La información viaja de la manera más rápida y descentralizada de la historia, lo que ha sepultado para siempre el modelo tradicional de periodismo (hechos fehacientes, fuentes, distintas versiones de la realidad explicadas por los actores involucrados en un hecho noticiable).
Con la elección de Donald Trump (contra polémicas -o gracias a ellas-, contra la publicidad electoral, contra los canales tradicionales para generar relevancia en una sociedad democrática, contra las encuestas, contra el deber ético del mero decoro), asistimos también al fin de un mundo que había cambiado hacía tiempo pero que sigue teniendo instituciones diseñadas después de la II Guerra Mundial.
The key lines from Merkel's message to Trump: pic.twitter.com/CBdbHoCXzs
— Anton Troianovski (@antontroian) November 9, 2016
Hace tiempo que medios de masas, líderes de opinión y fenómenos de influencia pública (como las teorías de comunicación diseñadas en la era dorada de la televisión: espiral del silencio -adaptación a la opinión mayoritaria en la calle-, etc.), han perdido los ingresos y capacidad de influencia del pasado. No hay mejor muestra que las contiendas electorales de 2016 en Reino Unido (referéndum de permanencia en la UE) y, ahora, Estados Unidos.
Rol del “clima de opinión” y los rumores en la información consumida
Y sí, Internet ha acelerado el proceso. Las redes sociales y el fenómeno clickbait (entretenimiento vestido de información) nos han demostrado que, en un mundo hiperconectado donde todo es noticiable/noticioso, todo acaba siendo peligrosamente relativo: leyendas urbanas pasan como hechos, meros rumores juzgan hechos que a veces no han ocurrido del modo narrado o simplemente no han ocurrido…
El mundo despierta el 9 de noviembre con un candidato que ha usado métodos que todos reprobaríamos en nuestros hijos para lograr el puesto de mayor responsabilidad en la democracia hasta ahora formalmente más impecable que ha dado el mundo desde la Ilustración.
Actuando como caricatura de líderes de otras épocas, el pretendidamente “pragmático” Trump es también producto del nuevo mundo mediático en que vivimos, así que ya es hora de conocer cómo funciona este mundo mediático, quién lo controla y cómo se puede navegar en él (consultado lo mejor elaborado y legítimo; y cribando el ruido, lo tendencioso y lo que se disfraza de información legítima sin serlo).
Retorno triunfal al mercado público nietzscheano del vendedor de crecepelo
El fenómeno Trump también muestra con crudeza que no toda la información de entretenimiento es inocua, y que la popularidad (la atracción de los focos, el mensaje de sparring y auto-ayuda de apuntarse a los “ganadores” y actuar como se supone que ellos lo hacen, etc.) se impone a menudo a lo ético y correcto desde la racionalidad.
Expertos en periodismo como Jay Rosen (profesor en la New York University, autor del laboratorio de comunicación PressThink) han explicado una tendencia en el consumo de información que debería habernos preocupado: el ideal del empirismo -ser veraz y consecuente con sus principios, aunque uno nunca llegue a poseerlos por completo- ha pasado de dominar el mensaje periodístico a la marginalidad actual.
Trump some 20 years ago. I don't agree with him at all. These aren't stupid people. They're angry. (1 of 2) pic.twitter.com/xwGl85JgLG
— ian bremmer (@ianbremmer) November 9, 2016
¿Cómo ha ocurrido? Con Internet y la posibilidad para crear, obtener y difundir información que consideramos relevante, los antiguos medios de masas abandonaron su papel de filtro (“gatekeeping“). Los beneficios de Internet no deberían ocultar una realidad: no toda la información está elaborada con la misma veracidad y experiencia, del mismo modo que hay opiniones ponderadas que tienen mayor valor que lo que simplemente es popular.
La aspiración empírica y factual del periodismo, muerta y enterrada
La campaña estadounidense demuestra que lo único necesario para poner a prueba la democracia de Estados Unidos es un equipo que comprenda cómo funciona la información (que ya no es monopolio de medios y filtros), y que carezca de principios/escrúpulos para anteponer responsabilidad a ganancias personales para catapultar a un demagogo a una irresistible popularidad entre quienes, de entrada, desconocen la importancia del ideal de empirismo y responsabilidad social en el periodismo.
Donald Trump y su equipo no sólo han despreciado el rol de los medios tradicionales y las encuestas en su campaña hacia la presidencia, sino que se han aprovechado de la falta de sincronía de viejos modelos (medios de masas, campañas electorales basadas en complejas prebendas y equilibrios de poderes, encuestas diseñadas para “crear” opinión, más que para explicarla) y el electorado desencantado… aprovechando la descentralización y desatención de medios electrónicos y redes sociales por la información fehaciente, contrastada, que aspire al empirismo.
En Retreat from Empiricism, un artículo publicado en 2006, Jay Rosen explica el fenómeno que llegaba: poco después, aparecerían Twitter y Facebook.
Los mayores enemigos de una sociedad democrática son sus “salvadores”
No es casual que actores cruciales en estas elecciones (Corey Lewandowski, el presidente de CNN Jeff Zucker, el propio Trump, Steve Bannon en el último tramo), entiendan el nuevo escenario mediático y lo hayan utilizado a su antojo (con la ayuda de ciencia computacional), con la asistencia de personajes en la sombra cuyo conocimiento de los nuevos métodos para recabar y crear información es todavía más profundo: Julian Assange, Peter Thiel y la relación entre ambos.
Pero esta no es una historia de superhéroes y supervillanos, aunque en los próximos años habrá quien reivindique ambas posiciones, sino más bien la historia del usuario de redes sociales capaz de influir y dejarse influir con información tendenciosa, parcial o simplemente falsa, un fenómeno que invita (¿insta?) a cualquier ciudadano del mundo a revisar el concepto de “tiranía de la mayoría”) y a leer -aunque sólo sean sus citas descontextualizadas- lo que el pensador austro-británico Karl Popper dijo acerca de los enemigos de la democracia.
Las intuiciones de Popper acerca de la capacidad de una sociedad para votar en contra de sus propios intereses no sólo surgen del estudio concienzudo de los experimentos sobre democracia en la Grecia Clásica, sino de su propia biografía, asistiendo en la Viena de entreguerras al auge de los totalitarismos… y a la capacidad de los nuevos medios de masas para alentar el adoctrinamiento.
Muerta la memoria de la II Guerra Mundial, vuelve lo feo
Popper también debe parte de sus reflexiones a las intuiciones que sobre el fenómeno de la “tiranía de la mayoría” sostuvieron pensadores como John Adams (que ideó el equilibrio de poderes de la Constitución estadounidense para blindar la democracia de la elección de un tirano… pronto comprenderemos la estatura de su trabajo); Alexis de Tocqueville (liberal francés de origen noble que había perdido su familia durante el Terror de la Revolución Francesa, centrando sus estudios en las ventajas del experimento democrático estadounidense, en su Democracia en América); o el filósofo alemán Friedrich Nietzsche (que en su genealogía de la moral dejó claro lo que pensaba sobre la volubilidad y bajeza de la mentalidad predominante en sociedades bajo presión).
El desprecio que Donald Trump ha mostrado por la prensa como institución con un rol vigilante esencial en democracias complejas, es comparable al sostenido por los primeros demagogos modernos, aunque, a diferencia de éstos, Trump carece de astucia y/o aspiración intelectuales, asumiendo sin complejos cualquier leyenda urbana o información no contrastada que se adapte a lo que quiere exponer en cada momento.
Many say angry/disrespectful tone of social media political discussions just mirrors broader political climate https://t.co/nqS617MKQJ pic.twitter.com/CATN5ndKxF
— Pew Research Internet (@pewinternet) November 8, 2016
¿Quién asume el rol del Cuarto Poder en un mundo más interconectado que nunca que, sin embargo -o quizás debido a la ansiedad que ello produce- se interesa por el nacionalismo de manual?
El lugar que aspira a guardar la información del mundo
Los viejos medios influyentes, desprestigiados y tildados de elitistas, compiten por menos ingresos, mientras los grandes repositorios de información con sede en Silicon Valley (Facebook, Twitter, Medium, nuevos medios financiados desde las firmas de capital riesgo) tratan de aportar la plataforma (algoritmos) y convertirse en repositorio de la información mundial.
Pero quienes aspiran a ser el repositorio de toda la información mundial, con Facebook en cabeza, tienen un objetivo distinto a la supuesta responsabilidad moral que deben mantener los medios de comunicación: lograr que sus usuarios pasen más tiempo en la plataforma, compartan más información, se interesen por más cosas… y por anuncios personalizados.
Para eludir la responsabilidad pública con que contaría una plataforma que fuera considerada un medio de comunicación personalizado para sus lectores con la mayor audiencia del mundo (una descripción que se acerca a la realidad), Facebook insiste con astucia en alegar que no es un medio de comunicación, sino una red social para conectar a la gente entre sí.
Because it will soon be conscripted into databases controlled by Donald Trump's surveillance apparatus… https://t.co/uu6t90vJNJ
— Dan Gillmor (@dangillmor) November 9, 2016
Mientras tanto, expertos en algoritmos que han trabajado en Silicon Valley, como Tristan Harris, explican por qué los nuevos repositorios de la información mundial deben tener estándares éticos más estrictos: en lugar de fomentar el uso compulsivo, ofrecer un servicio relevante; en vez de difundir la información más popular -aunque sea falsa, incompleta, torticera o un mero bulo-, informar a la audiencia del valor relativo de lo que consume/comparte.
Recta final de 2016
Acaba 2016. Hemos aprendido muchas cosas. Quizá la mayor revelación del año (explica Bret Stephens en The Wall Street Journal) es que la gente está dispuesta a elegir a un demagogo sin atributos de peso si éste está dispuesto a prometerles un cheque en blanco a sus fantasías.
El mismo candidato, que ha amenazado a los periodistas y medios no afines con demandas e intromisiones intolerables en una sociedad democrática, ha contado con una legión de seguidores en redes sociales que, a la larga, lo han aupado a la presidencia.
FACEBOOK ⇒ algorithmically amplifying disinformation
TWITTER ⇒ enabling hate grp mobs
They’ve caused real & lasting damage this election.
— Marc Love 🏳️🌈 (@marcslove) November 4, 2016
En 2016, el estado de los medios y la información política se resume en dos resultados electorales: Brexit (vocablo inventado, pegadizo y canónico en el nuevo mercado por la atención “hashtag”), y la victoria de hoy de Donald Trump.
El rol de las redes sociales en ambos fenómenos puede sintetizarse en dos grandes tendencias que han pasado desapercibidas para el gran público, pero no para quienes han sabido (con la ayuda de expertos) aprovecharlas y llevarlas a su terreno.
- Facebook (principal fuente de información mundial, así como principal fuente de beneficios -y la única que crece- para los medios tradicionales): quizá sin proponérselo (pensemos en el mejor escenario para que el artículo no derive hacia escenarios orwellianos), la mayor red social a amplificado la desinformación;
- Twitter (principal canal donde personalidades y expertos de todas las áreas intercambian información con personas de todo el mundo sin más filtros que los básicos): también sin proponérselo (o más bien por dejadez técnica de la plataforma), se ha convertido en el lugar ideal para reproducir el fenómeno de la mentalidad de rebaño y los linchamientos públicos contra la que Friedrich Nietzsche (que imaginó lo que venía en unas décadas gracias a los idealismos) ya había advertido.
El debate crucial: periodismo y algoritmos
Asistidos por canales especializados que funcionan de centro de reunión virtual de distintos grupos de interés informales, como Reddit o Hacker News, la llamada “derecha alternativa” (eufemismo para un neo-nativismo pragmático y supremacista) ha aupado, con la ayuda de medios supuestamente marginales (Drudge, Breitbart) el voto de los descontentos mejor informados (que también los hay).
Lo más peligroso no es lo que ha ocurrido hasta ahora, sino que 2016 no es un “annus horribilis” que pueda aislarse de una tendencia con epicentro en Occidente contra las fuerzas de la tecnificación, la globalización, el cosmopolitismo.
Por su diseño comunitarista y libertario desde la base, herramientas como Twitter, Facebook y Reddit no sólo se imponen a los medios de comunicación tradicionales creando opinión, sino que amplifican la anomalía (porque existe un incentivo que emerge incontestable: lo que genera mayor actividad cuantificable en cada plataforma -beneficio- logra mayor preponderancia).
¿Pueden los algoritmos de los repositorios de información más importantes del mundo tener un filtro ético? Lo averiguaremos en los próximos tiempos.
De fracasar en este intento, lo que el profesor de periodismo Jay Rosen llama “retroceso del empirismo” podría convertirse en algo peor: la institucionalización del fenómeno de la “tiranía de la mayoría” en las democracias avanzadas, donde el mensaje populista y facilón (al estilo del peronismo) se impone a mensajes más responsables (desde el liberalismo a la socialdemocracia).
República Clickbait
De nuevo, los mensajes marginales durante décadas (debido al recuerdo de la II Guerra Mundial) que anteponen el fin a los medios (sobre los que alertó, por ejemplo, Albert Camus) vuelven a la centralidad en el debate público y político.
Rosen reflexiona sobre el papel de la prensa en la elección de Trump. En los medios tradicionales, muchos ejecutivos prefirieron asegurar la ganancia inmediata de las audiencias a la responsabilidad, mientras las redes sociales han sido diseñadas en función de factores de popularidad y sin algoritmos que entiendan de ética.
El periodista detrás de la bitácora BuzzMachine y profesor estadounidense Jeff Jarvis, especialista en la intersección entre tecnología y nuevos medios de comunicación, sintetiza el sentimiento que la victoria de alguien con el perfil de Donald Trump deja entre muchos profesionales que han asistido a elecciones y acontecimientos cruciales durante décadas.
“Temo que el periodismo [como disciplina, como Cuarto Poder -vigilante y parte del diálogo público en sociedades democráticas-] está roto de manera irremediable, un fracaso. Mi profesión falló en informar al público sobre el fascista que han elegido.”
Se han tragado el mensaje
Es posible que el control de poderes de las cámaras (también republicanas) con respecto al poder ejecutivo, así como la elección de asesores competentes, maquillen la escandalosa decisión de la democracia más influyente, pero una imagen inocente del mundo, de Occidente y de la democracia diseñada por Jefferson, los hermanos Adams y Benjamin Franklin, entre otros, ha acabado por perder todo su lustro y esplendor.
Con la ayuda del desconcierto ante el cambio de modelo y actores en el mundo del periodismo (paradójicamente, la profesión periodística es atacada desde todos los flancos, acusada de conflicto de intereses, elitismo y connivencia con los poderes fácticos), en los próximos años quizá esté en juego lo que el Financial Times llama el “modelo democrático occidental”.
Binyamin Appelbaum, experto en política de The New York Times, cree que la victoria de Trump (como el auge del nativismo y el voto de protesta en el resto de Occidente) es algo así como la muestra indecorosa por parte del gran público de su dedo corazón ante,
“entre otras cosas, un rechazo masivo al poder económico y su papel en las políticas públicas.”
48 meses (como mínimo) de “The Apprentice” (que nunca pretendí ver)
El descontento, incluso en momentos de recuperación económica, es un sentimiento tan volátil como capaz de transformar algo tan importante como la elección del presidente del país más poderoso del mundo.
Ha llegado quizá el momento de revisar en qué consisten las viejas artimañas retóricas sobre las que se sustentan las falacias más consistentes, desde las leyendas urbanas a la caricaturización de personas y grupos, el sesgo de la muestra, el sesgo de confirmación, la demostración mediante ejemplo, la falacia de cita fuera de contexto, la generalización apresurada.
Peabody Energy, world's largest coal company pic.twitter.com/QrcObAt7Z4
— Timothy Cama (@Timothy_Cama) November 9, 2016
Internet necesita convertirse en repositorio de un periodismo responsable y ético en cuestiones que no pueden quedarse sólo a expensas de la máxima ganancia en términos de rendimiento económico y popularidad.
Futuro del periodismo y muerte de Sócrates
Quizá haya llegado el momento de empezar a diseñarlo. Y, si el modelo es descentralizado, con un repositorio como “blockchain” (servidores y propietarios en todo el mundo, en vez de concentrarse en Silicon Valley), su resistencia ante contingencias (lo que el palabrismo preponderante llama “antifragilidad”) será mayor.
Empecemos quizá por recordar cómo funcionan las falacias. Ya es demasiado tarde para muchas cosas.
Todavía estamos a tiempo para tantas otras. El optimismo es socrático.
Pingback: Dietario de viaje: la Europa del Eurotúnel después de Brexit – *faircompanies()
Pingback: Valorar nuestra atención: sobre conciencia, estrés e Internet – *faircompanies()