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Rebecca Burgess: recolectando color para ropa 100% local

Rebecca Burgess se define como “una recolectora de color” para que la ropa no sólo vuelva a ser totalmente local, sino que recupere el vívido color de los tintes vegetales tradicionales, prácticamente abandonados. Su tesón la ha convertido en nueva referencia del orgullo creativo del sector textil independiente en el norte de California.

Hasta nuestra entrevista con la especialista tintes textiles vegetales Rebecca Burgess, no me había planteado si la ropa que llevo o veo en otros tiene un color natural o no. Después de la charla, sabremos por qué algunos colores carecen de matices y tienen una artificial perfección sintética, tan uniforme como inerte y poco atractiva.

Recuperar el origen y la calidad de nuestro atuendo

Acudimos al valle de San Gerónimo, una apacible y boscosa zona residencial del afluente condado de Marin, al norte de San Francisco, epicentro de un movimiento regional para recuperar el conocimiento profundo de la ropa, desde la elaboración de los tejidos al diseño, pasando por el tinte.

Cuando Kirsten y yo llevamos cerca de una hora charlando con Rebecca Burgess -también profesora de confección artesanal, empresaria y activista la ropa ética y local-, pregunté, inspirado por lo que había oído hasta el momento, acerca de los tintes creados con plantas como la indigofera, de donde se extrae el azul índigo. 

Sobre los matices del tinte textil natural

“Al ser una experta en procesos de teñido tradicionales, ¿puedes distinguir entre los tejidos que han sido teñidos con derivados vegetales y los que son esencialmente plástico?”. Burgess respondió con un sí rotundo.

No sólo los tejidos orgánicos tienen unas características reconocibles, en comparación con los sintéticos. La fotogalería completa de nuestra visita es una prueba fresca, aunque estática y bidimensional, dadas las limitaciones de la fotografía, del poder de los tintes naturales sobre tejidos artesanales.

El símbolo de la máquina de hilar

Burgess cita a Mohandas Gandhi al hablar del poder y la autonomía que convirtió a un instrumento tan sencillo como la máquina de hilar en el símbolo de la independencia india de la metrópolis colonial. 

Gran Bretaña basó su poder en el control de la producción textil, mientras las materias primas debían ser producidas en la Joya de la Corona. Gandhi entendió que recuperar la producción textil descentralizada, algo así como una Internet de hilanderos, debilitaba los cimientos colonialistas.

Recuperar la capacidad de tejer y confeccionar su propia ropa retornaría la autonomía económica y la dignidad a las familias del subcontinente, soñó -y logró aplicar parcialmente- Gandhi, uno de los máximos exponentes de la vida sencilla, junto a uno de los autores que más le inspiraron, Henry David Thoreau.

La fuerza y calidad de los tintes naturales

Los colores procedentes de tintes naturales suelen ser menos uniformes y su plasticidad cambia en función de la luz que los refleje en cada momento, explicó Rebecca Burgess, alta y esbelta, que viste durante la entrevista falda marrón y blusa verde, ambos en tonos tenues, llenos de matices, como recuperados del sotobosque de la zona. Habla de un modo articulado y gramaticalmente impecable, hasta el punto que una transcripción de la charla podría ser publicado como artículo.

Ambas prendas han sido confeccionadas localmente y teñidas con tintes vegetales obtenidos también localmente, explicará. El marrón de su atuendo, comprobaré, cambiará su plasticidad a medida que avance el día, durante las más de tres horas que durará la entrevista.

Burgess no es sólo una experta en tintes artesanales, relacionados tanto con la tradición de origen europeo en Norteamérica como con la procedente de nativos americanos (conoce con profundidad el uso de tintes por el pueblo Navajo) y otros pueblos amerindios, como mayas y aztecas, sino que tras diez minutos de conversación nos había dejado claro que sabe de lo que habla, capaz de explicar sin pretensiones cómo funciona la industria textil, hablar de biología, o explicar el papel del plástico en la industria textil.

Sobre el reinado del plástico en el sector de los tintes textiles

“El plástico tiene sentido en aplicaciones de alta tecnología en las que no hay alternativas naturales y fácilmente biodegradables, como las prótesis humanas. Es un material muy útil y necesario en muchas aplicaciones, pero no aporta ningún valor imprescindible a la industria textil, más allá de la reducción de costes y la simplificación de los procesos de confección textil y teñido”.

“Es demasiado caro, o complicado, mantener el teñido natural a una escala industrial. El plástico se apoderó de la tarea y ahora los colores que vemos en nuestra ropa no son suficientemente profundos, ricos, orgánicos, ni cambian en función de cómo les dé la luz”.

Burgess no es una progre con ideas preconcebidas y prejuicios inamovibles. Sus puntos de vista son sólidos y nunca excluyentes o agresivos. Sabiduría y sosiego, pese a su relativa juventud.

Quizá por ello sea profesora visitante en la Universidad de Harvard, o fundara ya en 2005 Ecological Arts, organización sin ánimo de lucro que enseña técnicas artesanalea para artes aplicadas a grupos infantiles; o haya sido cortejada por varios de los mayores productores y distribuidores textiles en Estados Unidos.

La ropa puede recuperar fácilmente su historia local

Durante la entrevista, en primer lugar Kirsten Dirksen y yo visitamos la huerta donde Rebecca Burgess cultiva las especies vegetales que luego procesa a través de técnicas de compostaje para lograr tintes naturales, que a continuación usa en la ropa que confecciona durante sus clases como experta tejedora de textil de confección.

Rebecca arrienda un pequeño terreno que no llega a la mitad de una hectárea en la loma de una colina que se asoma al mediodía soleado, entre bosques de robles de California, al valle de San Gerónimo en la cara norte de la Bahía de San Francisco, conocida por su apacible clima mediterráneo.

“Soy una agricultora algo especial y no paso demasiado tiempo charlando con otros agricultores de la zona, que están interesados en otras cosas. Yo cultivo, hablando del producto acabado, colores. Soy una cultivadora primeriza de plantas para tintes de ropa”.

La belleza del azul índigo

Burgess está realizando lo que considera un experimento, el inicio de lo que espera sea una tendencia con futuro. Recuperar los tintes que, en ocasiones hasta hace sólo unas décadas, fueron usados para teñir la mayoría de tejidos.

Es el caso de la variedad de indigofera que Burgess cultiva ahora, usada por las potencias coloniales del siglo XVIII y XIX para crear el azul índigo usado en la ropa que se confeccionaba en la metrópolis, fuera Inglaterra o, en España, sobre todo Cataluña.

Ahora, Rebecca Burgess cree que es la única cultivadora de la variedad de indigofera que ha elegido en Norteamérica, pese a que hasta principios del siglo XX el sureste de Estados Unidos era, con el Caribe y el sureste asiático, uno de los principales centros de cultivo de plantas para tintes.

“Creo que ha llegado el momento de que la tendencia que observamos con los alimentos locales y orgánicos se traslade a nuestro armario. Hay una sana y revivida afición por cocinar y tomarnos nuestro tiempo averiguando detalles acerca de los productores de los alimentos y sus propiedades, y esta cultura de respeto por lo local, sostenible y orgánico puede servir de modelo para la ropa”.

Recolectando el color

El título del libro que Rebecca Burgess acaba de publicar, Harvesting Color: How to Find Plants and Make Natural Dyes, expone su intención de cultivar los colores representados en toda la ropa de su armario, con la intención de inspirar a productores de tejidos, diseñadores y artesanos de tintes de todo el mundo.

La ropa puede ser de nuevo de calidad, cree esta joven californiana: pocas prendas, muy durables, fácilmente remendables, con un diseño atemporal que represente lo mejor de cada cultura. Su precio, aunque fuera superior en el momento de la compra (o inversión en materiales, si lo que queremos en confeccionarlo nosotros mismos), sería amortizado con la durabilidad de la prenda.

“Cada vez hay más gente preparada para apreciar el extraordinario valor de una prenda sencilla y de calidad, durable, hecha con tejido de plantas o animales también de la zona y teñido igualmente en la zona, con plantas y procesos orgánicos”.

Sobre tejidos de calidad y heredar la ropa

“No entiendo por qué en las familias -prosigue Burgess-, se hereda la mantelería y el resto del ajuar tradicional y, en cambio, la ropa no pasa de padres a hijos, de parientes y hermanos mayores a las nuevas generaciones”.

Del mismo modo que el periodista Michael Pollan se propuso en el libro The Omnivore’s Dilemma (El dilema del omnívoro) preparar una comida para un grupo de amigos usando exclusivamente alimentos locales y orgánicos, obtenidos por él mismo y que representaran a todos los reinos animales, Rebecca Burgess ha hecho lo propio con la ropa que viste.

La visita siguió en su casa, a unos cinco minutos en coche de la apartada y monacal colina donde planta variedades vegetales para sus tintes. La vivienda, en una tranquila comunidad residencial a la sobra de arboledas, tiene el tradicional diseño de madera de las viviendas del norte de California, con una sombreada era frontal y un pequeño patio con suelo de madera junto a la cocina, donde Burgess seca flores sobre trapos que, luego, se convertirán en color para lanas y otros tejidos.

En el interior, ambiente ventilado, débil iluminación natural y decoración sencilla, asentada en la zona y acorde con el bagaje y aspiraciones de su moradora. Las cosas justas, funcionales y bien diseñadas, con toques de buen gusto en textiles -faltaría más-; una madeja de lana teñida de índigo sobre un paño marrón estampado; una pequeña mesita de madera, un telar antiguo en el dormitorio; cocina antigua de marca.

Proyecto Fibershed

En septiembre, Burgess completará el Proyecto Fibershed: durante un año, Burgess ha llevado prendas de ropa hechas localmente, desde el tejido al diseño, pasando por el tinte. Cada una de las prendas de ropa usadas durante todos estos meses -desde lana, procedente de ovejas de agricultores del norte de California, al color de los tejidos-, proceden de un radio de 150 millas (241 kilómetros) desde su residencia en el valle de San Gerónimo.

Burgess nos explicó cómo, durante su experimento con el fondo de armario producido y diseñado localmente, descubrió una comunidad de agricultores, ganaderos, diseñadores y artesanos deseando colaborar entre sí y ayudar en cualquier proyecto que genere iniciativas empresariales innovadoras en la Bahía de San Francisco, también en sector textil y de la moda.

Los productores, artesanos y diseñadores que ha conectado entre sí animaron a Burgess a crear Fibershed Marketplace, un sitio web para que los productores artesanales vendan sus productos y servicios. Burgess cree que el sitio estará listo en septiembre u octubre de este año.

Recuperando la desmantelada cadena de suministros

Sus nuevos proyectos no acaban aquí. También gracias al experimento Fibershed -Burgess explicaba a The New York Times y a nosotros mismos-, ayudará a combatir las limitaciones cotidianas del desmantelamiento de la cadena de suministros para industrias artesanales que, en las últimas décadas, han padecido la deslocalización, como el textil de confección de calidad.

Para combatir la escasez de fábricas de procesado de hilaturas, la experta en tintes ha fundado una nueva organización sin ánimo de lucro que a partir del otoño de 2011 ayudará a comprar equipamiento a los productores textiles locales, además de proteger los intereses del colectivo ante la clase política regional, estatal y federal.

Citando a la propia Rebecca Burgess, The New York Times explicaba recientemente que productores de tejidos, artesanos, diseñadores y consumidores de la Bahía de San Francisco se interesan no sólo por el carácter artesanal o ético de la ropa, sino por el origen del tejido, el diseño, la confección… e incluso el tinte.

La “ropa local” gana adeptos, dice The New York Times, aunque los líderes de la nueva tendencia estén todavía definiéndola. “Los entusiastas de los bienes de origen local están promueven el uso de materiales reciclados y la apertura de fábricas locales”, expone Reyhan Harmanci en su artículo en el Times, en una coyuntura en que las principales economías desarrolladas no generan suficiente empleo.

Crear nuestro propio puesto de trabajo

Varios profesionales de ciudades como San Francisco creen que la respuesta a la falta de trabajo consiste en promover proyectos profesionales que aprovechen las ventajas de un entorno local privilegiado como el de la ciudad californiana, aunque el ejemplo puede ser extrapolado a Nueva York, Londres (azotado en estos momentos por los mayores disturbios de su historia) o Barcelona: hay futuro para la industria local, especializada y personalizada.

Los economistas recuerdan que los profesionales y las pequeñas empresas son los únicos creadores de empleo neto, ya que las mejoras de productividad, avances tecnológicos y otras contingencias suelen destruir empleo en las medianas y grandes empresas, que acaparan todo el protagonismo en la negociación colectiva.

Rebecca Burgess es uno de los exponentes de la nueva industria protagonizada por profesionales creativos en torno a iniciativas como SFMade, una organización sin ánimo de lucro nacida para promover negocios locales que conservan su producción en la Bahía de San Francisco, y no sólo su oficina administrativa o de investigación y desarrollo.

La tarde va cayendo en la apacible casa de Burgess, donde es fácil transitar entre sus escasos espacios y tanto la era frontal como el patio trasero parecen una habitación más. La luz exterior, amortiguada por el dosel forestal de esta poco densa zona residencial, tiene la misma plasticidad en cualquiera de estos espacios.

El poder de las pequeñas industrias

Burgess cree que es el momento de que los individuos se pongan manos a la obra y recuperen su dignidad. Si no tienen trabajo con grandes empresas, es hora de aprovechar el abonado campo creativo y de recursos en torno a grandes ciudades y recuperar las pequeñas industrias, hace tiempo abandonadas.

Sólo en el campo de la moda y el textil de confección, Burgess ve un potencial de negocio suficiente para mantener a productores de tejidos locales, tintes, hilaturas, patronaje y diseño de moda, etcétera.

“Cuando veo a personas bien formadas y con un enorme potencial creativo quejarse o aguardar en la cola para conseguir un puesto de trabajo corporativo, en lugar de ofrecer al mundo su conocimiento con proyectos propios que les pueden dar fácilmente para vivir, me entran ganas de hablar con ellos y animarles a dar el paso. Es un momento extraordinario, hay oportunidades y hay que ponerse manos a la obra”.

Oportunidad

Para Burgess, hay mucho trabajo que hacer, sólo en el sector del textil local y los tintes naturales. La oportunidad de negocio, así como el impacto ético, medioambiental y sobre las economías locales, se asemeja al movimiento de la alimentación local.

En la introducción de su nuevo libro, escribe: “el movimiento slow food, la reducción de nuestra huella de carbono, y los huertos urbanos que proliferan en toda Norteamérica son ejemplos de una respuesta ciudadana muy personal a los problemas ecológicos a los que nos enfrentamos”.

“Volver a los tintes naturales después de más de 150 años confiando en tintes sintéticos atrae el interés de una amplia audiencia de ecologistas, artesanos, agricultores y aficionados a la artesanía”.

Tras nuestra velada con Rebecca Burgess, difícilmente miraremos al color de las prendas de ropa con los mismos ojos.