Plástico con efectos nocivos en el medio ambiente y la salud humana durante su producción y transformación.
Existen pocos materiales con una aplicación tan extendida en todo el mundo como el policloruro de vinilo (PVC) que hayan suscitado tantos estudios, análisis, contraanálisis y polémicas con la opinión pública y algunas de las más influyentes ONG, debido a su supuesta peligrosidad para la salud humana y el medio ambiente.
Se trata del tercer polímero más empleado en la producción mundial de plásticos, debido a que su producción es barata y de él puede obtenerse PVC rígido y flexible para crear envases materiales para construcción o compuestos para automóviles.
Para producir PVC se emplean dos procesos:
- Polimerización en suspensión de cloruro de vinilo.
- Polimerización en emulsión.
En ambos casos, la producción tiene lugar en gran medida en procesos industriales cerrados para evitar contaminación del medio ambiente.
No obstante, no existe un acuerdo global sobre el procesamiento, aplicaciones y manejo de residuos de un material que puede convertirse fácilmente en sustancia contaminante y cancerígena.
La Comisión Europea reconoce que la mayoría de los compuestos de plomo y cadmio, incluidos los utilizados en el PVC, son tóxicos, nocivos, peligrosos para el medio ambiente y presentan un riesgo de efectos acumulativos.
Los dos metales son persistentes y algunos de los compuestos que forman se acumulan en ciertos organismos.
Los riesgos potenciales derivados de los estabilizantes de plomo o cadmio en el PVC tienen lugar:
- Cuando los estabilizantes de plomo y cadmio en PVC permanecen retenidos en la fase de utilización.
- Durante las fases de producción y tratamiento de residuos, cuando los trabajadores deben protegerse.
Los principales sectores donde se emplea el PVC como materia prima en Europa son:
- Construcción (donde se emplea un 57% del PVC consumido)
- Aplicaciones domésticas (18%)
- Envasado (9%)
- Electricidad/electrónica (7%)
- Automoción (7%)
- Muebles (1%)
- Otros (8%)
En 1999, la cantidad total anual de residuos de PVC se situó en 4,1 millones de toneladas en la UE, de los que 3,6 millones de toneladas son envases y materiales ya empleados y 0,5 millones de desechos creados durante la fabricación de las distintas aplicaciones de PVC.
De no existir en los próximos años una política de tratamiento de residuos de PVC en la mayor parte del mundo, los costes medioambientales podrían multiplicarse. La salud humana también podría resentirse.
Para proteger la salud de los niños de riesgos innecesarios, la Unión Europea prohibió en enero de 2006 la utilización de seis tipos de aditivos empleados para el fácil moldeo del PVC.
Pese a que la US Consumer Product Safety Commision (CPSC) desestimó que una prohibición similar prosperara en Estados Unidos; no obstante, la mayoría de las empresas estadounidenses han eliminado voluntariamente estas sustancias de los juguetes.
Varios estudios han concluido que la sustancia química DEHP, Di(2-etilhexil) ftalato, puede tener efectos en la salud de los niños y modificar su comportamiento ante las alergias.
Según el Departamento de Salud de Estados Unidos, “el DEHP no es tóxico en los bajos niveles que generalmente se encuentran en el ambiente. En animales, los niveles altos de DEHP dañaron el hígado y el riñón y afectaron la capacidad para reproducirse.
El DEHP se ha encontrado en por lo menos 733 de los 1,613 sitios de la Lista de Prioridades Nacionales identificados por la Agencia de Protección del Medio Ambiente de EE.UU. (EPA).”
Ni la Unión Europea ni ninguna otra región del mundo han disminuido su dependencia del PVC como material barato para crear todo tipo de aplicaciones, tanto para la industria como para el consumidor final.