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Revertir el declive de insectos polinizadores jardín a jardín

A finales de los 80, ingenieros informáticos del MIT auguraron la llegada a medio plazo de enjambres de “diminutos robots voladores, con el aspecto de mosquitos”. Estos robots acabarían actuando como plagas, al constituirse en escuadrones “rápidos, baratos y fuera de control”.

Si bien robots-insecto no actúan —todavía— como plagas electrónicas (equivalente físico al esquema evolucionista del comportamiento de virus informáticos y contenido popular en internet), estos drones-insecto son ya realidad.

Se trata, explican en Wired, de robots con el tamaño de una mosca capaces de despegar, volar y aterrizar con precisión, cuyo diseño conservaba un obstáculo técnico que se había resistido hasta ahora: cómo propulsar el vuelo sin necesidad de recargar a cada instante una batería diminuta.

Estudiantes de la Universidad de Washington han diseñado un dron-insecto con una pila fotovoltaica (en esencia, un panel solar diminuto) que activa un capacitador láser, evitando la carga de una batería.

Y de drones-insecto al declive de los insectos

Y mientras los drones experimentales y comerciales superan, con su diseño y capacidades, lo imaginado por la literatura fantástica, varios estudios reiteran el declive de poblaciones de insectos polinizadores en varias regiones del mundo.

Los insectos, animales invertebrados del filo de los artrópodos, con su esqueleto externo y apéndices articulados, son el grupo de animales más diverso y numeroso de la tierra, con cálculos que estiman hasta 200 millones de individuos por cada ser humano.

El exoesqueleto de los artrópodos ha priorizado su fortaleza en detrimento de una estructura ósea interna; asimismo, insectos, arácnidos y crustáceos carecen de pulmones, captando el oxígeno a través de pequeñas aperturas (espiráculos) y distribuyéndolo por el cuerpo mediante pequeños conductos.

Aumentando su masa corren el riesgo de perecer, lo que les impide alcanzar un mayor tamaño: la escasa efectividad de su sistema respiratorio impide a los artrópodos desarrollar grandes dimensiones, para fortuna de los animales vertebrados, que han constituido la megafauna terrestre desde antes de la era de los dinosaurios.

Quienes hemos visto en nuestro jardín a la enorme polilla Macroglossum stellatarum, conocida como “esfinge colibrí” y con un hábitat comprendido entre el sur de Europa y el sureste asiático, hemos tenido que recordar que no hay colibríes en Eurasia, tal es la similitud entre este insecto lepidóptero y los pájaros polinizadores de las Américas

Alcanzando mayores dimensiones, algunos artrópodos se convertirían en monstruos distópicos capaces de saltar cientos de metros, destruir ciudades y volar a velocidad supersópica—, si extrapolamos proporcionalmente sus actuales capacidades.

¿Qué causa el retroceso de insectos e invertebrados?

Un estudio exhaustivo de entomólogos alemanes, que tomaron mediciones en zonas húmedas y forestales de Renania del Norte-Westfalia (limítrofe con Bélgica y Países Bajos) en varias ocasiones entre 1989 y 2014, arroja datos preocupantes: los insectos acumulados entre mayo y octubre en cada una de las trampas recolectoras del estudio han reducido dramáticamente su cantidad, pasando de 1,6 kilogramos (3,6 libras) de biomasa en 1989 a 300 gramos (10,6 onzas) de biomasa en 2014, o menos de una quinta parte de los niveles anteriores.

El declive afecta a todo tipo de insectos, desde mariposas y abejas salvajes a avispas, ha explicado Martin Sorg, uno de los entomólogos de la medición.

Más recientemente, otro estudio alemán con objetivos similares, coordinado por la Universidad de Múnich y el Museo de Historia Natural de Fráncfort, comparó las especies de mariposa y polilla observadas en la ciudad bávara de Regensburgo en 1840 con las que hoy habitan en la misma localidad.

Fotograma de “La Mosca”, protagonizado por Jeff Goldblum —en la imagen— y dirigido por David Cronenberg (1986)

La población de insectos no sólo se ha reducido en cantidad y extensión de hábitat, sino que las 117 especies detectadas a mediados del siglo XIX son hoy 71.

Menos cantidad y menos diversidad de insectos

Estos hallazgos en Europa Central son consistentes con los datos recabados por otros trabajos:

  • un estudio de Rodolfo Dirzo, biólogo de la universidad californiana de Stanford, publicado en Science en 2014, indicaba el descenso generalizado de la cantidad y diversidad de invertebrados e insectos en todo el mundo;
  • una encuesta de 2012 a cargo de la Sociedad Zoológica de Londres, concluyó que los insectos estaban en declive en todo el mundo, amenazando la polinización y la viabilidad de especies que se alimentan de todas las poblaciones observadas;
  • varios estudios han confirmado las observaciones entomólogos, apicultores y agricultores de Europa y Norteamérica, que han constatado un descenso de la población de abejas melíferas de entre el 30% y el 40% (problema de colapso de las colonias).

Se ha documentado, asimismo, el descenso poblacional de una especie simbólica de América del Norte, la mariposa monarca, con rutas de migración comprendidas entre el sur de Canadá y el norte de México.

El declive de invertebrados e insectos tiene una repercusión directa sobre los ecosistemas, las cosechas y la dieta de otras especies: Silke Nebel, coautora de un estudio canadiense de 2010 sobre el impacto del fenómeno en la fauna de Ontario, ha comprobado que el fenómeno coincide con el descenso de varias colonias de aves insectívoras, especialmente en acusado en pájaros cantores (paseriformes).

La presencia del grupo de animales más diverso de la tierra

Irónicamente, la distópica “primavera silenciosa” que imaginaba Rachel Carson en los años 60 debido al impacto de los insecticidas organoclorados (DDT) sobre las aves, evitada al restringirse entonces la sustancia, podría materializarse en el futuro debido al colapso de las colonias de insectos de las que dependen las aves cantoras.

El pintor flamenco del XVII Jan van Kessel se especializó en naturalezas muertas; su hijo, Jan van Kessel “el mozo”, fue pintor en España

La situación no puede catalogarse de catastrófica, pero la tendencia no deja lugar a dudas y el descenso de insectos no afecta sólo a las poblaciones de mosquitos que portan la malaria y otras enfermedades endémicas en regiones próximas al ecuador, sino que mina las poblaciones con un impacto decisivo sobre:

  • cosechas (a través de la polinización);
  • producción de alimentos, desde miel y derivados a comer insectos, o entomofagia, una fuente proteínica de bajo impacto medioambiental y mejores propiedades nutritivas que la carne;
  • fuentes alimentarias para aves y otros animales;

Menos memorables y más molestos que la megafauna, los insectos padecen la omisión simbólica a la que el ser humano ha condenado a todos los organismos diminutos con un impacto decisivo sobre la vida en la tierra, desde las bacterias que contribuyeron a conformar nuestra atmósfera rica en oxígeno a los hongos y levaduras que aceleran la reconversión de la materia orgánica y fermentan nuestros alimentos.

La crucial labor polinizadora de los insectos

Si bien hay especies de insectos asociadas a enfermedades endémicas que iniciativas públicas y privadas de todo el mundo contribuyen a erradicar, así como familias que prosperan como plagas entre los monocultivos que dominan la agricultura intensiva, cuya gran productividad depende del uso de fertilizantes y plaguicidas de origen químico, la lista de servicios imprescindibles de la que se ocupan los insectos en los ecosistemas es inabarcable:

Un estudio llevado a cabo en el Reino Unido concluye:

“Más de tres cuartas partes de las plantas silvestres con flores [angiospermas] en las regiones templadas requieren la polinización por [tales como insectos —mariposas, abejas, avispas, moscas, escarabajos, heteróceros o polillas, crisopas—, pequeñas aves de las Américas —la subfamilia de los troquilinos, a la que pertenecen los colibríes— y murciélagos], para que el desarrollo de frutos y semillas alcance su madurez”.

Además, los insectos polinizadores mejoran o estabilizan el rendimiento de tres cuartas partes de los cultivos del mundo y un tercio del volumen de las cosechas (al ocuparse de las especies de plantas y cosechas con mayor biodiversidad, en retroceso debido a su menor productividad).

Científicos chinos hallaron en 2014 en la región de Guangxi Zhuang, el insecto de mayores dimensiones conocido hasta el momento, de la familia de phryganistria, o insectos palo; el espécimen concreto medía 62,4 centímetros

El diagnóstico es difícilmente eludible. Sin embargo, no existe un consenso con solidez equiparable en cuanto a las causas del retroceso de la cantidad y variedad de invertebrados e insectos en el mundo. Los expertos reconocen la dificultad de acotar causas concretas e incuestionables que repercuten sobre fenómenos medioambientales concretos, o sobre tendencias generalizadas tales como el descenso de la cantidad y diversidad de insectos e invertebrados.

Pesticidas neonicotinoides e insectos polinizadores

Jürgen Deckert, entomólogo del Museo de Historia Natural de Berlín, ha recopilado un listado de factores asociados con el fenómeno, como la pérdida de biodiversidad agropecuaria, al reducirse las especies de cosecha y ganado en todo el mundo; o el uso generalizado de fertilizantes nitrogenados.

Ambas tendencias, el cultivo intensivo de pocas especies y el uso de potentes fertilizantes y pesticidas, permiten el aumento de la productividad de las cosechas a corto plazo, originando “desiertos biológicos“; a largo plazo, los monocultivos reducen la cantidad y riqueza de relaciones simbióticas entre distintos tipos de cultivo y labranza e insectos.

“Mariposas, otros insectos y flores”, de Jan van Kessel “el viejo”

Se han observado correlaciones difíciles de refutar entre el uso de determinados pesticidas, como los neonicotinoides, y la muerte de colonias de abejas melíferas: esta familia de plaguicidas sintéticos actúa sobre el sistema nervioso central de los insectos, afectando también —aunque en menor grado— a aves y mamíferos.

En 2008, Alemania prohibió uno de estos insecticidas, la clotianidina, después de que su uso en semillas de maíz causara la muerte de millones de abejas melíferas de la cercanía, tras una aplicación deficiente con maquinaria que extendió las semillas con el insecticida sobre los campos de canola —colza— colindantes que, al estar en flor, servían de alimento a las abejas.

La hora de la entomología

Episodios como el de la clotianidina sirvieron de base para una prohibición parcial del uso de pesticidas neonicotinoides en la Unión Europea, si bien hay otros productos nitrogenados y factores, como la pérdida de biodiversidad, la contaminación atmosférica y el cambio climático, que también incidirían sobre el declive de insectos e invertebrados.

Leif Miller, director de BirdLife International en Alemania, cree que ha llegado el momento de acotar las causas del declive y aplicar medidas para paliar el fenómeno:

“Hay muchos indicios que apuntan a que lo que observamos es el resultado del envenenamiento generalizado de nuestro entorno.”

El investigador de Stanford Rodolfo Dirzo enumera, entre otras causas: la destrucción y sustitución de hábitats con mayor biodiversidad por paisajes de monocultivos, donde apenas dominan un puñado de especies; la fragmentación de bosques y humedales; o el avance de zonas urbanizadas.

Balthasar van der Ast, pintor de bodegones neerlandés del XVII, firma “Naturaleza muerta de frutos y de flores”

A excepción del trabajo mediático de entomólogos como el estadounidense Edward O. Wilson, el estudio de insectos apenas ha suscitado el interés del público. En Alemania, por ejemplo, apenas existe un puñado de expertos en el monitoreo de especies, y existen registros periódicos para apenas 37 tipos de insecto —el 0,12% del total estimado.

Toma de conciencia

Internet y teléfonos móviles facilitan el auge de un nuevo tipo de concienciación militante, que pasa de la preocupación a los hechos a través de proyectos de colaboración científica, o “ciencia ciudadana”, que aceleran el monitoreo de especies amenazadas o en retroceso, como determinadas especies de mariposa en Europa Central.

Estos proyectos se topan, de momento, con un límite: la ausencia de datos históricos fiables que permitan la comparación histórica, carencia que tratan de paliar colaboradores como Wolfgang Wägele, director del Museo de Investigación Zoológica de Bonn, Alemania.

Según Wägele, los sistemas de rastreo digital usados de manera inquietante por gobiernos y empresas se convertirían en una herramienta útil para documentar la evolución de la biodiversidad: sensores y placas computadoras acelerarían el estudio con métodos remotos para identificar y registrar especies, su comportamiento y su sonido. Una instalación piloto ha descubierto una nueva especie de mosquito cerca del Museo de Bonn.

Los proyectos de ciencia y conservación ciudadana podrían aumentar a medida que lo haga la concienciación sobre el descenso de insectos e invertebrados y sus implicaciones. El 20 de mayo se celebró por primera vez el Día Mundial de las Abejas —que se añade al calendario recurrente de días internacionales de la ONU—, en honor al esloveno Anton Janša, pionero de la apicultura moderna en el siglo XVIII.

Jardinería de guerrilla para atraer a insectos

Holly Walker y Sylvia Schmeichel, expertas en polinización de la institución Smithsonian de Estados Unidos, recuerdan las intervenciones locales al alcance de cualquier individuo, familia, barrio o colectivo para favorecer la biodiversidad de insectos e invertebrados, para atraer a jardines y parques urbanos especies que polinizan, contribuyen al equilibrio de especies —evitando las plagas— y garantizan la dieta de aves passeriformes (pájaros cantores), anfibios, murciélagos y otros animales.

El primer consejo de Walker y Schmeichel no sorprende. Consiste en sustituir dentro de lo posible césped y grama por jardines donde conviven varias especies y tamaños de planta. Cuantas más plantas angiospermas, mayor oportunidad para fomentar la visita de insectos polinizadores de las inmediaciones.

Las expertas de Smithsonian recomiendan plantar preferiblemente especies locales para garantizar una mejor adecuación al régimen climático del lugar (y evitar, de este modo, el uso excesivo de agua de boca para el riego); incluso los entornos más áridos cuentan con especies que florecen y se adaptan a jardines de distinta naturaleza: ornamentales, ornamentales y comestibles, etc.

Espécimen de polilla Macroglossum stellatarum, conocida como “esfinge colibrí”, de gran tamaño y parecido con los pequeños pájaros polinizadores de las Américas

Un jardín repleto de distintos tipos de planta angiosperma tendrá un impacto inmediato sobre la biodiversidad de la zona, atrayendo micelios (redes subterráneas de hongos en simbiosis con las plantas), microorganismos, insectos e invertebrados, aves, murciélagos y otros animales.

Diversidad de insectos polinizadores y beneficiosos

Micelios, microorganismos y plantas autóctonas contribuirán al equilibrio de un humus que mejorará el comportamiento absorbente de la tierra, evitando fenómenos como la escorrentía y las inundaciones, y liberando el agua de lluvia poco a poco en la compleja red simbiótica de acuíferos en el subsuelo, raíces y micelios, humus y plantas.

El tercer consejo Holly Walker y Sylvia Schmeichel: pensar en un jardín diversificado no sólo en número de especies, sino en tamaños, formas y colores diversos. Del mismo modo que abejas y demás polinizadores tienen distinto tamaño y características, las plantas con flores que los atraen han evolucionado compitiendo por su atención. A mayor diversidad de plantas, mayor la diversidad de insectos, que acudirán a las flores y evitarán concentrarse en porches y viviendas.

Al planificar un jardín diversificado, es posible extender la temporada de floración con una variedad de especies, situadas de manera estratégica en los lugares más húmedos, protegidos, frescos o soleados del jardín, según las preferencias de la planta. De este modo, el jardín puede albergar flores en climas templados desde finales del invierno hasta finales de otoño.

Asimismo, constatan, Holly Walker y Sylvia Schmeichel, es posible crear hábitats específicos para atraer abejas, fomentando su anidamiento espontáneo o incluso optando por la apicultura urbana.

Las gotas de agua en pétalos, tallos y hojas

Mediante el riego estratégico, flores y plantas mantendrán agua suficiente en hojas y pétalos para facilitar la hidratación de los insectos; en los días calurosos, la evaporación de agua en contacto con suelo y plantas genera un efecto de refrigeración que atraerá a multitud de polinizadores.

Holly Walker y Sylvia Schmeichel aportan otros consejos menos intuitivos para quienes se iniciaron en la jardinería moderna, desarraigada del entorno y centrada en césped clínicamente segado y plantas ornamentales a menudo exóticas y de una sola estación, que mantienen su vigor mediante el uso de plaguicidas y fertilizantes químicos.

Esfinge colibrí

Las investigadoras de Smithsonian aconsejan no cortar la hierba o el césped demasiado a menudo, para facilitar el crecimiento espontáneo de angiospermas y gramíneas silvestres que atraerán a polinizadores y a otros insectos.

Octavo consejo de Smithsonian para fomentar la biodiversidad local de insectos e invertebrados, así como la visita de aves, murciélagos y otros animales: evitar el uso de pesticidas siempre que sea posible. La propia biodiversidad del jardín fomentará el control de plagas, ya que cada especie atraerá a insectos distintos; existen, además, especies de insecto que han evolucionado para controlar plagas, como los redúvidos.

Mirar al suelo y maravillarse

La Smithsonian Institution, que mantiene su “jardín polinizador” en el exterior del Museo Nacional de Historia Natural de la capital estadounidense, completa su lista de recomendaciones para atraer y garantizar la viabilidad de polinizadores con dos reflexiones: es posible aprender a valorar la descomposición de flores, hojas y plantas como parte de un sofisticado ciclo de producción y reconversión de nutrientes; y es posible —y deseable— atraer a infinidad de polinizadores, y no sólo a abejas melíferas.

Nuestra fascinación por los insectos y la asociación con fenómenos inverosímiles, ajenos a toda consideración racional —acaso como el aspecto de los insectos—

La imperfección de los jardines orgánicos puede ser bella; la estética es fruto de una época y su mentalidad. Y la visita periódica de todo tipo de insectos constituye, además, una oportunidad de estudio entomológico intergeneracional, donde los mayores tienen tanto o más que aprender que los niños, todavía atentos a la vida diminuta a su alrededor… si tienen oportunidad para descubrirla.

Durante su estancia en una cabaña junto al lago Walden, Henry David Thoreau reflexionaba sobre el pálpito de la biodiversidad, cada vez más claro y manifiesto a medida que la observación desentrañaba la vida compleja donde antes había existido apenas un esbozo de conocimiento sobre el paisaje:

“Apenas conocemos una tenue membrana del globo en que vivimos. La mayoría de los hombres no ha ahondado más de dos metros en el suelo y subido otro tanto por encima de él. No sabemos dónde nos encontramos. Además, permanecemos dormidos la mitad de nuestro tiempo. Sin embargo, nos las damos de sabios y hasta vivimos en un orden establecido. En verdad que somos pensadores profundos, espíritus ambiciosos.

“Mientras contemplo el insecto que se arrastra entre las agujas de pino que alfombran el suelo del bosque y que trata de ocultarse a mi vista, y mientras me pregunto por qué ha de abrigar esos humildes pensamientos, pudiendo ser yo, quizá, su benefactor o el que impartiere a su raza alguna información consoladora, me acuerdo del Gran Bienhechor, de la gran Inteligencia, que me contempla a mí, insecto humano.”