Como padre primerizo, reconozco que la seguridad de mi hija, que tiene en estos momentos algo más de seis meses, es la principal prioridad para mí y para su madre (esto suena un poco al discurso de Maradona, el gran Pelusa, quien siempre jura “por la salud de sus hijas”). A diferencia de Ángel Cristo (quien tiene entrada en Wikipedia, por si alguien lo dudaba), Maradona no perderá fácilmente el favor de sus hijas.
De ahí que las primeras páginas de un libro como “Cradle to Cradle” (“De la cuna a la cuna”) adquieren una especial contundencia cuando uno no sólo se preocupa por su propia salud, si no por la de su familia. Los entornos sanos y apacibles no sólo son conformados con acciones y una determinada actitud; también es necesario evitar el mayor número posible de materiales insalubres, perjudiciales o contaminantes en nuestra cotidianeidad.
El despertar sensorial y motriz de un bebé con medio año de existencia es una delicia para los padres. Las diminutas y torpes manos de Inés siempre van por delante de la curiosidad que siente por cada nuevo objeto.
Primero, el bebé apunta su transparente mirada hacia el objetivo. Inés siempre muestra sus intenciones con los brazos extendidos hacia el objeto que haya despertado su interés. Mientras tanto, la boca, apretada y nerviosa, subraya la mirada, con el asombro transparente de la experiencia primera.
Curiosidad primigenia por el plástico
Cualquier objeto despierta su curiosidad, aunque entre sus preferencias se encuentran los juguetes de plástico con colores llamativos y las bolsas de plástico. Sí, el plástico.
Es como si un bebé fuera capaz de asimilar la madera, el mimbre o la porcelana como materiales que siempre han estado ahí, junto al ser humano, desde los primeros asentamientos del neolítico.
Sin embargo, el plástico es un material mágico para Inés; no hay nada en su herencia genética que la prepare para el descubrimiento del plástico.
El ruido de su fricción y el frío tacto de una bolsa de plástico son algo extraterrestre para un bebé. Gu gu. De ahí que los pediatras siempre avisen sobre la peligrosidad de las bolsas de plástico en las manos de un bebé. Se han dado casos de asfixia.
Lo que Inés no sabrá hasta dentro de muchos años es que el mundo adulto ha hecho del plástico derivado del petróleo uno de los productos más exitosos y necesarios para la sociedad desde el fin de la II Guerra Mundial.
En plástico es empleado en todo tipo de bienes industriales y de consumo, en la construcción y el mobiliario urbano y, también, en los satélites creados por el hombre y la Estación Espacial Internacional.
En los pueblos, sólo los mayores se acuerdan de que, antes del plástico, los enseres cotidianos eran de madera, latón, cobre, hierro forjado y otros materiales tradicionales, empleados durante milenios.
Los calderos de plástico, a diferencia de aquellos vendidos por los pueblos de España por los quincalleros en los años de posguerra, que eran de latón más o menos duradero, no aguantan la lumbre, pero son tan baratos que se venden en las tiendas de todo a cien y, al fin y al cabo, la lumbre es ahora microondas, incluso en los pueblos. La quincalla no es más que metal barato.
El lío de Mattel
Con la historia de Mattel ha ocurrido como con cualquier información de alcance internacional que se inicia con un comunicado corporativo, en este caso de la compañía juguetera más grande del mundo en volumen de beneficios, la californiana Mattel.
Lo que ocurre es que son las agencias de noticias quienes cubren casi exclusivamente la información. Los medios de comunicación de todo el mundo, tanto los prestigiosos y creíbles como los que no lo son, se dedican a editar la información que proviene de las agencias.
Es rápido, barato y, debido a Internet, carece de demasiado valor, ya que lo que uno encuentra tras un suceso como el de Mattel (ahora pasaremos a hablar de él) es una especie de eco repetitivo que repite y manosea, del modo más torpe, los tres o cuatro datos que se tienen.
Lo ocurrido: Mattel anunció a principios de agosto que retirará en todo el mundo alrededor de 1,5 millones de juguetes de su filial Fisher-Price hechos en China porque se empleó en ellos una pintura con altos índices de plomo. Posteriormente, anunciaba más llamadas a fábrica de sus productos:
- La multinacional sacará del mercado 18,2 millones de juguetes, distribuidos en todo el mundo. Todos habían sido fabricados por una empresa china subcontratada por Mattel. Los juguetes afectados son modelos de populares personajes para los niños. Es algo que corrobora lo que me temía: creo que estoy perdiendo cultura general en el universo de productos y cultura pop para las masas, ya que desconocía, hasta que saltó la noticia, que miles de niños en todo el mundo reconocen sin problemas a Polly Pocket, Doggy Day Care, Sarge o la perrita Tanner. Los únicos juguetes afectados que me resultan familiares no son precisamente actuales: Big Bird (la Gallina Caponata para los seguidores españoles de Barrio Sésamo) y Barbie.
- A principios de agosto, Mattel anunciaba la retirada de 1,5 millones de juguetes con exceso de plomo de su filial Fisher Price. Se trata de Elmo, Dora y el mencionado Big Bird.
- Los productos con la pintura que contiene dosis elevadas de plomo, muy tóxico para el cuerpo humano, fueron vendidos entre mayo y agosto de 2007, a precios de entre 5 y 40 dólares.
- Sólo en España, Mattel se ha comprometido a retirar 500.000 de sus juguetes.
- El plomo, cuyo uso en pinturas está prohibido tanto en China como en casi todos los países occidentales, puede causar problemas de concentración, memoria, déficit cognitivos y trastornos de comportamiento en los niños, con cerebros en plena fase de desarrollo.
¿Quién es Early Light Industrial?
Los juguetes defectuosos fueron fabricados por Early Light Industrial, uno de los proveedores de Mattel en China, que a su vez subcontrató la pintura de los componentes a otra empresa, Hong Li Da (HLD).
Esta subcontrata, que Early Light Industrial no comunicó a Mattel, ya que la empresa exigió a la empresa china que empleara su propia pintura, habría provocado el uso de pintura con plomo.
Según The Economist (a través de la noticia China’s toxic toymaker, o El fabricante chino de juguetes tóxicos; de los medios que he consultado para redactar esta entrada, es el único que parece haber investigado más allá de la nota de Reuters), paradójicamente, la industria juguetera china que trabaja para grandes empresas occidentales ha mejorado las condiciones laborales de sus trabajadores en los últimos años y ha aumentado los estándares de calidad de sus productos.
Las empresas que, como la que fabricó los productos de Mattel, cuentan con grandes contratos de multinacionales, suelen tener mejores condiciones laborales e intentan cumplir con las exigencias impuestas por el contratista, se apunta desde The Economist.
Las empresas con pequeños e inestables contratos ofrecen peores condiciones a sus trabajadores y podrían emplear productos de peor calidad.
Las condiciones laborales en China no son comparables a las que serían tolerables por la Unión Europea, Japón o Norteamérica, pese a que el país cuenta con una normativa laboral homologable según los estándares recomendados por la Organización Internacional del Trabajo. El problema, como puede comprobarse en el documental China Blue, de Micha X. Peled, es que pocos empresarios cumplen en China con la política laboral del país.
El culpable
Uno no sabe hasta qué punto el culpable de la situación es un fabricante subcontratado chino al que se le aprietan las tuercas para que ofrezca los precios más competitivos posibles o, en cambio, en lugar del propio fabricante, con sede en California.
El consumidor compra un juguete a Mattel, cuyas acciones cotizan en Nueva York y cuya sede se encuentra en El Segundo, California, Estados Unidos de América.
Estados Unidos, tan enemigo del populismo que gana enteros en Latinoamérica (Andrés Manuel López Obrador estuvo a un paso de ganar en México, la segunda economía de la región tras Brasil; Correa, Morales y Chávez gustan de atizar a sus votantes con octavillas en contra del “imperialismo” de EEUU con fotos junto a Fidel Castro, el único político inmortal, según Chávez, sin que sepamos si se refiere a su longevidad como dirigente de Cuba; sin olvidar a otros dirigentes de izquierda, en este caso más “homologables” internacionalmente, como Lula da Silva o Néstor Kirchner), parece practicarlo cuando conviene, sin rubor.
Varios incidentes con productos fabricados en China han sido utilizados por políticos, líderes de opinión y medios de comunicación para señalar al enemigo chino, que produce más y más barato y se ha conjurado destruir el país de las oportunidades.
Más que mirar hacia China, los estadounidenses deberían hacerlo hacia quienes importan masivamente, y sin los controles necesarios, productos a precio de saldo desde el gigante asiático.
Wal-Mart, aunque también las multinacionales textiles, del juguete, electrónicas e informáticas de Estados Unidos, fabrican sus productos -o algún componente de éstos- en China. Es algo que también puede verse en China Blue.
Entre los últimos incidentes con productos chinos con gran repercusión mediática en Estados Unidos, destacan:
- A principios de 2007, se descubrió que comida para animales china contenía melamina, un producto químico venenoso que pudo causar la muerte de varios animales.
- También en 2007, se descubrió pasta de dientes con un producto químico peligroso, utilizado en disolventes y anticongelantes.
- En junio, se bloquearon las importaciones de productos del mar hasta que los proveedores chinos prueben que los alimentos están libres de residuos tóxicos.
- Mattel no sólo ha retirado productos que contienen pintura con plomo, sino también varios modelos que incluían un imán que podía desprenderse del juguete. Los imanes, de ser ingeridos, podrían causar graves problemas de salud, aunque Mattel afirma que no se ha registrado ningún caso.
Sea como fuere, Mattel tiene que asegurarse de que todos los productos susceptibles de contener pintura con plomo o imanes defectuosos son retirados del mercado, además de indemnizar a quienes ya hubieran comprado alguno de los juguetes.
En Occidente, nadie se acordará de una breve noticia que apareció en el Diario del Pueblo, uno de los periódicos oficiales chinos (recordar que China no es un país democrático que prohibe la libertad de prensa y exige a las empresas occidentales atenerse a estas leyes, como han hecho Google, Yahoo! o Microsoft, entre otras compañías), el pasado 14 de agosto.
La noticia anunciaba la muerte de Zhang Shuhong, que decidió colgarse con una soga. Era uno de los propietarios de la firma que producía los juguetes para Mattel.
Érase un juguete a un logotipo pegado
Inés tiene varios juguetes de la firma Fisher-Price, aunque no están en la fatídica lista.
Cuando uno compra o recibe como regalo para sus hijos un juguete de alguna de las principales marcas, varios patrones se repiten:
- El empaquetado de los productos es extremadamente exigente. Si se trata de, pongamos por caso, un dado de plástico con relieves de colores en cada uno de sus lados y el tamaño de un bote de lápices, como los que tiene Inés, el cubo de plástico vendrá asido con un fuerte alambre recubierto de plástico y éste, a su vez, se adentrará en una estructura de cartón rígido no permite no ya mover el juguete, sino sacarlo de semejante estructura blindada.
- El logotipo de turno (ya sea Fisher-Price, ya se trate de Bandai o cualquier otra marca) aparecerá integrado en un lugar preeminente del juguete, como si la marca deseara que el bebé empezara a reconocer lo que va a ser una constante durante el resto de su vida: cada objeto debe tener una marca y, quien dice marca, dice logotipo. Y quien dice reconocimiento de logotipo, dice fidelización del cliente, abrazo de la cultura del consumo y otras cuestiones que me ahorraré para no convertir esto en un panfleto demagógico.
- El plástico es omnipresente en los juguetes infantiles, sobre todo en los dirigidos a los bebés como Inés, que pasará los siguientes meses de su vida analizando objetos y metiéndoselos en la boca.
- Diciéndolo de otro modo, Inés introducirá en su boca, respirará y pondrá sus recién estrenados y sanos pulmones en contacto con sustancias y partículas empleadas en los juguetes de plástico.
Si estos juguetes cumplen con la normativa, quizá se trate sólo de plástico y de logotipos de los que desconfiamos, dada su preponderancia en el juguete.
¿Qué ocurre si el juguete incorpora, además, una pintura con plomo y otras sustancias tóxicas?
La evolución de los juguetes
Recuerdo haber visto hace cierto tiempo en la tele una noticia de esas catalogadas como “sociedad” o “cosas de la vida” acerca de una exposición sobre juguetes ideados por niños africanos.
La falta de acceso a los estandarizados y a menudo poco imaginativos juguetes de las tiendas en los países ricos había agudizado en ingenio de unos niños capaces de construir coches de alambre, peonzas de madera raída, muñecos a base de derechos y balones de fútbol multicolores, con decenas de parches distintos.
No sería muy diferente en España hace dos generaciones. Como el cambio de los enseres de latón, cobre y madera a los de plástico, no acaba de convencerme el cambio desde los juguetes imaginativos (para un bebé de seis meses, ¿no es acaso cada objeto un juguete en potencia?), por los juguetes de plástico brillante con gran logotipo.
¿Repensar el modo en que fabricamos las cosas?
A modo de reflexión, voy a traducir la primera página del libro Crade to Cradle: Remaking the Way We Make Things (De la cuna a la cuna: rehaciendo el modo de hacer las cosas), que se ha merecido un espacio entre los libros y documentación de consulta que se agolpan en mi mesa de trabajo.
La traducción (que realizo del inglés y no coincidirá al pie de la letra con otras traducciones), también me refrescará la memoria.
No es el inicio de Platero y yo (esa descripción que parece hecha por un niño), o de Cien años de soledad (esa primera descripción piedras que parecen huevos de dinosaurio; eso sólo puede escribirlo un niño grande), pero merece la pena acercarse al libro.
Allá va:
Por fin. Has encontrado finalmente el tiempo necesario para
recostarte en tu sillón, relajarte y coger un libro (digamos, la
primera página de Platero y yo o la primera página de Cien años de
soledad; esto es una aportación del blog; no sale en la primera página
de Cradle to cradle). Tu hija está usando el ordenador en la habitación
contigua mientras el bebé gatea sobre la alfombra y juega con un montón
de juguetes de plástico de colores. ¿Podría haber para ti otra imagen
con mayor paz, comodidad y seguridad?
Volvamos a echar un vistazo con mayor profundidad. Primero, al cómodo
sillón en el que estás recostado. ¿Sabías que su tejido contiene
materiales mutagénicos, metales pesados, productos químicos peligros,
así como tintes que son a menudo catalogados como peligrosos, excepto
hasta cuando son presentados y vendidos al consumidor? A medida que te
mueves en el sillón, las partículas del tejido, y con ellas los
materiales peligrosos, se desgastan y llegan a tu nariz, boca y
pulmones. ¿Estaban estas partículas entre las opciones cuando
encargaste el sillón?
El ordenador que usa tu hija -¿sabías que contiene más de un millar de
diferentes tipos de material, incluyendo gases tóxicos, metales
peligrosos (como cadmio, plomo y mercurio), ácidos, plásticos,
substancias clorinadas (con cloro) y brominadas (con bromo), y otros
aditivos?-. Se ha comprobado que el polvo de algunos cartuchos de
impresora contiene níquel, cobalto y mercurio, sustancias perjudiciales
para el ser humano y que hija debe estar inhalando mientras lees. ¿Es
esto sensible? ¿Es necesario? Obviamente, algunos de estos miles de
materiales son esenciales para el funcionamiento del ordenador. ¿Qué
pasará con ellos cuando tu familia decida desechar el ordenador en unos
cuantos años?
Y aquí acaba la primera página de este libro. Sin duda, un inicio prometedor que nada desmerece la lectura o relectura de una buena novela.
Quienes empiezan en septiembre las vacaciones, o quienes vuelven de ellas y se disponen a encontrar una lectura amena para el fin del verano, tienen en Cradle to cradle una opción más que válida.
Mientras trabajaba en esta entrada de blog, Inés ha estado durante un rato tras de mí, jugando con juguetes de plástico Fisher Price sobre una manta acrílica que nos regalaron en su nacimiento.
Bajo la manta, se extiende la alfombra del despacho, que intercambié hace ahora un año por un teléfono móvil usado Sony Ericsson T610 y 150 euros, en la falda del monte Toubkal, en el Atlas marroquí, a unas dos horas y media de Marrakech. Inés era un simple embrión.
La alfombra está tejida a mano y tiene tintes naturales. Es un buen trabajo artesanal. El vendedor nos invitó a té verde y charlamos con él antes de volver a Marrakech. Tanto él como yo pensamos -entonces y ahora- que habíamos hecho un buen negocio.
No obstante, yo le ofrecí únicamente dinero y un trozo de plástico, hablando en términos Cradle to cradle. Confieso sentir la vergüenza y el pudor de quien contribuye a extender el uso de estos aparatos. No es una reacción de “rabia contra la máquina”, sino de “abanderado arrepentido de la cultura occidental y del plástico.”