Con la introducción de Internet, muchos escribimos y leemos más que nunca. La pantalla de un ordenador convencional no se adapta tan bien, sin embargo, a libros, ensayos, estudios y otros textos extensos que demandan nuestra entera atención.
La tecnología E-Ink, o tinta electrónica, que aumenta el contraste y el confort de la lectura, es la solución planteada por las compañías que creen que tiene sentido acarrear otro dispositivo con nosotros: el libro electrónico. Sobre todo, recomiendan, si somos lectores acérrimos y viajamos a menudo.
Dime de dónde lees y te diré lo que necesitas
Como el bloguero neoyorquino Jason Kottke, durante los días de trabajo yo también leo una cantidad ingente de texto (¿páginas). No es una fanfarronada, aunque se trate de una lectura más vertical y entrenada que la que uno se permite realizar cuando estudia en profundidad o se lee un libro.
Consumo la mayoría de esta información en la pantalla del ordenador, ya sea visitando directamente una página o a través del lector de información sindicada, o agregador, RSS (método diseñado para obtener información de los blogs, medios de comunicación y páginas de todo tipo que soportan este formato de suscripción electrónica).
También, como Kottke, un pequeño porcentaje de las páginas que consulto cotidianamente provienen de diarios impresos, revistas, libros, libros de texto y cómics.
He calculado que se trata de menos del 5%, aunque descenderá más, si cabe, durante los próximos meses: he convertido la suscripción a la revista de papel de un semanario británico a la versión de pago únicamente electrónica.
Al fin y al cabo, la revista impresa había perdido valor, al poder encontrar cualquier artículo ojeado instantáneamente en la versión electrónica existente web del semanario, además de poder citar con un enlace a la información, si es necesario.
Cuando se trata de consultar libros, sigo dependiendo del extraordinario diseño del libro convencional, difícil de superar por su portabilidad, manejabilidad, facilidad de lectura, contraste, conveniencia y coste.
Miedo escénico a mejorar una institución sagrada: el libro
El libro impreso, tal y como fue impulsado por Gutenberg, se ha mantenido inalterable y las bibliotecas siguen dependiendo tanto de su formato físico como de su contenido.
Las bibliotecas siguen siendo todavía, al menos para el imaginario colectivo, templos donde se conserva el saber, como simbólicamente interpretó Umberto Eco en El nombre de la rosa, al relacionar el trabajo de conservación del saber clásico realizado por monjes y abadías con el porvenir de la humanidad.
Pero muchas tendencias son iniciadas por una vanguardia de usuarios. En el Reino Unido, por ejemplo, una prueba piloto realizada por varias bibliotecas públicas ha incrementado drásticamente su número de visitantes.
Los usuarios de estas bibliotecas sólo necesitan el carné de socio convencional para poder alquilar un amplio fondo de libros electrónicos, al que pueden acceder o bien desde cualquier ordenador con Internet como desde sus propios libros electrónicos, si éstos disponen de conexión inalámbrica.
Los libros son “prestados” a los usuarios de este servicio público durante 14 días, período al fin del cual el libro prestado se borra automáticamente, sin necesidad de intervención del usuario.
El mensaje de los usuarios es claro: un libro es un libro, independientemente del soporte de consulta que empleemos. Algo que ya hemos aprendido previamente con la música, los periódicos, las revistas o los contenidos audiovisuales.
Peso cultural de un viejo formato bien diseñado
Sin libros, difícilmente hay historia, además de faltar piezas de saber colectivo para el futuro (en el caso de la novela de Eco, el segundo libro de la Poética de Aristóteles, que se creía desaparecido para siempre, detestado por el inquisidor Jorge de Toledo).
Las revoluciones, contrarrevoluciones y sistemas totalitarios han quemado libros, como medio instantáneo de represión, mientras que los autores de ciencia-ficción más aplaudidos, cuando imaginan futuros controlados por el Gran Hermano, describen una sociedad sin prensa libre y sin libros, tal es la identificación entre cultura, ilustración, saber y libro.
En su fábula sobre uno de estos futuros represores, Fahrenheit 451, Ray Bradbury imaginaba no a una vanguardia de bomberos para apagar fuegos, sino a una brigada especial que se dedicaba a quemar libros prohibidos, para así dominar el alma de la población. Llevada al cine por François Truffaut, la obra de Bradbury, elogiada, entre otros, por Jorge Luis Borges, que llegó a prologar su edición en castellano, identificaba tanto el saber como la libertad y el raciocinio esencial humanos con los libros.
Intentar convertir el formato en que los libros han sido transmitidos industrialmente desde que en el siglo XV se inventara la imprenta es, como poco, una empresa difícil. Pero la consolidación de Internet como herramienta de trabajo y sistema de distribución de contenidos digitales no sólo afecta a música, películas, periódicos y revistas: ordenadores de sobremesa, portátiles, netbook y teléfonos inteligentes incorporan ya aplicaciones para leer millones de libros y varias empresas se han dispuesto a facilitar nuestra lectura ante la pantalla del ordenador o el teléfono.
Del mismo modo, firmas como Amazon (Kindle), Google (librería y tienda electrónica Book Search, así como dispositivos Android), Barnes & Noble (Nook), Sony (Reader) y, pronto, Apple (con su rumoreada tableta electrónica, además del iPhone y el iPod Touch) se posicionan ante un nuevo mercado de distribución digital: el del libro electrónico, a través de dispositivos ideados para facilitar la compra y lecturas de libros en formato digital.
Como ocurre al inicio de grandes cambios en los modelos de distribución de productos de ocio y cultura, tanto los fabricantes de los dispositivos que actuarán de soporte como las editoriales y los propietarios de los derechos intelectuales de estas obras, compiten para imponer condiciones, formatos y cláusulas que garanticen sus intereses.
Un soporte todavía sin consolidar
Empresas tales como Amazon y Barnes & Noble, con intereses en ambos extremos del espectro, en tanto que distribuidores de libros electrónicos como propietarios del soporte para su lectura, pretenden cerrar el ciclo e imponer sus propios modelos al resto de la industria, que a su vez intenta consolidar un formato estándar, denominado ePub, soportado por los principales libros, a excepción del más popular, el Kindle de Amazon, con formato cerrado y propietario.
Antes de decantarse por la compra de un libro electrónico, existen varias preguntas que difícilmente serán contestadas por los propios fabricantes de los dispositivos.
Varias de estas cuestiones permanecerán ambiguas en los próximos años, hasta la consolidación de formatos, modelos de distribución y soportes:
- De entre los libros electrónicos ya existentes en el mercado, ¿cuál es el más adecuado para el usuario, en función de sus preferencias, presupuesto, zona geográfica, etc.?
- ¿Existen estándares de distribución reconocidos por los principales actores de la emergente industria del libro electrónico?
- Como propietarios de los libros que adquirimos, ¿podremos prestarlos, donarlos o revenderlos, como hacemos con nuestros libros físicos?
- ¿Cuál es el impacto ecológico de la lectura a través de un libro electrónico, en comparación con el libro tradicional?
- ¿Es necesario comprar otro dispositivo sólo para leer libros, si ya tengo un portátil o netbook, además de un teléfono inteligente?
- ¿Hay bibliotecas que presten libros electrónicos, o portales de Internet que permitan la descarga de libros en formato estándar (PDF, ePub), si éstos son de dominio público y no tienen derechos de autor?
- ¿Puedo alquilar libros, en lugar de comprarlos?
El caso de los periódicos
En Estados Unidos, así como en otros países con una gran penetración de Internet y una antigua tradición periodística, los diarios impresos, sobre todo los locales, están siendo desplazados por el incremento en el uso de Internet a través de distintos dispositivos. Los diarios locales ya no cuentan ni con lectores ni con anunciantes suficientes para mantener su modelo de negocio, basado en suscripciones, espacio publicitario y anuncios clasificados.
Un gráfico de The Economist muestra cómo en el segundo y tercer trimestres de 2009 la circulación de los 20 mayores diarios norteamericanos cayó un 10,1% en comparación con el mismo período del año anterior. A excepción de The Wall Street Journal, cuya edición electrónica se mantiene de pago en los contenidos que incorporan mayor análisis, la tirada de los periódicos se redujo ostensiblemente. Según el Washington Post, la circulación de periódicos en Estados Unidos ha alcanzado el nivel más bajo en 7 décadas.
El mercado de los anuncios clasificados ha sido acaparado por Google y, en menor medida, por sus competidores. Y la crisis económica acentuó el descenso de los anunciantes tradicionales, que también centran su apuesta en Internet.
Un dato simbólico: el Reino Unido se ha convertido en la primera gran economía donde la inversión en anuncios a través de Internet superó al presupuesto de los anunciantes dedicado a la televisión.
Tomando los 6 primeros meses de 2009, los anunciantes británicos destinaron 1.750 millones de libras a Internet, o un 23,5% del total del pastel publicitario, mientras la televisión acaparó 1.600 millones, o el 21,9% del presupuesto total.
El incremento en gasto publicitario en Internet pese a la crisis (un 4,6% más que en los seis primeros meses de 2008) contrasta con el descenso de un 17% en el gasto publicitario en televisión.
La tendencia experimentada en el Reino Unido, que ha seguido a Dinamarca, podría repetirse en el resto de las principales economías mundiales a corto y medio plazo.
¿Es el libro electrónico, o es el acceso a Internet desde distintos soportes?
Las ediciones en línea de los principales periódicos no han logrado aprovechar este incremento de las inversiones publicitarias: según PricewaterhouseCoopers, en el caso británico, el 60% de este presupuesto es acaparado por la publicidad insertada en búsquedas, con una única empresa como principal beneficiario: Google.
Dada la imposibilidad de emular el antiguo modelo de negocio de sus versiones impresas (suscripciones, publicidad y clasificados), los principales medios de comunicación buscan modelos para sobrevivir. El periodismo no está en peligro, aseguran los analistas, aunque sí los medios de comunicación tradicionales y su modelo organizativo.
Coincidiendo con el fenómeno de la crisis económica de las publicaciones de referencia, blogueros de todo el mundo publican contenidos similares, algunos de ellos con una cierta rigurosidad, y sin los costes añadidos de los medios tradicionales.
El blog norteamericano Huffington Post, que cuenta con centenares de reconocidos blogueros escribiendo sin cobrar (desde Hillary Clinton hasta Natalie Portman, pasando por Kirsten Dirksen, co-fundadora de *faircompanies), acapara cada vez más visitas e influencia, con su visión intelectual, independiente y multifacética de la realidad, mientras The New York Times o Tribune (propietaria de Los Angeles Times y Chicago Tribune, entre otros) se encuentran en una profunda crisis.
Sea como fuere, los grandes periódicos diversifican sus apuestas y no descartan ofrecer un modelo de pago a través de suscripciones, como ya realizan publicaciones de prestigio tales como The Economist o The Wall Street Journal.
En Estados Unidos, donde se ha desplegado el libro electrónico con un mayor número de ofertas y esfuerzo publicitario, los principales soportes de este nuevo mercado, con el Kindle de Amazon en cabeza, han llegado a acuerdos con los principales diarios para ofrecer sus contenidos mediante suscripción de pago.
Cuando los viejos modelos pierden todo el sentido
El Kindle y sus competidores permiten la suscripción de pago a periódicos y revistas (el Kindle, además, acceso a blogs, también mediante suscripción de pago), pero el mismo contenido en esencia puede ser visitado gratis a través de un navegador de Internet convencional y un portátil, un netbook o un teléfono inteligente.
Mientras el acceso a este tipo de contenido siga siendo sencillo y, en su mayoría, gratuito a través de una Internet abierta y no limitada (los principales libros electrónicos limitan su uso precisamente para evitar la competencia de Internet), la lectura de periódicos, revistas y blogs a través del libro electrónico difícilmente encontrará suscriptores. Si estos mismos contenidos son ofrecidos gratuitamente, como un añadido de calidad a la oferta de libros electrónicos, su aceptación podría seguir otros derroteros.
La versión electrónica de estos diarios resulta, además, insuficiente para una nueva generación de lectores, que no encuentra sentido en seguir con las limitaciones que imponía el formato papel: al haber poco espacio disponible, los periódicos crecieron aprendiendo a dar mayor o menor protagonismo a la información, que ya no se consume pasando página, gracias a Internet, sino de varias maneras.
Uno de los modos de consumir información que crecen en popularidad es la lectura de RSS (Google Reader y sus competidores), la cual no requiere siquiera visitar el medio de comunicación. Otros agregadores de noticias, como Google News, consiguen el mismo efecto.
Esta limitación espacial ya no existe en Internet, de modo que las nuevas generaciones de lectores, acostumbradas a consumir información en función de su interés y a través de agregadores, Twitter o buscadores, pueden encontrar en una versión en papel digital del tradicional diario un producto del pasado, más dirigido a “baby-boomers”.
No queda claro si los libros electrónicos popularizarán una versión en tinta electrónica (E-Ink, tecnología que imita el óptimo contraste del papel impreso para facilitar la lectura en la pantalla de la mayoría de los libros digitales, que la incorporan) de los actuales periódicos, tal y como hoy los conocemos. Su propia concepción, basada en las limitaciones que representaba el finito papel, parece equivocada cuando estas barreras han sido superadas.
Ello es lo que parecen pensar las direcciones del Christian Science Monitor (su nombre puede inducir a equívocos para el lector europeo, ya que se trata de una cabecera sólida y con un sano espíritu de análisis) y el Seattle Post Intelligencer, dos de los principales diarios que han decidido en 2009 dedicarse en exclusiva a su edición en Internet, descartando las deficitarias versiones en papel.
O el diario británico The Guardian, que en lugar de limitarse a copiar en la edición electrónica, con un recorte de costes y reporteros menos veteranos, lo que dicta la versión escrita, se consolida como una publicación de calidad y con influencia global en Internet (su sitio web cuenta con una concepción técnica igualmente avanzada, con API propia para que otros portales extraigan contenidos del Guardian), mientras su versión impresa prosigue con su carácter local, dedicada al progresismo urbano británico.
Se trata de acceder a información
El economista Tyler Cowen, alma máter del blog Marginal Revolution, reflexionaba sobre el hecho de que Internet no sólo ha afectado a la prensa escrita, sino que ha transformado profundamente nuestro modo de acceder a la información, así como nuestra agilidad para observar tendencias o, en el caso de estudiantes de doctorado o profesores universitarios, nuestro propio modo de “investigar”.
En relación con el mundo educativo y el universitario, el lucrativo mundo de los libros de texto también se verá afectado por la proliferación del libro electrónico. En última instancia, asegura Cowen, incluso la publicación de estudios e investigaciones se vea afectada, lo que representa un desafío a las publicaciones científicas y editoriales especializadas en pequeños, aunque económicamente rentables, nichos educativos.
Además del acceso y el consumo de contenidos culturales como la música o los vídeos, y de productos de información como el periódico tradicional, Internet se prepara para cambiar el modo en que accedemos a libros y, en última instancia, el mismo modo en que leemos.
Un libro accesible desde distintos soportes, en función del usuario
Si de lo que se trata es de acceder a la información y ésta se encuentra en Internet, el libro electrónico, entendido como un formato no físico que podrá ser consultado en distintos soportes, tiene un futuro prometedor, aunque su consumo se adaptará, según los especialistas, a las preferencias del usuario.
BusinessWeek explica cómo ya el año pasado las editoriales con presencia en el mercado de ebooks ya predecían un brillante futuro para la lectura en teléfonos móviles, en países donde el poder adquisitivo de la mayoría de sus habitantes no alcance para comprar un aparato dedicado únicamente a la lectura.
Según los estudios de mercado realizados por este sector, mientras en países como Estados Unidos la gente estará interesada en comprar libros electrónicos similares al Amazon Kindle, en países emergentes con una elevada penetración tecnológica, como Indonesia o Vietnam, la lectura de ebooks en la más pequeña -e incómoda- pantalla móvil seguirá predominando en los próximos años.
Existen aplicaciones diseñadas para ofrecer una experiencia de lectura de libros digitales cómoda y viable en varias plataformas móviles. Destacan Wattpad, la aplicación de lectura para móviles con más usuarios (y versión para las principales plataformas operativas, con un gran mercado en los países emergentes, aunque es a menudo criticada por sus pobres prestaciones), y Stanza de Lexicycle, software preferido por los usuarios de iPhone, aunque cuenta también con versión para ordenadores y ha sido adquirida recientemente por Amazon, por su proyección y potencial.
Un estudio de la propia Wattpad, que dispone de información sobre el uso de ebooks en móviles procedente de 160 países, asegura que “Estados Unidos ha reemplazado a Indonesia como el país con un mayor consumo de ebooks en el tercer trimestre [de 2009]”.
¿Por qué separar la información en función del soporte? Se preguntan desde Lexicycle y Wattpad. La experiencia de algunas personas representativas de una nueva generación de ávidos lectores que ha madurado al abrigo de Internet parece darles la razón.
Un dispositivo para leer “todo lo demás”
El bloguero Jason Kottke tiene una opinión más que formada al respecto. No está en contra de los libros electrónicos, aunque todavía no ha encontrado un modelo que pueda adaptarse a su manera de consumir libros e información. “Realizo una tonelada de lecturas, por encima de las 100-150 páginas diarias cuando estoy trabajando a tiempo completo. Alrededor del 0,5% de esas páginas proceden de libros. Pero, ¿el Kindle? Lo probé y no me gustó. La pantalla es sin duda estupenda… el resto no funcionó en absoluto para mí. Y eso es lo que me resulta frustrante… el Kindle parecía correcto para comprar libros, pero no para lo que yo lo quiero: leer toda esa otra información que consumo. Sé que en esos aparatos existe la funcionalidad para leer blogs, revistas, periódicos, etc., pero están siendo promocionados como lectores de libros (…), la experiencia de usuario ha sido optimizada para la lectura de libros, y las compañías (especialmente Amazon y Barnes & Noble), los ven como librerías portátiles”.
Para Kottke, el problema no reside en que uno no pueda adaptar el Kindle de Amazon (o sus competidores) de acuerdo con las propias preferencias, sino que los dispositivos han sido optimizados para leer y comprar libros, tal y como hoy los conocemos: “más allá de este tema, [esta manera de ver la lectura] no es mi experiencia. Diría que alrededor del 30-50% de mis lecturas son realizadas directamente en mi agregador de noticias… hay infinidad de blogs que no son simplemente enlaces o meros párrafos”.
Existe un perfil de usuario potencial que, como este bloguero estadounidense, prefiere mezclar todas sus lecturas en formato digital en un mismo dispositivo, por el mero hecho de que buena parte de la información que consumen no procede de libros en sentido estricto.
No obstante, ya sea en formato PDF, en formato estándar para la industria ePub o en el formato cerrado del Kindle; ya sea en portátiles, netbooks, tabletas, móviles con pantalla grande o libros electrónicos; tanto compañías como usuarios parecen dispuestos a dar otra oportunidad a la lectura ante una pantalla.
La experiencia de usar un libro electrónico
La opinión de Kottke es confrontada por otro perfil de usuario, capaz de separar la lectura de libros y largos artículos de la tarea de “buscar” y “descubrir”, conceptos a menudo relacionados con la lectura rápida y vertical que se realiza a través de agregadores de noticias, tales como el lector RSS Google Reader, que empleo personalmente y se ha convertido en una de mis herramientas de trabajo fundamentales.
El emprendedor neoyorquino Marco Arment (principal desarrollador de Tumblr) escribía recientemente una entrada en defensa de los libros electrónicos.
Arment explicaba que había convencido a su compañera para realizar un viaje con el Kindle 2, en lugar de coger un puñado de libros convencionales: “Tiff volcó más de 20 libros en el Kindle. En un momento determinado entre lectura y lectura, decidió leer un libro en papel (por que no estaba disponible en el Kindle) y odió profundamente la experiencia. Su comentario no tiene precio: no podía buscar fácilmente definiciones de palabras; no podía cambiar el tamaño de la fuente; el tamaño era inadecuado y desproporcionado cerca del principio y el final; y se dio cuenta de que perdería la página si se quedaba dormida en medio de la lectura”.
Marco Arment prosigue en la entrada destacando la comodidad y conveniencia de la lectura en el Kindle 2, dada la calidad del dispositivo y la pantalla. No obstante, no menciona el hecho de que el dispositivo esté totalmente controlado por Amazon, que el formato usado sea propietario y no compatible con ePub, formato respaldado por el resto de actores de la industria y que cuenta con una basta oferta de libros gratuitos, al ser de dominio público.
Tampoco habla de la imposibilidad de prestar un libro, o de revenderlo si no lo queremos conservar. O de alquilarlo, ya sea a través de la propia tienda de Amazon o en la biblioteca pública de la esquina.
Amazon controla su dispositivo digital de lectura con tanto celo que fue criticado por los medios y la blogosfera al retirar, de manera unilateral y sin informar previamente a los usuarios afectados, una versión “ilegal” de 1984, de George Orwell (además de otra copia considerada fraudulenta de Rebelión en la granja, del mismo autor).
Menudo libro que Amazon se animó a borrar remotamente, a través de la conexión 3G “gratuita” (el coste se repercute en el precio de compra del aparato y en la venta de los libros) siempre disponible en el dispositivo, para permitir la compra instantánea de cualquier libro o suscripción. Eso sí, siempre a través de la tienda de Amazon. Actuar como el Gran Hermano para borrar una de las alegorías sobre el Gran Hermano más celebradas.
Formatos y gestión de derechos de autor
Como han demostrado Sony, Amazon y Barnes & Noble, la tecnología actual permite fabricar libros electrónicos que realizan bien la labor para la que han sido diseñados: la lectura cómoda. Son ligeros y su batería dura desde varios días hasta varias semanas sin necesidad de recarga.
Su pantalla, que incorpora la tecnología de tinta electrónica, o E-ink, tiene el tamaño y contraste necesarios para que la vista se adapte con facilidad a la lectura intensiva. Y, en los casos del Kindle 2 y el Kindle DX, de Amazon; y el Nook, de Barnes & Noble, es posible adquirir libros al instante sin necesidad de ordenador, ya que cuentan con conexión 3G en la que no se paga por descarga, para fomentar la visita a las tiendas de ambas compañías.
El Sony Reader se sitúa como estandarte de otros libros electrónicos que, pese a ser igualmente ligeros y disponer de una pantalla para la lectura cómoda gracias a la tinta electrónica, carecen de conexión 3G para la compra y descarga instantánea de libros y otros contenidos.
No obstante, Sony realiza una comparativa en su sitio oficial entre las 2 últimas ediciones de su Reader (la compacta Pocket Edition y la más lujosa, con pantalla táctil, Touch Edition) y el Kindle 2, destacando 2 características de sus lectores ausentes en el Kindle: Acceso a más de 1 millón de títulos de dominio público y en formato ePub procedentes de Google Books; y posibilidad de tomar prestados libros de bibliotecas públicas que ofrezcan soporte para el mismo formato.
Igualmente, algunos de ellos incorporan conexión a redes inalámbricas, para que la compra sea lo suficientemente cómoda y tampoco requiera ordenador, siempre que exista una red inalámbrica en el entorno. En caso contrario, requieren el uso de ordenador para la descarga, o la compra y posterior descarga, en función de si se trata de libros y contenidos gratuitos y de pago.
Varios modelos, asimismo, incluyen un sistema de gestión de derechos digitales, o DRM en sus siglas en inglés, que limita su instalación en varios dispositivos, lo que impide, por ejemplo, compartir un libro descargado gratuitamente o comprado con otros libros electrónicos o soportes. Además del Kindle, varios lectores con soporte ePub también incluyen esta limitación, incluyendo el Sony Reader.
Para los libros electrónicos que incorporan software DRM, no existe otra alternativa que seguir al pie de la letra los términos de servicio ideados por el propio fabricante. Barnes & Noble ha querido diferenciarse del Amazon Kindle con la función LendMe disponible en su libro Nook, con sistema operativo Android y compatible con las aplicaciones existentes en esta plataforma móvil.
La función LendMe permite prestar los libros comprados “que así lo permitan” (el propietario de los derechos de autor tiene la última palabra, según las condiciones de uso detalladas por Barnes & Noble) durante un máximo de 14 días.
Eso sí, para poder “prestar” libros, tanto el propietario de la copia como la persona agraciada con el préstamo de 2 semanas, que se borrará automáticamente al fin de este período, necesitan contar con un Nook de Barnes & Noble. Imposible, de momento, prestar libros entre distintos modelos de libro electrónico.
¿Cómo solucionan los fabricantes de estos dispositivos el hecho de que varios usuarios quieran leer el libro que han adquirido en distintos soportes que también son de su propiedad?
Barnes & Noble ha desarrollado versiones de software para que los libros adquiridos en sus respectivas tiendas puedan ser leídos por un mismo usuario, independientemente del soporte que emplee en un momento determinado: funciona en todos los dispositivos compatibles con el software Barnes & Noble eReader, iPhone/iPod Touch, Blackberry, Windows y Mac OS X (parece que los discriminados somos ahora los usuarios de Linux).
Amazon cuenta con una versión de su lector Kindle para iPhone, de modo que los libros adquiridos tanto desde el iPhone como desde el Kindle pueden ser visitados indistintamente desde los dos dispositivos, siempre que éstos pertenezcan a la misma cuenta de usuario. Amazon no cuenta, de momento, con ninguna función parecida a LendMe de B&N.
El Kindle 2, disponible internacionalmente desde la segunda mitad de octubre de 2009, y pensando en las ventas navideñas, tiene una limitación con respecto a sus más inmediatos competidores: las distintas versiones del Sony Reader y el Nook de Barnes & Noble.
El libro electrónico de Amazon no es compatible con el formato ePub, un formato de documento abierto para facilitar la lectura de libros electrónicos a través de distintos dispositivos, elegido por los principales actores de esta industria (en torno a la asociación International Digital Publishing Forum, IDPF), como estándar.
Carecer de soporte al formato ePub no tendría la menor importancia, si no existiera un abundante fondo bibliográfico ya disponible en este formato, gratuito y de descarga legal.
Google, que se ha dedicado en los últimos años a digitalizar un basto catálogo de libros considerados de dominio público, al haber no existir limitaciones sobre su reproducción o haber expirado sus derechos de autor, ofrece la descarga gratuita de un catálogo que supera 1 millón de libros, gratis y en formato… ePub.
Hasta ahora, Google Books permitía descargar los títulos de dominio público, disponibles en decenas de idiomas, en formato PDF. Ahora, al ofrecer la opción para la descarga en ePub, hace compatibles a la mayoría de los libros electrónicos existentes, Sony Reader y Barnes & Noble Nook inclusive, con la más que sonada ausencia del Kindle de Amazon. Además, lectores para móvil, tales como Stanza, también ofrecen soporte para ePub.
Cabe recordar que los libros de dominio público escaneados por Google, que provienen de bibliotecas públicas y privadas de todo el mundo, han sido escaneados con una tecnología OCR (reconocimiento óptico de caracteres) desarrollada específicamente para esta tarea.
Pese a que esta tecnología ha demostrado funcionar mucho mejor que hace unos años, sigue siendo falible, sobre todo si los libros escaneados están mal conservados y son difíciles de interpretar sin ayuda humana. No obstante, he comprobado personalmente que la tecnología permite leer los libros sin mayores problemas que algún error tipográfico y, en los peores casos, problemas con alguna página.
Pese a las incertidumbres, parece haber llegado el momento de, al menos, echar un vistazo a los libros electrónicos que potencialmente más se adapten a nuestras preferencias. Contar con un portátil ligero, una tableta electrónica, un netbook o un teléfono inteligente puede ser suficiente, debido a la existencia de software de lectura para estas plataformas, compatible en la mayoría de casos con el formato ePub y su fondo.
No obstante, si uno es un lector empedernido, viaja a menudo y no escatima en presupuesto a la hora de comprar libros, estos dispositivos ya despliegan una experiencia de uso suficientemente madura, con muchas ventajas de las que carece el libro tradicional, así como algún inconveniente.
Personalmente, sigo resistiéndome a la idea de tener que “recargar” mis libros. Con los últimos avances en tecnología de carga, pronto será posible incluir baterías que no requieran la participación del usuario. Será entonces cuando el impacto ecológico del libro electrónico, así como su facilidad de uso, se convertirán en irresistibles.
Las compañías que apuestan por este segmento deberán escuchar la opinión de sus usuarios y sus reticencias con formatos de gestión de derechos (DRM) especialmente retorcidos y restrictivos, así como por los formatos cerrados que no permiten el intercambio de libros entre dispositivos.
Si un libro no es libre y ubicuo, ¿qué más puede serlo?
(Ver listado de libros electrónicos disponibles en el mercado, incluyendo información sobre soporte a formatos -tales como ePub-, tamaño de pantalla, soporte para redes wifi, voz, etc.).