En una reflexión acerca de la importancia de gestionar el tiempo de manera efectiva en la era de la distracción, Paul Graham distinguía hace unos años entre procrastinación “buena” y “mala”.
La “buena” consistiría, según el propio Graham y estudiosos de la materia como John Perry, en hacer más cosas importantes en detrimento de recados que no son esenciales y absorben nuestra atención.
Cuando trabajar en lo que importa requiere concentración
Pero quienes siguen este consejo de Graham y Perry, capaces de transformar un problema que afecta a la productividad de millones de personas en una ventaja, al dedicar más tiempo y pasión a las cosas que importan y apartar la atención de los recados superfluos, afrontan un gran inconveniente:
- además de esfuerzo consciente, las cosas importantes suelen requieren grandes intervalos de tiempo sin interrupciones constantes;
- es necesario, asimismo, contar con el humor y motivación adecuados.
En otras palabras: dedicarse con toda la energía posible a una tarea implica abstraerse del mundo exterior y concentrarse en lo que uno hace, hasta el punto de que la actividad introspectiva genera lo que el psicólogo Mihály Csíkszentmihályi bautizó como “experiencia de flujo“.
Habitáculos para dar lo mejor de nosotros mismos
Este estado de concentración, tan decisivo para el trabajo de creadores técnicos e intelectuales, alcanzaría en ocasiones tal intensidad que se pierde la noción del tiempo y se produce un desapego entre mente y necesidades fisiológicas, pausadas mientras dura este momento de gracia.
Las estrategias para reproducir experiencias de flujo, independientemente de si son reconocidas o identificadas como tales, difieren entre épocas, roles laborales y sociales, así como personalidades.
Los oficios más solitarios y que requieren mayor contemplación y reflexión interior, a menudo relacionados con la creación artística, artesanal, computacional, científica, etc., son los que dependen en mayor grado de una concentración de calidad.
En una entrevista concedida a Wired en 2009, Mihály Csíkszentmihályi describía la concentración necesaria en este tipo de tareas como un modo de fluir, de “se sentirse completamente comprometido con la actividad por sí misma. El ego desaparece. El tiempo vuela. Toda acción, movimiento o pensamiento surgen inevitablemente de la acción, del movimiento y del pensamiento previos, es como si estuviéramos tocando jazz”.
Trabajar con la soltura de una melodía jazzística
Y para que estos momentos fluyan como el jazz, creadores de todas las disciplinas recurren a distintas argucias que les permitan repetir una u otra sesión de trabajo reciente recordada con cierto orgullo.
Muchos creadores:
- conciben ambientes siguiendo ciertos patrones establecidos por ellos mismos, desde situarse en un rincón donde no son interrumpidos (Stephen King) a acudir a un café donde trabajar anónimamente en medio del bullicio mundano (el joven Hemingway de París era una fiesta), a reproducir un determinado tipo de música, etc.;
- convierten un rincón o cobertizo en “oficina” o “taller” de creación, a menudo en solitario y, en el caso de pequeñas empresas y estudios arquitectónicos, a veces compartido por un pequeño equipo (es el caso de la pequeña oficina acristalada cobijada por un jardín del estudio arquitectónico madrileño Selgas Cano).
Pequeños -y célebres- lugares de trabajo
En Norteamérica y el norte de Europa, las zonas residenciales donde predominan las viviendas unifamiliares con jardín y patio trasero han integrado pequeñas construcciones usadas como espacio de trabajo e introspección.
Cobertizos, cabañas, glorietas, casitas y chamizos de escritor, pasando por pequeñas casas algo más apartadas, sirvieron como escenario de novelas, poemarios, composiciones musicales, pinturas e invenciones. Es el caso de, por ejemplo:
- la cabaña que Henry David Thoreau se construyó junto al lago Walden, en Concord, Massachusetts, la excusa espacial para que el autor reflexione sobre la existencia y la vida sencilla en el ensayo que puso el pequeño lago en el mapa de la literatura;
- la cabaña de planta octogonal y amplios ventanales que Samuel Clemens -conocido como Mark Twain- instaló en un altozano para escribir, apoyado en un escritorio con vistas al valle donde se extendía la localidad de Elmira, en el interior rural del Estado de Nueva York, sobre Tom Sawyer y Huckleberry Finn;
- la cabaña de madera que erigió Jack London en Dawson City, un pueblo minero del Yukón canadiense;
- o la casa de madera que se construyó en un fiordo noruego el filósofo austro-británico Ludwig Wittgenstein, etc.
Una tendencia al alza: los cobertizos -móviles y modulares- de trabajo
Más recientemente, artistas y escritores han detallado su predilección por el trabajo solitario y alejado de distracciones que realizan en sus cobertizos.
Michael Pollan, conocido por su ensayo sobre alimentación y agroindustria El dilema del omnívoro (2006), es también autor de A Place of My Own: The Education of an Amateur Builder, ensayo en el que narra su experiencia construyendo la casita de madera que usa para escribir, a partir de las directrices sobre diseño e integración de edificios de Christopher Alexander y su influyente ensayo El lenguaje de patrones.
Por definición, un cobertizo es un edificio destilado hasta su esencia, con las comodidades esenciales que permiten al individuo enfrentarse a su interior y, haciéndolo, reflejar éste sobre el universo.
Un edificio que aporte lo esencial: resguardo de la intemperie, esencialismo
Ralph Waldo Emerson, amigo y vecino de Henry David Thoreau, escribió un poema acerca del ideal griego de conocerse a uno mismo, “gnóthi seautón“, como camino para contactar con lo trascendental y, por ende, con lo ajeno a la persona, el universo. Este ideal panteísta florece con la proliferación de las cabañas y cobertizos de estudio y escritura.
Un cobertizo es, por tanto, simple y de una sola planta, resguardando a su morador de la intemperie con la estructura más elemental: el ideal arquitectónico occidental de la “cabaña primitiva” que menciona Marco Vitruvio y recuperan los arquitectos ilustrados.
Meditación, lectura, escritura, contemplación, recogimiento, aficiones, invenciones… los cobertizos son cajones de sastre donde los adultos tienen potestad de perseguir sueños con la seriedad e inabarcables dosis de ingenuidad con que lo hace un niño.
Cuando el trabajo requiere dosis elevadas de ingenuidad
Jorge Luis Borges citaba al escritor y aventurero escocés Robert Louis Stevenson, cuyas obras había leído, todavía niño y en inglés, en la biblioteca familiar, cuando el autor de La isla del tesoro proclamaba: “Sí, el arte es un juego, pero hay que jugar con la seriedad de un niño que juega”.
Stevenson, arquetipo del aventurero romántico durante la segunda mitad del siglo XIX, partió en 1888 desde San Francisco para conocer el Pacífico; al llegar a Hawaii, Stevenson conoció a la realeza del apartado archipiélago, y durante un año usó un sencillo chozo recubierto de pasto para escribir.
El cobertizo de hierba de Stevenson, como se conoce desde entonces, había sido un obsequio de la princesa Ka’iulani en Waikiki. Ya en 1920, el chozo fue subastado y trasladado a Honolulú, donde permaneció en su estado original hasta que unas fuertes lluvias lo destruyeran parcialmente en 2003. Ha sido restaurado con posterioridad.
El rincón donde Dylan Thomas copiaba listas de palabras
Y desde el cobertizo de trabajo de un escritor y aventurero pasando algo de tiempo en los confines del mundo al cobertizo de trabajo del poeta Dylan Thomas en la localidad galesa donde pasó su primera juventud.
Thomas, conocido por la musicalidad de su poesía e inconfundible manera de recitarla, tan influyente en artistas como Bob Dylan, se encerraba en el cobertizo a escribir interminables concatenaciones de palabras inglesas, organizadas por sonido y significado, que luego acudían a la mente del autor cuando eran requeridas en una composición.
El interior cobertizo de Dylan Thomas, según el propio poeta, estaba repleto de fotografías, reproducciones y recortes de prensa de Lord Byron, Walt Whitman, Louis McNeice, W.H. Auden o William Blake, además de un cuadro de Modigliani e imágenes eróticas.
Auge de los “shedquarter”: edificios-oficina-sede
El cobertizo en el patio trasero, una tradición que se ha convertido en un signo distintivo británico, se convierte a inicios del siglo XXI, tanto en el entorno anglosajón como en el resto del mundo, el el refugio y oficina de la ocupación creativa, que a menudo coincide con la profesional.
Internet, el teletrabajo y la evolución de los empleos profesionales, que a menudo permiten combinar vida personal y laboral a la manera de los polímatas del movimiento moderno (por ejemplo, el matrimonio de arquitecto y diseñadora compuesto por Charles y Ray Eames), originan el “shedquarter”, o “cobertizo sede”.
Los “shedquarters” o pequeñas oficinas en edificios frugales y fáciles de transportar, responden a la necesidad de los trabajadores intelectuales de buscar un lugar donde concentrarse y rendir sin que la energía mental se disipe en un entorno cotidiano repleto de interrupciones.
Le Cabanon
El arquitecto moderno y polímata Le Corbusier, abanderado de la densidad urbanística, la funcionalidad y el brutalismo arquitectónico, construyó un único edificio con sus propias manos: Le Cabanon.
Le Cabanon es un pequeño, preciso y espartano cobertizo erigido en Roquebrune, localidad de la Riviera francesa donde el arquitecto descansaba. De aspecto vertical y dominado por líneas rectas, el arquitecto buscaba en el pequeño edificio erigido por él mismo el recogimiento para avanzar en sus proyectos.
Muchos “shedquarters” actuales experimentan con la esencia arquitectónica y las características del entorno donde se emplazan para inspirar a sus moradores.
Cobijo en la era de la interrupción
Se trate de estructuras prefabricadas, contenedores logísticos reconvertidos, casas de madera diseñadas por los ocupantes, u obra arquitectónica a partir de un encargo, las sedes profesionales y empresariales en pequeños cobertizos de patio trasero van camino de convertirse en la tendencia más dinámica y experimental de la arquitectura.
Confluyen varios factores en los motivos de la fresca experimentación en el terreno de los cobertizos:
- apreciación del valor introspectivo y contemplativo del trabajo intelectual;
- necesidad de recogimiento en un mundo interconectado y saturado informativamente;
- valor intrínseco de un edificio pequeño y que alberga lo esencial en un entorno estético tan saturado como el informativo;
- ausencia de muchas de las constricciones que afectan, a través de los cada vez más extensos y complicados códigos de edificación, a edificios de mayor tamaño, lo que otorga carta blanca para experimentar;
- bajo presupuesto;
- modularidad y movilidad: las pequeñas estructuras y cobertizos son fáciles de modificar y ampliar, y cambian de emplazamiento con la facilidad de un contenedor logístico.
15 pequeños cobertizos para usar como oficina o estudio introspectivo
Recopilamos a continuación 15 “shedquarters”, o sedes profesionales y empresariales en cobertizos, que responden de distinto modo a las necesidades de sus usuarios, aunque comparten sencillez y confort esencial y con un cierto espíritu espartano.
1. Cobertizo de madera, techo acristalado y puertas retráctiles Hackney Shed Office por Office Sian Architecture (Hackney, Londres)
2. Cobertizo de madera con taller de herramientas y tejado retráctil Hustadvika Tools por Rever & Drage (Noruega)
3. Cobertizo de introspección con forma orgánica y ventanal sobre laguna Forest Pond House por TDO Studio (Hampshire, Inglaterra)
4. Casita con exterior de ladrillo púrpura e interior de madera para pianista en patio interior Piano House por NI&Co. Architects (Nagoya, Japón)
5. Remolque de construcción vintage reconvertido en retiro productivo en el patio trasero de una vivienda unifamiliar por Karel Verstraeten (Gante, Bélgica)
6. Casita de jardín moderna para estudio musical doméstico con cubierta de metal corrugado, fachada de madera, estructura de hormigón e interior de contrachapado por De Smet Vermeulen Architecten (Sint-Martens-Latem, Flandes, Bélgica)
7. Estudio en cobertizo en el jardín trasero con fachada de tejuelas de madera negras y grandes ventanales por Serge Schoemaker Architects (Holanda)
8. Casita de escritor en patio trasero con fachada translúcida de lamas separadas de madera, tejado a dos aguas y estufa de hierro por Weston, Surman & Deane (Hackney, Londres)
9. Oficina doméstica en cobertizo high tech con estructura corrugada translúcida retráctil y puertas correderas por Estudio architecten|en|en (Eindhoven, Holanda)
10. Cobertizo con fachada de recortes de madera sobrantes de proyectos anteriores y cubierta de metal corrugado Wall of Zudaji por 403architecture (Hanamatsu, Shizuoca, Japón)
11. Sala de estudio y reuniones en forma de cobertizo de madera en el interior de una oficina por Tsubasa Iwahashi Architects (Osaka, Japón)
12. Estudio artístico de dos módulos móviles con cubierta inclinada y estructura de madera carbonizada por Feilden Clegg Bradley Studios (Londres, Reino Unido)
13. Salas de reunión y estudio en forma de cobertizos con paredes translúcidas de lamas de madera y tejado a dos aguas en el interior de una oficina por Estelle Vincent (París, Francia)
14. Cobertizos en patio trasero para trabajo manual con herramientas (1) y escritorio para oficina doméstica (2) con fachada de madera y aspecto minimalista por Rodić Davidson Architects (Cambridge, Inglaterra)
15. Refugio de montaña con exterior de madera tratada e interior de contrachapado Signal Shed por Ryan Lingard Design (Reserva Natural Eagle Cap, Oregón, Estados Unidos)