funcionamiento de un sistema operativo, como las interfaces basadas en ventanas), en las que todavía se basa la informática personal.

La idea de Memex, perfeccionada con Xanadú y, más tarde, con las interfaces gráficas de Licklider, no cayó en saco roto. Si Ted Nelson había leído la obra de Vannevar Bush antes de describir el hipertexto, Memex también inspiró a Douglas “Doug” Engelbart, inventor del ratón.

Además de inventor y especialista en computación, Engelbart dio trabajo a Stewart Brand en 1968, mientras trabajaba en The Mother of All Demos, una legendaria presentación de varias tecnologías informáticas que se adelantaban a su tiempo, muchas de las cuales acabaron integrándose en la informática personal.

La experiencia con Doug Engelbart dio a Stewart Brand, un joven biólogo con aspiraciones humanistas y ecologistas, la certeza de que, con la información y las herramientas adecuadas, el ser humano sería capaz de reconducir el mundo que había creado (y seguía creando) en un lugar sostenible y socialmente justo.

The Whole Earth Catalog pretendía plasmar en una publicación impresa lo que la informática no había conseguido en la práctica, aunque sí sobre el papel (Memex, Xanadú e hipertexto, interfaz gráfica, ordenadores en red: ideas transgresoras y utópicas, como la contracultura que pretendía cambiar el mundo desde la Costa Oeste de Estados Unidos).

La publicación también pretendía convertirse en el primer índice universal de herramientas “justas”. Una especie de Google Earth con información relacionada con la sostenibilidad.

La llamada geoweb se ha consolidado en los últimos cinco años, con aplicaciones que funcionan en el navegador de Internet o aplicaciones que muestran, a todo detalle, cualquier punto del planeta con una realidad que hasta hace sólo diez años estaba sólo disponible para el espionaje de los países más avanzados.

Para muchos, las nuevas herramientas geográficas, que pueden ser usadas y adaptadas por cualquiera, son una oportunidad para mostrar oportunidades de desarrollo, gestionar desastres naturales o denunciar catástrofes humanitarias, talas indiscriminadas o animales en peligro de extinción.

Finalmente, el auténtico The Whole Earth Catalog parece listo para ser perfeccionado y usado por cualquiera, desde cualquier lugar del mundo.

Difícilmente la geoweb sea capaz de cambiar el mundo o eliminar sus injusticias. Supone, no obstante, una poderosa herramienta que hace muy difícil que determinadas zonas del planeta “desaparezcan” o sean “oscurecidas” informativamente.

Allí donde haya una especie en peligro, una catástrofe medioambiental, una matanza indiscriminada, habrá más focos de atención.

No hay imágenes en tiempo real en Google Earth (de momento). Tampoco las hay en la visión del mundo que pretendía explicar, antes de la llegada de Internet, la CNN.