El cambio climático hizo comparecer a Blair ante los medios antes de su marcha de Downing Street. En aquella ocasión, ya remota a ojos de la actualidad, no tenía nada que ver con la irrespirable situación de Irak, donde el ejército británico mantanía sus posiciones junto al principal ocupante del país, Estados Unidos. Ya pocos votantes se acuerdan del Informe Stern.
Tampoco con la pública enemistad que el premier profesa al próximo líder del partido laborista, el ministro de Economía británico Gordon Brown, de quien se dice que es todo sustancia, a diferencia de su futuro oponente tory, James Cameron, un joven conservador que se construye una imagen de moderno ciudadano londinense, amigo de la bicicleta, progresista en el respeto por el medio ambiente pero, eso sí, cortado con la raya del elitista colegio Eton.
Habrá que ver si el escocés Brown acaba siendo el presidenciable laborista para las próximas elecciones, dada la actividad frenética de los pesos pesados del partido para buscar alternativas al amigo de Rodrigo Rato.
El debilitado contexto en el que Blair va a dejar el Gobierno británico (en 2006, fue obligado por su propio partido a adelantar públicamente que el relevo se producirá en unos meses) no debería oscurecer los aciertos de su última iniciativa: Blair presentó pomposamente un informe en el que se alerta de que el cambio climático tendrá devastadores efectos no ya sobre el mundo, sino sobre la economía -eso duele más- si no se previene.
El informe, elaborado por el economista Nicholas Stern, es rotundo: el cambio climático es provocado por el hombre, existe y si no se lucha contra él no sólo va a cambiar la temperatura, sino la economía mundial, abocada a una recesión sin paliativos. Stern, todo sea dicho, no es sospechoso de extremista en sus postulados.
Según el informe, el calentamiento del planeta puede causar en sólo unas décadas un crack en la economía mundial mayor incluso que el provocado por la Gran Depresión de 1929: si no se adoptan soluciones en la actualidad, una quinta parte del PIB mundial está en peligro.
Al tratarse de un informe presentado solemnemente por el gobierno de la quinta economía del mundo, los analistas creen que se trata del esfuerzo más rotundo realizado hasta el momento para evitar, si no ya el cambio climático, sí sus consecuencias más devastadoras.
Durante la presentación del informe, Blair aseguró que el cambio climático puede costar al mundo entre el 5% y el 20% de su producto interior bruto cada año, algo que podría evitarse únicamente con “acciones drásticas y audaces” para reducir los gases de efecto invernadero.
El estudio, que puede ser descargado en su totalidad en Internet, evidencia los riesgos que, hasta el momento, han sido desoídos por gobiernos como el estadounidense o el chino, ninguno de los cuales ha ratificado el protocolo de Kioto, que obliga a los países firmantes a reducir los gases de efecto invernadero un 5,2% de media en 2012 con respecto a los niveles alcanzados en 1990.
Algunos de los datos del informe son difíciles de rebatir por empresas o grupos de interés contrarios a asumir los costes del cambio climático:
- De mantenerse los actuales niveles de emisión de dióxido de carbono, las temperaturas aumentarán de dos a tres grados centígrados en los próximos cincuenta años.
- Más de 200 millones de personas podrían convertirse en refugiados del clima, a medida que los lugares donde viven sean cada vez más propensos a los fenómenos meteorológicos extremos.
- El cambio climático también puede provocar el deshielo de los glaciares, la disminución del agua potable o los cambios extremos de los ecosistemas, que consolidarán la extinción masiva de especies ya iniciada en las últimas décadas del pasado siglo: el 40% de la biodiversidad podría desaparecer en las próximas décadas.
Al Gore, vicepresidente de Estados Unidos durante los dos -¿añorados?- mandatos de Bill Clinton, se ha comprometido a ser asesor medioambiental del gobierno británico en calentamiento global.
Gore, que se presenta en el reportaje Una verdad inconveniente (An inconvenient truth) con un original y taxativo “yo fui el próximo presidente de Estados Unidos” podría echar una mano a la imagen de Blair en un momento en que las propuestas del primer ministro británico no tienen credibilidad; según el semanario The Economist, ni entre la opinión pública, ni entre el electorado laborista, ni dentro de su propio partido.
El contexto
Forzado a fijar una fecha anticipada a su marcha de Downing Street antes de las próximas elecciones para que un cada vez más distanciado Gordon Brown tenga tiempo suficiente para construir una imagen pública sólida ante el avance del Tory James Cameron, Tony Blair dedica los últimos meses de su era entre el despecho de los ciudadanos por el devenir de la guerra de Irak y el distanciamiento de las bases de su partido, que le habían pedido la dimisión durante sus últimas comparecencias.
Blair se defiende asegurando que a veces no es difícil mantener unas relaciones privilegiadas con Estados Unidos, aunque no se arrepiente de las decisiones tomadas que llevaron al ultimátum de las Azores contra Sadam Hussein y a la posterior guerra, convertida ahora en una peligrosa guerra de guerrillas en las zonas del país del Golfo Pérsico ocupadas por el ejército británico.
Asegura arrepentirse únicamente de no haber siquiera entrevisto la amenaza de Al Qaeda hasta el 11 de septiembre de 2001, lo suficientemente lejano ahora, según Blair, como para ser una catástrofe estudiada con perspectiva.
El premier británico quizá no se haya hecho eco, pese a la repercusión del fenómeno, de uno de los fenómenos de distribución viral más populares registrados en YouTube y Google Video sobre política: en una entrevista concedida al ultra-conservador canal estadounidense Fox, propiedad del magnate australiano -nacionalizado estadounidense- de los medios de comunicación, Rupert Murdoch (quien tiene en su cartera de colaboradores al ex presidente español José María Aznar), Bill Clinton demostró sus dotes oradoras ante la insistencia del entrevistador en torno a una determinada línea de preguntas.
En lugar de hacerse eco, como Clinton parecía esperar, del éxito recaudatorio del evento de tres días Clinton Global Initiative, una suerte de maratón filantrópica de multimillonarios comprometidos que el ex presidente norteamericano llevó a cabo en Nueva York durante tres días, el periodista de Fox pasó de un par de preguntas deshilachadas acerca de la repercusión de la iniciativa de Clinton para aunar esfuerzos en contra del cambio climático, a un “hoy que le tengo en mi programa, señor Clinton, quisiera preguntarle algo que nuestros telespectadores han insistido tenazmente en que quisieran oír de usted: ¿Por qué su gobierno no hizo más para acabar con Al Qaeda?”.
A partir de ahí, la entrevista, difundida a través de YouTube y Google Video y convertida en uno de los contenidos más comentados por los ciudadanos más instruidos de Estados Unidos, se convierte en un elegante e implacable monólogo de Clinton, que desmonta, una vez tras otra, las estrategias del periodista para ponerle en aprietos.
Blair, sin los argumentos de Clinton en política internacional
Entre los argumentos que Clinton emplea para ridiculizar a su entrevistador, destaca su cita de la labor del militar conservador Richard A. Clarke, quien trabajó bajo distintas administraciones presidenciales y, pese a su experiencia y reconocimiento internacional, incluido el de políticos y estrategas europeos, fue apartado por el equipo de George W. Bush de la primera línea política.
Clinton recomienda al periodista de Fox, entre otras cosas, que lea el libro de Richard A. Clarke Against All Enemies (Contra todos los enemigos), si quiere realmente saber qué ha ocurrido en los últimos años en Estados Unidos, por qué no existe una política antiterrorista coherente, por qué Estados Unidos gasta cuatro veces más en Irak que en Afganistán -donde, o cerca de donde se encuentra supuestamente Bin Laden-, y otros muchos puntos débiles de la actual Administración de Estados Unidos. Entre ellos, claro, la negación de Estados Unidos a ratificar el Protocolo de Kioto.
A los internautas norteamericanos les ha impactado el vídeo de Bill Clinton, como también lo ha hecho entre los cada vez más desencantados británicos. En el Reino Unido, quienes admiraron la nueva sabia y reconocieron la gestión económica de Blair, muestran del mismo modo su incomodidad cuando tienen que mostrar su opinión sobre el apoyo incondicional de Blair a la doctrina de la guerra preventiva de Bush y otros postulados que maduraron en la Cumbre de las Azores.
Tony Blair dejará su puesto de primer ministro con una economía británica saneada y un país que ha entendido el mercado global con mucha mayor agilidad que Alemania y Francia, países a los que aventaja ahora en renta per cápita y flexibilidad en el mercado de trabajo, entre otros indicadores.
No obstante, su imagen y perdurabilidad no serán excepcionales, dada su debilitada imagen pública: más cerca del peor Bush o del Aznar más “matamoros” -como su querido patrón, Santiago y cierra España, que le acompaña cuando hace las Américas de conferenciante o es investido honoris causa en universidades que cuentan, entre sus prohombres, con personajes como Augusto Pinochet- que del mejor Clinton; con dotes de estratega que poco tendrán que ver con las de quienes realmente se han ganado un lugar en la historia: Winston Churchill o Margaret Thatcher, entre otros, quienes supieron jugar a malos sin ser tachados de comparsas.
Según una encuesta publicada por el diario británico The Guardian el 3 de noviembre de 2006, los británicos creen que el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, es más peligroso para el mundo que el líder norcoreano, Kim Jong-Il, y el presidente de Irán, Mahmund Ahmadineyad, dirigentes de los países que conforman, según la propia administración Bush, el Eje del Mal. No es extraño, por tanto, que la popularidad de Blair no vuelva a recuperarse antes de que deje Downing Street.
En el Reino Unido, país tradicionalmente aliado de los Estados Unidos, resulta chocante que el 75% de los encuestados estimen que Bush supone un peligro para la paz mundial.
El 69% de los encuestados británicos cree que la política exterior de Estados Unidos ha transformado el mundo en un lugar menos seguro desde septiembre de 2001. Lo mismo opina el 62% de los canadienses, el 52% de los mexicanos y el 36% de los israelíes que han participado en la encuesta.