No
lo sabía hasta documentarme debidamente, pero ya no nos encontramos en
el Holoceno, la era geológica en la que -suponía- permanecíamos desde
el último período glacial, que ha coincidido con el dominio humano
sobre el planeta.
Si la anterior entrada estaba dedicada a la
geoingeniería, mantengo el tono en la presente y sigo hablando del
conjunto, en lugar del detalle.
Ni geólogos ni el resto de científicos
se ponen de acuerdo sobre cuándo empezó efectivamente la nueva era,
aunque sus características se han precisado con detalle: terminado el
Holoceno, la nueva era está
dominada por el ser humano y su cuantificable influencia sobre el
planeta.
Enumeremos -de nuevo- lo que estamos provocando
Por qué estamos en una nueva era y por qué ello debería
importarnos, según los geólogos (y no sólo los citados de la
Universidad de Leicester):
- Los patrones de erosión y deposición de sedimentos han cambiado en todo el mundo.
- Existen importantes alteraciones en los ciclos del CO2 y las temperaturas, también a escala global.
- Cambios generalizados en plantas y animales de todo el mundo.
- Proceso sostenido de acidificación de los océanos, que absorben buena
parte de los gases emitidos a la atmósfera por la actividad humana.
Ni
los más ambiciosos pensadores antropocentristas de la antigüedad o el
Renacimiento lo habrían
siquiera imaginado: el impacto del ser humano pesa tanto sobre el
planeta que los sedimentos ya no llegan al mar ni crean grandes deltas;
las temperaturas aumentan debido al “crecimiento” industrial y
económico del mundo; y los océanos reciben un efecto colateral, al
atraer el CO2 expulsado a la atmósfera por el hombre.
No causará
ninguna sorpresa, por tanto, que la nueva era sea conocida en la
comunidad científica como “Antropoceno“, o “era del hombre”. Ni más
ni menos.
Falta saber cuánto tendrá de “antropo” (ser humano) el nuevo
período geológico, dado que sigue el número de individuos de nuestra
especie ha crecido imparable en las últimas décadas, debido sobre todo
a los avances impulsados por la industrialización.
La transición entre el Holoceno y el Antropoceno
Al
final de la última glaciación, hace alrededor de 11.000 años, se inició
la rápida transición entre el frío Pleistoceno y el más apacible Holoceno.
Las zonas templadas y fértiles de Oriente Próximo
favorecieron, poco después de esta fecha, la transformación de pequeñas
comunidades de cazadores y recolectores en sociedades agrarias, capaces
de domesticar plantas y animales y de trabajar la alfarería, así como de crear asentamientos
permanentes.
Los avances del neolítico se extendieron a las áreas colindantes de África, Europa y Asia, mientras sociedades con una complejidad similar surgieron de un modo autóctono en Asia Oriental y América.
¿Cuándo empezamos a alterar el mundo?
Existe un debate acerca del inicio del Antropoceno:
un grupo de científicos lo sitúa en los cambios acaecidos durante la
Ilustración, en el XVIII,
un caldo de cultivo que favoreció la invención de la máquina de vapor,
otorgada al británico James Watt, en 1784.
Otros llevan esta fecha a
los inicios del propio neolítico, hace 8.000 años, ya que la sociedad
agraria favoreció el éxito de nuestra especie, que aumentó
exponencialmente su número de individuos y multiplicó su impacto sobre
el medio ambiente.
De reconocerse una fecha tan remota, el
Holoceno habría durado sólo 3.000 años. Sea como fuere, parece una
discusión más propia de otras ágoras. Me quedo con la constatación, por
parte de la comunidad científica, del Antropoceno como época geológica
en la que estamos inmersos.
Como explicaba Simon Lewis
recientemente en The Guardian, las poblaciones humanas han tenido
siempre un impacto sobre el medio ambiente.
“La diferencia ahora estriba en que, en lugar de influenciar sólo
entornos locales y de modo limitado, la humanidad está teniendo
impactos de alcance planetario sobre el devenir de la Tierra”.
Océanos más ácidos
Los
cambios no sólo están relacionados con el aumento de la cantidad de CO2
en la atmósfera. Parte de este dióxido de carbono se disuelve en los
océanos y esta mayor acidificación degrada los ecosistemas marinos,
según las pruebas recolectadas en los últimos años. Los océanos son hoy
más ácidos que en cualquier otro momento durante los últimos 800
milenios.
Y del mismo modo que los océanos se ven afectados,
el ciclo de crecimiento de plantas ha cambiado. También, miles de
especies de animales también tienen un devenir relacionado con los
cambios provocados por el hombre, y no sólo se trata de la simbólica
megafauna.
Los impactos de la actividad humana no sólo han
afectado el ciclo del carbono, sino que los otros grandes ciclos
químicos también han cambiado: la revolución agraria del último siglo
ha dejado como uno de sus legados el aumento de nitrógeno en todos los
ecosistemas, derivado del uso intensivo de fertilizantes químicos,
sobre todo derivados del petróleo.
Otro significado para “zona muerta”
El uso de fertilizante ha
sido tan intensivo en algunos lugares del planeta que tanto
inundaciones como un uso deficiente han creado “zonas muertas” en ríos
y océanos, con una superficie equivalente a 245.000 kilómetros
cuadrados, donde la cantidad de oxígeno en el agua es tan limitada que
impide la existencia de un ecosistema mínimamente viable.
Simon
Lewis también recuerda que el ser humano mueve anualmente más rocas,
sedimentos y tierra que el conjunto de los procesos naturales, que
existe 3 veces más agua en reservas y pantanos que en ríos, o que al
menos un tercio del territorio terrestre ha sido apropiado para el uso
humano.
Cada año, se extraen 7 millones de toneladas de madera
de bosques tropicales sin que exista una regeneración equivalente;
anualmente desaparecen 80.000 kilómetros cuadrados de bosque. La
contribución a crear mares y océanos más ácidos no es suficiente: se
siguen extrayendo 95 millones de toneladas de pescado de mares y
océanos.
Un caldo de cultivo excelente para que nuestra
generación garantice la sexta extinción masiva de especies en la
historia de la Tierra.
Sobre la época geológica dominada por el ser humano
El
término Antropoceno fue acuñado por el químico atmosférico Paul
Crutzen, cuando en un artículo para la revista Nature en
2002 explicaba que la dominación del ser humano sobre el planeta había
dado pie a la alteración y dominación de sus propiedades geológicas.
La
nueva época debía sustituir, según el Nobel de Química Crutzen, el Holoceno. El
uso de Antropoceno como concepto geológico tomó fuerza a partir de
2008, con la publicación de varios artículos científicos apoyando las
tesis de Crutzen.
Mientras me documentaba para escribir esta
entrada, me he preguntado sobre la importancia de conocer la época
actual de la Tierra como Holoceno o Antropoceno; sea como fuere, el
nombre no altera el estado de las cosas y el uso de Holoceno como época
geológica reconocida por la comunidad científica no niega a priori que
el ser humano esté afectando el entorno de un modo cuantificable desde
al menos los inicios de la Revolución Industrial, en el siglo XVIII.
No
obstante, mi formación es periodística y reconozco cuán diferente es
una “verdad” en función del vocabulario comúnmente aceptado para
designarla: no es lo mismo aseverar “grupo terrorista” que “grupo de
liberación”, por mucho que la actividad del grupo en cuestión sea la
misma, independientemente de su calificativo social.
Explicar al público
Las
teorías modernas sobre el funcionamiento de la opinión pública, también nacidas al abrigo
de la Ilustración del XVIII, son sensibles al cambio de vocabulario y a
las connotaciones de éste. Emplear todavía Holoceno como época
geológica envía un mensaje no demasiado acertado a la opinión pública
mundial, arguyen Crutzen y otros investigadores. Es un “todo sigue
igual”.
La instauración comúnmente aceptada de Antropoceno como
nueva época geológica deja claro que la Tierra y las actividades de la
sociedad humana funcionan conjuntamente, y la influencia del ser humano
ha afectado climática y geológicamente al planeta. No somos una especie
más.
Conseguir que el nuevo término fuera aceptado no sólo
entre geólogos, sino en la opinión pública, influiría sobre el modo en
que políticos, líderes empresariales, movimientos sociales y ONG, entre
otras instituciones, ven la interrelación entre nuestras acciones y el
estado geológico del mundo.
Vuelta al Hombre de Vitruvio
Con el Antropoceno, el ser humano
actualiza su lugar en el universo. Copérnico descubrió que la Tierra
era un astro más moviéndose alrededor del sol y, por tanto, la
humanidad no estaba en el centro del universo. Más tarde, Darwin
explicó por qué no estábamos siquiera en el centro de la Tierra. Según
Simon Lewis, ahora Crutzen revierte esta tendencia y nombra una nueva
época geológica, no ya dominada por el hombre, si no creada por éste.
“La
dirección futura del único lugar del universo del que conocemos la
existencia de vida está en nuestras manos. De repente, tras casi 500
años, la humanidad está en el centro de nuevo. No la caguemos”.
De
pronto, el Hombre de Vitrubio de
Leonardo da Vinci, expresión del canon renacentista, tiene la fuerza
simbólica que alcanzara en el momento de su concepción.
Durante
el Renacimiento, el hombre visto como ser al mando del universo era una
fuerza positiva; en el siglo XXI, el Hombre de Vitrubio se parece más a
un habitante envejecido de un país rico, nihilista, pesimista sobre el
futuro no ya de la humanidad, sino de la Tierra, con alguna dolencia
respiratoria, con dificultad para pensar lúcidamente.
El problema del Antropoceno: la medida para todo es el hombre
Cada
vez existen más datos acerca del daño que un brusco y sostenido aumento
de la temperatura mundial podría causar. No obstante, cuando la medida
de la nueva época geológica vuelve a ser el hombre, que se sitúa de
nuevo en el centro del universo, parece que seguimos midiendo el
alcance de nuestras acciones con la corta vara de medir del paso de una
sola generación en la Tierra.
Planear más allá de un puñado de
décadas, o una generación, parece quedar en manos de la filantropía y
la religión. Y de los anuncios donde las empresas energéticas de todo
el mundo se esmeran por ofrecer una imagen sostenible y respetuosa, con
mensajes como “Cuidamos el medio ambiente para los hijos de nuestros
hijos”.
Este egoísmo generacional es confrontado por los datos
ofrecidos por la comunidad científica, que volverá a reunirse en
Copenhague, en la próxima conferencia sobre el clima: el impacto de la humanidad sobre el medio ambiente ha sido
especialmente dramático durante los últimos 50 años.
Logros de las últimas 5 décadas
En sólo 5 décadas,
la población mundial se ha duplicado y el tamaño de la economía global
se ha multiplicado por más de 15. Algo no ha cambiado, sin embargo, en
estas últimas 5 décadas: nuestro sistema socio-económico sigue estando
propulsado por combustibles fósiles, cuyo uso intensivo debe ser tenido
en cuenta para entender cómo el ser humano ha podido incidir tan
dramáticamente sobre el mundo en tan poco tiempo.
El reconocido
Paul Crutzen se encontraba en una conferencia en 2000, como él mismo ha
explicado. En la conferencia, “alguien dijo algo sobre el Holoceno. De
repente, pensé que estaba equivocado. El mundo ha cambiado demasiado.
De modo que dije: ‘No, estamos en el Antropoceno’. Acababa de inventar
la palabra en la excitación del momento. Todo el mundo se sorprendió.
Pero parece haber calado”.
Riesgos y oportunidades del Antropoceno
“Ha
llegado el momento de hacerlo oficial, dicen los
geólogos: la actividad humana ha cambiado la Tierra de tal modo que
vivimos en una totalmente nueva era”, explicaba Wired recientemente.
Nature
explicaba ya en 2003 las implicaciones de la nueva época:
“mientras entramos en el período que los investigadores climáticos han
bautizado como ‘Antropoceno’, debemos desarrollar estrategias que
mitiguen el impacto del cambio climático en la salud, seguridad y
prosperidad.
Aquellos que puedan permitírselo pueden asegurarse. Quizá
la presente ola de calor en Europa Occidental ayudará a crear un apoyo
público a un fondo global para ayudar a los millones de personas de los
países pobres que no tienen esa opción.”
Los riesgos de no
actuar decididamente ante el cambio climático han sido de sobras
expuestos. La crisis económica mundial iniciada en 2008 ha disminuido
las expectativas de actuar expeditivamente ante los riesgos del cambio
climático.
Por si acaso, un grupo de 28 científicos ha vuelto a
recordar, a través de un artículo en Nature publicado el pasado
miércoles y difundido más tarde por Wired, entre otros, los límites
medioambientales que el ser humano no debería cruzar.
El
grupo de científicos ha creado un borrador que explica los riesgos y
retos que afronta el hombre durante el Antropoceno: dióxido de carbono
en la atmósfera, alteración de la capa de ozono, acidificación de lo
océanos, polución con nitrógeno y fósforo, uso y gestión de la tierra,
gestión de las reservas de agua dulce y biodiversidad.
Bienvenido
de nuevo al centro del universo, ser humano. Esta vez, ocupas ese lugar
para intentar mitigar los impactos negativos que se sucederán en el
mundo debido a las consecuencias de tu actividad.