Quizá sin habérselo propuesto, Garri Kaspárov es una de esas personalidades únicas que protagonizan varios instantes simbólicos que serán recordados: como maestro de ajedrez, como el humano derrotado por una máquina en este mismo juego en la famosa contienda ante Deep Blue… y, por sentido de la responsabilidad, como personaje público crítico con la relación entre las instituciones de su país y el crimen organizado.
Ha pagado un precio por ello: se sabe objetivo de cualquier “accidente”, algo que puede ocurrir incluso en su vigilada vida cotidiana en Manhattan, donde vive un exilio voluntario.
Desde hace algo más de una década, sus guardaespaldas llevan consigo agua y comida para cualquier emergencia. El envenenamiento ha sido usado con frecuencia en asesinatos de opositores al régimen ruso.
Anyone can edit Wikipedia, but only the KGB can edit Wikileaks.
— Garry Kasparov (@Kasparov63) October 8, 2016
El ajedrecista retirado, campeón del mundo entre 1985 y 2000, combina una sólida formación intelectual (demostrada en ensayos, conferencias, declaraciones) y las convicciones democráticas que ha manifestado: anhelo de separación real de poderes para lograr una sociedad con una clase media mayoritaria, próspera y educada, etc.
Esta posición lo hacen especialmente molesto en el entorno de Vladímir Putin.
Avisando sobre un largo invierno
Además de responsabilidad, Kaspárov acumula el carisma de quien, por estatus público logrado con consistencia y sin estridencias, es capaz de hablar con valentía de lo mucho que chirría en la Rusia contemporánea, desde el autoritarismo del régimen de Putin -quien ya no disimula lo que piensa de una opinión pública libre, de la separación de poderes o del proceso democrático- a la profunda corrupción que afecta a todas las esferas de la sociedad.
Pese a signos indudables del deterioro democrático de Rusia y a sus agresivas aspiraciones internacionales, reconvirtiendo el viejo servicio de inteligencia soviético en una compleja red de intereses y espionaje digital y sobre el terreno al servicio del círculo de oligarcas en torno a Putin, Garri Kaspárov sigue denunciando las irregularidades más flagrantes, a la vez que se imagina como eterno candidato opositor.
Nacionalizado croata desde 2014, Kaspárov es consciente de que su discurso moderado y favorable al modelo liberal ilustrado ha perdido fuelle en Rusia… como también lo ha hecho -coincidiendo con el deterioro económico de las clases medias- en Occidente.
Pero el intelectual nacido en Bakú no aspira a competir en popularidad con Putin o Trump, conformándose con denunciar la irresponsable deriva de ambos personajes, conectados por muchas más cosas de las que el flamante presidente estadounidense está dispuesto a reconocer.
Cuando el periodismo
Pese a su influencia sobre la oposición democrática rusa (a través de la plataforma opositora La Otra Rusia), el ex ajedrecista no alcanza el carisma de Putin, construido sobre un efectivo populismo que apenas tuvo que aprovechar -modernizándola- la vieja estructura de culto al líder existente en la URSS, desde que Stalin se deshiciera de las aspiraciones democráticas del viejo comunismo con el asesinato de Trotsky en México.
Su profundo conocimiento del efectivo régimen cleptocrático de Putin habrá convertido el ascenso de Trump en la democracia liberal más admirada del mundo en todo un suplicio para quien ha sabido oponerse al clientelismo que le habría hecho un discreto hueco junto al poder político y económico, evolucionando desde su participación en el viejo Partido Comunista soviético (en el Comité Central del Komsomol) a movimientos cívicos que pretenden salvaguardar la democracia electoral y las libertades individuales en un país falto de referentes democráticos propios en el pasado, al pasar de un zarismo casi feudal al modelo soviético.
Every time I think we've captured all the Trump-Russian links, a new one pops up–need a Wikipedia like effort on this @Parsifalssister pic.twitter.com/uoX6zPrZhC
— Adam Khan (@Khanoisseur) January 13, 2017
En 2017, ni las autoridades ni la población rusa saben si celebrar el centenario de la Revolución Bolchevique, o lamentar el coste del mayor experimento comunista que ha vivido el mundo.
Quienes creen que Rusia se baña en prosperidad gracias a su testosterónico líder, olvida que, en indicadores como la esperanza de vida, la renta per cápita, el índice de desarrollo humano o el PIB, la Federación Rusa se aleja de los países desarrollados. Australia (24 millones de habitantes) alcanzó un PIB más elevado que Rusia (143 millones de habitantes) en 2016. No hay enjambre de troles que maquille ese dato.
La novela negra no daría abasto
Vladímir Putin ha sabido acallar las disidencias internas amedrentando a medios y acallando a críticos con información comprometida sobre los métodos e intereses del mandatario, que aprendió sobre política internacional como miembro de Instituto Andrópov (academia de élite del KGB) y espía sobre el terreno en Dresde, desde donde asistió al desmoronamiento del Bloque Soviético.
La periodista Anna Politkovskaya fue asesinada el 7 de octubre de 2000, día del cumpleaños de Putin, cuando distintos poderes fácticos de la Rusia post-Yeltsin se dirimían entre un régimen democrático de corte Occidental liberal y varios sucedáneos con distintos niveles de control oligárquico: los viejos intereses de las élites del Partido Comunista compitieron por la explotación privada de empresas y recursos energéticos.
En apenas unos años, los rivales en el plan estratégico y energético acabaron en la cárcel. El oligarca mediático Vladímir Gusinski acabó entre rejas en 2000 (después huiría del país); el empresario y rival potencial del círculo de Putin, Mijaíl Jodorkovski, se atrevió a desvelar planes favorables a un Estado de Derecho con garantías y acabó en la cárcel en 2003. Desde entonces, su fortuna se ha evaporado.
Un huésped de hotel que sabía demasiado
Otros casos oscuros, desde el envenenamiento en Londres de alguien que sabía demasiado (el ex espía Alexander Litvinenko, víctima una potente sustancia radiactiva), al candidato presidencial ucraniano Viktor Yushchenko (que sufre lesiones irreparables en su aspecto desde su envenenamiento con dioxinas en 2006).
La lista de empresarios díscolos, activistas, periodistas e intelectuales de la Federación Rusa que han sufrido ataques o muerto en extrañas circunstancias es larga y sigue ampliándose:
- el periodista de investigación Yuri Shchekochikhin fue callado a tiros en Moscú en 2003;
- las periodistas Natalia Estemírova y Anastasia Baburova fueron asesinadas en 2009, como ocurrió también con el abogado defensor de los derechos humanos Stanislav Markélov (Medvedev era presidente entre 2008 y 2011, pero hay pocas dudas sobre quién detentaba el poder);
- en 2013, le llegó el turno a un oligarca díscolo, Boris Berezovsky, asesinado en el Reino Unido (donde había logrado asilo);
- en 2015, fue el turno de otro opositor de peso, el político liberal Boris Nemtsov.
El 5 de noviembre de 2015, el productor y empresario televisivo Mijaíl Lesin fue encontrado muerto en un hotel de Washington.
Los resultados del estudio forense no se publicaron hasta cuatro meses más tarde. Lesin, que había sido asesor mediático de Putin pero sabía demasiado (incluyendo detalles bélicos y de contraespionaje digital, desde granjas de agitación propagandística a la relación entre Julian Assange y la inteligencia rusa).
Troles con licencia de servicio secreto
Según el forense, Lesin habría muerto de lesiones contundentes en cabeza, cuello, torso, extremidades superiores e inferiores. Así acababa la vida de alguien que había sido ministro de Información entre 1999 y 2004, con Putin en la presidencia.
La intención del ejecutivo, fundador de RT era crear una presencia mediática rusa internacional en inglés, capaz de atesorar cierta credibilidad, con un código deontológico equiparable al de los grandes medios occidentales.
Sólo esfuerzos periodísticos individuales y el único repositorio con audiencia, contenido y edición transparentes, Wikipedia, dan cuenta detallada y recopilan fuentes de estos acontecimientos.
Lesin, as founder of RT/top Putin aide had skinny on Putin's grooming of Assange, how much he was paid for RT show @JAQ_1001 @JMichaelWaller pic.twitter.com/KVimlOjkwe
— Adam Khan (@Khanoisseur) January 17, 2017
Son apenas la punta del iceberg. Y, como apuntaba una información de The New York Times en agosto de 2016, los opositores al ex KGB siguen desapareciendo.
El amedrentamiento (por no hablar de aniquilación) de la sociedad civil repercute sobre el grado de contestación entre la opinión pública rusa, que permite a su Administración centrarse con destreza estratégica en una influencia geopolítica que contrarreste las consecuencias económicas de las sanciones impuestas por la UE y Estados Unidos tras la ofensiva contra Ucrania y la invasión de Crimea.
El mayor riesgo del “soft power” anglosajón: las amistades peligrosas
Es sólo el principio: la amenaza rusa en el Este, desde el Mar Negro al Báltico, la influencia en Oriente Próximo a través del apoyo a Asad, el posible rearme de Serbia en los Balcanes, la promoción de una nueva alianza con Trump que situaría a la OTAN en una posición incómoda, cuando no obsoleta…
Al menos desde el punto de vista informativo, el mundo anglosajón se acerca al líder ruso, ante la estupefacción europea, a expensas de Estados Unidos y Reino Unido tanto en “soft power” (terreno cultural, educativo, científico, tecnológico) y militar. La Unión Europea necesita un plan propio, pero carece de ejército y entidades de “soft power” paneuropeas con el atractivo y la capacidad cohesionadora del contenido en inglés.
Happy birthday to us! Thank you for 16 years. https://t.co/zDDQ7HyPtN #wikipediaday pic.twitter.com/cWqlOEUjt8
— Wikipedia (@Wikipedia) January 15, 2017
En este contexto, la pérdida de credibilidad de los medios tradicionales y la segmentación de los nuevos canales de distribución -donde se impone lo chocante, lo sensacional, lo que hace ruido-, debilitan a cualquier administración que pretenda gobernar con responsabilidad.
El calendario electoral europeo para 2017, que incluye elecciones alemanas y francesas, probará la fortaleza de las viejas democracias liberales en un momento en que cualquier decisión polémica es terreno abonado para la agitación propagandística. Trump vuelve a coincidir con Putin y ataca directamente a Angela Merkel, mientras flirtea con la extrema derecha de Europa Occidental. Los europeos no deberían equivocarse de bando.
Sistemas de información transparentes vs. las “cajas negras” de Silicon Valley
Cuando una democracia incipiente cede terreno a un autoritarismo asentado en el imaginario colectivo de un país, todo sirve. Desde el ataque y eliminación de periodistas de investigación; a la represión y aniquilación de oligarcas díscolos; pasando por la represión de libertades individuales: auspicio de ataques a artistas como Pussy Riot, tolerancia ante repetidos delitos homófobos, y cancelando cualquier protección efectiva de la víctima legislación contra la violencia doméstica.
La pérdida de legitimidad democrática en un país que todavía muestra su ambivalencia al interpretar los años soviéticos incrementa la importancia y credibilidad de cualquier medio con vocación de veracidad y transparencia, que no dude en dar cuenta de las efemérides más loadas, pero también las más macabras.
Wikipedia y su vocación universal molestan en países como Rusia, lo que explicaría por qué el Kremlin bloquea el sitio desde 2015.
Los regímenes que actúan con la opacidad del crimen organizado y no cuentan con una opinión pública que pueda servirse de una prensa libre y no amenazada, son conscientes del riesgo que representan repositorios basados en la transparencia, la colaboración democrática y el pensamiento crítico como Wikipedia.
Extremismos que se retroalimentan
Garri Kaspárov lo resumía en octubre de 2016 de la siguiente manera:
“Cualquiera puede editar Wikipedia, pero sólo el KGB puede editar Wikileaks.”
Mientras el primer medio no tiene nada que ocultar a sus usuarios, a los que invita a participar siempre que éstos se atengan a hacerlo con responsabilidad y vocación de servicio a la comunidad, el segundo medio es una caja negra cuya estrategia de diseminación información clasificada coincide asombrosamente con la agenda de Vladímir Putin… y con la de Donald Trump y sus colaboradores.
A diferencia de rumores infundados ampliamente cubiertos durante la campaña electoral estadounidense, como la supuesta relación entre la muerte de un miembro díscolo de la convención demócrata y el entorno de Hillary Clinton, los lazos entre la red de crimen organizado asistida por un Estado foráneo (Rusia) y los negocios de la familia Trump apenas fueron investigados.
En un entorno mediático como el actual, la información compite por su atractivo y valores como la veracidad y la aspiración empírica han perdido valor para ciudadanos y líderes de opinión.
Most democratic frameworks rely on civil society and good faith on all sides. Hyper-partisanship bends them. Authoritarianism breaks them.
— Garry Kasparov (@Kasparov63) January 15, 2017
Como ocurrió en la Europa de entreguerras (la Europa de fenómenos como el auge de los -ismos artísticos e ideológicos, así como la AgitProp -agitación propagandística- que los acompañó, estrenando los entonces inéditos medios de masas), los maximalismos de cada facción se alimentan de información fabricada a medida en medios afines.
Cuando los actores actúan con mala fe deliberada
Sin una información ponderada hegemónica, las instituciones que sostenían lo que pensábamos irrenunciable (la próspera y aburrida estabilidad de las democracias liberales, con su perfectible pero notable separación de poderes y sistema de contrapesos, vigilancia -opinión pública/periodismo/intelectuales-, etc.) muestran una asombrosa impotencia ante los exabruptos del mundo anglosajón en 2016: Brexit y el ascenso de Donald Trump.
Kaspárov, lector de los clásicos de la Ilustración y profundo conocedor de la democracia estadounidense, admirada por lo que tiene de experimento explícitamente humano, no tutelado por dioses ni derechos de sangre, comparte su preocupación sobre lo que ocurre, avisando de uno de los riesgos de manual que se avecinan en su ensayo Winter is Coming (2016).
Cuando cada uno tira de la cuerda hacia sus intereses hasta que no da más de sí, se entra en una dinámica en la que no hay réditos sensatos y estables para nadie:
“La mayoría de los marcos democráticos dependen de la sociedad civil y de la buena fe de todos los bandos. La polarización deforma estos sistemas. Las actitudes autoritarias los rompen.”
El descrédito que padecen las estructuras de poder tradicionales no está sólo relacionado con el estancamiento de salarios y prosperidad en las clases medias del mundo desarrollado, sino que se nutre de la debilidad de un mundo jerárquico que da paso a una superestructura de información que tiene alcance global y es, por naturaleza, descentralizada, mientras los Estados mantienen su representatividad tradicional (sin la sanción de credibilidad que otorgaban los viejos medios e intelectuales reconocidos, con peso real entre la opinión pública).
Wikipedia: de experimento sin credibilidad a ejemplo para medios y Silicon Valley
Y, en la transición entre el viejo modelo de medios de masas a una sociedad de la información de audiencias atomizadas, la tecnología (el software, los repositorios) retiene el valor y domina la distribución de un contenido creado por medios tradicionales, por usuarios… y por cualquiera que desee diseminar información según sus intereses (sin la necesidad de asumir un rol ético, ni mucho menos una aspiración empírica, como sí tenía el periodismo tradicional).
La debilidad de los referentes periodísticos tradicionales ha sido evidenciada con fenómenos como la personalización informativa, la polarización y los silos de noticias que alimentan estados de opinión segmentados, o el repunte de la agitación propagandística con fines desestabilizadores (con efecto amplificado gracias a la facilidad para crear cabeceras falsas, crear información y distribuirla sin apenas coste).
En el nuevo escenario, hay buenas y malas noticias:
- la descentralización y anarquía del nuevo modelo abre la puerta a grupos poderosos (empresarios, crimen organizado, gobiernos hostiles… o una mezcla de estos tres actores);
- pero la misma estructura sin centro ni filtros informativos que permite fenómenos como la información que, con mala fe deliberada, pretende distribuir teorías conspirativas o hechos fabricados con fines desestabilizadores (llamemos a este fenómeno “noticias falsas”, AgitProp, propaganda masiva o como prefiramos), también sirve para distribuir conocimiento legítimo desde cualquiera al resto del mundo, permitiendo el periodismo ciudadano o la colaboración masiva para crear bases de datos con información creada y editada por cualquiera (wikis).
Cuando el periodismo iba a ser “mejorado” con Internet
Y, precisamente, en el descorazonador presente para el viejo periodismo, sobrepasado por un enjambre de sensacionalismo azucarado (cebo de clics o “clickbait”, como el promovido desde Macedonia por granjas de contenido) o agitación propagandística (desde Breitbart y Drudge Report, en la órbita del nuevo presidente de Estados Unidos, a las granjas de contenido propagandístico en la órbita de Rusia y otros regímenes totalitarios), son los ciudadanos informados y los sistemas informativos abiertos y colectivos, como Wikipedia, los ejemplos destacados de socratismo (entendido como conocimiento legítimo) de un momento oscuro.
El modelo de distribución digital actual está dominado por el utilitarismo de las grandes compañías de Silicon Valley, que oponen al sistema informativo abierto y transparente de Wikipedia -que ha blindado su vocación ética supeditando sus beneficios a la sostenibilidad económica de una organización que funciona, tributa y cuenta con los controles de una Fundación-, un sistema dominado por empresas privadas que pretenden maximizar la ganancia económica por encima de cualquier consideración.
El rendimiento utilitarista, medido en audiencia/influencia (objetivo de propagandistas) o en beneficio (objetivo de redes sociales, repositorios de información descentralizada y los medios sensacionalistas que aprovechan el nuevo modelo de bajo coste), cuenta con sistemas cerrados en su núcleo, o “cajas negras”: los algoritmos de inteligencia artificial de las redes sociales son el equivalente digital al secretismo industrial de antaño, una fórmula de la Coca-Cola que cambia gracias a técnicas como el aprendizaje automático…
Agitación propagandística en la era del “machine learning”
Ya sea una máquina o un humano quien decida en última instancia, los repositorios de información de Silicon Valley actúan como filtro y ofrecen a sus usuarios unos contenidos, en detrimento de otros.
Si los únicos raseros con los que estos contenidos logran mayor impacto son la promoción económica (inversión publicitaria) o la popularidad (que puede basarse en el sesgo o la mentira impactante), factores informativos como la credibilidad y el análisis retroceden ante el dictado de lo simplemente “popular”.
Ocurre algo similar con las nuevas personalidades políticas, cuyo mérito sobre anteriores modelos meritocráticos/tecnocráticos es, precisamente, su desconocimiento del funcionamiento del sistema. El carisma de alguien deleznable (Trump) se opone al oficio y responsabilidad de alguien demasiado serio, responsable e “insider” (Hillary).
Un entorno como el actual, ciudadanos informados sin miedo (como el inversor de capital riesgo Adam Khan, que usa su cuenta de Twitter para investigar sobre las relaciones turbias entre Donald Trump, el crimen organizado y el Kremlin), y sistemas informativos abiertos y transparentes (capaces de combinar el riesgo y beneficios de la edición y la supervisión por cualquiera -con sus debidos contrapesos de supervisión interna para evitar contiendas entre “propagandistas”-), como Wikipedia, son los únicos contrapesos con credibilidad ante la oleada de descrédito del periodismo tradicional y la maraña de agitación propagandística que infesta las redes sociales.
Ética, utilitarismo, información y opinión pública
No es suficiente. Sin una opinión pública interesada por distinguir entre la información veraz (o que aspire a una veracidad posible en cada contexto, con o sin línea editorial marcada) y la falacia sensacionalista, la decisión que permite a personas con distintos intereses converger en temas colectivos por un sentido de la responsabilidad respaldado por una información libre y de calidad, se diluye hasta un tribal sálvese quien pueda.
El viejo sistema de poderes e intereses, a menudo criticados por su supuesto elitismo y opacidad desde la línea editorial de los medios más influyentes a la influencia del sistema financiero y empresarial sobre las administraciones (a través de grupos de presión, etc.), carece de la capacidad de influencia de épocas pretéritas, como demuestra la inmunidad de extremistas de nuevo cuño, respaldados por sus propias redes de apoyo informativo y agitación propagandística.
Paradojas de la nueva información descentralizada, que debía habernos llevado a un ecosistema con mayor transparencia: el sensacionalismo, antes sin credibilidad y apenas un nicho, ocupa una centralidad en el consumo informativo digital.
El cebo de clics y la viralidad de noticias falsas en redes sociales atrae a visitantes no sólo ante información sesgada sobre celebridades y nimiedades sin importancia.
El mecanismo también disemina, con facilidad y coste marginal, toda propaganda personalizada que favorezca los intereses del emisor, sean puramente económicos, o estratégicos, como la influencia rusa en la elección estadounidense, un precedente del que pronto conoceremos más detalles, tras analizar su papel en las próximas elecciones alemanas y francesas.
Cuando lo legítimo es desacreditado por la multitud digital teledirigida
Con el descrédito de los medios tradicionales ante la opinión pública en los países tradicionales (donde los ciudadanos critican de “elitistas” a los únicos filtros creíbles que los separan de una dieta informativa sesgada y contraria a sus propios intereses), los únicos sistemas de información que retienen credibilidad y relatan con vocación de veracidad y transparencia lo que ocurre giran en torno a Wikipedia.
Cuando los repositorios de contenido de Silicon Valley, empezando por Facebook, declaran que no son responsables de la información diseminada en sus plataformas, ni mucho menos de su veracidad (mientras, a la vez, prohíben con éxito cualquier desnudo gráfico usando algoritmos aprendizaje automático), aclaran su vocación puramente utilitaria.
Al parecer, los bulos, si son virales y generan actividad para presentar publicidad contextual, buenos son… Hasta que un grupo suficiente de usuarios se plante y demande técnicas de filtrado de información sesgada, tendenciosa y con mala fe deliberada, destinada a intoxicar al público con técnicas de agitación propagandística que creíamos obsoletas en Occidente desde fines de la II Guerra Mundial.
Mundos paralelos
The Guardian explica cómo un alud de información extremista se ha hecho con las audiencias y las posiciones más preciadas de motores de búsqueda y redes sociales, creando una popular realidad paralela en la que todo vale: desde teorías que restituyen a Hitler a justificaciones del supremacismo blanco o argumentaciones prefabricadas sobre la supuesta maquinaria judía que domina el mundo.
El extenso artículo de The Guardian muestra un gráfico donde se observa a un conjunto de medios de comunicación y repositorios de Silicon Valley literalmente rodeados por enjambres de sitios propagandísticos, los más populares de los cuales diseminan información de extrema derecha: los investigadores han contabilizado 1,3 millones de enlaces que ligan estos sitios de información falsa con los principales medios y repositorios.
Los expertos ya hablan de una “guerra informativa”.
En esta realidad paralela colonizada por la extrema derecha, el chivo expiatorio toma la forma de musulmanes, mujeres, judíos, negros, el Holocausto… Jonathan Albright, investigador de la Universidad Elon de Carolina del Norte, no cree que este ecosistema pueda frenarse, al haber logrado mayor popularidad que el resto de actores.
La edición humana
Ante la pregunta de The Guardian de si este ecosistema de propaganda tiene vida propia, Albright responde:
“Sí, y está aprendiendo. Se está fortaleciendo cada día que pasa.”
Los repositorios de Internet más influyentes mantienen su ventaja competitiva invirtiendo en Inteligencia Artificial y sus algoritmos son protegidos del público y los competidores como una caja negra, lo que alienta la innovación de quienes quieren aprovechar esta opacidad para sus propios fines. La inteligencia rusa es uno de los ganadores en este nuevo escenario.
Por el contrario, Wikipedia permite a cualquiera participar en la edición de un contenido, pero también marcar información dudosa o ataques desde posiciones extremistas a determinado contenido polémico o con elevada significación geopolítica.
¿Y si esta descomunal enciclopedia colectiva (que celebraba recientemente su decimosexto aniversario), constituyera el mejor ejemplo de los frutos que puede conceder la colaboración voluntaria de quienes, al participar en su edición, lo hacen con ponderación y responsabilidad, supeditando su “deber” de veracidad a sus propios intereses ante los hechos?
Incluso Facebook toma nota del sistema de colaboración instaurado por Wikipedia en su década y media de vida para detectar falsedades y ataques a la veracidad. Facebook avanza tímidamente hacia un sistema que permita al menos marcar una información compartida como algo falso, lo que permitiría su posterior revisión.
El ajedrecista
El ajedrecista de élite, retirado o no, permanece con su bagaje. Nunca cuelga las botas. Un ajedrecista que ha sido Gran Maestro es un aristócrata nietzscheano, alguien que ha saltado entre las cimas para no tener que perder tiempo en el mercado del valle.
Si Kaspárov se ha involucrado en la sociedad civil en los últimos veinte años, lo ha hecho por sentido de la responsabilidad con su país y por una comprensión del deber comunitario de raíz ilustrada y anglosajona, que avanza el contenido de tantos de sus libros y biografías de cabecera.
Las personalidades dotadas que sirven a su sociedad carecen de las atractivas dotes tramposas del arribista, quien -a diferencia del talentoso- sobrevive en tanto que encantador de serpientes.
Acostumbrado a desnudar a su rival en movimientos que han inspirado técnicas que han entrado en el ajedrez con su nombre, Garri Kaspárov lucha ahora en su partida de ajedrez con mayor riesgo y contenido estratégico. Puede ganar. Y puede perder.
Y, consciente de haber perdido en su juego ante un algoritmo, conoce que el mayor riesgo que afronta la democracia en las próximas décadas viene de la automatización y de la capacidad para crear una realidad paralela con sutiles oleadas de propaganda digital.
Los mejores ajedrecistas comparten un rasgo con los mejores líderes: permanecen en la sombra y se restan importancia. Sólo aparecen dispuestos a retar a un duelo cuando los supervillanos alcanzan niveles antológicos. Acaso como en 2017.
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