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Sopa de plástico: sobre evitar (y recoger) desechos plásticos

Una de las consecuencias de politizar riesgos climáticos y medioambientales es la pérdida de interés en aportar soluciones originales que, quizá, tendrían rendimiento económico y el potencial para crear el empleo masivo que ha sido incapaz de ofrecer el sector tecnológico.

Fenómenos como la erosión o la acumulación de desechos podrían estimular sectores competitivos dedicados a restaurar terrenos y ecosistemas, o a recuperar desechos para reutilizarlos.

El holandés de Delft Boyan Slat (imagen), fundó a los 17 años un proyecto mediante el que pretende recuperar la mayor parte del plástico vertido en los océanos que todavía no se ha descompuesto en microplásticos. Crédito de la imagen: The Ocean Cleanup

La regulación sobre el uso de sustancias nocivas o el reciclaje de plástico en regiones como la Unión Europea transforma tendencias a largo plazo, pero ofrece una visión ajena al dinamismo de la competición empresarial: si el sector público no se ocupa de lo que es visto como “basura”, nadie lo hará.

Responsabilidades compartidas (y por tanto en tierra de nadie)

Imponer trabas para deshacerse de plástico y desechos electrónicos no incentiva siempre su correcto reciclaje, si atendemos a las empresas subcontratadas por compañías y consistorios para tratar desechos, que acaban enviando las partidas recibidas más nocivas a países como Ghana, especializada desechos electrónicos.

Las declaraciones de buenas intenciones tienen efectos limitados y simbólicos: en el mejor de los casos, las acciones contra la contaminación con plástico de entorno natural y océanos suscita la concienciación puntual de esa entidad tan etérea e interpretable conocida como “opinión pública”.

Mientras tanto, avanza la auténtica “tragedia de los comunes“: todos contribuimos al desecho plástico, pero nadie es en realidad responsable, lo que permite transformar el concepto de maldad diluida entre la población en sociedades avanzadas de Hannah Arendt (“banalidad del mal“) en una todavía más etérea “banalidad de la corresponsabilidad ecológica”.

La banalidad de la contaminación por plástico

En síntesis, todos contaminamos y no es culpa de nadie, del mismo modo que la elección de tecnologías que contribuyen a que nuestro aire sea irrespirable, como la decisión industrial europea de apostar por el automóvil diésel, son la prueba de que las decisiones burocráticas tienen consecuencias cuantificables a largo plazo.

Deshacer errores de décadas cuesta más que implantar las medidas que provocaron una situación indeseada cualquiera (“externalidad negativa” en el muy burocrático lenguaje tecnócrata).

Gráfico explicativo sobre cómo el plástico desechado que llega a los océanos se convierte en alimento tóxico para la cadena trófica. Crédito de la imagen: The Ocean Cleanup

Una iniciativa destinada a reducir la cantidad de plástico en el giro del Pacífico Norte hasta un 50% pretende transformar esta realidad a partir de este mismo año: con sede en Delft (Holanda) y taller de ensamblaje en Alameda (bahía de San Francisco), The Ocean Cleanup es una organización fundada en 2013 por el holandés Boyan Slat a los 18 años, y está conformada por más de 70 ingenieros, investigadores, y científicos computacionales.

Slat ha inventado un sistema de absorción de plástico en alta mar que espera poder aplicar a gran escala. Esta ONG no pretende quedarse en los brindis al sol y las misiones con gancho para su promoción en redes sociales: empezando en 2018, Slat se ha comprometido a reducir a la mitad la contaminación plástica en el giro septentrional del Pacífico, el que acumula más desechos, en cinco años.

¿Realmente no hay soluciones para recoger plástico a gran escala?

El trabajo de reciclaje no acaba cuando compañías y ciudadanos separan desechos y los depositan en el contenedor correspondiente: a menudo, plástico y aparatos electrónicos son exportados a países más laxos en regulación medioambiental, donde personas sin formación ni protección recuperan materiales con valor de mercado y depositan en el resto en vertederos sin control, donde estas sustancias son incineradas a la intemperie.

El nuevo material de nuestra era no es una aleación de alta tecnología patentada en un sofisticado laboratorio, sino el “plastiglomerado“, un nuevo mineral conformado con desechos incontrolados de todo tipo, sobre todo plástico.

Ave acuática rodeada de plástico en una playa remota. Crédito de la imagen: Matthew Chauvin

El sistema diseñado por Boyan Slat y perfeccionado con ayuda de expertos en diseño industrial y expertos en simulación informática, consiste en flotadores cilíndricos (reciclables al final de su vida útil, faltaría más) con una fina membrana sumergida que atrae a modo de pantalla las partículas y pedazos de plástico flotando suspendidos a unos pies bajo el agua. El plástico queda asido a la membrana atrayente con mucha más efectividad que usando técnicas convencionales como buques y redes.

Los flotadores, de entre 1 y 2 kilómetros de longitud, reducirán dramáticamente el coste de limpieza a la vez que acelera cualquier método conocido hasta el momento.

La utopía de los materiales biodegradables y técnicos

Para convertir proyectos altruistas como The Ocean Cleanup en oportunidades de negocio con un incentivo que acelere la recolección del plástico acumulado en los océanos, deberían surgir tecnologías que, por ejemplo, permitieran reutilizar el plástico recolectado.

Para diseñadores industriales y químicos como el alemán Michael Braungart, coautor del ensayo Cradle to Cradle: Remaking the Way We Make Things sobre el diseño de materiales totalmente biodegradables o fácilmente reutilizables sin necesidad de usar energía y recursos en la recuperación, el problema de la acumulación de plástico en el medio ambiente parte del origen: el diseño de materiales incapaces de descomponerse bajo circunstancias ambientales naturales al final de su vida útil.

Muestra de “sopla de plástico”. Crédito de la imagen: The Ocean Cleanup

Los “nutrientes técnicos”, materiales propuestos por Braungart y McDonough para el diseño industrial del futuro, permanecen como concepto aspiracional, apenas usado debido a las ventajas que el plástico representa para la industria mientras no exista una alternativa equiparable en coste y prestaciones, capaz de demostrar otras ventajas que prolonguen su valor:

  • como nutriente de alta calidad;
  • o como material de uso perenne.

La “próxima Revolución Industrial” que no fue

El arquitecto William McDonough, coautor del ensayo, firmaba con Braungart un artículo en The Atlantic hace dos décadas, confiando en que “la próxima Revolución Industrial” fuera la de los productos y materiales que, al final de su vida útil retornan al medio ambiente en forma de nutriente en vez de dañarlo, como harían los frutos maduros de un árbol que no han sido recolectados o engullidos por animales, que acaban cayendo al suelo y enriqueciendo el humus del bosque.

En la era de los drones tripulados y los cohetes espaciales reutilizables, el mundo sigue recurriendo a dos viejos procesos incapaces de deshacerse de los materiales sintéticos que han inundado el mundo desde la aceleración de la sociedad de consumo a finales de la II Guerra Mundial: estos viejos procesos, incinerar y enterrar, no se comportan del mismo modo con los desechos biodegradables del pasado que con el material sintético derivado del petróleo.

Todos contamos con una historia sobre nuestra estrecha relación con el plástico. Los primeros juguetes en este material, las primeras escenas descorazonadoras sobre basura plástica en vegetación y cunetas, las partidas de recogida cívica para recuperar las bolsas de plástico y otros desechos atrapadas en el dosel del bosque…

Crédito de la imagen: The Ocean Cleanup

Numerosas ciudades, regiones y países limitan o prohíben el uso de bolsas de plástico no biodegradables. La Unión Europea pretende, asimismo, aumentar la proporción de plástico reciclado desde el 30% hasta el 55%.

El lado menos amable de la estabilidad de los polímeros plásticos

El plástico no vuelve al medio ni se recupera con facilidad, y la negativa de China a recibir más desechos plásticos para reciclarlos in situ, debido a la crisis medioambiental que afronta, apremia la toma de conciencia generalizada sobre un problema tan mundializado como el intercambio de mercancías usando contenedores logísticos, o el intercambio de ideas por Internet.

La historia del plástico durante el último medio siglo es una historia de éxito, que explica tanto el abaratamiento de productos y procesos, como el reto que supone afrontar las consecuencias al final de la vida útil de los productos producidos: en función del tipo de polímero, el proceso utilizado, las características físicas del desecho y las circunstancias de su deposición (legal o ilegal, conduciendo o no a incineración, acabando en cursos fluviales y océanos), el plástico no sólo tarda largos períodos en descomponerse por completo, sino que durante el lento proceso pone en riesgo a la vida marina y la salud humana.

Planta de fabricación del mecanismo para recuperación de plástico de los océanos a cargo de The Ocean Cleanup (la ONG cuenta con su sede en Holanda, si bien su taller está localizado en Alameda, en la bahía de San Francisco)

La administración marítima y atmosférica de Estados Unidos, NOAA, ha calculado el tiempo que algunos productos plásticos de consumo común tardan en biodegradarse:

  • un vaso de polietileno necesita 50 años;
  • una lata de refresco compuesta de aluminio y polímeros, 200 años;
  • un pañal sintético, 450 años;
  • una botella de plástico no biodegradable, 450 años.

Mundo de plástico

En el caso de vasos de refresco, envoltorios de comida y tentempiés, latas de refrescos y botellas de plástico, la mayoría del plástico consumido en Europa y Norteamérica, el material acaba mal desechado tras un solo uso, una indulgencia que certifica la doble moral compartida por compañías y consumidores, acostumbrados a demandar y loar mensajes de responsabilidad medioambiental sin encontrar incongruencias entre aspiraciones y comportamiento.

Pero, como recuerda The Economist en un artículo del 1 de marzo de 2018, la indolencia del público ante un problema que todavía considera abstracto y alejado de su vida cotidiana, no produce la disipación del material desechado:

“Si el material acaba en el mar, puede acabar en una playa distante o atragantar a una foca. Expuesto al salitre y a la luz ultravioleta, puede fragmentarse en ‘microplásticos’ lo suficientemente pequeños como para acabar en el estómago de los peces. De allí, parece sólo un corto recorrido hasta el plato de la cena.”

Pasando de 1,5 millones de toneladas en 1950 a 322 millones de toneladas en 2015, la curva ascendente de la producción mundial de plástico es el testimonio mudo del impacto de las economías de escala en la sociedad de consumo desde finales de la II Guerra Mundial. Durante sus apenas 7 décadas de vida, el plástico ha transformado el mundo: implantes, pintura, ropa, útiles de cocina, embalaje y cualquier proceso imaginable de diseño industrial.

El impacto no visible de los microplásticos

The Economist cita el cálculo de Roland Geyer, investigador de la Universidad de California en Santa Bárbara, que sitúa la cantidad total de plástico consumido en 4.900 millones de toneladas.

Puesto en perspectiva, todo el plástico creado desde 1950 habría cabido en un vertedero de 70 metros de profundidad y un área de 57 kilómetros cuadrados. El área de Manhattan.

El flotador cilíndrico de The Ocean Cleanup despliega una membrana bajo el agua que atrae los microplásticos flotando en la “sopa de plástico” acumulada en torno a los giros oceánicos. Crédito de la imagen: The Ocean Cleanup

El principal problema es su dispersión en forma de pequeñas porciones en los océanos: hasta 51 billones (trillones para los anglosajones) de partículas de microplástico. Y, si bien la sal y la luz solar deshace físicamente el plástico, las pequeñas porciones derivadas, compuestas por hidrocarbonos entrelazados en cadenas de polímeros, destacan por su estabilidad y no se descomponen.

“Como el crudo —aclara The Economist—, del que se derivan la mayoría de polímeros, ello ocurre sólo si éstos se incineran a altas temperaturas para liberar principalmente dióxido de carbono y agua. En condiciones normales, el plástico simplemente se acumula en el medio ambiente, de manera análoga a la acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera.”

Más complejo que separar la basura en casa

Las consecuencias menos deseables del éxito comercial del plástico permanecerán con nosotros durante varias generaciones. Como el resto de catástrofes que traspasan fronteras y amueblan el entorno sin que su carácter de externalidad negativa aumente su prioridad, todavía no hemos aprendido a medir con cierto ánimo de precisión la polución por plástico.

Se han producido más de 9.000 millones de toneladas de plástico virgen (cifra que no incluye el plástico recuperado de otros polímeros), y se logra reciclar menos de una décima parte de esta cifra Según Science,

  • el 79% de residuos plásticos acaba en tanto en vertederos —a menudo sin un protocolo de gestión adecuado a su naturaleza—, como en entornos naturales;
  • el 12% es incinerado;
  • y en torno al 9% acaba reciclado, aunque otros cálculos sitúan esta cifra en el 7%.

De continuar la misma tendencia y proporción en el tratamiento de plástico al final de su vida útil, en 2050 se podrían alcanzar los 12.000 millones de toneladas de basura acumulándose en vertederos o en el medio ambiente: la naturaleza de estos polímeros derivados del petróleo, con su característica baja densidad y propiedades impermeables y carácter aislante (eléctrico, acústico, térmico), favorece su acumulación en los océanos.

Sopa de plástico en los giros oceánicos

Si hasta hace 7 décadas el imaginario colectivo soñaba con el hallazgo de un mensaje en una botella varada en una playa tras vagar el mar, las grandes corrientes en espiral en los océanos —dos en el Pacífico, dos en el Atlántico, una en el Índico—, conocidas como giro oceánico, atraen a su gigantesca inercia espiral el equivalente contemporáneo al viejo mensaje romántico: una pieza de plástico descolorida con código de barras y algún que otro logotipo a modo de declaración de buenas intenciones: el símbolo universal del reciclaje, así como las siglas de los organismos oficiales que habrían certificado la inocuidad de su consumo en los principales mercados.

Crédito de la imagen: The Ocean Cleanup

La corriente circular oceánica que más plásticos acumula, el giro del Pacífico Norte, atrae a plásticos que tardan seis años en llegar al epicentro de esta corriente circular, cuando el desecho se libera en la Costa Oeste de Canadá, Estados Unidos o México; y un año cuando el plástico procede desde Japón.

El plástico se concentra en mayor cantidad en el interior de los giros que en el resto de los océanos; en los giros, estos interminables cuerpos de fragmentos de plástico flotan suspendidos bajo la superficie: la sopa de plástico.

El optimismo de Boyan Slat, que cree que su proyecto The Ocean Cleanup es poco menos que el inicio de la eliminación del plástico acumulado en los océanos, los expertos alertan de que, una vez descompuesto en microplásticos, los polímeros que conforman el material son irreconocibles entre el plancton, lo que ya causa una transformación de los ecosistemas y problemas de supervivencia entre las aves y animales marinos de la cadena trófica que, o bien ingieren los microplásticos confundiéndolos con nutrientes, o bien se alimentan de animales que los han ingerido previamente.

La (ausencia de) gestión del plástico en Asia

Un estudio publicado en Marine Pollution Bulletin expone, asimismo, el impacto de los componentes del plástico en el coral, que los confundirían con nutrientes.

Incluso reduciendo dramáticamente el plástico que acaba en el mar, que sigue llegando a un ritmo de 10 millones de toneladas anuales, enormes cantidades de polímeros permanecerán.

Simulación del despliegue de un flotador de The Ocean Cleanup. El taller de la firma se encuentra en Alameda, California. Crédito de la imagen: The Ocean Cleanup

Un gráfico de The Economist ilustra la fuente de estos vertidos incontrolados de plástico, la mayoría procedentes de los países asiáticos en rápido proceso de industrialización:

“El pasado octubre, científicos del centro de investigación medioambiental Helmholtz, en Alemania, calculaban que diez ríos —dos en África y el resto en Asia— abocan el 90% de toda la basura plástica. El río Yangtsé solo arrastra 1,5 millones de toneladas al año.”

China es responsable de la mayoría de estos vertidos, seguida de Indonesia, Filipinas, Vietnam, Sri Lanka, Tailandia, Egipto, Malasia, Nigeria y Bangladesh.

Al ritmo actual, en 2050 habría más plástico acumulado en los océanos, por peso, que peces, sentencia The Economist.

Convivir con lo peor del plástico

El daño del microplástico en la vida marina es difícil de calcular, si bien hay expertos que tratan de relativizar la alerta, recordando que los polímeros de plástico son químicamente inertes y, de no quedarse en el interior del organismo, no presentan riesgos para la salud humana.

Sí con peligrosos muchos de los aditivos, tales como ftalatos (usado en PVC), bisfenol A (endurecedor de varios plásticos) y organoclorados, entre otras sustancias, algunos de los cuales actúan como interruptores endocrinos y afectan al desarrollo de fetos y niños.

La polución por plástico es especialmente intensa en Asia, donde el desarrollo industrial no ha ido acompañado de protocolos y regulaciones que eviten el vertido de plásticos en ríos y mar. Crédito de la imagen: The Ocean Cleanup

El escaso coste, las propiedades y la estabilidad estructural del plástico dificultan el hallazgo de sustitutos viables que cumplan con el objetivo de un retorno al medio ambiente como nutriente o una reutilización perenne sin el uso de grandes cantidades de energía en su recuperación.

A menudo, explica The Economist, la alternativa puede aumentar el impacto que trata de relativizar.

Futuro

Todo apunta a que permaneceremos durante un largo período en la era del plástico. Ya va siendo hora de encontrar maneras de que, más que un problema administrativo encerrado en un bucle de subcontratas, el reciclaje de estos polímeros se convierte en una oportunidad.

El precio bajo del petróleo no asiste en la tarea, pues desincentiva aún más la recuperación.

Muestras de plástico encontrado en el océano estudiadas en el laboratorio por científicos de The Ocean Cleanup

Si el material reciclado tuviera ventaja con respecto al plástico virgen, recuperar plástico del medio se convertiría en prioridad para empresas y emprendedores de todo el mundo, tanto en la economía informal de regiones en proceso de industrialización como en los vertederos de Occidente que, una vez China ha dejado de importar plástico para reciclar, se encuentran con la disyuntiva de reinventar su negocio.