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Plantar un huerto en la luna: ¿avanzadilla de otras misiones?

Hace un tiempo, una resultona novela de ciencia ficción de Andy Weir nos hizo soñar con la nueva Frontera de las robinsonadas, consistente en sobrevivir en Marte solo y con un plan B, consistente en cultivar patatas y comérselas hasta aborrecerlas.

La adaptación cinematográfica, que llegó en 2015 de la mano de Ridley Scott y con Matt Damon en el papel de Mark Watney, regó con cierto efectismo la historia y la acercó a quienes no habían leído el libro.

Coincidiendo el recorrido cinematográfico del filme, hubo incluso algún que otro creativo publicitario que supo ganarse el sueldo asociando la última Frontera humana (con el permiso de nuestro humilde astro, que viste la etimología de vocablos como «lunático»), el Planeta Rojo, con la venta de un producto tan «low tech» como el tubérculo andino que conquistó a raíz del intercambio colombino.

Diseño conceptual para una base lunar (Agencia Espacial Europea, ESA)

Un año después del estreno del filme, el clima de opinión creado en las redes sociales a raíz del festival de polarización política en distintos puntos del planeta, cambió el clima de opinión mundial hasta el punto de, cómo decirlo… abandonar aventuras marcianas para épocas políticamente menos polarizadas.

Tubérculos

Donald Trump supera ya los dos años en la Casa Blanca y nos encontramos a 6 semanas de que se ejecute la salida de la Unión Europea del Reino Unido, a cargo del propio país tras el mandato popular otorgado por el referéndum del Brexit; lo que empezó como artimaña de de despachos de David Cameron para asegurarse el poder en el partido conservador, se ha convertido en un tremendo problema para, sobre todo, el propio Reino Unido, que trata ahora de forzar una renegociación de las condiciones de su salida rechazando las que ya habían sido pactadas.

Con estos y otros temas propios de la polarización política de nuestro tiempo, entran ganas de pedir a Andy Weir una continuación resultona de la novela, capaz de reavivar el interés en sueños que nos lleven a otros mundos y nos sitúen en la tesitura que nos recuerde, desde la perspectiva de allende la estratosfera, que muchos de los problemas apremiantes en nuestro mundo requerirán acuerdos a escala regional y mundial.

Sin una ONU operativa, un acuerdo climático estancado y una Administración estadounidense inaugurando factorías de carbón y apuntándose a cualquier teoría conspirativa que ridiculice tanto el consenso científico en torno al riesgo climático como las consecuencias de postergar cualquier acción o plan de adaptación a gran escala, estamos muy lejos de esos parlamentos mundiales imaginados en relatos de ciencia ficción, tales como la saga Star Wars.

La pequeña «biosfera» transportada por Chang’e-4, en la que se produjeron los primeros brotes de cultivos terrestres sobre la superficie de otro astro

Retirábamos el polvo cósmico que se había acumulado sobre la efímera estela de fama del protagonista de The Martian, el simplón —aunque buen ingeniero— Mark Watney, por su cómica relación extraterrestre con algo tan terrestre como el viejo oficio de plantar patatas.

¿Inicios de la siguiente fase del intercambio colombino?

Las patatas, claro, se extendieron por todo el mundo como la pólvora tras la llegada a Europa de los primeros tubérculos: apenas hay que trabajar la tierra para que crezcan, ni mantener más semillero que las patatas que los campesinos no podían comer de una año para otro; asimismo, el tubérculo tenía un sorprendente valor calórico en función de su coste, y podía crecer en las tierras septentrionales europeas con una naturalidad que el grano no había logrado.

Muchos historiadores sitúan en esta buena fortuna inesperada en el campo del norte europeo el auténtico giro del peso geopolítico desde la Europa mediterránea al norte europeo (el sociólogo Max Weber lo achaca a un cambio de mentalidad a raíz de la Restauración).

Sea como fuere, las patatas marcianas de Mark Watney evocan el primer intento humano de cultivar alimentos en otro planeta, y ya no nos sorprende que este serio intento fallido no constituya un proyecto de la NASA, de la Agencia Espacial Europea, de Roscosmos (el programa espacial ruso), o de un consorcio multinacional de programas espaciales equivalente al que financia y mantiene la Estación Espacial Internacional.

Este esfuerzo simbólico procedía de ANEC, la Administración Nacional del Espacio de China, que había visitado la cara oculta de la luna y usado sus avances en el espacio como nuevo símbolo de estatus geopolítico. La misión china empezaba bien, con la sonda Chang’e-4 posándose por primera vez en la cara oculta de la luna, haciéndonos rememorar alguna que otra melodía (y mensaje distópico, dado que el hito llega a cargo de una dictadura en toda regla) del mejor LP de Pink Floyd.

Las robinsonadas de hoy son caminos trillados de mañana

Chang’e-4, compuesta por un módulo de aterrizaje y un vehículo robotizado (Yutu-2, cuyo desplazamiento dejó su huella cerca del cráter Von Kármán), alunizó según lo previsto a inicios de enero en la cuenca de Aitken.

La intención oficial del alunizaje chino en la cara oculta de la luna, al cual había precedido un intento fallido de la NASA en un remoto 1962, era estudiar las condiciones minerales y ambientales del satélite terrestre… si bien la misión contenía una sorpresa de relaciones públicas: científicos chinos habían incluido en la sonda unas plantas de algodón a punto de germinar, así como semillas de patata (un intento de realizar un «in-your-face» a las otras grandes agencias espaciales), colza y arabidopsis, así como representantes de otros reinos, fungi y animalia (en forma de levadura y larvas de mosca de la fruta).

El contenedor con el contenido biológico alienígena de 2,6 kilómetros de peso había sido diseñado, según el director del experimento Xie Gengxin, para crear una mini-biosfera que garantizara su futura supervivencia en el espacio pese a las condiciones extremas del entorno en el exterior del contenedor (baja gravedad, temperaturas y radiación extremas debido a la débil atmósfera del satélite).

Imagen de los primeros brotes de cultivo en la luna, que tuvieron lugar en el interior de un contenedor experimental a bordo de Chang’e-4

Sin embargo, muchos recordamos la robinsonada de Mark Watney en Marte cuando leímos la información sobre los primeros brotes verdes (qué expresión tan cómica en la Europa periférica, aunque sea debido a otros derroteros) de una planta en un astro ajeno a nuestro planeta.

Un huerto chino en la luna

El pequeño-gran éxito inicial del experimento hizo soñar a algunos expertos, quienes subrayaban la importancia de la información si lo que se pretendía era usar la luna como base para realizar viajes tripulados a Marte, en busca del sueño de infancia que muchos niños (y no tanto) han compartido alguna vez con Andy Weir.

Los científicos chinos declaraban que,

«Aprender sobre el crecimiento de estas plantas en un ambiente de poca gravedad nos permitirá sentar las bases del futuro establecimiento de una base espacial.»

La elección del contenido de la pequeña biosfera artificial, la primera sobre el suelo de otro astro (aunque no con raíces en éste) no había sido casual: el algodón es una materia prima esencial para elaborar tejidos en la tierra, las patatas… bien, mantienen vivo a Mark Watney (encarnación actual de Robinson Crusoe sin ir más allá del original), las larvas de moscas de la fruta son (una muy humilde) proteína, y la colza sirve para producir aceite.

Los brotes sólo empezaron a crecer cuando el módulo recibió la orden desde la Tierra de empezar a regar el contenedor, lo que se registró y difundió en 170 fotografías.

Momento en que el vehículo autónomo a bordo de la sonda china Chang’e-4 (Yutu-2) pisa la cara oculta de la luna

Los medios estadounidenses y la propia NASA parecieron algo más aliviados al poder publicar el comunicado de la agencia de prensa estatal y los medios chinos, que confirmaban el 16 de enero que los brotes de algodón estaban muertos. La ausencia de una batería para calentar el contenedor durante la fría noche lunar no permitió la supervivencia de los organismos terrestres en unas condiciones extremas.

Según Liu Hanlong, profesor de la Universidad de Chongqing y coordinador del experimento, la temperatura en la canastilla había bajado en varias ocasiones a -50 grados Celsius—. El ser humano había logrado cultivar organismos en la superficie lunar y mantenerlos con vida durante algo más de 212 horas: un día y una semana.

Mars One cierra

Para el relato Occidental, el éxito chino ni siquiera ha servido para confirmar viejas supersticiones (sostenidas con fervor por colaboradores estrechos de la Administración estadounidenses) sobre la duración simbólica de la creación divina del mundo según la tradición judeocristiana. Los símbolos también empiezan a acercarse al polo de gravedad del Mar de la China Meridional, región por la que transita una parte cada vez más importante del comercio mundial.

Más allá de los 8 días y algunas horas de cultivo en la luna, las misiones tripuladas a Marte se encuentran tan alejadas como lo estaban hace un lustro, si bien las fechas oficiales de la NASA o SpaceX la empresa de cohetes reusables de Elon Musk, se acercan en el calendario (y serán incumplidas).

Mars Ice Home Concept: diseño conceptual para una primera base en la luna, similar al que describe Andy Weir en su novela de ciencia ficción “The Martian”, adaptada al cine por Ridley Scott

Se asienta, además, el realismo entre las expectativas sobre la Carrera Espacial iniciadas durante el último período del segundo mandato de Obama, cuando la prensa dormitaba sin saber de qué resorte tirar, desconocedora de lo que ocurriría en el referéndum del Reino Unido y en las presidenciales estadounidenses de 2016.

Tres años después, los proyectos se retrasan, entran en una hibernación más efectiva que los viajes interestelares de la ciencia ficción… o cierran.

Mars One, la firma holandesa que planeaba enviar a Marte en un «viaje de ida» a quien pudiera permitírselo económicamente, se ha declarado en bancarrota. La firma, que cuenta con una Fundación que continuará con sus funciones, empezó a recibir candidaturas en 2013 y prometía llevar a los primeros pioneros de «asentamientos» en el Planeta Rojo.

La empresa planeaba enviar a 24 personas en viajes de-4 tripulantes cada 2 años, empezando por un primer viaje en 2024, afirmando que podía lograrlo con tecnología existente. El coste del primer viaje, estimado en 6.000 millones de dólares, debía salir de la venta de los derechos mediáticos de la epopeya galáctica.

La credibilidad de Elon Musk

Las más de 200.000 candidaturas recibidas, correspondientes a ciudadanos de más de 100 países, se redujeron a 100 personas en 2015. Algunos expertos consultados han reiterado que la misión tenía demasiadas lagunas, algunas de las cuales claramente mortales, sugiriendo que se trataba de poco menos que una estafa.

¿Qué ha ocurrido mientras tanto con los planes de SpaceX de crear un asentamiento privado en Marte? El proyecto de la compañía de Musk se llevaría a cabo en dos fases: un primer viaje robotizado, que aportaría los primeros víveres y materiales, en 2022; seguido de cuatro naves que partirían en 2024, dos de ellas tripuladas y las otras dos aportando el resto del material.

La ESA ha enrolado a estudiantes europeos para diseñar un hábitat lunar; en la imagen, el estudiante de arquitectura Angelus Chrysovalantis Alfatzis

Si pretende cumplir con los planes publicados SpaceX debería empezar en 2019 con las pruebas de la lanzadera reusable Big Falcon Rocket (BFR), que se ocuparía de llevar a órbita al Mars Colonial Transporter (MCT), parte de lo que Musk llamó, con su rimbombancia característica, Interplanetary Transport System, ITS.

Los progresos de SpaceX han sido hasta el momento espectaculares; lo que Elon Musk está poniendo a prueba en los próximos años, dadas las previsiones cada vez más grandiosas en sus distintos proyectos profesionales, es la credibilidad de tecnologías, calendarios y previsiones.

Tálamos micénicos

La Agencia Espacial Europea se conforma de momento con pedir la colaboración de las universidades para diseñar un prototipo de base lunar permanente. El proyecto, coordinado desde el centro de astronautas de la agencia en Colonia, debería garantizar la autosuficiencia de los habitantes de la base durante largas temporadas, así como servir de avanzadilla para futuras misiones a Marte y más allá.

Angelus Chrysovalantis Alfatzis, estudiante de último año en la Universidad Nacional Técnica en Atenas, ha creado un concepto que tiene en cuenta condiciones extremas de exposición a radiación, aridez del terreno, débil gravedad y una dramática variabilidad térmica.

En cierto modo, el esfuerzo de Alfatzis parece más honesto y realista que los planes más rimbombantes presentados por firmas privadas y agencias espaciales: consta de módulos inflables, que serían parcialmente semienterrados en lo más profundo de un cráter adecuado para el asentamiento.

Imagen conceptual de la NASA sobre la producción de alimentos en Marte

Nos quedamos con una imagen ingenua y a la vez esperanzadora: una Europa académica que colabora y enrola a un estudiante griego cuya aportación nos retrotrae al aspecto de los tálamos medio sepultados de la Era Micénica (como la tumba de Agamenón).

Quizá, después de todo, el proyecto de iniciar colonias en la luna y Marte dependa de quienes tienen también la responsabilidad estabilizar las peores consecuencias de clima extremo que experimentaremos en nuestro astro particular.

Quizá sea bueno diseñar soluciones para aplacar condiciones extremas y, si hace falta, cultivar un huerto que los curiosos puedan ver con telescopios desde la Tierra, en las noches de luna llena.