La información y el entretenimiento, incluso cuando se crean en Europa (o Latinoamérica), pasan por Estados Unidos antes de llegar la población local. Internet digitaliza viejos modelos, pero la dependencia informativa del resto de Occidente con respecto a Estados Unidos se mantiene. ¿Sigue siendo buena idea depender de terceros?
Con un nuevo gobierno estadounidense hostil a la prensa y a visiones ajenas a la auto-promovida por sociedades liberales que aspiran a una prensa libre, Europa y Latinoamérica necesitan crear sus propias voces potentes, sin depender de repositorios con sede en Estados Unidos.
Let's start recognizing — and acting on — the essential fact that the "free" in "free press" is about freedom.
— Dan Gillmor (@dangillmor) November 14, 2016
El mundo ha cambiado, pero no sus estructuras de poder ni de distribución cultural: ni siquiera Internet ha revertido el dominio anglosajón del dominio cultural e informativo, que se traslada desde Nueva York (medios de comunicación tradicionales) y Los Ángeles (entretenimiento audiovisual) a Silicon Valley.
El riesgo de depender de terceros
Aunque la información y los contenidos estén “en la nube” y las empresas que controlan los repositorios (con sede social e intereses estratégicos en Estados Unidos) insistan en que la información es de todos y de nadie, hay un hecho constatable: la periferia de Occidente (Unión Europea, Iberoamérica) depende de Estados Unidos para transmitir un mensaje cultural e informativo que llegue a todos.
En otras palabras: hay un elefante sentado en medio de la habitación europea, y no tiene intención de moverse. Los medios locales de Europa e Iberoamérica llegan a sus propias audiencias usando comunidades culturales e informativas con gran influencia regional (mundo germanohablante en Europa, francofonía y sus lazos con África, el Caribe y Asia, Hispanoamérica), pero ninguna de estas comunidades puede usar su lengua vehicular para:
- transmitir con éxito un mensaje por ejemplo, paneuropeo;
- o transmitir un mensaje popular paneuropeo con extensión a comunidades relacionadas del hemisferio occidental (Iberoamérica, la zona euromediterránea).
Historia de una potencia política y cultural que no quería serlo
El fútbol es, acaso, el único bastión en que Europa Occidental ha superado barreras lingüísticas y culturales, exportando su manera de entender este deporte hasta el último rincón del mundo: cuando uno viaja al rincón más apartado de África o Asia, tiene más probabilidades de encontrar un niño con una camiseta de algún club de fútbol europeo que la de alguna estrella deportiva de Estados Unidos.
El hasta ahora exitoso -con reservas en todos los ámbitos, pero todavía vivo- experimento de cosmopolitismo y gobierno a partir de los valores de la Ilustración (igualdad, protección de derechos y solidaridad) que representa la Unión Europea es, a diferencia de Estados Unidos, multicultural y de gobernanza compleja.
Este experimento de integración de la diferencia a partir de unos valores racionales compartidos, es una gigantesca estructura burocrática (desde la representación en los pueblos hasta los poderes legislativo, ejecutivo y judicial paneuropeos), criticada por cada vez más euroescépticos.
El voto de Reino Unido para abandonar la Unión Europea y, ahora, la victoria de Donald Trump en Estados Unidos, recuerda a Europa que no es una buena idea confiar en que el único mensaje común consumido por europeos de distintos países llegue desde el mundo anglosajón, que ha pasado de liderar Occidente al final de la II Guerra Mundial a exhibir anhelos nacionalistas y aislacionistas que entran en conflicto (o atacan directamente) los valores de la Ilustración suscritos por la Unión Europea.
¿Por qué no hay medios paneuropeos innovadores y populares?
Poco a poco, los medios europeos comprenden lo que periodistas como el alemán Wolfgang Blau (con experiencia en prensa alemana, británica y estadounidense), llevan proclamando durante años: sin un relato informativo y de entretenimiento común entre los europeos, seguiremos dependiendo de Estados Unidos para consumir algo a menudo creado por y para europeos, pero filtrado y/o ampliado en medios y repositorios con sede en Delaware, Silicon Valley, Nueva York, Los Ángeles, Seattle.
“La caída de la Europa continental -si es que llega- se producirá porque no se preocupó por desarrollar una esfera mediática en inglés.
“En la actualidad -prosigue Blau-, la narrativa de la Unión Europea con respecto a Asia y a Estados Unidos es creada y también ‘propiedad’ de los medios británicos. No de Le Monde, Spiegel, La Stampa, Gazzetta, El Pais.
“Si crees que la prensa británica ya ha apostado por la disfunción o declive ulterior de la Unión Europea, o por la normalización de Le Pen, no te pierdas lo que llegará una vez [el Reino Unido] recurra al Art. 50 [de abandono de la Unión Europea por parte de un país miembro].
“La Europa continental está muda, sin voz. No tiene nada para contrarrestar el embate que los medios en inglés van a orquestar contra ella”.
Nativismo desde el Atlántico: cómo hacer atractivos los valores ilustrados
El embate sobre el que alerta Wolfgang Blau ya ha empezado. Ni cabeceras de referencia, ni debates televisivos, ni medios electrónicos con auténtica influencia paneuropea podrán contrarrestar con eficacia este riesgo.
Es difícil llegar a tiempo: el éxito del mensaje demagogo en el clima actual de mundialización y percepción de agravio entre la población ha sido puesto a prueba ni más ni menos que en el Reino Unido (cuya transición a la modernidad se realizó, a diferencia del modelo francés y estadounidense, conservando la monarquía y sin derramar sangre) y en Estados Unidos (cuya constitución y modelo de separación de poderes se diseñaron para prevenir que personajes como el nuevo presidente llegaran a serlo, o tuvieran las mínimas posibilidades de lograrlo).
— Wolfgang Blau (@wblau) November 13, 2016
Lo que sí puede intentar la población europea es tomar conciencia de los puntos fuertes del experimento europeo, basado en valores racionales y no nativistas o de agravio comparativo (como los que se remueven ahora en el mundo anglosajón, y tanto deberían acongojar a una Europa continental que nunca podrá cerrar del todo las heridas de su trágico siglo XX).
Nuestra responsabilidad es recordarlas, sobre todo cuando es tan fácil destacar la infinidad de inconveniencias que el público relaciona con Bruselas, desde su burocracia al supuesto control del experimento a cargo de las élites (tratando de evitar al máximo el cinismo, buenas serían las élites si la alternativa es importar el modelo demagógico Brexit-Trump).
La fragilidad informativa del mundo libre
Cuando es más necesario que nunca un escenario paneuropeo de medios de información y entretenimiento, el nativismo que llega desde el Atlántico sopla en la dirección opuesta: consumimos prensa y entretenimiento locales (elaborados en cada país o región de país) y, cuando optamos por contenido global, recurrimos a las plataformas en inglés con sede en Londres, Nueva York, Silicon Valley, Los Ángeles, Seattle.
Media coverage post election in a nutshell @moorehn @_cingraham @jonfavs pic.twitter.com/eOUTh1pI3r
— Adam Khan (@Khanoisseur) November 14, 2016
El contenido en inglés domina, y muchas de las razones de su éxito preceden a las dos guerras mundiales (Hollywood, mercado culturalmente unificado de Estados Unidos, en contraposición a la fragmentación histórica de los países europeos e iberoamericanos); otras razones, no obstante, se han consolidado en los últimos años: Estados Unidos ha liderado la transición desde los medios de masas a la digitalización del contenido.
Ahora, los repositorios de contenido concentrados en Silicon Valley, controlan la conversación al elaborar lo que el mercado y los usuarios valoran: los algoritmos que hacen que podamos compartir información (sin importar su nivel de sesgo) con la facilidad (y gratuidad) de Facebook, Twitter, Medium, Reddit.
El periodismo, que batalla por mantener cierto crédito sin capacidad de influencia real en la opinión pública, no saldrá en breve de una profunda crisis de modelo y credibilidad.
Silicon Valley: ¿del utilitarismo al despotismo orwelliano?
Expertos como el profesor de periodismo de la New York University Jay Rosen (PressThink.org) constatan que ya no hay Cuarto Poder capaz de parar los pies a ningún presidente (y menos a la nueva Administración, con representación de Silicon Valley -Peter Thiel- y de los nuevos medios tendenciosos –Steve Bannon, Breitbart-).
Sin capacidad para controlar la información que se comparte y cómo se comparte, los medios pierden la batalla de la popularidad ante mensajes más ágiles que no aspiran a la vieja deontología del periodismo (voluntad empírica de informar a la opinión pública y vigilar administraciones y poderes fácticos: de ahí el apelativo de “Cuarto Poder”), sino a lograr el mayor impacto posible, medido sin tener en cuenta su papel ético de “vigilante”.
Sin aspiración a realizar un papel social constructivo, la información se convierte en mercancía utilitaria, que es precisamente lo que los ideólogos de Silicon Valley (los hay, y con mucho peso) pretenden: a mayor impacto de una información (aunque sea tendenciosa, o directamente falsa), mayor beneficio, la única recompensa posible en este modelo.
UE: mantener/reforzar valores propios dependiendo del mundo anglosajón
Facebook y Twitter insisten en que son meros repositorios, contenedores donde la gente se intercambia información que la plataforma no elabora; sin la responsabilidad de ser un “medio” tradicional (cuyo modelo no sólo desprecian, sino que combaten abiertamente -véase el litigio Peter Thiel/Gawker-), las redes sociales tienen vía libre para implantar su modelo utilitarista de información y entretenimiento: servir lo más popular y rentable, sin importar su veracidad o trasfondo ético/moral.
Las ediciones internacionales de los principales medios europeos tienen un impacto regional considerable que, sin embargo, no traspasa regiones que actúan como compartimentos-estanco: medios alemanes con influencia sobre la Europa de habla alemana, medios franceses con proyección en el Benelux y en la zona Euromediterránea, medios ibéricos capaces de alcanzar América Latina…
Y ausencia de una escena dinámica y popular -con audiencia diversificada geográfica y socialmente-, de medios que lleguen a toda Europa (y, desde Europa, al resto del mundo, a través de las ya mencionadas regiones culturales que cubren todo el Hemisferio Occidental).
La realidad es más cruda, como nos recuerda Wolfgang Blau: cualquier intento de crear una escena mediática y de entretenimiento en Europa parece pasar por el uso de un idioma, el inglés, ajeno a los principales integrantes de la propia Unión Europea, una vez confirmado el plan del Reino Unido para abandonar la Unión Europea a medio plazo.
¿Plan B europeo para contrarrestar la demagogia en tierras angloamericanas?
Existen varios riesgos al depender de terceros para consumir información y contenidos de entretenimiento:
- falta de control sobre la difusión del mensaje (aunque uno mismo lo haya creado), al popularizarse -si lo hace- según los términos de un repositorio ajeno a la periferia de Occidente (filtrado, según sus propios términos, por compañías que los difunden);
- dependencia de cambios en términos y condiciones de uso (servicios que prohíben determinados modos de libre expresión, servicios que pasan de la gratuidad a otros modelos, etc.);
- relación de inferioridad del contenido creado en la periferia (Europa, América Latina) con respecto al canal de difusión, que controla ingresos y decide cómo repartirlos: los algoritmos aumentan su valor, el contenido se convierte en mercancía intercambiable;
- en un modelo informativo utilitarista (popularidad/rendimiento como principales coeficientes), la información de análisis que aspira a los ideales empíricos del periodismo clásico (con todas las reservas que uno quiera, pero combatiendo al menos las falacias “de manual”), pierde espacio en repositorios donde la información tendenciosa (titulares clickbait, sensacionalismo de manual, etc.) acaparan la capacidad de influencia;
- riesgo de que transformaciones no deseadas en las compañías o el país que domina las herramientas de comunicación que difunden información y entretenimiento cohesionadores a Europa y Latinoamérica, deteriore valores aspiracionales de sociedades en democracias liberales avanzadas por un populismo solucionista (mensajes atractivos y redentores, más al estilo de dictaduras paternalistas que de democracias consolidadas y prósperas).
¿Puede la Unión Europea depender de Estados Unidos para confeccionar, editar y difundir un mensaje que quiere enviarse a sí misma? ¿Son los ciudadanos, periodistas y empresas de Europa conscientes del riesgo que representa que el relato cultural del continente esté en manos de un país cuyo nuevo gobierno cuenta con miembros en su gabinete que llevan a juicio a la prensa y difunden rumores de manera sistemática?
Los repositorios controlan el debate, pero eluden responsabilidades
El pesimismo sobre el futuro del periodismo de expertos como Jay Rosen (que cree que los viejos ideales profesionales del oficio han dejado de funcionar y son incapaces de mantener su labor de vigilantes ante los grandes poderes), contrasta con visiones menos apocalípticas sobre el Cuarto Poder.
El editor de Silicon Valley Tim O’Reilly, es más optimista sobre el futuro de la información en general (y del periodismo en particular), abogando por un escenario donde los algoritmos seguirán con el papel decisivo que ya demuestran, pero cada vez más personas en busca de información relevante para tomar decisiones demandarán medios con información informada y de análisis.
"Bullshit is highly engaging." Optimize for engagement and… guess what happens? Facebook employees are waking up. https://t.co/WagkDHUM0g
— Jay Rosen (@jayrosen_nyu) November 15, 2016
Según Tim O’Reilly, esta demanda por más periodismo de análisis (aunque el incentivo para nuevo modelo periodismo creíble sea más económico que ético) se consolidará a medida que el fenómeno del contenido-cebo (los enlaces clickbait que pueblan redes sociales y contenidos relacionados de información tradicional) retroceda hasta convertirse en un nicho y rol similares al de la prensa sensacionalista tradicional.
En el contexto tecnológico actual, temen expertos como los mencionados, no controlar los algoritmos implica depender de terceros. En el caso europeo, el mensaje más próximo a sus valores e intereses hace un hasta ahora límpido viaje de ida y vuelta: del creador del contenido al repositorio con sede en Estados Unidos, desde donde el mensaje vuelve al consumidor de información o entretenimiento.
Se apaga el faro junto a la costa
¿Qué ocurriría si el repositorio que actúa de intermediario no sólo emplea un sistema de filtrado utilitarista (preponderando lo más popular para lograr la máxima ganancia matemáticamente posible), sino que decide integrar variables que vayan en detrimento de los intereses europeos?
No sería la primera vez que la gestión de información digital en Estados Unidos acaba afectando a los intereses de empresas europeas. El caso más estudiado es quizá el presunto espionaje de Boeing a tecnología en desarrollo en los laboratorios de Airbus.
In a nascent yet already fragile democratic information system, this rapid and rabid spread of lies is a huge concern. (10/n)
— MVR Murty (@murty_mvr) November 15, 2016
De deteriorarse la gobernabilidad de la hasta ahora impecable (al menos, en cuanto a las formas) democracia estadounidense, ejemplo de continuidad de solidez en el mundo (el famoso faro que ilumina, en la alegoría prometeica que representa la razón, al resto del mundo), la Unión Europea dependería de su ámbito mediático fragmentado, así como del mensaje procedente de Estados Unidos, para contrarrestar cualquier influencia orquestada no deseada sobre la opinión pública:
- falacias distribuidas como verdades ontológicas en forma de noticias digitales (está ocurriendo en Facebook);
- campañas de difamación orquestada para ofrecer la sensación de que determinadas posturas controvertidas son mayoritarias (está ocurriendo en Twitter, con campañas de “bots” sobre las que todavía sabemos demasiado poco).
Fue divertido mientras no nos influyó
Un estudio publicado el día antes de las elecciones en Estados Unidos, informa Technology Review, detectó alrededor de 400.000 bots (cuentas controladas por algoritmos) tuiteando noticias y retuiteándolas, hasta acumular en torno al 20% del total de mensajes relacionados con la elección.
Hasta ahora no le habíamos prestado la atención que se merecía, puesto que el efecto de falacias, informaciones tendenciosas, rumores y leyendas urbanas circulando en las redes sociales había afectado, en gran medida, a entornos ya inestables o en período de transición social, económica y política.
La Primavera Árabe, o las protestas en Turquía, son casos paradigmáticos, como también lo fueron movilizaciones a favor de la democracia en Hong Kong, improvisadas en tiempo real a través de las redes sociales.
Estas mismas herramientas tienen un efecto todavía no cuantificado sobre la opinión pública, a menudo vistiendo de información fehaciente datos claramente tendenciosos.
Cualquier estudiante de humanidades comprende que el concepto de “verdad” es, hasta cierto punto, ontológico y subjetivo, pero podemos usar la refutabilidad, una herramienta de la filosofía de la ciencia, para detectar las falsedades.
De quijotes del Cuarto Poder (Christopher Hitchens) a machotes sabelotodo (Nassim Taleb)
El filósofo austro-británico Karl Popper explicaba que muchas veces nos es imposible saber algo a ciencia cierta (por ejemplo, acotar sin equívocos la “verdad” en la información periodística, sobre todo cuando depende de parámetros como punto de vista, interpretación, etc.), pero sí podemos refutar algo detectando información falsa, lo que refuta toda la tesis.
El falsacionismo de Karl Popper no va camino de convertirse en trending topic de Twitter o contenido viral en Facebook, para qué vamos a engañarnos. Lo que debería preocuparnos es que -recuerda el profesor Jay Rosen-, la búsqueda de la “verdad” (pese a los conflictos en torno a su propia definición) ha dejado de ser una aspiración para el periodismo.
Cuando todo vale, el periodismo de análisis se convierte en bien estratégico. Pero un periodismo desprestigiado y “diluido” entre toneladas de información falsa pasa de su antigua posición de privilegio (cuando tenía sentido llamarlo “Cuarto Poder”) a una precariedad que es blanco fácil de bromas y críticas entre los aficionados a derruir antiguos pilares de la sociedad ilustrada (dada su debilidad, todo hay que decirlo).
Hemos pasado de contar con la afilada opinión de periodistas desaparecidos como el británico Christopher Hitchens -de quien sin duda aprenderíamos leyendo sus hipotéticas opiniones sobre el estado del periodismo o sobre la Administración de Donald Trump-, a padecer el comportamiento “bully” de Nassim Nicholas Taleb, que mete a todo el periodismo en el mismo bote: para él, es un oficio de vendehumos. Aunque, eso sí, Taleb gana dinero metiéndose con la gente (y, reconozcámoslo, a veces -sólo a veces- tiene razón).
Los 10 problemas más acuciantes del periodismo
Abandonando el apunte sobre viejas glorias desaparecidas del periodismo que se escribe con una copa de brandy y a mano alzada, como el de Hitchens, y sobre abusones del denigrado oficio, como Taleb, que a menudo tiene la crítica demasiado a tiro, las instituciones asentadas en las principales democracias liberales desde el fin de la II Guerra Mundial se enfrentan a su prueba de estrés particular.
The “disproportionate impact” on lie-filled right-wing sites shows that Facebook _could_ have fixed the problem. https://t.co/tX3tUsAm2h
— Anil Dash (@anildash) November 14, 2016
Es un momento especialmente delicado, si atendemos a la debilidad actual del periodismo, que cuenta con menos ingresos y la credibilidad más baja que se recuerda. Jay Rosen apunta en su observatorio de periodismo de la New York University los que cree son los 10 problemas más acuciantes a los que se enfrenta la profesión:
- El reto de mantener viva la llama de una idea: que la prensa libre es útil para controlar el poder;
- El triunfo de un estilo político irresponsable -el de Donald Trump- que ataca toda posibilidad de periodismo responsable;
- Lograr financiación sólida y regular para consolidar plantillas, defenderse ante litigios y garantizar autonomía con respecto a influencias externas;
- Reimaginar cómo un supuesto periodismo de calidad operaría en un contexto dominado por el descrédito y la desconfianza, que provocan el rechazo de información factual;
- Explorar un modelo de negocio sostenible en el periodismo -tanto para prensa generalista como para sitios especializados o agencias de noticias;
- Reconstruir el periodismo político desde la base (tras su espectacular caída en 2016);
- Cambiar el modelo de credibilidad desde las afirmaciones insostenibles sobre “objetividad”, voz autoritativa e imparcialidad sin punto de vista hacia un modelo que contextualiza (“desde aquí es desde donde venimos”) y aporta evidencia (“¿no nos crees? Míralo tú mismo”);
- Persuadir a Facebook para que se involucre y ataje su papel decisivo en la difusión de todo tipo de información tendenciosa;
- Experimentar con maneras de dar voz a la gente;
- ¿Cómo reformar y mejorar el modo tradicional de verificación de hechos?
Riesgos del periodismo de silos
Una información instantánea y descentralizada representa tantos riesgos como oportunidades potenciales, siempre que mejores herramientas para acceder a toda la información del mundo no derive paradójicamente -como parece estar ocurriendo en determinados círculos demográficos- en subgrupos-estanco que distribuyen su propia información e ideología, sin prestar demasiada atención al supuesto papel social del periodismo.
Una audiencia acostumbrada a la vertiente más utilitaria de la información, al percibir la información como ante todo un pasatiempo, no volcará todo su esfuerzo en buscar periodismo de análisis, con cuantos más puntos de vista mejor.
Estamos lejos de obtener una solución tecnológica a la aspiración empírica del periodismo (que, recordemos, es un ideal, como la objetividad, y como tales escapan a su acotamiento o a su aplicación inequívoca a casos prácticos).
Please update your assumptions more quickly. The whole idea that negative news stories = damaged political fortunes is in doubt. https://t.co/RKC26U913i
— Jay Rosen (@jayrosen_nyu) November 15, 2016
En un comentario a un artículo del editor Tim O’Reilly sobre el futuro del periodismo, el periodista irlandés Johnny Ryan equiparaba la información distribuida electrónicamente con el método de distribución por paquetes usado por el propio protocolo de Internet (enviando los paquetes por separado y, una vez corregidos posibles errores, mostrándolos en destino).
Para Ryan, la información debería poder identificarse como factual o falsa con la facilidad con que Internet es capaz de enviar información en paquetes separados y ensamblarla en destino sin que percibamos siquiera el proceso.
El problema, no obstante, sigue siendo ontológico: el propio concepto de verdad objetivable está sujeto a interpretaciones, como la misma realidad.
Las aristas de eso que llamamos “verdad”
Este intercambio en Twitter demuestra por qué el periodismo necesita a profesionales preparados para interpretar relatos contradictorios sobre acontecimientos actuales o históricos.
En el intercambio, Jack Dorsey (cofundador y consejero delegado de Twitter) escribía el 10 de noviembre:
“Este país [en referencia a Estados Unidos] fue fundado a partir de una verdad evidente e innegable: todas las personas son creadas iguales [referencia a la frase que más resuena de la Declaración de Independencia de Estados Unidos].”
Uno puede afirmar que Jack Dorsey no miente con su tuit.
Dorsey recibe, no obstante, una respuesta de estatura equiparable (por el activista y bloguero Zellie Imani) a este mensaje críptico:
“Este país fue fundado a partir de la violencia contra la población indígena y africana.”
Jack Dorsey está en lo correcto. Zellie Imani también está en lo correcto. La combinación de ambas respuestas ofrece una visión más rica de la realidad, pero no “la” única versión, ya que esta definición críptica de la fundación de Estados Unidos seguirá sometiéndose a la revisión de generaciones venideras.
Algoritmos… y humanos
Lo que nos lleva a una reflexión que ofrece tanta esperanza como vértigo, ya sea para el futuro del periodismo como para el propio potencial del progreso humano: a medida que avanzamos en nuestro conocimiento (a partir de la mejora de conjeturas, sirviéndonos del ensayo y error) la frontera de este conocimiento (que podemos representar como una esfera que crece) con lo desconocido aumenta su superficie.
Algo que Sócrates ya nos había legado con su respuesta al Oráculo de Delfos, y desde entonces nos han recordado Blaise Pascal, Karl Popper y tantos otros.
Si desconocemos lo que es la verdad, no caigamos en la desesperanza o en el cinismo de aceptar información tendenciosa (o verdades a medias que son más cómodas para nuestro relato) en lugar de una información que aspire a ser independiente, verídica, vigilante.
Somewhere after FDR, both parties convinced the voters that presidents are gods. This really, really has to end. It's led to tragedy. /4x
— Tom Nichols (@RadioFreeTom) November 15, 2016
Necesitamos, más que nunca, al Cuarto Poder y sus ideales. Si las herramientas anteriores no funcionan, habrá que reescribirlas con nuevas conjeturas cuyos cimientos sean más difíciles de derruir.
Y sí, harán falta algoritmos. También humanos.
Contra el viento del Atlántico, la brisa de Zola
Acabo con unas líneas del alegato periodístico J’accuse…!, publicado por Émile Zola en forma de carta abierta al presidente de Francia en el diario L’Aurore (13 de enero de 1898).
“La vérité, je la dirai, car j’ai promis de la dire, si la justice, régulièrement saisie, ne la faisait pas, pleine et entière.
“Mon devoir est de parler, je ne veux pas être complice. Mes nuits seraient hantées par le spectre de l’innocent qui expie là-bas, dans la plus affreuse des tortures, un crime qu’il n’a pas commis.”
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