Nuevos compuestos de madera -más resistentes a la acción del clima y del paso del tiempo-, así como sensores y tecnologías para el control de incendios, inspiran una nueva frontera arquitectónica: recuperar la madera como material para edificios e infraestructuras de envergadura.
Los nuevos laminados, más económicos y resistentes, conforman la estructura de rascacielos erigidos íntegramente en madera, lo que ha llevado a algunos expertos a considerar el contralaminado (CLT, un compuesto de madera en el que las láminas adyacentes están encoladas con las fibras en orientación perpendicular), como el material de construcción “más avanzado” y con más futuro.
El CLT aumentará su importancia, creen los expertos, cuando los edificios deban especificar su auténtico impacto medioambiental, desde la producción de los materiales a los gastos de uso y mantenimiento y, en su caso, la energía necesaria para su desmantelamiento.
Los escépticos creen que los grandes edificios de madera no soportarán fuegos o peso estructural, mientras quienes abogan por conceder una oportunidad a los nuevos laminados defienden su posición con datos:
- hay nuevas tecnologías para evitar la propagación del fuego en edificios;
- y, bien utilizada, la madera laminada es tan resistente como el cemento y el acero.
El sueño de construir más ligero, más limpio, con menor impacto
Además de las cualidades estéticas del material, explican sus defensores, hay consideraciones técnicas y medioambientales a favor:
- un edificio de madera soporta una cuarta parte del peso de una estructura equivalente de cemento, informa The Economist;
- la madera actúa como sumidero de carbono, o depósito natural de CO2, mientras la producción de acero y cemento emite CO2;
- la huella medioambiental de una estructura de madera es entre un 60% y un 75% inferior a otra equivalente realizada en acero y/o cemento.
Otra supuesta ventaja menos explorada: el comportamiento de la madera en fuegos localizados es menos comprometedor que en las estructuras de acero, muy volubles ante el calor (a diferencia del laminado más resistente, que se carbonizará en el exterior, sellando térmicamente el interior, que no se deforma y mantiene parte de su soporte estructural).
El acero, por el contrario, empieza a deformarse cuando alcanza la temperatura crítica de 1.300 grados Celsius. Al alcanzar los 427 grados Celsius (800 grados Fahrenheit), el acero mantiene su forma siempre que no se ejerza ninguna presión sobre él (cualquiera podría doblar fácilmente con las manos una lámina de acero a esta temperatura).
La promesa estructural de la madera contralaminada
La madera deberá demostrar su idoneidad en el mundo real: se proyectan varios rascacielos de madera, informan varios medios:
- el edificio de apartamentos Forté, erigido con madera contralaminada CLT en Melbourne, ostentaba hasta hace poco la mayor altura de un edificio de madera, con 32 metros;
- Treet, “el árbol”, un edificio de apartamentos de 14 plantas y 49 metros de altura en Bergen (Noruega), es en estos momentos el edificio de madera más alto;
- Brock Commons, un edificio de 18 plantas también de madera, albergará en 2017 dormitorios para estudiantes de la Universidad de la Columbia Británica canadiense;
- en 2017 empieza la construcción de otro rascacielos de madera laminada (en este caso pino europeo de silvicultura sostenible): Haut, un edificio de 21 plantas en Ámsterdam;
- el arquitecto de Vancouver Michael Green ha propuesto un rascacielos de madera de 35 plantas que coronaría un complejo de seis edificios en París, Baobab, usando contralaminado CLT; de aprobarse el proyecto, Baobab se convertiría en el rascacielos de madera más alto del mundo;
- en Burdeos (Francia), Hyperion, un diseño del arquitecto Jean Paul Viguier se ha llevado el concurso para edificar un complejo residencial y comercial de 17.000 metros cuadrados, que empleará madera CLT e incluirá un edificio de contralaminado con terrazas arboladas y 18 plantas de altura (construcción proyectada: 2017-2020).
Una vieja historia de madera e incendios
A inicios de septiembre de 2016, los curiosos se agolpaban en el Támesis para asistir a la conmemoración del 350 aniversario de una efeméride que transformó la ciudad: el Gran Incendio de Londres.
Una réplica de la ciudad medieval de 120 metros descendió ardiendo río abajo, mientras muchos londinenses se apresuraban a relacionar la imagen simbólicamente con el estado de ánimo al que ha conducido la división sobre la salida del país de la Unión Europea.
Entre el 2 y el 5 de septiembre de 1666, un fuego visible desde decenas de millas de distancia, así como desde los barcos y barcazas que remontaban el Támesis desde el Atlántico, destruyó el centro de la ciudad medieval londinense.
Las llamas, especialmente violentas en torno a la mole de la catedral de San Pablo, presidieron un espectáculo a la altura de una pesadilla del Goya de la época de las pinturas negras.
La devastación, sólo comparable a los efectos del terremoto de Lisboa de 1755 sobre la ciudad ibérica, originó los primeros estudios modernos de planificación urbanística, y desprestigió la madera como material estructural apto para la construcción urbana, hasta entonces dominante en el norte europeo.
La desconfianza urbana por la madera
El ilustrado Christopher Wren, encargado de la reconstrucción londinense tras el Gran Incendio, trató de aprovechar la catástrofe para trazar edificios con materiales resistentes al fuego (piedra y ladrillo), así como un plano urbanístico racional, con plazas y avenidas de proporcionalidad euclidiana.
Pero la costumbre y los derechos de propiedad de los edificios cuyos cimientos habían salido ilesos impusieron una solución intermedia: la piedra y el ladrillo relegarían a la madera en armazones y fachadas de edificios, mientras se conservaría buena parte del trazado medieval, mejorando el tránsito rodado y el saneamiento.
La ciudad reconstruida no se convirtió en un paraíso urbanístico, como demuestran los problemas de inseguridad y hacinamiento que inspiraron políticas como la flota de barcazas reconvertidas en prisión a lo largo del Támesis, hasta que la idea todavía más polémica de usar los nuevos territorios de Oceanía como penal en las Antípodas, desde la bahía de Sídney a las islas de Norfolk o la Tierra de Van Diemen (posteriormente Tasmania). Robert Hughes recoge los orígenes de la Australia colonial en su descomunal ensayo The Fatal Shore.
La arquitectura rústica y urbana medievales del centro y norte europeos, ricos en madera y habituados a su uso en el armazón de edificios (y no sólo en vigas, tejados y cerramientos, tal y como ocurría en las regiones meridionales del antiguo Imperio Romano), mantuvo su predilección por la madera, y la tradición prosiguió en Norteamérica desde la época colonial (como se observa en las réplicas de la Colonia Plymouth de Massachusetts) hasta nuestros días, con el armazón de madera dominando la construcción residencial.
La legendaria resistencia de iglesias y pagodas de madera
Poco a poco y pese al acceso a los inabarcables bosques -al menos para la mentalidad del momento- de Norteamérica y el norte europeo, con la Revolución Industrial, la madera fue relegada a un papel supletorio en las ciudades establecidas, los edificios principales y la obra civil.
La producción industrial de hierro, acero, cristal y láminas de madera pegadas entre sí (contrachapado), asistieron al ladrillo en los grandes centros urbanos e industriales de las metrópolis y sus ciudades coloniales.
El cemento Portland, económico, resistente y fácil de producir a gran escala, sólo aceleró un proceso que parecía irreversible: la madera se convirtió en el material proscrito para los edificios y obras que debían hacer frente a catástrofes o soportar el paso del tiempo, olvidando cualidades de la madera que explicarían -con un correcto mantenimiento-, su resistencia al paso del tiempo en estructuras que se han mantenido en perfecto estado durante siglos, como las stavkirke, o iglesias de madera noruegas del Alto Medievo: se conservan 28 y algunas superan los 800 años.
Las iglesias noruegas no son la única gran muestra de la resistencia estructural al paso del tiempo de la madera. En el otro extremo de Eurasia, la pagoda budista de cinco plantas Hōryū-ji (Templo de la Ley Floreciente), en Ikaruga, Japón, ha soportado fuertes vientos, lluvias torrenciales y terremotos durante 1.400 años, tal y como ha demostrado el análisis de los anillos del pilar central, principal soporte de una estructura de 32 metros de altura.
La latitud y el clima especialmente hostil a la acción parasitaria en Noruega, con temperaturas gélidas durante buena parte del año, han mantenido la madera de las stavkirke en buen estado, pero el clima templado y húmedo de Japón no ha impedido que la pagoda Hōryū-ji se mantenga en perfectas condiciones después de 1.400 años, lo que demuestra la importancia de un correcto mantenimiento de cualquier estructura de envergadura.
Mantenimiento de grandes edificios (no importa el material)
El deterioro de edificios de ladrillo, cemento y acero en ciudades abandonadas tras desastres o emigraciones repentinas, desde Chernóbil al centro urbano de Detroit, demuestran que cualquier estructura se deteriora con rapidez cuando el mantenimiento es negligente.
Michael Ramage, director del Centro para la Innovación de Materiales Naturales en la Universidad de Cambridge, es tajante:
“Si no estás pendiente de ellos, el acero y el cemento fallarán tan rápido como la madera.”
Pero la relegación urbana y arquitectónica de la madera como material estructural cambia 350 años después del inicio de su debacle, gracias a nuevos materiales que reducen coste y aumentan las prestaciones del contrachapado, tales como los mencionados paneles de madera contralaminada, o CLT (“Cross laminated timber”).
Si bien el uso de maderas nobles cultivadas en explotaciones de control de deforestación (gracias a certificaciones como FSC -Consejo de Administración Forestal en sus siglas en inglés-) impide su uso estructural por razones de coste, mejores maderas laminadas como el CLT prometen, según un número creciente de arquitectos y expertos, reinstaurar el prestigio de la madera como material estructural a la altura de cemento, aceros y nuevos compuestos metálicos y plásticos.
Que las fibras de la madera muestren su resistencia cruzada
Estos nuevos compuestos de madera más económicos y resistentes tanto al clima como al paso del tiempo (incluso en latitudes donde el calor, la humedad y las lluvias aceleran la actividad parasitaria), han animado a arquitectos y expertos a promover rascacielos de madera.
La madera contralaminada CLT, está compuesta por capas pegadas entre sí, pero con el grano de cada lámina dispuesto de manera perpendicular al de la capa contigua, lo que incrementa radicalmente la resistencia; la técnica se ha probado con otros materiales, como los compuestos de fibra de carbono contralaminados presentes en el fuselaje de aviones y la carrocería de autos de competición.
Pero esta apuesta no sólo deberá ganarse el favor de arquitectos, técnicos municipales (encargados de aprobar -algo factible, apuesta The Economist– excepciones a códigos de edificación estrictos con estructuras de madera) y constructores, sino también de inversores y el gran público.
Prevención: edificios de madera a prueba de desastres
A excepción de Japón, donde la propiedad inmobiliaria se deprecia con el tiempo, la construcción de edificios simbólicos es percibida en el resto del mundo como inversión a largo plazo (lo que explicaría el alto porcentaje de apartamentos no habitados en numerosos rascacielos de las ciudades más apetecibles, adquiridos a menudo como inversión).
Entre los principales riesgos percibidos, destacan los efectos de fuegos u acontecimientos análogos (terremotos, grandes nevadas que aumenten radicalmente el peso estructural, grandes tormentas con vientos huracanados, etc.); en opinión de Benton Johnson, de la firma Skidmore, Owings & Merrill, los edificios de madera pueden no sólo cumplir con los estándares actuales contra incendios, sino mejorarlos hasta hacerlos obsoletos.
Diseñadas con las precauciones estructurales recomendables, los rascacielos y grandes estructuras de madera son tan seguros como un rascacielos con armazón de acero o cemento, sirviéndose de una fracción del material y el peso. Pero los expertos no se conforman con la analogía de la madera contralaminada con respecto a los materiales estructurales tradicionales, reivindicando mejores atributos y comportamiento de la madera.
Los 32 metros del edificio Forté en Melbourne, los 49 metros del edificio de apartamentos con 14 plantas en Bergen o los proyectados Brock Commons (18 plantas, Costa Oeste de Canadá) y Haut (21 plantas, Ámsterdam), se elevarían a la mitad de altura de auténticos rascacielos de madera propuestos recientemente, como el edificio Tratoppen (“la copa del árbol”), una torre residencial de 40 plantas que se elevaría sobre Estocolmo, Suecia.
Poniendo a prueba el contralaminado CLT
¿Puede la madera contralaminada soportar estructuras de semejante envergadura? En un reciente artículo dedicado a analizar el potencial de la madera en edificios altos, The Economist cita un estudio de la firma de arquitectos Skidmore, Owings & Merrill y la Oregon State University.
El estudio probó tableros de madera CLT reforzada con cemento (“cemento madera”, “macera-cemento”), conformando un suelo con 11 metros de anchura, elevado sobre pilares. La estructura fue sometida a la acción de una potente prensa hidráulica, presionando sobre la superficie con una fuerza cada vez mayor:
“El punto de rotura no se consumó hasta que la carga alcanzó los 37.200 kilogramos, alrededor de ocho veces la cantidad que estaba diseñada a soportar.”
¿Y qué ocurre con un rascacielos de madera sometido a la acción del fuego? En primer lugar, argumentan las fuentes del artículo de The Economist, no es tan fácil provocar un fuego sobre una estructura de madera si ésta no se somete a una fuente de calor continua…
“…por la misma razón que es complicado encender un fuego de acampada cuando lo único que uno tiene son troncos. Una vez el exterior del tronco se carboniza, puede evitar que la madera del interior arda.”
Impacto medioambiental de la construcción
Los grandes fuegos urbanos del pasado como el mencionado Gran Incendio de Londres, explica The Economist, fueron instigados en su mayor parte por pequeñas secciones de madera que actuaron de acicate.
Si el contralaminado logra la resistencia estructural y contra incendios deseables grandes estructuras de madera, ¿qué ocurre con el coste? Un metro cúbico de cemento es más económico que la cantidad equivalente en madera, pero los edificios de contralaminado necesitarían proporcionalmente menos material y se edificarían con mayor rapidez y menos consideraciones medioambientales que repercuten en el coste de los edificios de cemento y acero.
Los defensores del nuevo material destacan también la ausencia de polución y ruido al ejecutar una obra de envergadura usando laminado, en contraposición a la congestión y el ruido de grandes obras donde predominan cemento y acero.
La producción de cemento concentra el 5% de todas las emisiones humanas de CO2 (para situar el dato en perspectiva, la industria aeronáutica es responsable de entre el 2% y el 2,5% de todas las emisiones).
Sequoias para humanos: nuevos colosos de madera
A diferencia del cemento, el contralaminado CLT puede ser desmantelado y reutilizado en nuevos proyectos, una vez finalizada su vida útil en un emplazamiento, explica el arquitecto Michael Green, que sueña con construir su complejo de contralaminado en París, pero reconoce que, hoy por hoy, es más una investigación que un proyecto viable para inversores, autoridades y público.
Sea como fuere, la madera contralaminada prosigue con su expansión, y se ha convertido en el material estructural preferido de proyectos modulares de obra civil y residencial con consideraciones medioambientales en Escandinavia, Austria, Alemania, Reino Unido, Australia, Canadá, recientemente, Estados Unidos.
Apostando por la producción de CLT
D.R. Johnson Wood Innovations, una firma de laminados de madera de Oregón (Costa Oeste de Estados Unidos) con 125 trabajadores, se ha especializado en producir paneles de contralaminado CLT con pino Douglas de la zona.
Al ser preguntados sobre su estrategia de negocio por Patrick Clark, de Bloomberg, en la empresa de Oregón están convencidos de que la madera CLT es el material del futuro en el sector de la construcción.
Todavía más cara que el cemento, la madera contralaminada deberá convencer tanto a inversores como al gran público de los beneficios potenciales de habitar un rascacielos de madera.
Anders Berenson, el arquitecto sueco que ha diseñado Tratoppen, la propuesta de rascacielos de contralaminado con 41 plantas para Estocolmo, cree que la madera CLT se convertirá en la tecnología más económica y con mejor rendimiento para construir rascacielos en el futuro.
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