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Futuro textil: tradición + etextiles, biotejidos y ecofibras

Por la naturaleza de sus productos, concebidos y usados desde la prehistoria, la industria textil aprovecha innovaciones tradicionales y de alta tecnología para concebir la ropa del futuro.

Aficionados, diseñadores reconocidos y empresas consolidadas usan viejas prendas o retales para confeccionar ropa nueva, y a la vez incorporan tejidos con prestaciones cada vez más estratégicas: o bien son ecológicos; o bien ofrecen nuevos rendimientos técnicos (tejidos que generan electricidad, sensibles al entorno, con dispositivos electrónicos integrados, etc.).

Materiales ancestrales y técnicas futuristas

El futuro del textil combina modelos, materiales y procesos ancestrales con técnicas futuristas. Se recuperan tejidos con buen rendimiento económico y medioambiental, a menudo después de que alguna empresa los incorpore con éxito (Patagonia animó a otras empresas a usar algodón orgánico y cáñamo, por ejemplo).

En este nuevo contexto, nacen vocablos para describir procesos y tecnologías:

  • etextiles (o textiles electrónicos);
  • efibras (de “efibers” o “environmental fibers”): fibras sin procesos ni aditivos perjudiciales para la salud o el medio ambiente);
  • wearable computers“, o dispositivos integrados en la ropa;
  • ropa “prepping”, o prepagados para desastres climáticos y un uso exigente: nomadismo, defensa personal, supervivencia, etc.;
  • stealth wear“: ropa furtiva para garantizar la privacidad en la era PRISM (o evitar la vigilancia electrónica de drones-paparazzi en un futuro distópico).

El sólido nicho de tejidos, tintes y procesos artesanales

Pero no siempre es fácil la convivencia en el sector textil de procesos ancestrales de fabricación a pequeña escala, con procesos que siguen al detalle el producto, desde el animal que produce la lana hasta su reciclaje al final de su vida útil (trazabilidad).

Productos con vocación artesanal y prestigio social mantienen vivas tradiciones que sobrevivieron al fin de la era gremial con el nacimiento de la industria textil en los orígenes de la Revolución Industrial: lino, seda y otros tejidos artesanales con propiedades difícilmente reproducibles de manera sintética. No obstante, sus mercados son minoritarios y carecen de escalabilidad.

Un poco de historia: el índigo y la ropa “indiana”

Lino, seda y tintes naturales (como el índigo o añil) son los vestigios de la industria textil que originó la Revolución Industrial. En sus inicios, la industria textil a gran escala importaba materias primas de países productores (a menudo colonias) y manufacturaba el producto en la metrópolis, a continuación distribuido en el mercado interno y, de nuevo, en las colonias.

Este modelo produjo en Europa y Norteamérica -desde finales del siglo XVIII y hasta bien entrado el siglo XX- migraciones masivas del campo a la ciudad y profundas transformaciones en la sociedad, entre ellos el auge del materialismo y los movimientos obreros. 

Las dos guerras mundiales, la independencia de las colonias e innovaciones tecnológicas que abarataban procesos textiles generaron un modelo que, si bien muestra signos de agotamiento, sigue vigente: la producción a gran escala y a menudo en tan malas condiciones para el medio ambiente y los trabajadores como en la industria textil europea del siglo XIX, de ropa en el mundo en desarrollo.

Fin de una era: derivados del petróleo y deslocalización

El mayor cambio tecnológico se produjo con la irrupción de los derivados del petróleo:

  • los polímeros de plástico crearon fibras más baratas y flexibles que nunca antes, así como tejidos hasta entonces inviables por la limitación de las fibras de origen vegetal y animal. El elastano (Lycra), por ejemplo, creó un emporio textil (DuPont) que transformó para siempre la moda femenina;
  • los tintes sintéticos permitieron producir más colores, más vivos, uniformes y baratos (también más perejudiciales para la salud y el medio ambiente, así como estéticamente más artificiales, al carecer de los matices del tinte natural para reflejar la luz y “saber envejecer”, como explicó a *faircompanies la experta en tintes naturales californiana Rebecca Burgessvídeo y artículo-);
  • los tejidos sintéticos se beneficiaron de la automatización de procesos, lo que redujo la necesidad de habilidades estratégicas como la confección y el patronaje, etc; ello redujo la necesidad de habilidades creativas específicas e hizo a los trabajadores más intercambiables, prescindibles y vulnerables, ahora operarios de procesos autómatas para los que apenas se requiere formación.

Cuando las maquiladoras mejicanas sufren deslocalización

Este modelo textil, basado en la deslocalización (automatizar procesos y emplear a operarios poco cualificados en países emergentes con leyes más laxas), muestra signos de agotamiento. Las fábricas deslocalizadas de ayer, como las maquiladoras mexicanas, tratan de competir con la producción asiática a gran escala (The Economist habla sobre el boom textil en Bangladés), mientras ésta intenta huir de los focos de la opinión pública occidental. 

Se suceden polémicas sobre la calidad de los productos y las consecuencias del abaratamiento de costes llevado al extremo: catástrofes en empresas, uso de tintes y procesos tóxicos para los trabajadores y el medio ambiente, etc. 

El último gran escándalo: el colapso de Rana Plaza en Bangladés, una precaria fábrica textil de 8 plantas que se colapsó provocando al menos 1.129 muertos y 2.515 heridos.

Ya no vale todo: ¿responsabilidad social sobre el terrero?

Conscientes del daño comercial que pueden causar los escándalos en una industria con unos orígenes e historial conflictivos -primero en los países donde nació la Revolución Industrial; más tarde en los países pobres que acogieron las factorías a medida que cerraban en Occidente-, los grandes fabricantes han integrado en los últimos años políticas de supervisión y responsabilidad social.

Las grandes marcas de distribución textil innovan para evitar protagonismo en este tipo de catástrofes. Más allá de sus esfuerzos en marketing y relaciones públicas, hay empresas que basan su éxito en producir más cerca de casa, diseñar, producir y distribuir sus prendas bajo demanda. Es el caso de Zara.

Otras compañías mantienen su producción global, pero integran procesos de control más exigentes consigo mismas, a sabiendas de que su responsabilidad social puede mejorar la imagen, sobre todo si se han cometido errores con antelación. 

Marcas técnicas de la Costa Oeste: pioneras de la ropa responsable y ecológica

Algunos de los mayores fabricantes de ropa técnica y deportiva combinan las economías de escala y la producción bajo demanda con un mayor control de calidad y respeto medioambiental, inspirados en la marca californiana de ropa técnica Patagonia.

Nike, The North Face o Columbia Sportswear controlan con mayor celo que en el pasado su cadena de suministro, Inspiradas en Patagonia y la cooperativa con sede en Seattle REI. 

Nike, por ejemplo, ha pasado de objeto de denuncia por antonomasia (y una de las marcas protagonistas a su pesar en No Logo, de Naomi Klein), a integrar primero, programas de reciclaje como Reuse A Shoe; y a monitorizar en los últimos años tejidos, procesos y proveedores.

Tendencias globales en una industria multimillonaria

Tras el agotamiento del modelo de distribución tradicional de las grandes corporaciones, consistente en reducir costes usando economías de escala, varios modelos -a menudo antagónicos- hallan su nicho:

  • “fast fashion”: empresas atentas a las tendencias que producen ropa bajo demanda y la distribuyen con agilidad;
  • modelo Patagonia: ropa de calidad, sobria, intemporal, útil y remendable, a menudo con un precio superior, que dura más y puede ser reciclada o vendida como prenda de segunda mano; la firma californiana de ropa técnica Patagonia, por ejemplo, celebró hace dos años el “ciber lunes” -día que promueve las compras electrónicas- con un provocador anuncio en el que aparecía una de sus chaquetas polares, bajo la cual se leía: “No compres esta chaqueta“, con la intención de concienciar sobre el coste económico y medioambiental de la compras impulsivas; mostrando responsabilidad y apelando a la necesidad objetiva en vez de al deseo irracional, Patagonia ha conseguido ventas sólidas, explica BusinessWeek;
  • moda casera: el “hazlo tú mismo” (DIY o BYO en sus siglas en inglés) ha tenido siempre presencia en el mundo de la moda, aunque su naturaleza lo hace difícil de cuantificar; marcas y diseñadores han creado modelos de negocio basados en crear ropa a partir de viejas prendas y retales descartados (un ejemplo en Londres);
  • auge de pequeñas tiradas y ropa especializada: a diferencia de las economías de escala, la producción local y bajo demanda no requiere grandes inversiones previas y se beneficia de conocer al cliente.

“efibers” de Patagonia

Patagonia fue la pionera en incorporar fibras recicladas o respetuosas con el medio ambiente: la empresa con sede en Ventura creó pequeños mercados de algodón orgánico, poliéster reciclado, cáñamo, lana sin cloro y nylon reciclado. 

Posteriormente, han surgido más proveedores y compradores de estas y otras fibras, tanto en entornos locales: iniciativas que tratan de crear tintes, tejidos y diseño de prendas en un radio de 150 millas (poco menos de 250 kilómetros), por ejemplo.

Tendencias para el futuro

Emprendedores, compañías y laboratorios experimentan con nuevas fibras y tecnologías. Entre ellas: tejidos sintéticos imprimibles; fibras vegetales alternativas; y “fibratrónica”, o fibras que incorporan transistores (la base de los semiconductores) sin usar metal.

  • tejidos sintéticos imprimibles con una impresora 3D casera, lo que abre la puerta a un mercado futuro en que los usuarios diseñarían o descargarían diseños digitales de sus prendas y las imprimirían a continuación: con el abaratamiento de las impresoras 3D, este proceso de prototipado puede configurar complejas mallas de material termoplástico reciclable según el diseño elegido, sin dejar apenas residuos y “tejiendo” bajo demanda;
  • fibras vegetales alternativas: corteza de higuera, corcho, ortigas, algas y celulosa, pulpa de aveto, fibra de plátano, hoja de piña, leche, té fermentado, granos de café (consultar la alternativa al elastano de la empresa de prendas deportivas Virus), acetato, yute, papel reciclado, soja, bambú, etc.;
  • en el campo de los textiles electrónicos, destaca la investigación en el campo de la “fibratrónica” (del inglés “fibertronics”), que explora cómo integrar funcionalidades electrónicas y computacionales en fibras. Los nuevos tejidos integran la circuitería y las funcionalidades (iluminación, almacenamiento energético, monitorización fisiológica y del entorno, etc.) en su propio sustrato, gracias a nuevos componentes resistentes al lavado y la abrasión. Los textiles conductivos han incorporado hasta ahora material semiconductor mezclado con otras fibras hasta crear una fina malla metálica que es ahora sustituida por transistores de fibra orgánica, el primer transistor compatible con las técnicas de producción textil y no contiene metales.
  • materiales que se autorreproducen: se trata de tejidos que reproducen la estructura para la que han sido programados (fibras que crecen como una planta o como un hongo -micelios).

8 tecnologías textiles

La revista Popular Science recoge 8 tecnologías que la industria textil considera para el futuro: 

1. Ropa con iluminación LED integrada (Barbara Layne)

2. Material conductivo que responde a estímulos fisiológicos o del entorno (Leah Buechley)

3. Circuitos tejidos en alfombras y otras superficies (Maggie Orth; página del proyecto en Adafruit Industries)

4. Funciones integradas: camuflaje electrónico -“stealth wear”- (Adam Harvey); y ropa protectora del espacio personal (Nancy Tilbury)

5. Bio-tejidos: materiales que imitan la naturaleza -biomimesis- y se reproducen (Carole Collet)

6. Materiales que aprenden (Hayes Ruffle)

7. Tejido sensible al calor corporal (Kerri Wallace)

8. Lana sensible al tacto (Dsign studio NunoErin)