Un informe de Greenpeace que mide las sustancias tóxicas en los dispositivos informáticos de las principales marcas confirma un cambio cultural: la responsabilidad social importa, tanto a los compradores como a las empresas.
Ninguna marca electrónica o informática que quiera liderar un mercado de alcance mundial podrá conseguir su meta con productos que tengan componentes contaminantes. Un principio alentador.
Cuando un informe de Greenpeace acerca del empleo de sustancias tóxicas en la fabricación de materiales electrónicos y el porcentaje de aparatos que cada compañía recicla se convierte en noticia para todo tipo de consumidores, cabe preguntarse si la tan cacareada responsabilidad social corporativa empieza a despegar, más allá de los sesudos documentos corporativos y las campañas de marketing de las grandes corporaciones.
Los ordenadores, monitores, impresoras y móviles obsoletos generan en todo el mundo entre 20 y 50 millones de toneladas de basura que no es reciclada, un problema que afecta fundamentalmente a los países ricos.
Según la Unión Europea, la llamada e-basura (del inglés “e-waste”), se trata de la categoría de residuos que más crece en todo el mundo. Hasta ahora, no existía en el mundo una legislación concisa referente al trato y gestión sistemáticos de estos residuos, en ocasiones contaminantes o perjudiciales para la salud. El pasado agosto, la Unión Europea y el Estado norteamericano de California aprobaron normas que obligan a la industria que genera estos desechos a hacerse cargo de su reciclaje una vez dejan de ser usados.
En Europa, la directiva de Reducción de Sustancias Peligrosas (“Restriction of Hazardous Substances”, RoHS) limita el uso de varios materiales tóxicos en todos los productos electrónicos que sean vendidos a partir de ahora en la Unión Europea; la directiva, que entró en vigor en julio de 2006, restringe el uso de seis materiales considerados peligrosos en la fabricación de los principales tipos de equipos eléctricos y electrónicos. La nueva directiva se complementa con la más veterana directiva de Desperdicios de Equipos Eléctricos y Electrónicos (WEEE en sus siglas en inglés), que ya definía objetivos de recolección, reciclaje y recuperación de bienes eléctricos.
En California, la legislación obliga desde el pasado verano a que los distribuidores de teléfonos móviles recojan y reciclen terminales en desuso; pese a contar con un gobierno conservador, California pretende liderar un cambio cultural para sacar partido de la responsabilidad social, el desarrollo sostenible y la innovación tecnológica que de ello pueda derivarse. Silicon Valley no esconde su intención “verde”.
Como señala el semanario británico The Economist en su primer número de septiembre de 2006, “varias firmas tecnológicas ya están eliminando de la producción determinadas sustancias químicas y ofreciendo esquemas de reciclaje para facilitar a sus clientes la recogida de aparatos obsoletos”. No obstante, los principales fabricantes informáticos y electrónicos difieren de un modo abismal en este tipo de políticas de sostenibilidad.
Miedo a la campaña de Greenpeace
La veterana organización ecologista logró en agosto una extraordinaria repercusión con su estudio sobre el aumento de la basura electrónica. Greenpeace, que emplea el término “e-waste” para referirse al problema, ideó una polémica lista en la que aparecían clasificados los niveles de eliminación de sustancias químicas y de recogida y reciclaje de aparatos obsoletos alcanzados por las principales multinacionales.
“Para puntuar alto en el ranking de Greenpeace –proseguía la información de The Economist-, las firmas deben asegurarse de que tanto los productos como sus procesos de producción no emplean policloruro de vinilo (PVC) y algunas sustancias BFR (“Brominated Flame Retardants”, Retardadores de Fuego Bromados en español) que no han sido incluidas en la lista de sustancias de la directiva europea RoHS. Greenpeace también quiere que las compañías adopten un ‘principio de precaución’ que eviten el uso de sustancias cuyo impacto ambiental sea incierto”.
En el ranking elaborado por la ONG, que algunas empresas han criticado, el fabricante de móviles finlandés Nokia supera a sus rivales de telefonía e informática, al haber eliminado el PVC de sus productos y haber anunciado que hará lo mismo en 2007 con los BFR. Le siguen Dell, HP, Sony Ericsson, Samsung, Sony y LG Electronics, que parecen haber hecho algún progreso en la eliminación de sustancias tóxicas y el reciclado. Finalmente, un último de firmas –Apple Computer, Acer, Motorola o Lenovo (antigua división informática de IBM)- suspenden estrepitosamente en el estudio de Greenpeace.
Para The Economist, la mayor sorpresa es el pobre resultado de Apple. La empresa dirigida por el respetado emprendedor Steve Jobs y profundamente identificada con la contracultura californiana ha empezado a reciclar algunos equipos y asegura haber eliminado los PVC y BFR de la mayoría de los componentes de sus dispositivos. El fabricante del popular iPod y los ordenadores Macintosh, que cuenta en su consejo de dirección con el ex vicepresidente Al Gore y el consejero delegado de Google, Eric Schmidt, además de uno de los dirigentes más carismáticos de la industria californiana, el propio Jobs, recuerda además que ha reciclado 9.500 toneladas de equipos obsoletos desde 1994.
The Economist acaba su información, titulada “How green is your Apple?” (¿Cuán verde es tu “Apple”?, haciendo un juego de palabras entre la fruta y el nombre de la compañía informática estadounidense), destacando que Greenpeace emplea ahora como modo de difusión de sus campañas el innovador sistema de podcast, consistente en la suscripción a contenidos de audio y vídeo que Apple ha contribuido decisivamente a popularizar con la ayuda del iPod y la tienda iTunes.