Las mejores ideas llegan a menudo cuando la mente está relajada y le ha sido concedida una cierta licencia para vagabundear.
Los mejores creativos, desde pensadores a artesanos, han usado durante siglos un método sencillo y efectivo para divagar (indagar en sus ideas, sumergirse con pasión en sus quehaceres hasta perder la noción del tiempo): el trabajo apasionado con ciertas dosis de ensoñación.
Eso sí, para copar las necesidades más conceptuales y elevadas, primero debemos haber solventado las necesidades básicas, dice la psicología humanista.
Sobre los arrebatos que nos transforman para mejor
Un fenómeno que ahora la psicología llama “experiencia de flujo“, aunque la creatividad sistemática cuenta con acepciones más poéticas: la visita de las musas, el arrebato, el duende, el swing. Depende de la cultura y el momento histórico.
Entre los trucos de introspección más relacionados con la fertilidad intelectual, la buena salud y la autorrealización (esta última entendida como bienestar duradero), algunas de las mentes más fecundas de las que tenemos noticia, desde Sócrates a los grandes inventores de las eras industrial o tecnológica, respondían a un patrón de genialidad muy relacionado con una formación y experiencia vital.
Algo así como un cóctel conformado por una sólida formación en humanidades y ciencia, cierta flexibilidad mental, práctica de una filosofía de vida coherente, suficiente empatía y capacidad de sugestión pero no en demasía, para evitar el daño que ello causaría a la necesaria dosis de racionalidad.
Trabajo duro e ingenuidad
Conciencia de que la regularidad y la perseverancia, cuando se persiguen con sentido, conducen a resultados cuantificables; en ocasiones, si se cuenta con la dosis de ingenuidad y flexibilidad creativa necesarias, ideas sin parangón. Grandes leyes, teoremas, obras de arte, novelas río y todas esas rarezas que alimentan al resto de la especie.
Pero todos, incluso los más dotados para ofrecer productos de su trabajo superiores a los de la media, estamos inmersos en una sociedad en un momento histórico determinado.
Hoy, la incertidumbre causada por cualquiera de las crisis que se superponen, o por el ruido que ello propicia, así como la ansiedad propia de tener herramientas que favorecen la multitarea y la sobrecarga informativa, afectan nuestra vida y trabajo.
Elogio del tiempo productivo “para uno mismo”
Además del incremento de la ansiedad, según los últimos estudios, uno de los efectos del auge de la multitarea en el ocio y el trabajo, debido a la supresión de momentos de “tiempo muerto” (para divagar, meditar, descansar la mente, contemplar, etc.) por el uso de herramientas como el teléfono inteligente, es el retroceso de la introspección.
Los momentos de introspección han ocurrido a lo largo de la historia cuando el individuo ha sido capaz de discurrir con la creatividad y frescura de un joven adulto después de hacer deporte; con la ingenuidad de un niño; y la profundidad de un adulto sosegado y con un rico bagaje, en la plenitud de su vida.
Retiro voluntario y vida en sociedad (y en familia) son compatibles
La introspección es considerada por distintos motivos una herramienta de bienestar y progreso, aunque estos mecanismos para tratar de dar con ideas más brillantes, pensar un poco más allá de lo exigible o probar algo en apariencia sin sentido, y su retroceso preocupa a la ciencia.
Por ejemplo, ahora sabemos que el conocernos a nosotros mismos, realizando tareas reflexivas y que “recargan pilas” como leer, meditar, reflexionar, contemplar, pasear, ejercitarse, divagar, etc., nos acerca a la diletancia y la actitud meditabunda, casi ascética, de los grandes polímatas.
El retiro voluntario (aunque sea durante apenas un rato al día, en un entorno familiar y viviendo en una ciudad) y las actitudes contemplativas ejercitadas con regularidad nos preparan para el disfrute de las experiencias de flujo, entendidas por la psicología positiva como momentos de intensa concentración en que perdemos la noción del tiempo y la propia conciencia individual.
Sobre el “desapego” entre pensamientos y sensaciones
Sin proponérselo, en estas situaciones de concentración intensa, el individuo logra el objetivo del asceta, el “desapego” de pensamientos y sensaciones: el raciocinio por un lado, y la sensación física por otro.
Según el ascetismo ancestral, el desapego de pensamientos y sensaciones es el inicio de una mayor independencia espiritual y una vida interior más rica, ya que la racionalidad logra taimar las exigencias físicas durante el momento de concentración.
(Demócrito meditando en el asiento del alma -1868-, escultura de bronce de Léon-Alexandre Delhomme)
Cuando los derroteros psicológicos y filosóficos llegan al desapego entre pensamientos y sensaciones, la ciencia suele desentenderse, ya que a nadie le gusta hacer el ridículo, como explica The Economist en un artículo sobre la introspección individual y el “conócete a ti mismo” universal.
Hablar de la relación entre mente y cuerpo sin miedo al ridículo
The Economist: “La relación entre mente y cuerpo es un terreno en que muchos investigadores médicos, temiendo el ridículo, no osan inmiscuirse. Pero quizá deberían hacerlo más”.
Durante siglos, prosigue el semanario, la medicina ha descrito y detectado el “efecto placebo”, en el cual un tratamiento sin sustancia -como pastillas falsas sin efecto alguno-, produce beneficios médicos reales.
En las últimas décadas, a fenómenos ya conocidos como el efecto placebo se han unido los resultados de estudios que muestran cómo personas que experimentan emociones positivas a menudo viven más tiempo y con mayor calidad de vida.
Los más optimistas saben cómo emplear el “pensamiento negativo”
Experimentar emociones positivas es compatible con ser autocrítico o con técnicas para avanzar en el propio bienestar como el “pensamiento negativo”, o “visualización negativa” de los estoicos, tal y como explica Oliver Burkeman en The Wall Street Journal (consultar reportaje “Conócete a ti mismo”: soledad y vejez no son enfermedades).
Lo que distintos investigadores tratan ahora de desentrañar empíricamente es cómo el desapego entre pensamientos y sensaciones se relaciona con nuestra salud, bienestar a largo plazo o reacción a los tratamientos.
Y si, como se intuye, los individuos con una filosofía de vida coherente no sólo enferman menos y viven más, sino que se curarían con mayor éxito que quienes carecen de mecanismos racionales para afrontar grandes retos y acontecimientos, tanto de índole positiva como negativa.
Estudiando los mecanismos que retroalimentan cuerpo y mente
Las investigadoras Barbara Fredrickson y Bethany Kok, de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, han publicado un estudio en Psychological Science que indaga en la dualidad ya presente en la filosofía clásica: los mecanismos que retroalimentan soma y psique.
A mayor entendimiento de éstos, más probabilidades de avanzar en la cura de enfermedades crónicas contemporáneas, tales como la depresión, la ansiedad y los trastornos alimentarios, entre otros.
Las doctoras Fredrickson y Kok, explica The Economist, concentraron su atención en el nervio vago, que empieza su recorrido en el cerebro y recorre, a través de distintas ramificaciones, numerosos órganos abdominales y torácicos, incluyendo el corazón.
El trajín del nervio vago
Entre las tareas del nervio vago, se encuentran algunas que afectan la relación entre tensión mental y física, como sugiere el hecho de que se ocupa de “informar” al corazón de que relaje su ritmo en momentos en que la conciencia percibe calma y seguridad.
Y qué mayor momento de calma que las actividades de introspección, ya destacadas por la filosofía clásica, la psicología moderna y la neurociencia como mecanismos de bienestar, al preponderar la gratificación aplazada (racionalidad) por encima de las conductas impulsivas y físicas (gratificación instantánea).
La relación entre desapego de cuerpo y mente, introspección y felicidad, tanto “percibida” como real (en términos físicos y neurológicos), ha sido comprobada en estudios como el que reconoce al francés Matthieu Ricard, tiene 66 años, como individuo -conocido o “examinado”- más feliz del mundo, según los resultados del escáner cerebral.
Efectos a largo plazo del desapego y la introspección: el caso de Matthieu Ricard
Matthieu Ricard, autor de The Monk and the Philosopher (2000), es budista zen y lleva más de 3 décadas, la mitad de su vida, meditando. Practica, por tanto, la introspección consciente y una filosofía de vida coherente (en este caso, el budismo zen, pero podría ser cualquier otra), además de profundizar en sus conocimientos científicos.
La “felicidad”, “bienestar”, “tranquilidad” o “autorrealización” de Ricard -más allá de cómo tildemos este estadio de sosiego espiritual propio de la introspección-, denota, en términos neurológicos, una actitud vital plena.
Sobre la diferencia cardíaca entre inspirar y espirar
Volviendo a Barbara Fredrickson y Bethany Kok, su estudio sugiere una nueva función médica del nervio vago.
Hasta ahora, se ha medido la salud de este nervio monitoreando el ritmo cardíaco durante la respiración; una función correcta de este nervio denota un incremento sutil de la frecuencia cardíaca al inspirar, así como un sutil descenso al expulsarlo.
La diferencia de la frecuencia al inspirar y espirar se relaciona indica una buena salud; por el contrario, su aproximación se asocia con inflamaciones y complicaciones cardiovasculares.
Este tono, no obstante, mostraría algo más, sugiere la investigación: las personas con un tono elevado (diferencia marcada entre la inspiración y la espiración) son capaces de aplacar los sentimientos negativos con mayor facilidad de quienes tienen un tono “bajo”, así como más emociones positivas en general.
El eslabón perdido entre bienestar duradero y salud física
Barbara Fredrickson y Bethany Kok creen que este hallazgo proporcionaría el eslabón perdido para la medicina que relacionaría bienestar duradero, demostrado incluso en una actitud vital racional, y la salud física.
Esta relación entre el tono del nervio vago y las actitudes positivas de las personas estudiadas condujo a las investigadoras a indagar en si las emociones constructivas y el tono del nervio vago se retroalimentaban.
Para ello, estudiaron el tono vago de un grupo de individuos, donde se observó que aquellos con un tono más elevado describían una actitud más positiva y ya practicaban métodos de introspección.
Fredrickson y Kok completaron el estudio recetando clases con un terapeuta que enseñó técnicas de meditación y recomendó a los participantes que meditaran de manera periódica.
Entre los sujetos del estudio que habían meditado de manera periódica, el mayor incremento de emociones positivas tuvo lugar entre quienes habían partido con una ventaja al inicio del estudio, mientras que quienes habían mostrado un tono inicial bajo no lograron el aumento de las emociones positivas.
El truco de los optimistas con conocimiento de causa
El estudio demuestra que los individuos con capacidad innata -o adquirida con la práctica- para lograr un mayor desapego entre pensamientos y sensaciones, que suelen a su vez contar con una filosofía de vida coherente y “estar bien consigo mismos”, practicando, adrede o no, algún método de introspección, pueden incrementar todavía más su tendencia innata a experimentar emociones positivas.
En cambio, quienes más necesitarían un impulso emocional (las personas con un tono vago bajo, o quienes son incapaces de extraer beneficios de técnicas de introspección que conducen al bienestar duradero en otros individuos), son incapaces de lograrlo con la misma sencillez.
The Economist indica, con acierto, que el lema clásico de “mente sana en un cuerpo sano” sería más preciso usando otra preposición: “mente sana para un cuerpo sano”.
El fruto maduro de la introspección
El desapego, o el fruto de la introspección, se postula, también para la ciencia, como la clave de la felicidad. O como queramos llamar al bienestar duradero.
La prospección científica se acerca, una vez más, al consejo sosegado, fruto de la observación y la práctica personal, de filosofías de vida clásicas, occidentales -pensamiento socrático, eudemonismo aristotélico, estoicismo- y orientales -taoísmo, confucianismo, budismo zen, sintoísmo, hinduísmo-.
Séneca: “Per aspera ad astra” (“A través de lo áspero [se llega] a las estrellas”).