Justo tras las elecciones, en faircompanies contactamos Renfe para explicarles que queríamos probar el AVE Barcelona-Madrid, una vez las elecciones y la gestión de las obras darán paso al día a día en este medio de transporte. Con la invitación y el permiso de Renfe para grabar en los convoyes y la estación, hicimos el viaje, del que daremos cuenta cuando tengamos los vídeos que estamos ultimando.
Fue un viaje ameno, cómodo, interesante y rápido, con espacio para estirar las piernas y un par de cafés en la cafetería.
Lo que no puede reproducirse con una impresora: en El Prado
Siempre que me paso por Madrid, visito lo que no puedo ver en Barcelona ni en ninguna otra parte: el Museo del Prado, algo así como ir a unos grandes almacenes, sin necesidad de gastarse más cuartos que los de la entrada.
Siempre que hay tiempo, me doy un paseo por El Bosco, la pintura flamenca y holandesa, los italianos del Renacimiento, Velázquez y Goya, y salgo de allí con otro ánimo. Uno pasea, contempla, se sienta a descansar los pies, mira una pintura de grandes dimensiones desde distintas perspectivas, se pregunta el completo significado de los códigos y símbolos de esta u otra pintura.
Que no se me malinterprete: tengo poca idea de pintura y ni siquiera he estudiado historia del arte en versión para todos los públicos, aunque puedo decir qué me gusta o me causa un cierto interés o impresión y qué me deja indiferente. Además, la experiencia de los grandes museos, como El Prado, El Louvre o, a otra escala, el Picasso de Barcelona, tiene que ver con los edificios que albergan las pinturas y sus aledaños.
Se trata de la experiencia. Lástima que los museos causen tanta impresión, respeto o indiferencia, porque la experiencia es para todos los públicos, no requiere formación previa y ayuda mejorar el ideal de belleza (a lo Platón) que tiene cada uno, a partir de lo que ha visto, lo que imagina, lo que anhela, etcétera.
Un escorzo, un perro que aparece de la nada, unas brujas que ríen desdentadas, una representación de los pecados de la tierra, el fuego del infierno y la paz del cielo; ver todo esto in situ tiene su gracia.
También musitar al acompañante, mientras uno prepara las citas de la tarde, que el jardín de las delicias parece una delirante obra hippy con el objetivo de ilustrar algún cuento futurista, como Crónicas marcianas. O algo parecido.
De Flickr y YouTube a la contemplación de un cuadro
Como miembro activo de la cultura multimedia, donde los audiovisuales e Internet copan cada vez más espacio, no está mal contrastar lo que veo en YouTube o en Flickr con la colección de El Greco.
Es como pasar de la -también interesante- creación instantánea, fresca y deshilachada de los vídeos de YouTube o las fotos de Flickr a la sosegada y casi mística creación de los grandes pintores, artesanos que trabajaban en el cromatismo o la luz de una pintura durante semanas, meses o años.
Una reflexión que apuntaba en un cacharro digital durante una de estas pausas dentro del museo madrileño: ya es posible que levantarse en Barcelona, coger el tren a primera hora y, tras llegar a Madrid y hacer un rápido trasbordo en metro, almorzar tranquilamente en El Prado, tras haber tenido tiempo de un primer paseo por las salas aledañas a la nueva cafetería, en el edificio anejo de Rafael Moneo. No está mal.
El avión permite hacer algo similar, aunque los niveles de nerviosismo del pasajero antes durante y después del viaje no son comparables.
El tren de alta velocidad no sólo es más relajado, sino un medio de transporte muy adecuado para los viajes de media distancia muy transitados, como la conexión entre Madrid y Barcelona. El impacto medioambiental de ambos medios de transporte tampoco es comparable.
Me pregunto si un adolescente actual, todavía más preparado y habituado que cualquier adulto joven -yo mismo- en el uso de las nuevas tecnologías, se aburrirá a estas alturas en cualquiera de los grandes museos del mundo.
Espero que fenómenos literarios y cinematográficos para todos los públicos como El código Da Vinci o, en menor medida, La joven de la perla, eviten que la pintura sea considerada algo elitista. Discrepo de los vociferadores apocalípticos, que explican que, a medida que pasa el tiempo, nos hacemos más tontos.
No sólo eso, sino que algún estudio serio habla de lo contrario: cada vez somos más inteligentes (e Internet es una de las herramientas que han contribuido a ello, según Mike Merzenich, neurocientífico de la Universidad Johns Hopkins).
Merzenich habla de una regla general; obviamente, ello no significa demasiado. Un adolescente que escribe mensajes por el móvil en 20 segundos quizá sea más inteligente cognitivamente que Leonardo Da Vinci, que dibujaba helicópteros en el Renacimiento.
Eso sí; no sólo podemos vivir de los superéxitos televisios y youtuberos.
Formatos insustituibles y basura impresa
La pintura tiene también otras connotaciones. Es un formato físico y, como tal, necesita unos recursos para ser creado. Al no tratarse de un producto cultural producido en masa, los recursos necesarios para crearlo son ínfimos.
La imprenta de Gutemberg, cuyo método no ha sido todavía superado por sustitutos electrónicos del papel impreso (algunas mejoras del libro electrónico, como el Kindle de Amazon, van por el buen camino -su pantalla asegura un contraste y una facilidad de lectura remarcables, y no necesita ordenador para adquirir libros), no sufrió variaciones espectaculares hasta la llegada de la informática personal.
Se imprimían libros, libros de texto, revistas, periódicos con noticias que mereciera la pena imprimir (“all the news that’s fit to print”, según The New York Times), además de algunas reproducciones de fotografías y obras de arte como las de El Prado, documentos oficiales y poca cosa más.
La informática personal cambió este panorama a principios de los noventa, cuando se generalizó la idea de que cada casa necesitaba no sólo un teléfono, un televisor y una biblioteca medianamente decente, sino un ordenador personal como el visto por IBM con el primer PC o por Steve Jobs con el Macintosh de 1984.
La era de la impresión personal
Y, con el ordenador personal, llegó la impresora: el usuario decidiría qué “merece la pena imprimir” y qué no, tanto en casa como en el trabajo. Los procesadores de texto modernos y, sobre todo, la disponibilidad de Internet, con información barata y de acceso instantáneo, aceleró nuestras ganas de imprimir.
La “impresora personal” se convirtió en el periférico por antonomasia del ordenador personal, hasta el punto que muchos usuarios consideran que la relación entre una impresora y un ordenador es tan importante como la existente entre el propio ordenador y el ratón o el teclado, elementos diseñados para interaccionar con la interfaz gráfica de usuario (GUI en sus siglas en inglés: lo que vemos en la pantalla del ordenador cuando lo utilizamos).
Xerox, HP, Lexmark, Canon, Brother, OKI y otras tantas empresas han creado gigantescas estructuras para reforzar esta aparentemente indisoluble relación entre ordenador personal e impresora.
El negocio de las impresoras personales, profesionales y corporativas es multimillorario.
Ya se trate de impresoras de inyección de tinta o láser, éstas necesitan cartuchos o tóneres (consumibles extremadamente caros en relación con su precio de coste: el dinero se gana en los consumibles, ya que las impresoras suelen venderse a precio de coste), así como papel.
Los fabricantes recomiendan el uso exclusivo de sus consumibles y su papel, que cuenta con numerosas variaciones, tanto para la impresión de documentos como para la fotográfica.
Para estos fabricantes, hay que imprimir. Lo que queramos. Todo ordenador necesita una impresora; toda pequeña tienda, negocio familiar o departamento de una gran empresa necesita una impresora. A más cosas anodinas y estupideces impresas, más negocio.
Sostenibilidad e impresión personal: los hogares sin papel
Y, por primera vez desde que se instaurara el reinado de la impresión personal, las principales compañías de este pujante mercado de la reproducción sin valor se afanan en pintar su negocio de verde, ya sea cínicamente o a través de cambios estructurales y con vocación de continuidad.
El ataque de consumidores concienciados y organizaciones medioambientales contra la impresión se recrudecerá, si esta industria no afronta sus datos: 1 millón de toneladas de residuos sólidos generados al año sólo en Estados Unidos, mientras la industria papelera es la cuarta mayor fuente de contaminación tóxica para el agua.
Al parecer, los documentos que compran a las principales empresas de estudios de mercado (la temible industria de las “metrix“) ya muestran claramente una realidad: si disminuye el papel usado y los valores sostenibles y medioambientales inciden más sobre las decisiones personales, el modelo de negocio de las impresoras domésticas y corporativas tiene que adaptarse a las nuevas tendencias.
El New York Times dedicaba recientemente un reportaje a la casa sin papel, que yo mismo recogía en esta otra entrada.
La casa de la familia Uhlik (el pater familias, Chris Uhlik –foto con Alec Proudfoot y Tim O’Reilly-, es ingeniero jefe en Google, de modo que queda claro que la familia está tecnológicamente más que alfabetizada), mencionada en el reportaje, ha decidido prescindir del uso de papel para todos los quehaceres cotidianos, sin que ello haya supuesto un trauma para ningún miembro de la familia. Padres e hijos hacen sus deberes, presentan documentación, gestionan facturas o trabajan sin papel físico.
Hannah Fairfield, quien firma el reportaje, apunta dos aspectos relacionados con esta decisión tomada conscientemente por esta familia estadounidense, de los que doy fe, ya que en faircompanies intentamos prescindir al máximo del uso de papel en cualquier actividad profesional o cotidiana:
- Cambiar del papel físico al formato electrónico no implica un ahorro radical de energía y una disminución de la contaminación que generamos, ni tampoco de nuestra huella ecológica: los aparatos electrónicos que usamos en sustitución del papel requieren energía para funcionar. Cambiamos la fabricación de papel por el gasto energético. The Guardian habla sobre esta molesta realidad: “la oficina sin papel era una utópica idea ecológica (salvar árboles y evitar gasto, etc.), pero no tuvo en cuenta nuestra dependencia de herramientas como el correo electrónico y otros formatos. Almacenar 2 MB de datos requiere el uso de una libra (450 gramos) de carbón”. Contundente.
- Para poder operar en un mundo sin papel, necesitamos sustituir el uso de la impresora doméstica por el escáner para documentos, que no deja de ser un escáner convencional, aunque comercializado con otro color y sabor, más “sostenible” y “eco-friendly”. Son los mismos fabricantes de impresoras domésticas quienes venden estos dispositivos, con Fujitsu (y su ScanSnap), Hewlett Packard y Canon en cabeza. Los “nuevos” escáneres para el mercado doméstico han incrementado sus ventas -todavía nimias, en comparación con la venta de impresoras- de 354.000 unidades en 2005 a 623.000 en 2007. Según IDC, alcanzarán 1,1 millones de unidades en 2010.
No obstante, el gasto en energía procedente del uso del ordenador no equivale al gasto de papel que una familia genera en un año.
Reuters se hacía eco el 27 de marzo de un estudio que muestra que un hogar que recibiera facturas exclusivamente electrónicas salvaría el equivalente de 24 pies cuadrados (2,2 metros cuadrados) de bosque al año. Hablamos sólo de facturas.
Los autores del estudio, The PayItGreen Alliance, creen que es la primera investigación detallada para determinar el verdadero impacto de las decisiones en el hogar y su relación con el medo ambiente. Esperan “difundir el mensaje de que cada paso ‘verde’ cuenta.”
- Acceso a la calculadora de la huella ecológica financiera de cada ciudadano, desarrollada por PayItGreenAlliance.
Los estadounidenses envían anualmente 26 millones de recibos y 9.000 millones de facturas en formato papel, cuya producción y envío suponen el consumo de 339 millones de kilos de papel, 9 millones de árboles y 1935 millones de litros de gasolina.
Hacia dónde va la impresión doméstica
Hewlett Packard, primer fabricante mundial de impresoras para el hogar, y sus principales rivales, escrutan el mercado con equipos que pretenden cubrir nuevas necesidades.
HP ha gastado grandes sumas en una nueva familia de impresoras que interpretan mejor el contenido de Internet (hasta ahora, imprimir contenidos de Google Maps, Facebook, etcétera, ha sido un despropósito y un derroche de papel impreso de un modo ininteligible).
Además de impresoras capaces de interpretar mejor los contenidos de la Red, cada vez más presentes en la cotidianeidad de los ciudadanos -sobre todo los jóvenes-, la otra gran apuesta de la impresión personal es la mejora en los equipos de impresión fotográfica: la fotografía se ha digitalizado totalmente y, además de cámaras digitales, móviles y otros dispositivos también son usados para realizar fotos.
Es un mercado atractivo para las marcas de impresión, por la venta de consumibles (cartuchos, tóneres, papel). ¿El problema? Un grupo cada vez más considerable de usuarios mantiene las fotos exclusivamente en formato electrónico, y las almacenan tanto en el ordenador (Picasa, Photoshop Album, carpeta Mis Imágenes de Windows, Apple iPhoto, etc.) como en redes sociales centradas en la fotografía (Flickr -servicio convertido casi en altavoz cultural y político, Photobuket, Fotolog y muchas otras).
Además de las impresoras preparadas para Internet y las fotográficas, otro mercado con un perenne atractivo es el de la multifunción.
El precio de los equipos todo en uno ha bajado tanto que existen varios modelos por debajo de los 200 euros (puede verse en esta comparativa con las 10 mejores impresoras multifunción, según PC World, de febrero de 2008). Las marcas prefieren regalar el hardware, para atacar con los consumibles.
La cuestión es que ni con esas: como ha ocurrido con el teléfono fijo, que desaparece en casas europeas habitadas por jóvenes que prefieren tener únicamente móvil (siempre que no se les obligue desde la industria a tener fijo por la conexión a Internet ADSL), muchos hogares con uno o varios ordenadores e Internet prescinden de la impresora.
Así que, para muchos de los mayores fabricantes de productos de impresión, que parecen acordarse de las empresas que no supieron ver que la fotografía digital borraría por completo del mapa a la convencional, es decisivo estar al corriente de lo que pasa entre los usuarios: cuáles son sus comportamientos, qué uso hacen de la tecnología en casa, en el cole o en la oficina, etcétera.
Artículos como el del New York Times sobre la familia Uhlik, reacia a imprimir un solo papel, son el futuro campo de pruebas de estas marcas, que deberán entender un cambio de hábitos en los consumidores, en lugar de “obligarles” comercialmente a que sigan imprimiendo hasta la lista de la compra.
Quien se adapte, saldrá reforzado. Se ha visto con la llegada de la fotografía digital, que ha arrasado negocios multimillonarios en una década. Llevo escribiendo sobre tecnologías de la información desde 1999, cuando finalicé la carrera, y quienes se reían en 1999 sobre la completa desaparición de la película fotográfica se dedican, claro, a otros negocios. A lo mejor, siguen negando otros asuntos.
Por ello, nace un nuevo mercado: el de las impresoras “verdes”. Nadie sabe muy bien qué es eso de las impresoras verdes.
Apuesta por la impresión sostenible (si existe)
Varias marcas ensayan una aproximación a las prácticas que puedan considerarse impresión sostenible, ahora que las empresas de impresión “son atacadas a medida que un mayor número de personas se conciencian sobre la necesidad de actuar ante la problemática del cambio climático y la polución por productos tóxicos”, explica Elsa Wenzel en CNet.
Las empresas que intenten cambiar el color de la carcasa de sus equipos para agradar a los clientes concienciados no harán si no hacerles enfadar y causar la peor impresión en ellos, según Wenzel, ya que “los clientes selectivos detestan esta moda, que hace casi imposible dirimir qué compañías están haciendo un cambio verde o meramente tomando decisiones superficiales.”
Más allá de un cambio en la comunicación corporativa de una marca, hacia un modelo que insista en la concienciación medioambiental, Wenzel arguye que la auténtica apuesta ecológica del sector de la impresión es producir equipos sin el actual cóctel de materiales tóxicos en los mecanismos de impresión y en la tinta; y, sobre todo, fabricar aparatos que duren.
Es mucho más barato y sencillo para cualquier usuario tirar una impresora con algún problema y comprar un modelo nuevo que intentar arreglar el equipo.
Reciclaje y eficiencia
Las ideas verdes aplicadas por las principales compañías se reducen en su mayoría a la fabricación de impresoras a partir de materiales y componentes reciclados. HP y Canon, por ejemplo, han empezado a fabricar cartuchos de tinta (los preciados consumibles, o el tuétano del negocio) con plástico de botellas recicladas.
Mientras ha invertido en un proceso para crear resinas de plástico a partir de cartuchos desechados y botellas (además del plástico, el metal de los cartuchos también es reciclado), Canon incluye en sus nuevos modelos funcionalidades para ahorrar energía, además de materiales reciclados.
Michael Kanellos explica en CNet que HP ha fabricado más de 200 millones de cartuchos a partir de la nueva resina y, según la empresa, entre el 70% y el 100% del plástico en los nuevos cartuchos es reciclado.
Canon, en cambio, ha lanzado la marca Generation Green, con modelos en las gamas Pixma y Selphy, en la impresión a inyección de tinta; y ImageClass, en las impresoras láser de la firma japonesa.
La portavoz de Canon en Estados Unidos, explicaba a Elsa Wenzel que “las impresoras son uno de los mercados donde uno puede realmente mejorar el entorno. Su producción es un reto formidable que requiere ingentes cantidades de materias primas, y hemos encontrado varias maneras de reducir este gasto.”
Canon distribuirá cartuchos con envoltorio NatureStore, producidos con piedra caliza en lugar de pulpa de madera; los manuales de usuario serán impresos, según Joseph, en papel reciclado en un 70%; la línea Pixma será producida con plástico reciclado; las nuevas cajas para el empaquetado, con un diseño modular, reducen su tamaño en un 20%. Joseph también recuerda que 9 de cada 10 impresoras de Canon son capaces de imprimir automáticamente a doble cara.
La calculadora de sostenibilidad de Xerox
Xerox es una de esas extrañas empresas o entidades que han influido más sobre su sociedad contemporánea de lo que se presupone.
Del centro de investigación y desarrollo de Xerox en Palo Alto, Silicon Valley (el famoso Xerox PARC), han salido ideas como la interfaz gráfica de usuario, el ratón, el ordenador personal (el Xerox Alto), la impresión láser, las conexiones Ethernet o el módem, entre otras invenciones decisivas para la programación de software o la computación obicua, que no deja de ser un avance de la actual “cloud computing“, tan en boga entre los emprendedores de la Web 2.0.
Emprendedores como Steve Jobs se pasaron por allí antes de poner en práctica algunas de sus ideas “originales”. Xerox no supo capitalizar en el seno de su propio negocio buena parte de sus investigaciones en el Xerox PARC, aunque parece que las ideas atrevidas y rompedoras siguen llegando a la empresa.
Tras una dolorosa reestructuración, que ha reconvertido a Xerox de una gris y desangelada empresa dedicada a la impresión corporativa en una firma de “gestión de documentos”, ya sean impresos o no. Su imagen corporativa ha cambiado radicalmente: desde el logotipo, más liviano y juvenil, hasta la estructura jerárquica de su sitio web corporativo, limpio y sencillamente estructurado.
La transformación de Xerox parece haber sacado del bache a la empresa. Viendo las actuales tendencias, en casa y en la oficina, relacionadas con la eficiencia y la sostenibilidad, la firma ofrece ahora una herramienta que calcula el impacto medioambiental de cada impresora en un entorno dado.
- La calculadora de sostenibilidad (Sustainability Calculator; Martin LaMonica publica una imagen de la aplicación en CNet) de Xerox es un software que promete orientar a las empresas a reducir el impacto de sus impresoras y copiadoras.
- El software emplea algoritmos y estudios en la gestión de documentos para reducir el consumo de papel y energía en los dispositivos de la oficina, independientemente de la marca.
Funcionamiento de la calculadora de sostenibilidad de Xerox:
- El usuario introduce datos en un primer grupo de campos para describir el entorno de trabajo: impresoras, copiadoras y otros dispositivos), el tipo de cartuchos empleados, determinar las impresoras a color y en blanco y negro, su velocidad de impresión, el volumen de páginas impresas al mes y las características energéticas del dispositivo (consumo, certificación de ahorro Energy Star, etcétera).
- En un segundo grupo de campos, la aplicación pregunta cuáles son los objetivos ideales de funcionamiento y producción del entorno.
- Una vez introducidos ambos grupos de datos, el software genera gráficos y estadísticas que explican el consumo energético, la producción de gases de efecto invernadero y desechos sólidos -tiene en cuenta desde los cartuchos y tóneres hasta la retirada de las máquinas obsoletas-.
De momento, Xerox ha presentado una versión reducida de la aplicación, accesible desde Internet. La versión completa ofrecerá sugerencias precisas patrones de uso, consejos para optimizar entornos de trabajo concretos, etcétera.
La calculadora de sostenibilidad, que Xerox ofrecerá a través de sus servicios de consultoría (Xerox Office Services), aporta más que eficiencia energética y ofrece una oportunidad a Xerox, una empresa tradicionalmente innovadora que estuvo a punto de desaparecer y ha sabido refundarse. The Wall Street Journal lo describe así: “Copia esto: Xerox huele mercado en máquinas nuevas y verdes.”
Xerox ha visto mercado donde lo hay, aunque este producto no tuviera éxito. Investigaciones realizadas por la firma y recogidas por Martin LaMonica muestran cómo en un entorno corporativo convencional hay dispositivos que son usados entre un 1% y un 2% del tiempo.
Las empresas podrían ahorrar entre un 20% y un 30% de sus gastos reduciendo el equipamiento de impresión a menos máquinas y más eficientes.
Sería un primer paso entre las grandes empresas mundiales. Reconocer el derroche y sinsentido de la gestión documental y empezar a educar a sus trabajadores, especialmente a los más veteranos (quienes se imprimen sus correos electrónicos), con una excusa infalible: ahorro de costes. Hay una razón de más peso: respeto del entorno. Menos consumo de papel, menos emisiones, menor contribución al calentamiento global.
faircompanies no es una gran corporación. Ni siquiera una pyme convencional. Supongo que podría catalogarse como una microempresa de Internet, o algo parecido. En Estados Unidos, es una start-up.
No podemos cambiar nuestro entorno rápidamente, aunque lo tenemos claro con cuestiones como el papel. No necesitamos la herramienta de Xerox, al no imprimir un sólo papel, como Chris Uhlik en su casa.