En nuestro último viaje familiar, dejamos la capital francesa en dirección a los alpes italianos, nuestra primer alto de envergadura en un periplo que nos llevará por varios lugares de Italia y Grecia, atravesando en ferri el espacio entre ambas penínsulas.
Es un viaje que resuena en la cultura y la literatura: atravesar los alpes o cruzar en mar Adriático para atracar a orillas del Jónico es cubrir la Antigüedad, si bien nuestros compañeros de periplo en los caminos contemporáneos (pasos de alta montaña, áreas de autopista, el propio barco) serán sobre todo camioneros, y no expertos en cultura romana y helenística.
Hoy, el trayecto accidentado del “hombre de hielo” Ötzi y Aníbal con sus elefantes (atravesar los Alpes desde Italia hacia el norte), así como tratar de remontar caminos tal y como lo hicieran otros en el pasado, implica asomarse con cierta melancolía a los errores y limitaciones de la construcción europea, así como al naufragio de valores humanistas invocados en el germen de la UE: los Tratados de Roma de marzo de 1957.
Viajar en tiempos revueltos
El trasunto accidentado de inmigrantes económicos y refugiados a través del Mediterráneo no sólo ha tensado las relaciones entre los socios de la UE, sino que ha alimentado el discurso de la derecha xenófoba en el sur de Europa hasta el punto de entrar en el gobierno italiano; en paralelo, la política económica europea favoreció la especulación con la deuda soberana de varios países, provocando la quiebra griega y facilitando la actual coalición entre extrema izquierda y extrema derecha que gobierna en Italia.
No es posible hablar del sur europeo recurriendo a paralelismos tan alejados de la realidad como cualquier buen estereotipo: pese a su estancamiento, Italia es miembro del G7 y tercera economía de la zona euro, y las sobreactuaciones de la coalición en el gobierno (con la Liga Norte marcando el tono identitario y el M5S presumiendo de unos presupuestos diseñados para sobrepasar el límite de deuda de la UE) contrastan con un cierto cinismo y normalidad fatalista en la calle.
En Grecia, país periférico con un peso en la UE y demografía más próximo al de Portugal que al de Italia o Francia, los ánimos cambian a medida que el país deja de ser el foco informativo en Europa y el resto del mundo, y coincidiendo con la salida del país del último plan de rescate y empieza a mantenerse a sí misma después de 8 años de austeridad y reformas en un contexto de ajustes y penuria.
Trasunto transalpino
Hace un lustro, la prensa anglosajona dedicaba el espacio informativo que se merece todo negocio potencialmente especulativo a denigrar la deriva económica, social y potencialmente política de los países bautizados como PIIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España), que necesitaron ayuda europea para sortear las vicisitudes de la Gran Recesión (quiebra técnica bancaria en Irlanda y Grecia, quiebra presupuestaria en Portugal, y reestructuración bancaria en España). Los PIIGS se convertían en ocasiones en PIIIGS, incluyendo a Italia, cuya anemia económica preocupaba entonces tanto como hoy.
Ha pasado el tiempo y la agenda informativa ha dado un giro que, entonces, habría sonado a broma de medio pelo digna de algún cliente ebrio de un bar neoyorquino o de la City londinense: del posible Grexit hemos pasado a Brexit, y del riesgo de colapso de los “PIIGS” al secuestro técnico de la actualidad a cargo de Donald Trump, el “joker” contemporáneo, tal y como lo llama acertadamente Salman Rushdie en su última novela, The Golden House.
El viajero ocasional y despistado que pretenda descender por Italia para, a continuación, embarcar en un ferri en el Adriático rumbo a Grecia, notará el deseo perseverante de reafirmarse en la “normalidad”, como si deslizarse por la vida cotidiana persiguiendo los propios quehaceres fuera la mayor muestra de subversión en un contexto público donde dominan la sobreactuación y una tan afectada como pretendida excepcionalidad.
En determinados contextos, como el mundo profesional e industrial del norte de Italia, el deseo de protagonismo de Salvini y su heterónimo de M5S causan la misma indiferencia y lejanía con la realidad de lo que lo harían el cuadro Aníbal cruzando los Alpes de Turner (que podría pertenecer al último período goyesco), o las aventuras de Ulises al dejar Troya y vagar por el Mediterráneo, entre islas y estrechos del Peloponeso y la Italia meridional.
Trasiego transalpino
Aprovechamos las últimas jornadas de buen tiempo –o, más bien, tiempo excepcionalmente cálido y seco para la época en la vertiente meridional de los Alpes– para adentrarnos en Italia a través del difícil puerto de alta montaña del Paso della Spluga (Splugenpass en alemán, 2.114 metros), que permanecerá cerrado desde la primera nieve de noviembre hasta el deshielo, ya en abril.
De nuevo en la zona de Sondrio, provincia alpina italiana en la que contamos con amigos de previos encuentros videográficos, nos sumergiremos durante unos días en el presente, poso cultural y arquitectónico de la zona, sin olvidar una exploración aleatoria de la cocina económica de la zona: puestos de huerta de temporada a pie de carretera, bodegas y panaderías, bares, trattorias y alguna ostería, con alguna que otra sorpresa agradable (un ejemplo: la miel de Delvescovo Rinaldo, en Masera, quizá sea la miel asequible más aromática que haya probado).
A tenor de las noticias, cualquier desconocedor de la región alpina y del norte de Italia podría creer que los paisajes montañosos en torno a Aosta, los lagos Maiore y Cuomo –en medio de ambos, se entromete el lago de Lugano, la mayor parte del cual se encuentra en Suiza– y los valles fértiles e industriales que descienden desde el vecindario helvético, desaparecen aplastados por la vieja clase política y la invasión inmigrante (las “invasiones bárbaras”, que diría un neofascista sin saber dónde se mete).
Más allá de la mala política, los titulares apocalípticos y montajes en redes sociales sobre el supuesto descontento italiano, cualquier visitante de la zona prealpina y alpina italiana se topa con un rincón que combina belleza natural, prosperidad real y una ausencia de pretensiones sin parangones en las montañas que hicieron soñar a convalecientes reales y de ficción en busca de la cura magnánima de las alturas: del Nietzsche de Sils Maria a los personajes de “La montaña mágica”.
Respetar sin imitar: las casas alpinas de Carlo Mollino
Acudir a una entrevista es fácil tras un desayuno convencional en algún rincón de Sondrio (por ejemplo, Chiavenna) o de la próxima ciudad de Varese, una hora al norte de Milán y cuyas colinas arboladas que se asoman a un verde valle brumoso entre el Campo dei Fiori y el lago de Varese al fondo: grandes árboles, casas prósperas y una ordenación territorial que evocan a algún párrafo idílico de Alessandro Manzoni, a las arias de Verdi (al otro lado de los Alpes, se extendía Wagner) y al ocio “productivo” (“otium cum dignitate“) de los ciudadanos romanos que acudían a la villa a enfrascarse en tareas más mundanas y productivas que los deberes burocráticos de la ciudad.
Allí, entre los saltos alpinos todavía sin nieve, visitamos pequeñas localidades junto a puertos de montaña en las que es posible sentarse en un banco o terraza perfumada de flores, arropado en primer plano por la amabilidad arquitectónica de viejas plazas de dimensiones humanas y, de fondo, asomándose por las callejuelas, las imponentes paredes alpinas, aún más majestuosas cuando contienen el trazo humano en laderas imposiblemente escarpadas: un burgo, una casa, un convento o iglesia, etc.
Pero no todo es síndrome de Stendhal: el presente arquitectónico en los Alpes italianos no juega al mimetismo ñoño de viejos modelos agotados ni a la torpe reproducción folclórica de un pintoresquismo falso y afectado, como el que tratan de emular en parques de atracciones y urbanizaciones chinas que tratan de emular la arquitectura rural centroeuropea.
Uno de los pioneros olvidados de la arquitectura moderna europea, el diseñador de mobiliario, diseñador industrial y arquitecto Carlo Mollino, dejó su huella más excepcional entre los cursos de agua alpinos, sobre todo con su proyecto de vivienda residencial más espectacular: una casa elevada con planta rectangular y tejado a dos aguas asomándose a una pendiente en el pueblo de Cervino, junto a la localidad de Luino, en la ribera del naciente del lago Maggiore. Son tierras de Varese, con paisajes generosos y cierto gusto innato por la experimentación.
Sobre el significado de arquitectura vernacular
La vivienda, conocida como villa K2 di Agra, tiene una ligera planta de madera que se asienta sobre una estancia de piedra a uno de sus extremos, mientras la otra cara de la planta rectangular se avanza al paisaje como la proa de un barco, sostenida por un delicado armazón de cemento bajo el que descansan dos columnas: la mayor parte de la planta elevada del edificio se encuentra, por tanto, suspendida, otorgando al conjunto un aspecto extrañamente clásico y a la vez contemporáneo, sin que haya en la estructura ningún marcador de tiempo: podría ser una casa del futuro, o acaso de un pasado fantástico.
Este pasado fantástico relacionado con la villa K2 de Carlo Mollino en Cervino son unas estructuras tradicionales sobre pilares usadas para guardar el grano en los valles suizos del cantón de Valais y los valles límitrofes franceses e italianos (por ejemplo, en Aosta): en arquitectura popular, los rascard (también raccard) son lejanos parientes de los hórreos del norte de la Península Ibérica, aunque su estructura es de madera.
A lo largo de varias décadas, Carlo Mollino diseñará varias casas y edificios de distintas dimensiones, que combinarán un respeto por los materiales y formas esenciales de la zona sin renunciar a la firma personal y a la responsabilidad de convencer a sus clientes (privados e institucionales) de las ventajas de la arquitectura moderna: Mollino optará a menudo por estructuras de madera capaz de envejecer a la intemperie, con un contrapunto de precisión contemporánea en una base de hormigón armado suspendida sobre estilizados pilares cónicos.
Hay municipios en los Alpes a los que uno llega atravesando un puerto –como intentó Ötzi antes de que el agotamiento producido por una herida y quizá una tormenta lo sorprendieran–, que podrían pertenecer a uno u otro país de la región; en este paisaje natural y humano, lo vernacular tiene un significado profundo pero equívoco, mostrando un sincretismo lingüístico, culinario, arquitectónico. El acento sonará en ocasiones similar en italiano, francés, alemán o romanche.
Un pequeño refugio moderno que complementa sin copiar
La nueva arquitectura vernacular en Valais, Testino o los Grisones comparte lenguaje con la producida al otro lado de la frontera. Da la casualidad de que la propia villa K2, la vivienda elevada proyectada por Carlo Mollino en 1954, se encuentra en uno de los valles suizos enclaustrados entre los alpes italianos, en Agra, en el antiguo cantón de Ticino (hoy fusionado con Gentilino y Montagnola para conformar la municipalidad de Collina d’Oro).
En medio de esta exuberante sobreactuación administrativa en la que intervienen diferentes Estados para gobernar una cultura cuya escala de grises sube y baja pendientes sin tener en cuenta pasaportes, que encontramos a Enrico Scaramellini en Madesimo, una de las localidades con mayor tradición de esquí en Italia.
Scaramellini, docente en la Universidad Politécnica de Milán, acude a la cita con algunos alumnos y con tiempo para hablar del refugio alpino minimalista que ha diseñado sobre una de las laderas de Madesimo, así como del estado de cosas de la arquitectura moderna y experimental con toques vernaculares en la zona alpina italiana.
Ha llegado el momento, según Scaramellini, de experimentar con una arquitectura de recursos, capaz de concentrar utilidad y calidad estética con un mínimo de materiales y sirviéndose de presupuestos ajustados; no se trata de imitar el pasado ni romper proyectos desarraigados, surgidos de interpretaciones prestadas o de un internacionalismo multiusos, sino de redescubrir colores, texturas, materiales y experiencias desde una perspectiva moderna.
Su Microrifugio Alpino es una pequeña y estrecha construcción con fachada de madera aneja a dos edificios ya existentes, modestos representantes de la arquitectura vernacular. El “microrrefugio” diseñado por Scaramellini, se sirve de la misma paleta de colores ya existente para diseñar una fachada modular revestida de módulos de madera grisácea que se transforma cuando llega la nieve y su claridad refleja la luz. El pequeño refugio es en realidad un módulo supletorio de una de las casas anejas, si bien ha sido diseñado para complementar este espacio sin caer en la tentación de copiarlo y evitando reformas mayores en la parte ya existente.
Desde la cara este
Para Enrico Scaramellini, el nuevo edificio se comporta en el paisaje de un modo similar al anterior: usar una estética contemporánea no debe ir reñido con la autenticidad constructiva y representativa, la honestidad funcional y un cierto reconocimiento de la identidad local.
El aislamiento de valles como el de Madesimo creó una cultura basada en la autosuficiencia y el intercambio todavía visible en el paisaje; hoy, ni siquiera la temporada de esquí y el trabajo de las máquinas quitanieves que conectan la población con Sondrio y el resto de Lombardía han hecho desaparecer una sensación de aislamiento que, por su cara norte, todavía corta comunicaciones con Suiza cuando las primeras nevadas hacen impracticable el puerto del Spluga hasta la primavera siguiente.
La humilde nueva fachada creada por Scaramellini en la ladera este de Madesimo (la misma pendiente usada por remontadores y pistas de esquí durante la temporada invernal), conserva las dos plantas de la casa aneja, añadiendo un pequeño altillo en el que recogerse a dormir.
Puerta de entrada y ventana de la primera planta no se muestran hasta que su uso lo hace necesario, con la salvedad de un humilde ventanuco en la puerta desde el que asomarse al exterior durante los amaneceres invernales; los cerramientos exteriores de la ventana, que abre planta superior y altillo al valle siguiendo la misma orientación suroeste, están divididos horizontalmente en dos secciones, emulando la función de ventana o balcón en función del momento.
En el interior, lo justo: suelo y revestimientos de madera, ambiente agradable, cálido y fácilmente acondicionable durante el duro invierno, y la sensación de protección esencial cuando la nieve y el frío recomiendan la paciencia introspectiva y esperar a que amaine.
Traducción, tradición, traición
Este trabajo es uno de los diez representados en el librillo sobre arquitectura vernacular de los alpes italianos editado en la localidad de Cervicento, comuna de la provincia de Udine, en la región alpina más oriental de Italia (circunscripción de Friul-Venecia Julia, bisagra histórica con comunidades e influencias culturales y arquitectónicas austro-húngaras y eslavas meridionales).
El ensayo colectivo Tradizione, Traduzione, Tradimento: Riflessioni sull’architettura montana, explora las sutiles diferencias de estas tres “T” de la arquitectura: saber interpretar la “tradición” desde el lenguaje contemporáneo y el conocimiento permite una “traducción” libre, cuya autenticidad logrará evitar el pastiche o, peor aún, la “traición” que representa lo desarraigado, lo intercambiable, lo supletorio y aberrante.
Del mismo modo, un celo excesivo y afectado con la “tradición”, como el experimentado por los movimientos artísticos posteriores al romanticismo que caricaturizaron el regionalismo con su interpretación reduccionista y torticera de la “pureza cultural”, conduce a la copia plana y carente de personalidad del pasado, tan presente en los discutibles gustos artísticos de regímenes totalitarios (los mismos que calificarán el arte moderno como “degenerado”).
Celo en “tradición” yerra la traducción, haciéndola afectada y postiza, y traicionando al fin el lugar que pretende conservar, al convertirlo en una mueca pintoresca de realidades pasadas, representación más propia de ferias de muestra de bajo nivel y de arquitectura de parques de atracciones que de cualquier intento de edificar algo humilde y a la vez memorable, atrevido y a la vez respetuoso, arraigado y a la vez abierto a evoluciones propias del tiempo y la experimentación personal.
La banalidad de la arquitectura sucedánea
La arquitectura atrevida y a la vez arraigada que no imita el pasado sabe envejecer, a diferencia de los pastiches de arquitectura folclórico-regionalista, tan del gusto de desarrolladores urbanísticos y cuadros administrativos de países como China.
Las diez casas alpinas compiladas en Tradizione, Traduzione, Tradimento son una pequeña muestra del intento de arquitectos de distintos rincones europeos de evitar el fantasma de la construcción residencial preciosista y caricaturesca de un pasado idealizado, de la que puede disfrutarse en urbanizaciones en lugares tan alejados como exurbios de Norteamérica donde, supuestamente, dominaría un cierto estilo “toscano”, “provenzal”, “alpino” o lo que fuere.
Tras nuestro periplo por los valles alpinos y prealpinos de Suiza meridional y el norte italiano, con trayecto en ferri a través del lago Maggiore incluido, nos dirigimos hacia el sur a fin de entrevistarnos con otros arquitectos y diseñadores industriales. No hay un objetivo prefijado ni un fin planeado, si bien el libro que nos ha regalado Enrico Scaramellini (en italiano), nos invita a investigar una cuestión preeminente en el sur europeo: ¿puede la Europa meridional reforzar sus intangibles más reconocidos, basados en la reinterpretación de un rico poso cultural con una mirada contemporánea que evite el cliché internacionalista?
La incapacidad de definir con precisión y proteger el acervo propio produce vértigo y, en parte, el rechazo actual de la mundialización. Cuando dejamos Italia rumbo a Grecia, embarcando en un ferri que nos trasladará desde el puerto histórico de Ancona hasta Igumenitsa, no lejos de la patria chica de Odiseo, lo hacemos con voluntad de seguir explorando.
Unas jornadas más tarde, nos encontramos en conversando con Takis Yalelis y su amigo Giorgos en la isla de Kea, una de las Cíclades frente a la costa de la Ática. Allí, guarecida en la ladera interior de una colina cercana a la localidad de Korissia, Takis ha diseñado una pequeña y simple casa mediterránea de dos volúmenes conectados a través de una cocina-comedor exterior.
Asomarse desde un ventanuco
En la conversación, vuelven a surgir las cuestiones planteadas en el pequeño compendio de arquitectura alpina. En este caso, las reflexiones sobre tradición, su interpretación contemporánea y los riesgos de caer en el cliché o la renderización internacionalista desprovista de alma se traducen en una conversación sobre la importancia de percibir el entorno y hacerlo parte de la propia experiencia.
La madera usada en el pequeño e interesante proyecto que nos muestra Takis procede del monte Athos, epicentro del cristianismo ortodoxo. Ello lleva la conversación hacia culturas dispares donde viejos mitos (como el de la vieja pelea entre Poseidón y el gigante Athos) se entremezclan con la necesidad humana de mantener un idilio metafísico con la naturaleza.
Comento la impresión que nos han dejado los monasterios imposibles que cuelgan de las moles rocosas en Meteora, y Takis establece ciertos paralelismos entre ambos lugares montañosos del país y su inspiración metafísica para los griegos (¿la misma experimentada por Nietzsche en los Alpes al pasear por Sils Maria?) con los monasterios del Himalaya, a la vez tan alejados y similares.
En su visita al Himalaya hace unos años, Takis se sorprendió por el diseño reclusivo de los recintos, que impiden que los residentes puedan observar el paisaje. La negación de una vista exterior desde el techo del mundo para acercarse al origen introspectivo y, a la vez, una oportunidad para dar la importancia que se merece al disfrute del paisaje: al poder asomarse al mundo desde apenas un puñado de aperturas y en contadas ocasiones, los residentes rinden a lo circundante una apreciación imposible para el espectador agotado de estímulos e incapaz de apreciar la grandeza de un amanecer o una puesta de sol desde el marco de un humilde ventanuco.
Continuidad sin imitación
El compendio Tradizione, Traduzione, Tradimento, evoca las reflexiones del filósofo alemán contemporáneo Peter Sloterdijk sobre la invención del “idilio” (lo hace concretamente Giovanni Corbellini en el texto que aporta: Continuità senza imitazione. Verso un’architettura alpina moderna). Comparto el pequeño texto con Takis. El mismo mar Egeo que observamos durante la conversación, por el que los griegos se desplazan con cotidiana naturalidad gracias al trasiego de ferris y paquebotes, inspiró también el comercio de “postales bucólicas”, o una apreciación de la ruralidad desde el punto de vista del individuo educado residente en la polis.
Esta necesidad de “escapar”, “apreciar la naturaleza” o “trabajar la tierra”, será mencionada por el poeta bucólico Teócrito en el siglo III a.C. como…
“…algo que también tiene un aspecto muy práctico y serio: refuerza en los ciudadanos acomodados en la convicción de que, para ser hombres en el sentido estricto de la palabra, uno debe poseer, además de un alojamiento en la ciudad, una pequeña casa de postal, donde uno pueda asumir el rol de campesinos y pastores. Un ciudadano es, por tanto, alguien con ideas e idilios, así como habitaciones adecuadas para el disfrute de ambos: aquí academias, más allá la vacación.”
Seguimos las reflexiones iniciadas por Teócrito desde nuestro anclaje en el presente y el ejercicio de proyección hacia el devenir que tanto condiciona las decisiones, individuales y colectivas. De vuelta a Atenas desde Kea en el ferri de la tarde, compartimos unas hojas de parra y pensamos tanto en nuestro trayecto como en el significado de morada e idilio, tal y como hiciera Odiseo.