¿Son las aves los primeros arquitectos? Más allá de esta discusión, prolifera la construcción de “nidos humanos” que, como espacio de introspección u objeto artístico, dan nombre a una nueva tendencia: la “ramatectura“, o reducir la arquitectura a lo esencial.
Y un modo esencial de erigir un abrigo básico para protegerse del exterior consistiría en emular a las aves y recoger desechos vegetales para un nido propio, esta vez en sentido literal.
El mínimo común denominador de “abrigo”
Los habitáculos humanos reducidos a lo esencial ofrecen cobijo de la intemperie. Pero estos abrigos primitivos, usados por pueblos nómadas desde tiempos inmemoriales y recuperados por entusiastas de lo esencial, trascienden los pueblos humanos.
En sentido estricto, los primeros arquitectos fueron determinadas especies de ave, sugiere Penelope Green en The New York Times.
No le falta razón, observando el comportamiento de la familia de los tejedores (ploceidae), pequeñas aves del hemisferio sur que construyen sofisticados nidos cuya forma de capullo evoca los panales de abejas y los capullos de mariposa luna, algunos de ellos colectivos, sirviéndose de hebras finas de vegetación, hojas y pequeño ramaje.
Biomimesis: emulando el cobijo de otros animales
La BBC ha registrado la sofisticada nidificación de varias familias de tejedores, familiares de los pinzones (fringillidae) del hemisferio norte.
Como su nombre común indica, muchas especies de tejedores “tejen” nidos con hebras vegetales tan finas que evocan el hilo humano, y los tejedores del desierto del Kalahari crean caóticas colonias colectivas conformadas por decenas nidos individuales interconectados usando hierba, pequeñas ramas y barro, con resultados gaudinianos.
(Imagen: Casa Nido de Martín Azúa)
Los primeros arquitectos, pues, no se remontan a los pueblos humanos nómadas de cazadores y recolectores; ni siquiera a otros homínidos. La “cabaña primitiva” como ideal de construcción a la que se refería el primer gran teórico de la arquitectura occidental, Marco Vitruvio, debe más de lo reconocido a especies variopintas, entre las que destacan determinadas aves.
De los nidos de tejedores al “nido de pájaro” de Ai Weiwei
El homenaje de la arquitectura humana a la laboriosidad y sofisticación de las aves con mayores habilidades constructoras se hizo patente en la obra icónica de los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008, cuando una gigantesca estructura iluminada en forma de nido de ave futurista acogió la inauguración. Era el estadio olímpico o “Nido de Pájaro“, diseñado por Ai Weiwei.
Perro este estadio, rodeado de una compleja red exterior de acero recubierta con una membrana transparente, no es la única estructura que recurre a la biomimesis (aplicar diseños naturales en diseños humanos).
Al contrario, los interesados en emular la arquitectura de los pájaros optan por copiar los materiales y la sencillez de los diseños de las aves (sobre todo, ramaje, hojarasca, barro) y su emplazamiento (árboles, riscos); eso sí, aumentando el tamaño de los nidos hasta que éstos podrían causar en el paseante despistado la impresión de albergar las crías de algún archaeopteryx o antepasado de las aves, mitad dinosaurio, mitad pájaro.
Los herederos del “archaeopteryx”: nidos humanos
Los moradores momentáneos de estos nidos son criaturas menos mitológicas: arquitectos y entusiastas que exploran lo esencial, tan interesados en el proceso (investigar, elegir el emplazamiento y los materiales, diseñar, construir) como en su uso.
Penelope Green aventura en The New York Times que el interés por erigir el equivalente humano a nidos de aves es una tendencia con implicaciones artísticas y arquitectónicas, y da credibilidad a un apelativo ya en uso para designar la nueva corriente: “twigitecture“, “ramatectura” en castellano.
Green explora el trabajo de varios constructores contemporáneos de “nidos humanos”, como Porky Hefer o Jayson Fann, que alegan, entre sus razones, el relax, el confort o el placer de concebir un “nido”, en sentido literal, para uno mismo.
De la “Ramatectura” a la “ramaterapia”
Chee Pearlman, una consultora y curadora de diseño, afirma que la “ramatectura” es “probablemente el antídoto más puro a la pesada huella de los edificios de acero y hormigón que, ciudad a mega-ciudad, se imponen en el mundo”.
El artículo de Penelope Green empieza con la experiencia introspectiva de la autora en una de las creaciones de las que habla: “Big Sur [zona costera del sur de California]. La semana pasada, pasé una noche en un nido. Tejido a partir de ramas de eucaliptos, florecía en lo alto de un acantilado con vistas a la Ruta Estatal de California 1 (autopista del Pacífico), como una gran espiral de palos sobre cuatro retorcidos pilares”.
“El viento del norte se escurría por los resquicios entre las ramas y la niebla se instaró en mi cara y saco dormir, pero podía ver las estrellas a través de la entrada-óculo del nido y oír a los elefantes marinos millas abajo alborotando y roznando en una canción de cuna incomparable”.
(Imagen: Casa Nido de Martín Azúa)
Una descripción elocuente que evoca la sensación del individuo en su reencuentro con el abrigo mínimo y primitivo, apenas suficiente para resguardarlo de la intemperie, y tan frágil como el nido de un pájaro, mecido por la brisa.
Sobre el sentido primigenio de la vivienda mínima
Consciente del desapego y la frecuente incompatibilidad entre las sensaciones primigenias y la aséptica vida urbanita y sedentaria a la que se veía forzado su pueblo, el jefe apache Gerónimo evocaba su infancia a mediados del siglo XIX, cuando desaparecía el estilo de vida de los nativos americanos, retratados en el último suspiro de su vida ancestral por Edward S. Curtis.
Gerónimo: “Fui calentado por el sol, sacudido por los vientos y abrigado por los árboles como otros tantos bebés indios. Ahora puedo comer bien, dormir bien y sentirme satisfecho. Puedo ir a todas partes con una buena sensación”.
Dormir colgado en un nido en un acantilado de Big Sur
Big Sur es una apreciada zona turística y costera por sus dramáticas vistas, acantilados y olas para surfistas. El nido en el que Penelope Green pasó la noche para escribir su artículo en The New York Times forma parte de los abrigos mínimos ofrecidos por Jayson Fann en un curioso pequeño resort vacacional, compuesto sobre todo por yurtas -tiendas nómadas de las estepas de Asia Central- con vistas al Pacífico.
El nido se alquila por 110 dólares la noche y está ocupado buena parte del año.
La consultora Chee Pearlman cree que “los pájaros fueron los arquitectos originales, creando fantásticos y extremos ejemplos de blobitectura [arquitectura de formas orgánicas, celulares] y diseño paramétrico mucho antes de que cualquier crítico arquitectónico catalogara estos estilos”.
“[Las aves] También son -prosigue Pearlman- ingenieros cum laude, capaces de transformar materiales baratos e insustanciales en las casas más durables y acogedoras”.
Todo ello, claro, sin recurrir al diseño asistido por ordenador.
Esencia de la arquitectura orgánica
El éxito de la arquitectura orgánica, atenta al contexto humano y natural en el que se emplaza un edificio, se basa en esencia en lo que convierte al nido pre-humano en un lugar apetecible desde el que, resguardados, observar lo circundante. Penelope Green menciona a Frank Lloyd Wright-.
Los nidos, transformados ahora en refugios humanos y usados de manera variopinta -desde espacios para meditar a artilugios artísticos, efímeros o permanentes-, proliferan en todo el mundo, desde la Costa Oeste de Estados Unidos (entre otros, el artista y músico Jayson Fann) a España (por ejemplo, la casa nido del diseñador vasco afincado en Barcelona Martín Azúa).
(Imagen: Casa Nido de Martín Azúa)
Sus promotores son antiguos aficionados del DIY con raíces en la contracultura (por ejemplo, Shelter, de Lloyd Kahn).
Por el artículo de Penelope Green desfilan otros constructores y aficionados a la “ramatectura”. A diferencia de las “casas pequeñas” y el “movimiento de las casas pequeñas”, la “ramatectura” no trata de convertirse en una alternativa sencilla de una vivienda completa.
Para sus autores, es un homenaje a lo circundante; una proyección de la voz interior hacia el exterior; una oportunidad para practicar la introspección.
Celebración DIY de la visión panteísta primigenia
El nido es apenas un mero artilugio artístico o un homenaje a la sorprendente habilidad tejedora de algunas aves, tal y como recopila Jaymi Heimbuch en Treehugger.
La intersección entre arquitectura, introspección, biomimesis y cultura DIY (“hazlo tú mismo”) se enriquece con los nidos humanos, que se aproximan a la sencillez y maestría artesanal de los nidos de tejedores.
Sus formas orgánicas y desnuda sencillez inspirarán diseños humanos más complejos inspirados en su esencia. Ya se proyecta, por ejemplo, un nido como centro de observación e interpretación de biodiversidad.
10 nidos humanos para meditar o dormir
Recopilamos a continuación algunos de los nidos que han logrado mayor repercusión.
Animanos a cualquiera a que se ponga en contacto con nosotros a través de nuestro foro o el formulario de contacto (“feedback“) para recopilar información sobre proyectos no difundidos hasta ahora.
1. Nido humano de Porky Hefer, creativo publicitario de Animal Farm
2. Nido de meditación en Big Sur (California) diseñado por Jayson Fann
3. Casa Nido de Martín Azúa
4. Nidos para fachada residencial de Porky Hefer
5. Diseño entre nido tubular y casa-árbol por Jerry Tate Architects
6. Cocoon, retiro introspectivo en Dorset (Inglaterra) por AA Students
7. Nido humano esférico con óculo por Porky Hefer
8. Nido humano de caucho reciclado por Porky Hefer
9. Nido para pernoctar en el Post Ranch Inn de Big Sur por Jayson Fann
10. Nido de meditación suspendido por Roderick Wolgamott Romero