Esta ha sido una semana bastante intensa para *faircompanies. El jueves 7 de junio, el núcleo del equipo que trabaja en el portal (Kirsten Dirksen y Nicolás Boullosa), tomó -tomamos- un avión hacia Boston, para permanecer en la ciudad de Emerson, Thoreau, los Kennedy y, claro, los Red Sox, hasta el martes 12, cuando escribo estas líneas desde la otra costa de Estados Unidos, al norte de San Francisco.
Internet no sólo permite trabajar con cierta flexibilidad, sino que uno puede hacerlo con una cierta comodidad desde cualquier sitio, portátil y conexión a la red mediante. De modo que la idea del equipo de faircompanies es seguir trabajando en los reportajes, vídeos y el resto de los contenidos del portal durante estos días.
La idea de hacer, en una semana, un viaje desde Barcelona a la Bahía de San Francisco, pasando primero por Boston suena, además de caro y agotador, algo que uno no hace a la ligera. Sobre todo si se tiene en cuenta que nos acompaña un bebé de cuatro meses que todavía -aunque parecefaltarle poco- no anda ni acarrea su mochila, un poco temerario.
Inés Boullosa lo lleva todavía mejor que sus padres, al coincidir su despertar sensorial con un viaje que le está reportando imágenes, olores, acentos y experiencias que se acumulan a las que ya tenía en Barcelona.
Como parece al núcleo de faircompanies le agrada la experiencia y parece que va a valer la pena mezclar tiempo libre con trabajo tan lejos de casa, nos vamos a quedar por aquí unas semanas, de manera que la diferencia horaria (en la Costa Oeste de Estados Unidos hay nueve horas de diferencia con respecto a la Europa continental) nos permitirá elaborar contenidos mientras algunos de nuestros lectores y usuarios todavía están durmiendo.
Utilizaremos esta ventaja horaria para trabajar en información de primera mano a la que accederemos desde la sede provisional de faircompanies, en Cloverdale, California, unas millas al norte de San Francisco.
Millas de vuelo, comida local, coche eléctrico, Walden Pond, ropa orgánica, ewg
Bien, nosotros teníamos varias razones para llevar a cabo el viaje, familiares y profesionales.
Con respecto a las familiares, tanto Kirsten, como Inés, faircompanies y yo mismo, tenemos lazos muy estrechos con personas y lugares en Estados Unidos.
Las profesionales: hemos quedado con algunas personas que nos están explicando interesantes historias en primera persona, relacionadas con su actividad profesional o su especialidad académica.
Por supuesto, vamos a emplear para elaborar los próximos vídeos de la sección multimedia del portal (los vídeos de faircompanies también aparecen posteriormente en nuestro canal de YouTube, www.youtube.com/faircompanies), así como algunas historias y reportajes interesantes.
No quiero correr el riesgo de aburriros con una enumeración que no tendría sentido si no puedo aportaros los enlaces a los contenidos relacionados con lo que os voy comentando, de modo que espero unos días a explicaros detalladamente.
Para que vayáis entreviendo en qué trabajamos, deciros que, mientras esperábamos en el aeropuerto londinense de Heathrow a tomar el avión que nos dejaría el mismo jueves 7 a última hora de la tarde en Boston, Massachussets, Kirsten pensó en trabajar en el primer nuevo vídeo.
Como ya hemos hablado en la versión en inglés del portal de la creciente controversia acerca de si los viajeros más asiduos a emplear el avión deberían pagar por la contaminación que generan sus viajes, preguntamos a algunas personas que esperaban su vuelo en Londres qué pensaban sobre la responsabilidad del pasajero en la contaminación generada por la actividad de las líneas aéreas.
Kirsten explicaba más tarde que algunos pasajeros inquiridos no se habían planteado siquiera la relación entre sus decisiones personales -tomar un avión, emplear un coche de gran cilindrada- y su “huella de carbono”. Un dato alentador: rompiendo estereotipos, los jóvenes parecían mejor informados. Sea como fuere, lo veremos en el vídeo que preparamos.
Boston, “Hahvad”, San Francisco, Cloverdale
Cruzar el charco, aunque sea desde Londres, no tiene nada que ver con el puente aéreo entre Madrid y Barcelona (por otro lado, el corredor aeronáutico más transitado del mundo): las casi siete horas empleadas en el vuelo las emplea uno como puede, cuando tiene que compartir el ínfimo habitáculo con un bebé que se pelea por estudiar -y personalizar con algunas gotas de saliva- cada centímetro cúbico de la revista que sostiene con la otra mano.
Durante un rato, echamos un vistazo a la guía sobre Boston que habíamos incluido en un parco equipaje de vuelo -sólo tres bolsas de mano para dos adultos y un bebé que se proponen pasar dos meses fuera de casa-, para poder asomarnos por algunos lugares de interés durante el fin de semana, si había tiempo entre una actividad programada y otra.
Kirsten estudió en Harvard (en Cambridge, junto a Boston) en los noventa, por lo que pudimos dormir en un pequeño dormitorio de esta universidad y acudir, asimismo, a la reunión de antiguos alumnos que esta institución lleva a cabo cada año.
Los pasillos llenos de historia de la prestigiosa universidad estadounidense, que cuentra entre sus alumnos con Bill Gates (que no acabó la carrera y no parece haberle ido tan mal; por cierto, en la reunión de este año él fue el encargado de abrir los fastos con una charla bastante interesante, por lo que leímos en el Boston Globe; llegamos tarde a la cita, celebrada el mismo jueves), me ayudaron a entender con mayor profundidad la importancia de la educación en un país menos igualitario que la UE, aunque ferviente defensor de la meritocracia y los emprendedores.
Es lo de siempre: lo mejor y lo peor. Deciros que, como no podría ser de otro modo, Harvard no tiene mala pinta. La Universidad funciona como una pequeña ciudad al lado de Boston, con todas las comodidades imaginables en la institución educativa que lidera la clasificación de mejores universidades del mundo, según el listado sobre universidades más reconocido del mundo (Academic Ranking of World Universities de la Universidad de Jiao Tong, Shangai, China).
Muy cerca de Harvard, elitista, centro educativo al que han acudido varios presidentes, incluido el bostoniano, católico y de origen irlandés (el marcado acento de Boston es una marca de la ciudad tan reconocida en el mundo anglosajón como su equipo de béisbol o el popular barrio irlandés de Southie, o South Boston) JFK, se encuentra la otra gran universidad de la zona: el MIT (Instituto de Tecnología de Massachussets), otra gran ciudad académica que mira, desde el otro lado del río Charles, de tú a tú a la universidad de origen puritano calvinista que llaman, con sorna, “Hahvad”, imitando de modo forzado su pronunciación, con un marcado acento de Nueva Inglaterra. Algo así como un acento estadounidense con deje entre británico e irlandés.
Los alumnos de Harvard se mofan de quienes estudian en el MIT, ya que tienen fama de empollones o “nerds”, mientras que los alumnos del MIT, con un perfil más científico (no en vano, la institución alberga el Media Lab, o Laboratorio de Medios, una suerte de centro de pruebas de todo tipo de ideas relacionadas con la robótica, la nanotecnología, la música, la antropología o cualquier disciplina, o mezcla de disciplinas, imaginable), se enorgullecen de su informalidad, en contraposición con la mentalidad más de chaqueta detweed de quienes acuden a Harvard.
Antes de partir de Barcelona, habíamos hablado con el MIT para entrevistar al equipo de alumnos que ha desarrollado el último coche solar de la universidad, empleado por los alumnos que lo han diseñado para competir en las carreras internacionales de este tipo de vehículos.
El último modelo producido por los alumnos del MIT costó un millón de dólares, aunque fue financiado en su práctica totalidad por empresas que lo han patrocinado.
Hace unos meses, el automóvil sufrió un choque que dañó ligeramente algunas de las placas solares de su peculiar carrocería. A modo de mofa, el equipo MIT Race ha puesto unas “tiritas” en las zonas dañadas con frases que restan importancia a lo ocurrido.
En una de las tiras puede leerse “The Driver is From Hahvad”. Si no hubiera habido choque alguno, difícilmente el conductor del último coche solar diseñado íntegramente por los alumnos del MIT sería de “Hahvad”.
Ya que dormíamos en Harvard, aprovechamos para pasear por Cambridge. El mes de junio es excepcional en Massachussets, ya que se suceden los días frescos y soleados con alguna que otra lluvia esporádica. Las flores aparecen en parterres, jardines públicos y privados, y uno se encuentra, como sin querer, con cementerios de colonizadores por el centro histórico de la localidad académica.
Cerca de uno de estos cementerios puritanos, el de Old Burying Ground, junto a Harvard Square, uno se imagina a Henry David Thoreau, padre del movimiento ecologista contemporáneo e instigador del conservacionismo, con su mirada ilustrada y casi panteísta de la naturaleza, paseando del brazo de su amigo Ralph Waldo Emerson, departiendo sobre la estancia del primero en las afueras de Boston, junto al pequeño lago Walden, que diera nombre al libro de cabecera de los hipsters, admiradores un siglo más tarde de este tratado de la vida parca y sencilla. Que no simple. Otros admiradores declarados de la obra de Thoreau: León Tolstoi y Mahatma Gandhi, ni más ni menos.
Walden Pond
Antes de marcharnos de Boston y sus recomendables alrededores, claro, nos pasamos por Walden Pond, preguntamos a algunos visitantes acerca de lo que sabían sobre Thoureau y su legado y, con ello, Kirsten va a preparar algo interesante para la sección multimedia de faircompanies.
También en Cambridge, aprovechamos para entrevistar a un cocinero que se ha empeñado en cocinar con productos orgánicos del tiempo, procedentes de granjas de los alrededores. Es algo a lo que no habríamos dado importancia hace medio siglo.
“Nos hemos alejado tanto de la comida local, de temporada y sin pesticidas”, que ahora tiene sentido diferenciarse de este modo con un restaurante. Este cocinero, muy renombrado enBoston, nos invitó a un café y cocinó algunos platos para que podáis ver el resultado muy pronto.
Ya el lunes 11 de junio, aprovechamos para acudir a una tienda de ropa bostoniana que ha decidido vender prendas de ropa con tejidos orgánicos y de comercio justo, sin por ello renunciar al estilo y evitando el estereotipo comprador-de-cáñamo-fumador-de-marihuana. La propietaria de la tienda nos explicó su filosofía ética y responsabilidad comercial, en tanto que vendedora minorista.
El martes 12 de junio hemos tomado un avión hacia San Francisco, lo que no nos ha eximido de acudir a otra cita que teníamos planeada: una interesante entrevista con el responsable de la oficina enCalifornia de la entidad medioambiental sin ánimo de lucro Environmental Working Group.
Dado lo interesante que ha sido, creo que Kirsten va a poder confeccionar tres vídeos muy interesantes, acerca de temáticas que afectan a los consumidores de Estados Unidos y del resto del mundo (también a los consumidores de la UE, por mucho que algunas de las directivas sobre sustancias químicas y tóxicas sean más avanzadas, a día de hoy, que sus contrapartes al otro lado del Atlántico). Yo también intentaré estar a la altura.
Bien, hasta aquí la noticia de lo que ha ocurrido a nuestro alrededor desde que llegamos a EEUU.
Más, muy pronto.