5.040 millas (8.111 kilómetros) después, el 21 de agosto a las 10 de la mañana (hora de California), finalizamos nuestro viaje por carretera a través del Suroeste de Estados Unidos en busca de la “frontera” del urbanismo y algunas de sus tendencias más innovadoras.
Nos interesaba conocer la opinión de innovadores actuales y de hace décadas, aficionados a la arquitectura con mentalidad DIY-maker (“hazlo tú mismo”), arquitectos profesionales y personas reflexionando, modificando, innovando o pidiendo viviendas más flexibles, adaptables, innovadoras, económicas.
(Inicio del viaje: parada en el desierto de Nevada para estirar las piernas; salíamos de Tahoe City)
(Re)visitando la Frontera: arquitectura orgánica, arcología y más
Para averiguar qué urbanismo es posible en la frontera entre el interés individual y el colectivo, o entre la arquitectura (que define la tensión entre ser humano y territorio) y la ecología (responsabilidad sobre éste), decidimos visitar modelos -ideales y en funcionamiento, estáticos y nómadas, temporales y con voluntad de perpetuidad- de edificación y urbanismo:
- edificaciones orgánicas concebidas por Frank Lloyd Wright (Taliesin West y las casas pequeñas edificadas y usadas por los estudiantes de arquitectura en el entorno circundante) o Paolo Soleri (complejo de Arcosanti, ciudad prototipo descrita por Stewart Brand como uno de los dos proyectos en marcha actualmente con “escala de civilización”, siendo el otro la Sagrada Família de Antoni Gaudí);
- a futuras poblaciones de baja densidad y viviendas que contradicen códigos de edificación tradicionales, al experimentar en tamaño, materiales, etc.
Sobre pueblos-fantasma, casas pequeñas, edificios-ciudad y urbanismo libertario
Para explorar este segundo modelo, decidimos visitar tres ejemplos paradigmáticos de las líneas de investigación actuales en la intersección entre arquitectura, urbanismo y frugalidad:
- edificios-ciudad: es el caso del “laboratorio urbano” Arcosanti, fundado por Paolo Soleri en 1956 en Scottsdale, Arizona, y todavía en construcción;
- el revitalizado “pueblo fantasma” al más puro estilo Tex-Mex de Terlingua, población minera en la áspera y desértica ribera norte del Río Grande que atrae a entusiastas de estilos de vida alternativos (artículo de The New York Times) recuperando antiguas casas mineras, edificando cabañas, instalándose en caravanas o en incluso pequeñas viviendas prefabricadas diseñadas por Buckminster Fuller;
- la futura villa de casas pequeñas en Luling, Texas, promovida por el fundador de Tiny Texas Houses, el sugestivo “emersoniano de Frontera” Brad Kittel;
- y la villa de casas bioclimáticas que siguen el diseño de Michael Reynolds, “earthships” a las afueras de Taos, localidad en el alto desierto de Nuevo México.
Viaje de familia/trabajo en un pequeño turismo de bajo consumo
Esta vez, aprovechamos la experiencia acumulada con el viaje de 2.000 millas (3.218 kilómetros) en autocaravana que *faircompanies realizó en el verano de 2013 por el Noroeste del Pacífico de Estados Unidos, que dio pie al documental Summer of (family) love y amplió la conversación en la “frontera” de los abrigos nómadas contemporáneos (casas temporales, sobre ruedas, etc.).
(Cruzando Nevada para adentrarnos en Arizona)
En esta ocasión, no disponíamos de un vehículo-vivienda donde vivir y trabajar mientras viajábamos similar a la Volkswagen Vanagon Westfalia de 1981 que adquirimos y revendimos a continuación por 5.000 dólares en 2013.
Tomamos prestado de unos familiares un turismo compacto de bajo consumo, capaz de cuantificar el viaje con mayor efectividad que la veterana Westy: un Toyota Prius de 2012 que nos permitió programar el viaje, comprobar el consumo en todo momento en función del terreno y el tipo de conducción, así como climatizar el habitáculo en lugares desolados que superaban los 100 grados Fahrenheit (38 grados Celsius) durante buena parte del día.
(Primera parada relevante: la ciudad prototipo de Paolo Soleri, Arcosanti, cerca de Scottsdale, Arizona)
Creatividad más allá de la zona de confort
Carecer de autocaravana imponía restricciones de espacio, tanto viajando como conviviendo o trabajando en el habitáculo, pero la carencia, pensamos, propulsaría la creatividad.
Al fin y al cabo, si la razón del viaje por carretera de 2013 era explorar en familia el mundo de las viviendas y abrigos sobre ruedas, en 2014 queríamos comprobar hasta qué punto los entornos ásperos y extremos (en economía y clima) originaban respuestas frugales, frescas y originales, una especie de “mínimo urbanismo viable” o “lean urbanism”.
(Cielo de inicio de temporada de “monzones” en el desierto de Arizona)
Así fue. El desplazamiento fue más rápido y efectivo, además de mucho más económico y con menor impacto gracias al ahorro de combustible y emisiones.
“Mínimo urbanismo viable” y mínimo espacio viable
Logramos extrapolar la tesis del viaje de este año, “lean urbanism”, al propio viaje por carretera, “lean roadtrip”: dos adultos y tres niños viajando en un Prius con equipamiento para viajar, trabajar, alimentarse y cobijarse:
- viajar: la faceta que conocíamos con mayor detalle y donde un turismo eficiente con el combustible -incluso usando climatización durante más de la mitad del trayecto-, brillaría; el vehículo cumplió con las expectativas;
- trabajar: un adaptador para convertir el mechero del coche en cargador de dispositivos nos permitió mantener en funcionamiento videocámara, cámara fotográfica y dos ordenadores portátiles; cuando fue posible, ampliamos las horas de carga en carretera con la carga convencional en algún enchufe al alcance; el trabajo en el interior del vehículo se limitó en esta ocasión a lo esencial: descarga y copias de seguridad del material registrado;
- alimentarse: como todas las Westfalia, la VW Vanagon que usamos en 2013 incluía cocina y nevera, ambas de gas propano, lo que facilitó la conservación de alimentos perecederos esenciales cuando se viaja con niños pequeños (la leche se convierte en algo más importante que la gasolina para el éxito del periplo), así como cocinar. Para armar el Prius con lo más parecido a una nevera y cocina, compramos una pequeña nevera de hielo solvente y tomamos prestado un hornillo Primus de propano, minimalista y efectivo. La nevera se convirtió en un elemento esencial del viaje, mientras el hornillo permaneció sin uso, al optar por comidas frías (al fin y al cabo, el calor ambiental era asfixiante y el cuerpo nos pedía líquidos, fruta de verano y comida ligera);
- cobijarse: un viaje en carretera que abarca 5.000 millas en 8 días demanda resistencia, voluntad y oficio a quienes pretenden convivir en comprimido habitáculo de un Toyota Prius. No disponíamos de nada parecido a las dos camas que ofrece la VW Westfalia (asientos traseros reclinables y tienda de techo), pero suplimos la limitación incluyendo entre los contados bártulos del viaje una tienda de campaña de 4 plazas que nos prestó un familiar; la tienda ganó en acomodo con 2 colchonetas autoinflables que, unidas por un velcro, se convertían en el equivalente a una cama de matrimonio, así como 2 sacos de dormir abiertos.
(Entrada a la ciudad prototipo de Arcosanti, donde habíamos concertado entrevista)
Áspera belleza de los desiertos de Frontera de Nueva España
¿Es posible viajar una media de 625 millas -1.000 kilómetros- al día evitando que tres niños (Inés, de 7 años; Ximena, de 5; y Nico, bebé que cumple 2 en agosto) se resientan del cansancio? Nuestra respuesta es un sí condicional.
Se puede, siempre que los dos adultos estén dispuestos a relevarse al volante cuando sea necesario y no les importe conducir de noche, mientras los pequeños duermen.
(Fotografié Arcosanti al amanecer siguiente de nuestra llegada desde una colina aledaña)
Tampoco nos importó comer mientras conducíamos, todos sentados junto a una mesa imaginaria con las mejores vistas posibles: una puesta de sol en el Oeste de Tejas, entre el Río Grande y Marfa; un mediodía en el desierto fantástico de Arizona, entre cactus e icónicos edificios modernos como Taliesin, de Frank Lloyd Wright; un amanecer en el desierto de alta montaña de Nuevo México, entre Taos y Alburquerque…
Urbanismo experimental entre paisajes y horizontes de westerns de John Huston
El inconmensurable paisaje (distintos tipos de desierto, así como praderas y vegetación de alta montaña, con los inabarcables cielos abiertos de las películas del Oeste de John Huston) nos inspiró y tanto los 3 niños como los 2 adultos hablaron, jugaron, cantaron y, de vez en cuando, gestionaron el cansancio o las rencillas propias de un viaje en coche.
(Los cielos del desierto en el Suroeste de Estados Unidos están a la altura de una secuencia de peli de John Huston)
Nos bastó viajar un centenar de millas por las carreteras trazadas con tiralíneas en el desierto en Nevada para comprobar la importancia de la planificación en un viaje de 8 días y 5.000 millas que demanda desplazamientos de 1.000 kilómetros diarios.
(Llegada a Taliesin West, también en el desierto de Arizona, por Frank Lloyd Wright)
La idea era incluir lo esencial para el viaje, de manera que el habitáculo permaneciera con el menor número posible de obstáculos:
- equipamiento electrónico: tableta electrónica y teléfono inteligente (navegación, llamadas, correo y gestión sobre la marcha de cualquier incidencia técnica en *faircompanies), videocámara, cámara fotográfica, libro electrónico, baterías y cables;
- cuidado personal: una botella de 32 onzas (1 litro) de jabón de castilla; tres mudas completas de ropa para los 5; 8 días de pañales y toallas de papel para el bebé; protección solar mineral (no tóxica) para los niños; botiquín de primeros auxilios reducido a lo esencial; dos toallas;
- asistencia en el viaje: linterna de cabeza; linterna convencional; gafas de sol; cinco gorras; reloj con navegación básica; navaja suiza; cinco botellas de agua (la mayoría de acero); termo de acero para el café; una cafetera de émbolo portátil con taza incluida; un carrito de bebé; silla de coche para una niña de 5 años; silla de coche para un bebé de 2 años; 4 parasoles para la ventana;
- comida: una nevera de hielo compacta y efectiva de 5,2 galones (20 litros) de capacidad, cargada con alimentos perecederos esenciales (sobre todo, lácteos y verdura) así como frutos secos, pan, pasta, aceite, sal y otros tantos no perecederos; café; hornillo de acampada y botella pequeña de gas propano; 2 tazas de acero para cocinar y comer;
- pernoctación: una tienda de campaña de 4 plazas; 2 sacos de dormir; dos colchonetas autoinflables con velcro para convertirse en el equivalente a una cama de matrimonio.
(Taliesin West es la sede de invierno de la Escuela de Arquitectura Frank Lloyd Wright)
El oficio de reducir bártulos y vituallas a lo esencial
Excepto la comida y los enseres de asistencia en el viaje, el resto de bultos viajaron en el matelero del Prius, sin necesidad de portaequipajes y sin obstaculizar la visión del retrovisor desde el asiento del conductor.
Como habíamos previsto, viajar con lo justo se convirtió en el principal acierto de la planificación.
(En West Texas, de camino a la pequeña localidad contracultural de Marfa, donde se rodó Gigante)
Un viaje largo con 5 personas conviviendo durante horas en un vehículo compacto requiere la misma precisión de vituallas de un caminante que prepare la mochila que llevará a cuesta durante largas travesías.
Cada objeto innecesario dificulta todas las tareas, al interponerse al resto de objetos y actividades y ocupar un espacio y peso preciosos. Más espacio facilita la convivencia en habitáculos reducidos, mientras menos peso repercute sobre el consumo de combustible.
(Artistas, artesanos y jóvenes profesionales revitalizan la hasta ahora decadente Marfa, en la remota frontera Tex-Mex)
Lo que podríamos haber ahorrado en el viaje
Así que el carrito de bebé, el hornillo y la botella de gas propano, así como la parte de los alimentos no perecederos que requerían ser cocinados constituyeron los principales errores en la planificación, ya que apenas fueron usados y dificultaron cualquier tarea en el maletero.
Como en el viaje de 2013 en autocaravana por el Noroeste del Pacífico, volvimos a constatar en 2014, esta vez en el desértico Suroeste de Estados Unidos, que es posible trabajar en cualquier lugar por remoto que sea, gracias a la ubicuidad de la Internet móvil.
(Acampada en el “pueblo fantasma” -ahora imán de “arquitectura libertaria”- de Terlingua, en la orilla norte de Río Grande, West Texas)
En esta ocasión, al aumentar la distancia de trayecto diaria y carecer de espacio y mesa dentro del Prius, las gestiones con tableta, teléfono y ordenadores se limitaron a lo esencial, mientras nos asegurábamos de que las batería de videocámara y cámara fotográfica tenían suficiente carga, evitando así condicionar cualquier cita o grabación.
(Pernoctamos en una de las casas pequeñas de Tiny Texas Houses, gracias a la hospitalidad de su fundador, Brad Kittel)
Si los dispositivos tienen carga, cualquier lugar es una oficina, siempre que el cansancio y las inclemencias del tiempo -en este caso, el calor extremo- lo permitan.
Aprendiendo sobre “lean urbanism” en paisajes post-apocalípticos
Siguiendo el consejo de las filosofías de vida clásicas que argumentan que lo mejor de la existencia empieza al final de nuestra zona de confort, nuestro viaje en coche con lo esencial a través de lugares inclementes enriqueció nuestra percepción del “mínimo urbanismo viable”.
(Brad Kittel -Tiny Texas Houses- y Kirsten Dirksen)
Entre las tendencias de construcción y urbanismo observadas durante el viaje por California, Nevada, Arizona, Nuevo México y Texas, destacan:
- maneras creativas de afrontar las restricciones impuestas por los distintos códigos de edificación locales: en Arizona, Nuevo México y Texas, visitamos proyectos que incorporan elementos prohibidos por los códigos -tamaño reducido, métodos y materiales de construcción no recomendados, etc.- con fórmulas como convertir una propiedad en un proyecto de investigación y, por tanto, no sujeto a las normas convencionales;
- restricciones económicas: la respuesta a edificar viviendas, barrios o comunidades enteras con bajo presupuesto no tiene por qué equivaler a peores materiales, sino que hay edificaciones pequeñas más caras por unidad de superficie, pero más económicas, atractivas y solventes en el cómputo total;
- respuestas inteligentes a retos ambientales como clima extremo, situaciones de marginalidad, etc.: el urbanismo se ha centrado más en las últimas décadas en estandarizar un modelo de construcción que permita la interacción entre autoridades locales, arquitectos, constructores y habitantes, algo así como extrapolar el modelo de aprendizaje validado que usan varios proyectos de Internet (ensayo-error, iteración, desarrollo incremental, retroalimentación entre creadores y usuarios);
- frugalidad: en los últimos años, los utensilios y productos tienden a la “softwarización” y la “desmaterialización”, concentrando más servicio (el producto real) en menos material (mercancía); la frugalidad como catalizadora de innovación es ahora aplicada al diseño industrial, el diseño de mobiliario y la construcción residencial, con microapartamentos y casas pequeñas que maximizan la sensación de espacio y el uso de lugares reducidos;
- nomadismo, temporalidad y bajo impacto: la “frontera” de la construcción y el urbanismo se dirime en proyectos que exploran fórmulas originales que no choquen con la legislación vigente y permitan la residencia temporal o permanente en pequeños habitáculos independientes, artesanales o modulares;
- redescubrir/reinventar: para evitar el síndrome de la reinvención de la rueda, varios diseñadores y distintos tipos de artesano, inventor, “maker”, etc., abogan por sistemas efectivos para compartir información y tecnología que equivalgan a servicios de control de versiones para cosas físicas; mientras se consolida este “GitHub de las cosas“; las cosas se diseñan cada vez más como el software y proliferan los productos con voluntad de ser una plataforma, siguiendo el modelo de Android o, recientemente, el Tesla Model S;
- arquitectura y ecología: híbridos entre campo y ciudad, edificios y ciudades, ciudades y pueblos con menor densidad, etc.; el pueblo experimental de Arcosanti, en Arizona, explora la intersección entre construcciones humanas y entorno, siguiendo las ideas de Paolo Soleri al respecto (arcología).
(Me encontré con un viejo amigo al entrar en Nuevo México desde el noroeste de Texas a través de Amarillo)
Entre edificios perpetuos y chozos para nómadas
Nuestra hipótesis acabó sosteniéndose. En nuestro viaje por el Suroeste de Estados Unidos, divisamos esta nueva “frontera” de la arquitectura y el urbanismo,
- tanto con voluntad de perpetua intemporalidad, a medio camino entre lo ancestral y futurista (Arcosanti, Taliesin West);
- como ligera y portátil, evocando los abrigos nómadas ancestrales (casas pequeñas de Texas, casas transportables, sobre ruedas…).
(Earthships cerca de Taos, en el desierto de alta montaña de Nuevo México)
Una vez más, constatamos lo acertado de las palabras de Lao-Tsé, al recordarnos que un buen viajante no tiene planes fijos ni intención de llegar, sino más bien de escrutar, conocer, dilucidar, cuestionarse a la manera socrática.
Más con menos
El estoico Musonio Rufo, maestro del esclavo liberto convertido en notable filósofo Epicteto, aconsejaba abandonar las comodidades cotidianas y afrontar los retos incómodos con asiduidad para apreciar así el valor de las cosas.
(Llegada a Menlo Park, Silicon Valley, 8 días después; descansamos después del viaje en casa de unos amigos, de vacaciones)
El “mínimo urbanismo viable” abandona la zona de confort de los modelos preponderantes desde finales de la II Guerra Mundial y se adentra en un nuevo terreno para lograr más con menos.