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Entre el dowshifting y el "camina, no corras"

Además de en el desarrollo y lanzamiento de *faircompanies, en los últimos tiempos he seguido colaborando con algunas publicaciones, básicamente como periodista tecnológico. De ahí que sigan llegando a mi buzón de correo varias notas de prensa al día sobre la materia. Normalmente, no las abro; simplemente, marco los correos como leídos o los elimino. No obstante, no creo ningún filtro para deshacerme automáticamente de ellos ni los marco como “correo basura”. 

El motivo: doy una oportunidad a los comunicados curiosos. En términos de tecnologías de la información, abrir un correo que tiene todos los números para acabar en la basura sin ser leído es algo así como perdonar la vida en un duelo, o ayudar desinteresadamente al prójimo. O llamar a los suegros y a los padres de uno para preocuparse por ellos. 

Promesas para olvidarse de la tensión

Hoy he recibido una nota de prensa de Nintendo España. Como *faircompanies anda de lanzamiento, no sólo he abierto el correo, sino que incluso lo he respondido (nota: como sabes si empleas el correo electrónico como herramienta de trabajo, raramente se responde a una nota de prensa; dada la calidad de la mayoría de ellas, sería como responder amablemente y por carta ordinaria a las empresas que todavía se dedican albuzoneo).

He abierto y respondido al correo de Nintendo porque me ha hecho gracia el asunto del mensaje: “Olvídate del estrés de la ciudad y múdate a la granja de Harvest Moon en Nintendo DS”.

Hace poco, publicamos en faircompanies un artículo titulado Downshifting, donde Kirsten Dirksen escribe sobre una nueva tendencia entre los profesionales urbanos de rentas medias y altas: un número creciente de personas de éxito en la city de Londres, en Nueva York, San Francisco y otras ciudades, deciden renunciar a las exigencias profesionales de un puesto con gran responsabilidad.

Lo hacen -perdiendo parte de su sueldo- para ganar un capital que empieza a reconocerse, consistente en invertir tiempo libre en, por ejemplo, formar una familia o contar con una existencia más equilibrada. Los “workaholics” ya no son tan venerados; los profesionales solventes que cumplen con su trabajo y, a continuación, exigen mayor flexibilidad, incluso poniendo en riesgo parte de su sueldo, parecen disfrutar de una calidad de vida de la que otros profesionales con éxito carecen. Los viajes excesivos, las reuniones maratonianas y las jornadas laborales que acaban a última hora de la tarde no parecen estimular el equilibrio existencial.

A diferencia de lo que pudiera parecer, quienes se decantan por relajar su existencia no pertenecen a sectas, no han abrazado religiones exóticas ni pretenden convertirse en el Anacoreta 2.0. Están en su sano juicio y han tomado su decisión en plenas facultades. Carl Honoré explica su propia visión en un personal “elogio a la lentitud“.

En otro artículo que publicamos en faircompanies, en este caso en la versión en castellano del portal, empezamos con las siguientes líneas: “El siglo XX arrancó con la exaltación de la velocidad, paradigma que ahora millones de personas quieren destronar en el siglo XXI. El downshifting aboga por el abandono de carreras profesionales estresantes en favor de la calidad de vida y la reducción de la huella ecológica del individuo.”

Volvemos a la nota de prensa que ha llegado calentita a mi buzón de correo de faircompanies. Un asunto de correo tan suculento merece, como explicaba, dar una oportunidad al correo. Una lectura vertical, al fin y al cabo, se realiza en un santiamén, como dice Jakob Nielsen, que ha estudado cómo leemos ante el ordenador. En esta acción hay poco de lentitud y no hay tiempo para saborear palabras.

La nota habla sobre el lanzamiento en España de un nuevo videojuego para Nintendo DS, la videoconsola portátil de la marca japonesa. Dice así: 

  • “Demuestra tu habilidad como administrador, agricultor y ganadero. Olvídate del estrés de la ciudad y múdate a la granja de Harvest Moon en Nintendo DS.”
  • “Si alguna vez has soñado con huir de la gran ciudad, tu juego es Harvest Moon. Olvídate de los atascos, el estrés, las prisas y el ruido infernal y vente a vivir al campo. Pero no pienses que la vida de granjero es coser y cantar: tendrás que labrar, sembrar, regar, cosechar, ordeñar, esquilar… e incluso encontrar una buena esposa para formar una familia. Si disfrutaste haciendo felices a tus Nintendogs o viviendo una nueva vida con el simulador social Animal Crossing Wild World y te apetece mudarte al campo, Harvest Moon para Nintendo DS es tu juego.”
  • “Harvest Moon es un RPG rural en el que tendrás que gestionar bien tu tiempo y tus recursos. Un buen granjero sabe qué debe hacer en cada época del año y mimar bien a sus animales. Ese trabajo te garantizará leche, lana o huevos por los que luego obtendrás un buen precio. Podrás criar caballos, vacas, ovejas, gallinas o patos, tener mascotas y elegir entre una gran variedad de cultivos y árboles para plantar en la parcela que elijas. De tu habilidad como administrador, agricultor y ganadero dependerá que puedas ampliar la granja, emprender otros negocios o amueblar tu casa con lo último en tecnología para no echar de menos la vida urbanita.”

La nota de prensa sigue, pero ya hemos pillado el asunto. Las notas de prensa guardan, en ocasiones, sorpresas inesperadas. Quién iba a decirme que existen videojuegos que nos entrenan para cuando llegue el momento de practicar el “downshifting “. Muchos de nosotros, si decidimos abrazar esta atractiva cultura, lo haremos incluso sin haber llegado a los sueldos que se supone que tienen los “profesionales de éxito”. De este modo, quizá no haya caída traumática de salario, sino algo así como una sutil corrección de ingresos.

Nintendo ha posicionado Nintendo DS, su videoconsola portátil, y Wii, su nuevo equipo de sobremesa, como dispositivos de ocio para toda la familia, y no sólo para los usuarios “hardcore”: esos chicos que muestran una destreza inusitada matando a diestro y siniestro, conduciendo motos y coches o jugando a fútbol ante la pantalla del ordenador o el televisor.

Nintendo dice que sus juegos no buscan el músculo del jovenzuelo atrofiado, sino más bien la experiencia enriquecedora de los usuarios y la “familia” (aquí se incluyen a los miembros inteligentes de la familia: mujeres de todas las edades y hombres maduros). El juego en equipo es muy importante, e incluso ayuda a los mayores a evitar enfermedades como la pérdida de la memoria, gracias a los populares juegos de agilidad mental. El Sudoku es también un invento japonés. Lo mismo que la jardinería zen, la doctrina kaizen, las artes marciales más respetadas y los tan escuetos como equilibrados poemas haiku, que alaban el florecimiento del cerezo, el rumor del agua o el atrevimiento de la sonrisa furtiva. ¿Estará el “downshifting” conectado, de algún modo, al manantial de Kioto, la ciudad sagrada japonesa?

Notas de un amante de la tecnología que no emplea videojuegos

Personalmente, nunca he tenido una videoconsola, ni portátil ni de sobremesa. Me aburren los videojuegos de músculo -me han llegado a decir que quizá no tenga las suficientes hormonas masculinas, aunque nunca he visto en peligro mi heterosexualidad-. Los únicos videojuegos de tiros en primera persona que me han llegado a suscitar interés son el clásico Doom II (quien lo ha probado en su momento, ha tenido que echar unos vicios, sí o sí) y aquel maravilloso Quake con banda sonora de NIN y un arma que disparaba clavos de once pulgadas. Qué vamos a hacerle, hay que reconocer los errores de la juventud. Dudo mucho, además, que dedicara más de una semana de interés real a ambos videojuegos.

Otro cantar han sido para mí dos juegos de estrategia: Caesar II y Civilisation I, II y III. Podemos decir, sin equivocarnos, que soy un carrozón en esto de los videojuegos.

Creo que mi desinterés por pasar horas ante el televisor o el ordenador, interaccionando con un simulador, es una actividad que nunca he necesitado. Quizá no sea un freak. Quizá sea porque sólo puedes dedicar horas al televisor o a los videojuegos si, ejem , no tienes otras prioridades que te motiven. En mi caso, siempre ha habido demasiados libros, revistas, cosas que hacer y seres humanos con los que interaccionar como para liarme a pegar tiros ante latele, con una Coca-Cola al lado y una porción reseca de pizza pedida por teléfono. Sólo la imagen me provoca náuseas.

Pon un huerto suburbano en tu vida

Como periodista de la Europa meridional -aquí, si hay que escribir de algo, aunque no se tenga ni idea, se hace, como si se tratara de una extensión de las pestilentes tertúlias radiofónicas que trufan las Iberias-, reconozco que he escrito artículos sobre videojuegos sin ser no ya un especialista en la materia, sino un neófito desinteresado por las propuestas de los nietos de Donkey Kong.

No obstante, el juego que hoy ha llegado a mi buzón de correo me ha parecido lo suficientemente novedoso como para echarle un vistazo a la nota adjunta. Dudo mucho que pida una copia de la videoconsola y otra del juego para probar (además del trabajo en faircompanies y mi particular “pursuit of happiness”, soy papá novato y ahora creo que no necesito simuladores para poner un poco de condimento en el discurrir cotidiano).

Sí que me parece curioso el que hayamos llegado, como civilización urbanita, a echar de menos aquello de lo que hemos renegado durante las últimas décadas: el payesismo, el huertismo, la sabiduría del campesino, el santoral relacionado con los acontecimientos en el terruño, el Auca del Senyor Esteve y tantas otras realidades que evolucionaron a partir de las más sanas e industriosas villas romanas. Una vez se ha ido al carajo, hacemos un videojuego para entrenarnos virtualmente y poder volver, quién sabe, a hacer algún día un huerto suburbano.

Personalmente, soy hijo del Baix Llobregat; he vivido la mayor parte de mi vida en Sant Feliu de Llobregat y, sí, cuando era niño, mis padres tenían un huerto, al que íbamos sin fallar durante todos los fines de semana durante “los meses buenos” (casi todos) en los que el clima permite hacer vida al aire libre en la zona metropolitana de Barcelona.

El huerto estaba en la falda de la montaña de La Creu d’Olorda, junto al parque natural de Collserola (ahora Reserva, con mayúscula, afortunadamente para nosotros, nuestros hijos y nuestros nietos).

No sabía, entonces, que mis padres y mis tíos (el huerto pertenecía a dos matrimonios y, sobre todo, a sus seis hijos, que corrieron y jugaron durante muchos domingos inolvidables) buscaban no sólo obtener cuatro pimientos y tomates a partir del esfuerzo llevado a cabo con sus propias manos. Realizaban, sinesnobismo y con críticas de los pretendidos “urbanitas”, lo que ahora llamamos “downshifting”, que no deja de ser un dominguerismo con criterio.

A favor de la idea de Nintendo

Puestos a perder el tiempo ante una pequeña máquina, no está mal hacerlo entrenándonos. Posiblemente es más barato salir de la ciudad. O llamar a nuestros abuerlos , si tenemos la suerte de contar con algún abuelo vivo que haya sido campesino y siga practicando el sano deporte de salir a que le dé el aire y plantar cuatro lechugas. A mi abuelo se le podría poner en un anuncio de los zapatos Camper, junto a su terruño y con el lema de la marca, “Camina, no corras (Walk, don’t run)”, tras él.

Quién nos iba a decir que nuestros mayores, con su boina, con su cinturón de cuero bueno, pantalones raídos de mercería de pueblo y camisa de cuadros; zapatos cómodos y calcetines remendados (mucho mejor remendados que los del todavía presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz); quién me iba a decir que mi abuelos me parecen cada vez más respetables. Ellos no van a sufrir la pérdida de la tierra, ni tampoco van a necesitar simuladores personales que les recuerden los olores, sabores ytempo del campo.

A mí todavía me quedan dos abuelos. Viven a 800 kilómetros de Barcelona, aunque voy a intentar visitarles, sin falta, este verano.