La actual crisis económica promete no sólo favorecer cambios profundos en las instituciones económicas que rigen el mundo. Los propios ciudadanos pretenden no quedarse de brazos cruzados y reinventan su manera de participar.
Asistimos a un cambio de modelo social y productivo, donde “producir poca variedad para muchas personas” se transforma en “producir mucha variedad para pocas personas”. Sensores conectados a aplicaciones web y aplicaciones de hardware que cualquiera podrá modificar son la nueva frontera. ¿Futuro? Ya ha ocurrido con el mercado de productos culturales. El modelo del software libre se traslada del ordenador al resto de nuestro entorno.
El contexto
La Administración de Barack Obama y varios países europeos, así como Japón y las principales economías emergentes, aumentarán el gasto público para contrarrestar el parón económico y productivo. El reto consiste en esta ocasión en reducir a la vez el gasto público no productivo, una medida que Obama quiere acometer aumentando la transparencia de los presupuestos estadounidenses.
No sólo hay planes de rescate de bancos, entidades financieras y aseguradoras. En Estados Unidos, aunque también en otros países del G20, se pretende aprovechar la coyuntura para favorecer la creación de una nueva economía verde, impulsada por la inversión pública en ayudas e investigación.
La ONU, a través de su programa para el medio ambiente, PNUMA (UNEP en sus siglas en inglés), recomienda una inversión mundial en tecnologías sostenibles para reactivar la economía.
Una Internet para la electricidad: “smart grid” (red eléctrica inteligente)
Estados Unidos pretende impulsar los llamados “trabajos de cuello verde” con un plan de inversión pública que tiene el reto de favorecer la transparencia y destinar dinero sólo a aquellos proyectos que, en palabras del presidente Obama, favorezcan una nueva economía sostenible y generen puestos de trabajo con alto valor añadido en suelo estadounidense.
De ahí que exista una importante partida económica para invertir en energías renovables, baterías para coches eléctricos, biocombustibles de nueva generación que no afecten el precio de los alimentos, carbón limpio, una nueva infraestructura eléctrica inteligente, capaz de transportar energía de fuentes renovables miles de kilómetros, o incluso avances para lograr que la energía nuclear pierda su estigma.
Uno de los proyectos que suscita mayor expectación entre expertos, inversores y emprendedores de Silicon Valley y otras zonas con una vida académica e investigadora remarcable es la llamada red eléctrica inteligente, o “smart grid“.
Transparencia participativa contra burocracia
Barack Obama ha confirmado que la atención prioritaria de su equipo por la profunda renovación de la energía, la educación y el sistema sanitario de Estados Unidos no constituían sólo un efecto electoral y se propone llevar a cabo la reforma prometida, al constituir los pilares de una agenda para impulsar una “prosperidad duradera” (no confundir con “libertad duradera”).
La energía y la educación son cruciales para reiniciar la primera economía del mundo, según el equipo de Obama.
Aunque, a diferencia de cualquier proceso de renovación burocrático impulsado desde el poder público, Obama quiere servirse de la transparencia aportada por aplicaciones web que sean capaces de mostrar al ciudadano de Estados Unidos a dónde se destina cada partida presupuestaria y cuánto cuesta cada proyecto.
Otras herramientas, también basadas en el concepto de acceso a la información y en el principio Web 2.0 de que cualquier proceso de colaboración se enriquece y mejora con la participación social, prometen acabar con la burocracia tradicional.
De la Web 2.0 a la “red social eléctrica”
La propia idea de construir una red eléctrica inteligente está inspirada en un principio relacionado con el software de código abierto y las aplicaciones surgidas en lo que el editor Tim O’Reilly bautizó como Web 2.0: la transparencia informativa y el conocimiento técnico de un sistema complejo contribuye a su mejora, así como a hacerlo más eficiente y transparente para todos los usuarios.
Si una página web o la misma Internet se enriquece con el uso, conocimiento y experiencia de sus usuarios, la red eléctrica inteligente que la Administración estadounidense pretende erigir convertirá el consumo eléctrico en un sistema descentralizado, capaz de adaptarse en tiempo real a las necesidades de sus “usuarios“, los propios ciudadanos.
En una “smart grid”, los consumidores tendrán acceso a información relevante relacionada con el consumo de toda la red en un momento dado, su nivel de consumo en cualquier período y el precio del consumo energético durante momentos de gran demanda y momentos con menor sobrecarga de la red.
Los defensores de este modelo de red eléctrica, sólo posible con el empleo de sensores en toda la infraestructura y el intercambio de información en tiempo real de todo el sistema -una auténtica aplicación Web 2.0-, argumentan que su implantación favorece el consumo de energías renovables.
La mayoría de las fuentes renovables son intermitentes por naturaleza, al depender de unas determinadas condiciones (la existencia de sol, viento, un determinado caudal de agua, oleaje, marea, etcétera), y una red inteligente permitiría aportar a la red energía no renovable cuando los sensores de la “aplicación” mostraran que no hay condiciones para abastecer la red con fuentes renovables.
Teóricamente, un sistema de esta naturaleza, basado en el principio del capitalismo de libre mercado, lograría que los usuarios consumieran menos durante picos de demanda, al ser la electricidad más cara, lo que lograría disminuir el consumo (y la huella ecológica de los usuarios) dramáticamente.
El mismo principio se aplicaría para los usuarios de la red interesados en consumir energía renovable: durante su ausencia, aumentaría el precio de la energía proveniente de esta fuente, de modo que reducirían su consumo, que volvería a aumentar una vez las condiciones naturales mejoraran y el precio de la energía proveniente exclusivamente de fuentes renovables disminuyera.
El siguiente paso en este esquema consiste en permitir a los propios usuarios vender el excedente energético que ellos mismos produzcan a través de fuentes renovables a la red, en momentos en que ello sea más ventajoso económicamente.
Ya están aquí: sensores
Tim O’Reilly, veterano y ecléctico emprendedor nacido en Irlanda pero afincado en Silicon Valley desde los 80, creador de la editorial técnica O’Reilly y de las conferencias Web 2.0 y ETech, es uno de los impulsores intelectuales de una idea que gusta a la nueva Administración de Estados Unidos, que la ha oído a través de asesores como Eric Schmidt, consejero delegado de Google, otro de sus impulsores: es posible modernizar la economía estadounidense mediante el uso de sistemas basados en el intercambio de información y el libre mercado logrará una sociedad más eficiente, informada y centrada en el intercambio de conocimiento.
Durante una de sus presentaciones, Tim O’Reilly describía así la próxima gran mejora producida con la ayuda de Internet: “El próximo estadio de desarrollo de la Web 2.0 va a ser liderado por los sensores. Nos trasladaremos desde un mundo en que la gente se limita a escribir en sus teclados hasta otro en que las personas gestionarán aplicaciones de inteligencia colectiva”.
Y O’Reilly no se refiere a un mundo de ciencia ficción. De hecho, sus predicciones -no sólo tecnológicas, sino sociales, económicas- son tan tenidas en cuenta por inversores y poderosos emprendedores que es apodado “el radar de Silicon Valley”. De ahí el nombre del blog de actualidad de su compañía: O’Reilly Radar.
Dylan Field explica en el Radar de O’Reilly que, como ocurre con todas las transiciones, la incorporación de datos desde la red física existente en la sociedad y las plataformas existentes es gradual. “Estamos simplemente empezando a ver aplicaciones emerger y lo mejor está todavía por llegar”.
Field incluye en su entrada algún ejemplo de una tendencia que pretende lograr la comunicación entre sistemas complejos y programas Web 2.0, a través del uso de sensores y la participación ciudadana.
Es el caso de SENSEable City Laboratory, un proyecto del Instituto Tecnológico de Massachusetts –MIT– que emplea sensores para entender las macro-dinámicas de las ciudades. “Por ejemplo, en un experimento el laboratorio recogió todo el uso de telefonía móvil en Roma durante una noche. A continuación agregaron los datos y produjeron una visualización que muestra cómo la gente se movía alrededor de eventos que estaban teniendo lugar”.
“Si tuviéramos acceso en tiempo real a este tipo de información -concluye Dylan Field-, ¿cómo afectaría esto a nuestras elecciones? ¿Decidiríamos no comer en un restaurante concreto porque está demasiado concurrido? ¿Elegiríamos nuestra actividad lúdica en función del flujo de la multitud?”.
Open source hardware (harware libre, o de código abierto)
Paralelamente a la intención de favorecer la cultura social e incluso administrativa de decidir con la mayor información posible, a través de herramientas que favorecerían la transparencia en ámbitos como la energía, la educación o la salud, emerge con fuerza otra tendencia que convertiría a cualquier persona no sólo en un nodo de una basta red de intercambio de información, sino en “productor”.
La primera generación de aplicaciones Web 2.0, tales como los blogs, las redes sociales, las redes para compartir fotografías y vídeos o el llamado micro-blogueo (Twitter), ha consistido en dar al usuario una plataforma de expresión hasta entonces vetada al contenido “amateur”. ¿Qué ocurriría si ahora se permitiera a los usuarios crear sus propios productos de artesanía, informática o electrónica a partir de sistemas basados en el libre intercambio de especificaciones y sistemas libres de derechos de autor?
Tim O’Reilly asegura en una entrevista a The Economist que la auténtica esencia de las aplicaciones Web 2.0 es construir sistemas que se vuelven mejores, más “inteligentes”, a medida que aumenta la participación de sus usuarios.
La enciclopedia Wikipedia, editada por miles de colaboradores desde todo el mundo, ha desbancado a Enciclopedia Británica y otras fuentes “oficiales”, profesionales y propietarias para millones de personas.
Una filosofía que el hardware de código abierto hace suya: el proceso de crear circuitos electrónicos, ordenadores, coches o incluso casas puede enriquecerse y “mejorar” si el creador de la tecnología permite que otros la usen y modifiquen a su antojo.
Se trata de la filosofía del software libre promovida por Richard Stallman, Linus Torvalds o incluso Mark Shuttleworth, aplicada a cualquier proceso de producción imaginable. Al fin y al cabo, ya existe un medio de difusión de información adecuado para que este intercambio intelectual pueda llevarse a cabo a escala global, entre personas que no se conocen entre sí, pero que potencialmente comparten interés por cualquier nicho de producción que podamos nombrar.
Para Chris Anderson, director de la revista Wired y autor del libro, el blog y la teoría bajo el nombre The Long Tail (literalmente, “la larga cola”, que predica que Internet ha favorecido que cualquier contenido cultural, por muy minoritario que sea, tiene su mercado y su beneficio potencial, gracias a un método de distribución virtualmente gratuito: Internet), cree que empieza la Nueva Era del DIY (siglas de “Do It Yourself”, o hazlo tú mismo).
Otro colaborador de O’Reilly Radar, Dale Dougherty, asistió a una charla dada por el director de Wired en la que Anderson apuntaba hacia un profundo cambio en el modelo usado por los mercados de masas para funcionar y crecer en las próximas décadas.
En un principio, Anderson creyó que su observación de la tendencia de la “larga cola” (aumenta el consumo de productos minoritarios cuando la gente puede conocerlos gracias a Internet, además de los productos culturales creados por aficionados, mientras disminuye la venta de productos de masas, o “cultura pop”) se refería sólo a los libros, la música, la fotografía, el vídeo, el periodismo.
Pero empieza a ocurrir lo mismo con circuitos electrónicos que encandilan a aficionados de la robótica, u ordenadores y otros aparatos que ponen sus especificaciones y componentes al alcance de cualquier usuario o empresa que quiera copiar, personalizar o mejorar un producto dado.
En el mercado de la música, un puñado de artistas eran promocionados por los grandes medios y vendían millones de discos; con la llegada de Internet, los usuarios de la anterior “cultura pop” indagan en sus propios gustos musicales y se evoluciona hacia un aumento del nicho y la rareza, mientras disminuye el producto prefabricado para millones de personas.
De nuevo, parece que la máxima de Tim O’Reilly que predica que “los datos es el nuevo Intel Inside”, el nuevo valor en un mundo en que los productos tecnológicos se convierten rápidamente en productos básicos o mercancías a granel (“commodities“) que pueden ser producidas a precios irrisorios en cualquier eficiente factoría asiática.
Y ocurre que la información genuina, el “nuevo Intel Inside”, se enriquece y mejora con la participación de la gente, como se ha demostrado en la Web 2.0. La información convierte a un producto que lleva camino de ser una mercancía a granel, sin distintivo ni valor añadido alguno, en un bien único. Y aquí es donde Chris Anderson cree que llega una auténtica revolución:
“En lugar de un reducido número de productos para millones, estamos ante un caso de millones de productos para un pequeño número de personas”, cree Chris Anderson, adaptando su teoría The Long Tail a todo tipo de mercados y bienes de consumo, no sólo a los culturales. “El monolítico modelo propugnado por el software tradicional no ha afrontado esta cuestión. Esto es lo que piden pequeñas compañías e individuos: nos adentramos en una era del DIY [Do It Yourself, hazlo tú mismo]”.
Cuando es hardware, los usuarios también “añaden valor”
Pequeñas empresas del mundo creativo y de Internet, así como programadores independientes, se han habituado a crear o modificar líneas de código en un puñado de horas y días para dar vida a aplicaciones que funcionan de modo autónomo o forman parte de alguna plataforma: plataformas de aplicaciones como las de Facebook, iPhone, teléfonos Android, redes sociales con la especificación OpenSocial, programas o pluguines para navegadores (Firefox e Internet Explorer tienen su propia plataforma, mientras Google anuncia la suya para el navegador Chrome) y entornos alternativos más minoritarios.
Pero, como explica Ryan Singel en Wired, hasta tiempos recientes estas mismas mentes creativas no han podido disfrutar de la misma flexibilidad en el mundo del hardware informático y electrónico, por no hablar de otros sectores menos propensos a la innovación.
Es en este contexto de velada demanda donde aparece con fuerza el hardware libre, o de código abierto. Entusiastas del movimiento llamado “hazlo tú mismo”, DIY, han empezado a usar plataformas de hardware que pueden modificarse libremente, así como herramientas de fabricación rápida y modular, lo que simplifica el proceso de creación de, por ejemplo, aplicaciones robóticas cotidianas.
Tim O’Reilly es citado cuando se habla de la nueva tendencia, en este caso por Singel, debido a que la nueva legión de seguidores del hardware libre cuenta con su propio medio: la revista y página web Make, publicada… por O’Reilly Media. Normal que llamen a este californiano de origen irlandés “el radar”. Tanto o más exitosa que la revista es el encuentro de entusiastas del hardware libre en torno a la Maker Faire.
Make se limita a suplir la necesidad informativa de una espontánea comunidad de tecnófilos (“geeks“) acostumbrada a usar y modificar a su antojo software libre, que tras adoptar la misma actitud con las aplicaciones web hace lo propio con dispositivos de la electrónica de consumo.
Philip Torrone, redactor jefe de la revista y sitio web Make, cree que el hardware de código abierto, completado con diagramas y kits que uno mismo debe ensamblar, crece con mayor rapidez que lo que él mismo esperaba. Torrone cree que 2009 será el año del hardware libre.
Pero, ¿en qué tipo de ensamblajes han mostrado mayor interés los primeros lectores y miembros de la “comunidad” de Make? El kit más popular en los primeros meses de 2008 es un cargador USB embebido en una cajetilla de latón de caramelos Altoid, un aparato que, explica Ryan Singel, fue diseñado por Limor Fried, de Adafruit Industries, quien empezó a publicar documentación sobre aparatos hechos por él mismo cuando estaba en la Universidad, tales como un bloqueador de señal de telefonía móvil.
Atento a la tendencia, Michael Arrington, fundador y responsable de TechCrunch, blog sobre startups de la generación Web 2.0, planteó en julio de 2008 (primera entrada sobre la idea) la creación de una Tablet PC (ordenador sin teclado y con pantalla táctil) simple y cómoda que fuese lo suficientemente barata y realizara especialmente una función: consultar información de Internet.
La llamada -internamente- CrunchPad tendrá un coste inferior a 299 dólares y será un dispositivo de código abierto que podrá ser comprado, ensamblado, modificado o mejorado por quien lo desee.
El aparato, cuyo desarrollo está siendo coordinado por el desarrollador Louis Monier, un histórico en la historia de los motores de búsqueda e Internet, está siendo mejorado en un proceso de colaboración abierto entre TechCrunch (a través de las entradas de Michael Arrington sobre el dispositivo en el blog) y quien participa en los comentarios de estas entradas.
De ahí que el CrunchPad haya visto ya 2 prototipos (sobre el primer prototipo y el segundo prototipo) siga siendo mejorado.
Michael Arrington no sólo ha conseguido que miles de aficionados al hardware libre y las tendencias DIY se interesen por la idea, dejando literalmente miles de comentarios en las informaciones que aparecen sobre el dispositivo.
“Hemos suscitado -aseguraba Arrington en enero de 2009- bastante interés entre la comunidad inversora. La pregunta crucial para nosotros estriba en decidir si este proyecto tiene recorrido y debería producirse, un gran paso partiendo desde un prototipo. Ello requeriría separar la compañía del blog y construir un equipo en torno a Louis. Es una decisión que todavía no hemos tomado”.
El siguiente paso: ¿construir un mundo de código abierto?
Partiendo de los preceptos de la Web 2.0 y el software libre, que ahora son aplicados a ideas tan diversas como el hardware de código abierto o la construcción de una red eléctrica inteligente en Estados Unidos, ¿es posible iniciar una nueva era industrial con objetos de código abierto?
El modelo y valores aportados al mundo por el mundo del software libre es poderoso, una vez es descubierto, en ocasiones de manera fortuita, por una generación de curiosos entusiastas de Internet, que se convierten, en ocasiones sin ser conscientes de ello, en auténticos cazadores de tendencias.
Cuando se trata de “microcelebridades” (término definido por Clive Thompson en Wired) nacidas al abrigo de un sólido blog o una interesante galería de vídeos en YouTube, o de fotografías en Flickr, estos mismos usuarios reverberan la idea descubierta, que pare hacia otros nodos con una fuerza aún mayor. Internet ha desatado una era de creatividad que también puede ser explotada en un momento de crisis global.
Victor Keegan se pregunta en The Guardian si es posible construir un mundo partiendo de la idea de la colaboración y mejora constante planteada por el código abierto.
El código abierto, dice Keegan, no sólo está desbancando al software propietario en el mercado de servidores y en el nuevo segmento de portátiles de bajo coste (netbooks, tendencia iniciada por el proyecto de portátil para los niños de países pobres, el OLPC XO-1, proyecto coordinado por Nicholas Negroponte), gracias al éxito de distribuciones de Linux fáciles de usar y gráficamente atractivas como Ubuntu.
La recesión global, dice el periodista británico, aunada con la expansión sin precedentes de las redes sociales, está preparando una tormenta perfecta que podría convertir el nuevo modelo en una fuerza global. El hardware de código abierto parece una idea a la que le ha llegado su momento.
El también británico semanario The Economist publicaba en marzo de 2009 un interesante artículo sobre otra idea que parece irresistible: ser emprendedor es algo popular, que empieza su carrera sin prácticamente dinero y sin haber pasado por los tradicionales círculos de educación elitista y poder económico.
Internet y la telefonía móvil han hecho posible que ser emprendedor sea cada vez más barato y las oportunidades de crear un negocio atractivo para miles o millones de personas se han multiplicado, cuando el número de usuarios que acceden a Internet constituyen una sexta parte de la población mundial, mientras la mitad de habitantes del planeta usa regularmente telefonía móvil.
“Mientras el capitalismo financiero -dice Keegan- se encuentra en un colapso global, un nuevo tipo de actividad emprendedora radicalmente diferente -llamémosla comunal-ismo- emerge”.
Proyectos “hazlo tú mismo”: el DIY ha llegado
Existen decenas de ejemplos que parten de las tendencias del “hazlo tú mismo” y el hardware libre.
- Arduino: todo un fenómeno alternativo de alcance global. Firma italiana fundada por dos italianos (Massimo Banzi, Gianluca Martino) y un español (David Cuartielles) que fabrica un circuito impreso que cualquiera puede modificar, adaptar o fabricar por sí mismo a partir de las especificaciones compartidas sin cargo alguno, que miles de aficionados a la electrónica de todo el mundo están usando para crear pequeños robots y aplicaciones que integran en su vida cotidiana. Clive Thompson escribió en octubre de 2008 un excelente artículo para la revista Wired sobre Arduino, sus creadores, la proyección del dispositivo y el futuro del hardware libre.
- Openfarmtech.org: ecología de código abierto que incluye la construcción de un nuevo tipo de núcleo urbano o “eco-ciudad”.
- Akvo.org: proyecto especializado en la creación de productos de salubridad ambiental (sanitarios, agua potable, tratamiento de aguas residuales y residuos sólidos, sistemas higiénicos, etcétera).
- EDAG: el primer coche conceptual de código abierto. Entre sus destacables especificaciones, el uso de iluminación orgánica de bajo consumo (OLED) y un chasis de fibra de basalto totalmente reciclable (100%, sin trampas).
- OLPC-2: tras el relativo poco impacto del XO-1, el primer “ordenador para los niños de países pobres”, el segundo dispositivo de OLPC promete mejorar el ya de por sí notable primer dispositivo. El dispositivo seguirá siendo barato, usará también Sugar, una distribución de Linux desarrollada para niños, contará con una gran pantalla táctil en toda su superficie (al estilo Nintendo DS) y se rumorea que sus especificaciones serán de código abierto. De modo que cualquier escuela, entusiasta, país o empresa podrá adaptarlo y producirlo a su antojo.
- TOPP (Open Planning Project): proyecto de planificación urbanística a través del intercambio de información entre ciudadanos y el enriquecimiento de proyectos que herramientas que parten de la filosofía del código abierto pueden aportar para la mejora de una ciudad. Se trata de un proyecto impulsado por el emprendedor Mark Gorton, creador de la red de intercambio de ficheros entre usuarios (P2P) LimeWire.
- DIY city: proyecto descentralizado que gira en torno a “crear un sistema operativo de código abierto para una generar ciudades manejadas por el usuario“. Un nuevo concepto de mejora de las “comunidades humanas” a través de ideas como el código abierto, la colaboración al estilo Web 2.0 y la sostenibilidad.
- VIA OpenBook: ordenador portátil con diseño y especificaciones de código abierto (además del sistema operativo). Gracias a la licencia libre, cualquiera puede descargar los ficheros CAD (diseño asistido por ordenador) y usar o modificar el diseño del OpenBook para adaptarlo a sus preferencias.
- CrunchPad: tablet PC de código abierto con sistema operativo Linux que se espera que ronde los 300 dólares, si TechCrunch decide desarrollar finalmente un modelo comercial (de momento, se han presentado en el blog dos prototipos, el último de ellos en enero de 2009).
- Tweet-a-Watt: contador inteligente para medir cuánta energía gasta cada una de las aplicaciones del hogar. El aparato, de código abierto, es fácil de configurar y modificar.
- Hexayurt: pequeña cabina prefabricada que puede ser empleada como vivienda cuya producción cuesta alrededor de 200 dólares. Emplea materiales de construcción comunes, tales como tablones para el aislamiento térmico. La idea es facilitar y dignificar el acceso a la vivienda para los más pobres.
De regalo con el artículo: una propuesta de modelo de negocio, cortesía de Chris Anderson a través de Twitter: “Modelo de negocio para mi -hipotética- startup de robótica de código abierto: publica el coste de todo y carga un 40% sobre esta base. ¿Lo quieres más barato? ¡Hazlo tú mismo!”