California continúa en estado de alerta por la prolongada sequía. De acabarse de manera abrupta, remitiría el renovado interés tecnológico por mejorar la gestión de un recurso que la prensa llama “el nuevo petróleo”.
Aunque, eso sí, el agua es siempre “el nuevo petróleo” hasta que acaba la sequía. Siguiendo con el paralelismo con el petróleo, la crisis petrolera de 1973 instigó años de innovación en renovables, que acabaron abruptamente en los 80 cuando la presión sobre la energía remitió.
¿Cómo evitar que el fin de la sequía dé carpetazo con el interés por las tecnologías para gestionar mejor el agua, obtenerla de nuevas fuentes o incluso “estimularla”?
Innovar bajo presión
Como escribe Heather Kelly en CNN, “A veces se necesita un desastre para alentar la innovación”.
Si en algún sitio de Estados Unidos una sequía prolongada puede influir sobre la percepción de este recurso, es California, tanto por características climáticas como por la estructura de su sector productivo: el poblado y árido sur del Estado necesita tanto el recurso como los productivos campos agrarios de Central Valley.
El norte del Estado no debería olvidarse de los riesgos de la sequía y, de padecerla de manera prolongada, Silicon Valley quizá encontraría alternativas tecnológicas a la perforación de pozos y la desalinización.
(Vídeo de Kirsten Dirksen sobre nuestra visita al lago Mono hace 5 años -cuando nadie hablaba de sequía-)
Desalinización: un pequeño porcentaje de lo necesario
De momento, el sur de California se conforma con acabar la que será la mayor desalinizadora del país, que pronto tomará agua del océano para crear a diario 50 millones de galones (189 millones de litros) de agua.
Eso sí, un sólo ciudadano de condados como el de San Diego gasta a diario 580 galones (2.195 litros) de agua, o 211.700 galones (801.000 litros) de agua anuales, cuadruplicando la producción diaria de la futura desalinizadora.
El productivo sector agrario californiano, que concentra el 2% de su PIB y constituye el motor económico del Valle Central de California, depende del caudal de dos grandes ríos, el Sacramento y el San Joaquín, padecen las consecuencias del cultivo extensivo de granos y frutos con gran demanda hídrica (ver gráfico), tales como alfalfa, frutos secos (almendras, pistachos, nueces) o pastos, arroz o maíz, entre otros.
Cultivar alfalfa y almendras en un valle con restricciones hídricas
¿Debería un Estado próspero y puntero en sectores tan estratégicos como el tecnológico o el del entretenimiento dedicar el 80% de su agua a usos agrarios?
Hay oportunidades de mejora en la gestión agraria del agua, pero también en el uso indiscriminado de este recurso para convertir en vergeles nuevos barrios erigidos literalmente en el desierto junto a Los Ángeles, cuando otros barrios y localidades con menor renta padecen cortes o se han quedado sin suministro y dependen del agua embotellada.
En comparación con las localidades del árido sur del Estado, la zona de influencia de San Francisco y el norte del Estado registran el menor consumo de agua de California (las poblaciones que menos agua gastan por persona: San Francisco, South San Francisco, East Los Angeles, Daly City, Santa Cruz, San Diego, East Palo Alto, Monterey y Arcata).
Del norte de San Diego a East Porterville
La disparidad en el consumo reaviva el debate sobre la conveniencia de reproducir complejos residenciales con abundante vegetación de climas templados en zonas áridas con un clima entre desértico y subtropical durante la mayor parte del año.
En algunos distritos de California hay barrios que usan más de 500 galones de agua por persona y día, otros apenas emplean 46. El distrito hidrográfico de Santa Fe, que abastece de agua a un barrio afluente del norte del condado de San Diego, usa la mayor cantidad de agua: 584 galones (2.210 litros) por persona y día.
Por el contrario, en East Porterville, al sur de Fresno, la ausencia de un suministro de agua regular y el aumento de las partículas de polvo en un aire cada vez más reseco han aumentado los problemas de salud de la población.
Más allá del “If it’s yellow, let it mellow”
Décadas después de que el descenso del nivel del lago Mono generara un debate sobre cómo gestionar recursos y conservar a la vez, California se vuelve a topar de bruces con un problema cíclico.
La última gran sequía generó campañas públicas para concienciar a la población sobre el problema. Jerry Brown, gobernador en dos ocasiones, popularizó un eslogan sobre el uso del inodoro que los adultos de hoy escucharon de niños: “If it’s yellow, let it mellow. If it’s brown, flush it down” (si es amarillo, déjalo madurar. Si es marrón, tira de la cadena).
Cualquier campaña de concienciación no podrá revertir las consecuencias de una sequía que reavivan un debate candente en Estados Unidos durante las últimas décadas: la gestión de los derechos del agua y los mercados de derechos del agua, sobre todo en entornos donde el uso urbano y agrario superan con creces los recursos disponibles, como la zona de influencia de Los Ángeles o el lecho del río Colorado (que abarca un territorio equivalente a Francia), entre otras zonas con problemas de abastecimiento menos conocidos pero igual de perentorios.
Medidas al alcance de cualquiera
De momento, las soluciones tecnológicas a la sequía no vienen de Silicon Valley y las mejoras en sistemas de riesgo y su eficiencia proceden de otras zonas con mayor tradición en este sector, como Israel.
De momento, apenas un puñado de pequeñas empresas exploran soluciones a la sequía que experimenta el Estado.
(Vídeo de Kirsten Dirksen sobre la técnica de paisajismo nativo adaptado al clima local resistente a las sequías del “xeriscaping”, en este caso en Idaho)
A falta de soluciones a gran escala, tales como la llegada o “producción” de agua abundante (que no estaría garantizada si, por ejemplo, hubiéramos asistido a unas décadas con lluvias más abundantes de las de otros períodos), hay alternativas conocidas que pueden mejorar la eficiencia en el uso de este recurso:
- reducir la pérdida de agua a través de la infraestructura de suministro (los escapes son abundantes);
- fomentar el paisajismo nativo, con plantas preparadas para soportar períodos prolongados de sequía (por ejemplo, el xeriscape);
- integrar en la vivienda sistemas de recolección de aguas pluviales, así como reusar las aguas grises (creando, por ejemplo, sistemas naturales de filtrado –ver vídeo-);
- mejora de los sistemas irrigación, tanto de jardines domésticos como de campos agrícolas;
- etc.
Internet de las cosas y gestión del agua
Imagine H2O, una ONG de San Francisco, trata de atraer interés del tejido tecnológico de la zona a un sector tan ajeno las preocupaciones estratégicas de Silicon Valley como el agua y su uso eficiente.
Esta disparidad entre las necesidades de California a corto plazo y los intereses estratégicos del mundo tecnológico cambia a medida que evoluciona la Internet de las cosas y aparecen sensores que, en colaboración con aplicaciones de móvil, facilitarían la gestión del jardín.
El control de la gestión y el consumo de agua también puede beneficiarse de sistemas con sensores que evalúen la humedad del terreno en cada momento.
Explorando nuevos métodos de recolección con biomimética
Más allá de las técnicas presentes y futuras para gestionar mejor el agua, la gran oportunidad reside en métodos para lograr lo que escasea: agua en abundancia.
Ya hay métodos para lograrlo, pero su coste e impacto medioambiental los convierten en polémicos:
- construir desalinizadoras (elevado coste en relación con su capacidad productiva);
- obtener el agua de los acuíferos de una región determinadas (depósitos subterráneos con agua procedente de glaciaciones y filtraciones; no son regenerables);
- trasvases (coste económico y político, ya que implica trasladar agua de un sitio a otro, a menudo agrandando la complejidad del problema).
Cuando se trata de conseguir agua en condiciones extremas, la inspiración puede proceder de la naturaleza, optando por diseños ya existentes en organismos vivos y fenómenos naturales (biomimética).
Hay escarabajos que han perfeccionado durante millones de años sus técnicas para recolectar agua del rocío, y su metodología podría inspirar colectores de agua de niebla oceánica, un recurso muy abundante en toda la costa californiana.
Drones para uso agrario
También se experimenta con generadores y recolectores de partículas de agua atmosférica; otras técnicas permiten aumentar las posibilidades de lluvia entre un 50% y un 400%.
Asimismo, las plantas de tratamiento de aguas residuales son una oportunidad para su reutilización masiva, pues tras ser tratada puede usarse para irrigación o como agua sanitaria.
(Vídeo de Kirsten Dirksen sobre la recolección doméstica de aguas pluviales en una vivienda de Sídney, Australia)
La Administración californiana cree que la mejor respuesta a sequías como lo actual llegará sólo con la colaboración del mundo tecnológico. Los campos en que se trabaja son ahorro, reutilización y recolección, con avances en:
- Internet de las cosas;
- drones para uso agrario;
- desalinización;
- tratamiento de aguas residuales;
- mercado del agua con consumidores recibiendo incentivos por consumir menos, etc.;
- modificación del clima local (induciendo mayores posibilidades de lluvia, por ejemplo).
¿Y si llueve y el invierno deja buena nieve?
De momento, la idea de que la tecnología californiana podría resolver la peor sequía del Estado en 500 años es, de momento, apenas una posibilidad.
Aunque claro, a lo mejor pronto llueve de manera prolongada y generalizada y, acabado el problema perentorio, California vuelve a olvidar la importancia de la gestión del agua.