El ordenador no es sólo el medio; también la herramienta. O al menos así se lo ha propuesto la fundación británica detrás de la ingenua idea de producir ordenadores de código abierto minimalistas -una única placa con todos los componentes esenciales, sin siquiera carcasa oficial- por 25-35 dólares, según el modelo.
El Raspberry Pi es un ordenador básico con los componentes electrónicos a la vista en la superficie de una tarjeta de crédito y 1 centímetro de altura, pero con el potencial de convertirse, por un precio inferior a un teclado, en el hardware estándar para experimentar de estudiantes de secundaria, universitarios, aficionados e inventores.
Pequeña-gran máquina interdisciplinar
Con la efervescencia del fenómeno originado por Raspberry Pi, se caldea el debate entre quienes consideran que el ordenador es un simple medio de acceso académico al aprendizaje y el saber, y quienes creen que los alumnos deberían adaptar las entrañas de estos dispositivos e improvisar con su circuitería, para así despertar el interés y potencial de quienes se inician en la informática.
El proyecto británico que ha originado esta placa computadora es un ejemplo de la concepción de las ciencias de la computación como un estímulo interdisciplinar, que involucra tanto ciencias como humanidades.
(Imagen: 1 año después de su lanzamiento, Raspberry Pi ha vendido 1 millón de unidades)
Pero convertir a cada alumno de educación secundaria en un “hacker”, según el significado ético de la palabra concebido por las primeras asociaciones de entusiastas de la computación, pone alerta a las principales compañías informáticas y electrónicas.
El motivo: para estudiar la circuitería o mejorar el diseño de una placa computadora (un ordenador en toda regla, si se atiende a su potencial), el alumno no requiere flamantes productos informáticos, con software propietario, carcasa cerrada a cal y entorno controlado.
Mezclando artesanía, cacharrería, circuitería, programación
El proyecto Raspberry Pi, que cumple un año y despierta el interés de entusiastas, fundaciones, escuelas y universidades de todo el mundo, se convierte, con su humilde parquedad “geek” y sin habérselo propuesto, en el competidor del iPad y los portátiles de bajo coste con Windows o Mac OS. De momento, en su primer año de existencia, ha atraído a 1 millón de cacharreros.
(Imagen: aquí empezó todo. El BBC Micro, conocido como “Beeb”, creado en 1981 para enseñar informática)
Raspberry Pi incorpora todos los componentes esenciales -incluidos los multimedia- de un ordenador y da soporte a la arquitectura de código abierto Raspbian, un derivado de la distribución de Linux Debian (como también lo es Ubuntu), así como RISC OS y Arch Linux.
(Imagen: parte trasera del BBC Micro de 1981 -puertos de izquierda a derecha: Salida UHF, Salida de Video, RGB, RS423, Casete, Entrada análoga y Econet-)
Asimismo, y en coherencia con la ética “libre” de la microcomputadora (hardware de código abierto + soporte a software de código abierto), Raspberry Pi ha sido concebido para que sus usuarios aprendan a programar en el lenguaje de código abierto Python, con soporte para Tiny BASIC, C y Perl.
Recuperando el espíritu hacker
En apariencia, Raspberry Pi es un microordenador más, con microprocesador, memoria y conexión a periféricos en una única circuitería integrada; de ahí el nombre de estos minúsculos ordenadores: placa computadora, con un diseño que incluye lo esencial, como en los primeros diseños de la informática personal que tanto entusiasmaban a Steve Wozniak.
A diferencia de las otras placas computadoras compercializadas, a menudo de código abierto (Hackberry, Via, Arduino Due, PandaBoard, Rascal), Raspberry Pi ha suscitado interés en voces influyentes de la comunidad académica y empresarial.
Raspberry Pi: heredando la esencia libertaria del Apple I
Cuatro décadas después de que un grupo de entusiastas influenciados por la contracultura californiana (tales como el Homebrew Computer Club) sentara en Silicon Valley las bases de la informática personal, y después de que la computación generara nuevas industrias y derivada en la actual efervescencia de las telecomunicaciones sin cables, móviles inteligentes y tabletas, el sector se decanta por el espíritu libertario y hippy de sus orígenes: con un entorno abierto, cualquiera puede inventar, crear, hacer lo que sea por sí mismo.
(Imagen: Apple I con carcasa artesanal de madera)
Raspberry Pi es, en cierto modo, el heredero del Apple I, ensamblado en 1976, una placa computadora concebida desde una ética hacker por Steve Wozniak, que animaba a los usuarios a mejorar el diseño original. El espíritu del Homebrew Computer Club desapareció después del Apple II.
No preguntes lo que pueden hacer por ti, hazlo tú mismo (DIY)
Raspberry Pi llega acompañado por el revival mundial del DIY y el BYO (siglas en inglés de “hazlo tú mismo”, “constrúyelo tú mismo”), cuando el estancamiento laboral y tecnológico instiga a las nuevas generaciones a diseñar objetos y servicios como artesanos-hacker.
Entre las proclamas de estos primeros hacker, se popularizó la adaptación libertaria de las famosas palabras del discurso de inauguración de J.F.K.: el nuevo “No te preguntes acerca de lo que tu país puede hacer por ti” acababa entonces con una exhortación: “¡Hazlo tú mismo!”, en la línea de la cultura autosuficiente promovida por el fanzine de la época “Whole Earth Catalog” y su lema “access to tools”, acceso a herramientas.
Ha llegado a las escuelas de secundaria y al gran público 4 décadas después, pero Raspbery Pi es un exponente más de la filosofía que promueve el “acceso a herramientas” para que cualquiera mejore su existencia (y, por ende, a escala proporcional, aumenta la probabilidad de que mejore algún aspecto concreto de nuestra civilización).
Desempolvando la experiencia educativa del BBC Micro
La versión, académica y con acento británico, de esta filosofía, entronca sus orígenes con el concepto que dio pie a la placa computadora Raspberry Pi: en 1981, la BBC británica encargó a Acorn Computers el BBC Micro, un microordenador para despertar el interés informático entre los niños británicos.
Pete Lomas, cofundador de la Fundación Raspberry Pi, ha declarado que el proyecto no buscó despertar el interés latente de una nueva generación de creadores, artesanos y hackers, que se preparan para el retorno de las manufacturas a las ciudades que alumbraron la Revolución Industrial, ahora dedicadas casi exclusivamente a los servicios.
El único interés inicial consistió, explica Lomas, en ensamblar 1.000 unidades para los estudiantes de la Universidad de Cambridge; había la intención de vender cada placa computadora por 35 dólares, pese a que el coste estimado eran 36 dólares. La fundación asumía los 1.000 dólares de pérdida.
“Pero, en cambio, nuestro pequeño equipo a tiempo parcial se enfrentó a un éxito con tintes de desastre. Sólo tres semanas antes de su lanzamiento, la demanda inicial superaba con creces las 200.000 unidades. Y durante un instante del día del lanzamiento, fuimos incluso más populares [en las redes sociales] que Lady Gaga”.
De la concesión a las economías de escala a la producción local
Pese al intento inicial de producir en el Reino Unido todos los componentes de la placa computadora, las peticiones registradas antes incluso de que empezara su producción instaron a la fundación Raspberry Pi a hacerlo en China y Taiwán, y destinar más dinero en I+D+i en lugar de revertirlo en la fabricación.
(Imagen: la publicidad del Apple I -octubre de 1976)
El 29 de febrero de 2012, 6 años después de la primera reunión que había alumbrado la idea, se lanzaba el modelo B, al tiempo que se anunciaba la llegada del modelo A a principios de 2013. Las primeras unidades se agotaron al instante y las dos tiendas de venta de componentes que las comercializaban, Premier Farnell y RS Components, venderían 500.000 unidades en los primeros 6 meses.
Tras el éxito comercial del modelo B, la fundación trasladó su producción en una factoría de Sony situada en Pencoed, Gales, donde se ensamblarían 30.000 unidades al mes y se crearían 30 puestos de trabajo. Finalmente, el 4 de febrero de 2013 se lanzó el modelo A, 10 dólares más barato, con un único puerto USB y sin controlador Ethernet (acceso a redes).
Herramienta para creadores
La popularización de la microcomputadora entre los aficionados al DIY-BYO, los “creadores“, según el ex director de Wired Chris Anderson, forma parte del movimiento teutónico que sacude los cimientos de todo el sector informático y electrónico, dominado por empresas celosas de su diseño propietario y hermético (Apple), o sus patentes e intereses comerciales creados con los años (Microsoft).
Cuando hablaban con personas ajenas al mundo del hardware y software de código abierto, los impulsores de Raspberry Pi tenían que responder sin sulfurarse a la pregunta: “¿qué se puede hacer con una microcomputadora básica?”.
Las posibilidades son insondables (he aquí un pequeño listado con proyectos sostenibles), dado el potencial de cualquier ordenador de código abierto, por muy básico que sea.
La fortuna de tener las herramientas adecuadas en el momento oportuno
Malcolm Gladwell explica en su ensayo Outliers (Fueras de serie), cómo aparentes “casualidades”, como el acceso que personajes como Bill Joy o Bill Gates tuvieron a la informática, cuando el acceso a ésta estaba vetado al gran público, despertaron la curiosidad y marcaron la carrera de ambos (y, de paso, sus aportaciones cambiaron la cotidianeidad de millones de personas).
Generalizar el acceso a un microordenador podría estar equipando con una herramienta de invención poliédrica a miles de mentes hambrientas, polímatas con la voluntad de combinar la mentalidad de Leonardo da Vinci (“impedimento non mi piega“) con el espíritu hacker irreverente y libertario heredado de la contracultura californiana y unas pinceladas de ingenuidad emprendedora.
Nadie preguntó a la unidad de control de las misiones Apollo de la NASA qué se proponían con el ordenador a bordo, con especificaciones muy inferiores a Raspberry Pi, que permitió a Neil Amstrong pasearse por la luna.
Partir de la escasez de recursos para crear diseños memorables
El mencionado cofundador de Raspberry Pi, Pete Lomas, explicaba en un artículo publicado en Wired en septiembre de 2012 que, más que limitar el producto, la escasez de componentes, y recursos, así como tiempo de diseño y producción, perfeccionó el diseño de la placa computadora.
La intención de los impulsores del proyecto era aplicar los principios del diseño minimalista y la colaboración entre ingenieros, siguiendo el modelo de “desarrollo ágil” aplicado con éxito en proyectos de software (Linux), Internet (Wikipedia) o electrónica (Arduino).
Entre los retos que elevaron el listón del proyecto Raspberry Pi:
- mantener el precio de coste produciendo el microordenador a medio plazo en el Reino Unido;
- lograr una sencillez en la circuitería que resultara elegante incluso sin carcasa y fomentara la diferenciación entre componentes (para facilitar así el aprendizaje), lo que reduciría la complejidad y el coste de producción;
- conseguir una máquina capaz de funcionar con Linux y programar con Python y otros lenguajes solventes de programación orientada a objetos (se optó por un microprocesador ARM a 700 MHz, capaz de ser optimizado -“overclocking”- a 1 GHz);
- suficiente memoria RAM para programar con solvencia en Python o alternativas, así como realizar cualquier tarea como un ordenador convencional: al principio los ingenieros del proyecto pensaron en 128 MB, pero Linux demandaba más, así que se optó por 256 MB;
- almacenamiento: Raspberry Pi no tiene disco duro convencional, pero sí lector de tarjetas extraíbles SD (el microordenador no necesita el cerca de 1 GB de espacio que iOS demanda en el iPad, ni los 12 GB que, de momento, la tableta Surface de Microsoft demanda para operar Windows 8);
- la fundación pretendió desde el principio que el microordenador fuera geográficamente inclusivo, así que se incorporó la manera de obtener vídeo y audio sin recurrir al caro HDMI: modulación por ancho de pulsos (PWN en sus siglas en inglés) y vídeo compuesto; mientras la proliferación de cámaras digitales animó al equipo a ofrecer soporte para gráficos en alta resolución usando los mínimos recursos (VideoCore IV GPU);
- Pete Lomas explica que, cuando se discutió la conectividad del microordenador, se optó por que el modelo completo, el B, incluyera puerto Ethernet y puertos USB para garantizar el acceso a la Red y actualizar así los componentes, acceder a servicios, etc.;
- en cuanto a dispositivos de entrada (teclado, ratón, micrófono, escáner, etc.) y de salida (monitor, altavoz, auriculares, proyector, etc.), E/S (I/O en sus siglas en inglés), la fundación fue consciente de que el proyecto Raspberry Pi se jugaba su futuro con el diseño de un sistema de entrada y salida de uso libre, aplicado con tanto éxito en la placa base Arduino; incorporar un entorno que facilita y liberaliza la conexión de todo tipo de periféricos da libertad a cada usuario para adaptar el potencial del microordenador.
Los buenos diseños
El microordenador cumple poco más de un año con 2 modelos disponibles, buena prensa entre programadores, entusiastas del DIY y comunidad educativa, y apoyos sonados.
Al final, las limitaciones de presupuesto, coste por unidad y tamaño se amoldaron a los principios del buen diseño. Según el diseñador alemán Dieter Rams, un buen diseño:
- es innovador;
- hace útil un producto;
- es estético;
- hace comprensible un producto;
- es discreto;
- es honesto;
- es de larga duración;
- es minucioso hasta el último detalle;
- respeta el medio ambiente;
- es tan poco diseño como sea posible.
Con Raspberry Pi al alcance de cualquiera a un precio inferior a unos zapatos, un videojuego o la cena en un restaurante popular, hay que prepararse para ver comprobar, en unos años, los resultados duraderos de la iniciativa.
La llama de la antorcha de Prometeo
Quizá los emprendedores del futuro más inmediato recuerden el inicio de sus proyectos rompedores: estudio, esfuerzo, experimentación, herramientas adecuadas.
Raspberry Pi se une a Arduino, o a las principales impresoras 3D de código abierto, entre las herramientas cuyo acceso promovía ya a finales de los 60 del siglo pasado el fanzine Whole Earth Catalog.
Claro que, en aquel momento, todavía no había eclosionado la informática personal.