En su crónica sobre el encuentro entre los hombres de Hernán Cortés y los pueblos precolombinos que la expedición española encontró de camino a México-Tenochtitlán, el expedicionario Bernal Díaz del Castillo describe una cultura compleja, con comunicaciones, tecnología y cultura avanzadas.
La crónica de Díaz del Castillo destaca por la modernidad de su concepción, más que por la calidad literaria: con un castellano tosco y administrativo, lleno de fórmulas retóricas y latiguillos, Díaz del Castillo es capaz de contar lo que ve, sin juzgar moralmente ni adaptar la exótica realidad mexica a los cánones del Viejo Mundo, tal y como se había estilado hasta entonces.
Encuentro
A través de su crónica, Historia verdadera de la conquista de Nueva España, podemos viajar en el tiempo y convertirnos en meticulosos antropólogos estructuralistas en busca de pistas sepultadas sobre la vida cotidiana, cultura y creencias de los pueblos precolombinos de la Mesoamérica de inicios del siglo XVI.
La cultura con que se toparon los españoles, cuyas armaduras, armas de fuego y caballos tanto impresionaron a las poblaciones locales en su marcha desde la costa caribeña de Mesoamérica (a la altura de un pueblo maya cuyo cacique, Tabscoob, inspiraría el nombre de Tabasco), hasta el epicentro mexica en pleno lago Texcoco, impresionó por su refinada riqueza.
Los españoles se encuentran con ciudades de miles de habitantes, con servicio de limpieza en calles y canales fluviales, así como una compleja logística interurbana, que dependía de porteadores humanos, al desconocerse la rueda y no existir animales de tiro domesticados.
Casas particulares, mercados y caminos contaban con letrinas, mientras la red de canales de Tenochtitlán erigida sobre el lago Texcoco, dependía de puentes de madera que se retiraban de noche, imposibilitando así ataques sorpresa de enemigos potenciales en la vecindad. La ciudad disponía, asimismo, de dos acueductos cuyos canales tenían, en palabras de Díaz del Castillo, el “ancho de un buey”.
Los trópicos no tienen por qué ser tristes
El poderío urbano y cultural imperio mexica, o el de otras civilizaciones mesoamericanas -en decadencia o desaparecidas durante la llegada de los españoles, como la Maya-, tienen poco que ver con el primitivismo ancestral que Claude Lévi-Strauss, padre del estructuralismo en antropología, encuentra en los pueblos amazónicos que estudia en pleno siglo XX, experiencia de la que da cuenta en su Tristes tropiques (1955).
En cuanto a las complejas costumbres sociales y a la gastronomía, con ingredientes como el chocolate, el maíz, los frijoles y granos como el amaranto y la chía, el monje franciscano Bernardino de Sahagún se decidió a dar cuenta de comidas, almuerzos y banquetes mexica antes de que la influencia española -de manera fortuita, premeditada o ambas cosas a la vez- decimara la población local (enfermedades, esclavitud) y arrinconara usos tradicionales en favor de costumbres agropecuarias de la Europa mediterránea.
Si la crónica de Díaz del Castillo destaca por la modernidad de su tono, el trabajo concienzudo de Bernardino de Sahagún (que hablaba náhuatl con fluidez) se enmarca, en fondo y forma, en el Renacimiento: su Historia general de las cosas de Nueva España, de 12 tomos, es un precedente de la etnografía moderna.
El primer gran texto etnográfico
La obra, conocida como Códice Florentino, es el concienzudo registro de entrevistas entre el monje, sus estudiantes mexica y la población del altiplano central mexicano, narrando varios aspectos cotidianos y culturales, y recogiendo usos que desaparecían mientras la obra se confeccionaba.
Los libros octavo, noveno, décimo y undécimo del Códice Florentino se ocupan de gobierno, creencias y comunicaciones del pueblo mexica. Escrito en náhuatl y español, el códice es uno de los escasos trabajos previos a la etnografía y a la antropología modernas donde existe un análisis sistemático de usos y costumbres de culturas ajenas a la europea, expuestas con voluntad de objetividad.
La obra, coordinada por Bernardino de Sahagún entre 1540 y 1585, coincide en el tiempo con el Códice Mendoza (1540). Este último fue elaborado por escribas pintores mexicas (tlacuilos), usando un sistema pictoglífico que poco después desaparecería.
Podemos interpretar la escritura del códice gracias a la traducción en español, realizada con la asistencia de intérpretes indígenas.
Cómo recuperar lo que ha quedado sepultado por el eurocentrismo
Si el Códice Florentino se ocupa de la vida y organización de la cultura que se encuentran los españoles en el altiplano mexicano, el Códice Mendoza recapitula la historia política y administrativa anterior al encuentro, da cuenta del sistema de tributos y ofrece pinceladas sobre las convenciones de una sociedad compleja y especializada.
Lo que ambos códices nos recuerdan es la grandeza y riqueza de las culturas humanas ajenas al relato de la metrópolis europea, que acabó imponiéndose en el resto del mundo, relativizando u omitiendo la importancia de avances y tradiciones en otras civilizaciones ajenas a la Europa de la Era de los descubrimientos (y, en muchos aspectos, con un desarrollo paralelo, comparable o superior con respecto al europeo).
Los retos medioambientales y necesidades de alimentación de la sociedad contemporánea requieren soluciones radicales y sostenibles, ajenas a un modelo de desarrollo dependiente del abuso de combustibles fósiles, fertilizantes químicos y metales raros.
Ideas y usos para el futuro
Civilizaciones desaparecidas -o transformadas a partir del contacto con pueblos colonizadores-, esconden secretos que podrían sernos útiles en el nuevo contexto:
- algunos de los granos más saludables, ricos en nutrientes y resistentes a eventos climáticos extremos (como sequías prolongadas, etc.), fueron domesticados por civilizaciones como los pueblos del delta del Misisipí, Mesoamética y los Andes;
- sistemas y usos agrícolas, conocimientos en fertilizantes naturales y sustancias con potencial medicinal, etc., aguardan a su redescubrimiento en excavaciones antropológicas o, cuando hay suerte (como en el caso de los códices mesoamericanos recopilados por monjes), con la orientación de documentación al alcance de cualquiera;
- la gastronomía ancestral tendría también lecciones para el futuro, tanto por su potencial de producción a gran escala como nutritivo (abordando a la vez impacto medioambiental y epidemias contemporáneas como el sobrepeso y la obesidad).
El impacto sobre la salud y el medio ambiente de una dieta rica en proteína animal ha llevado a la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), a estudiar fuentes alternativas de proteína más saludables y con menor impacto.
Un tabú de los anti-tabúes: comer insectos
Además de la proteína vegetal, la FAO recomienda -por sus ventajas nutritivas y su bajo contenido graso- una dieta que incluya insectos, ya presentes, como así lo atestiguan tanto el Códice Florentino como platos que han sobrevivido en culturas gastronómicas con la riqueza de la mexicana.
El informe de la FAO sobre una alimentación rica en insectos analiza los beneficios que tendría la medida (para la naturaleza y los humanos), y recopila la tradición entomofágica en todo el mundo, así como las especies consumidas.
En las últimas décadas, la sociedad occidental ha aceptado sin oposición nuevos alimentos procesados y precocinados, cuyos ingredientes son a menudo sintetizados en el laboratorio para garantizar la conservación y aumentar su atractivo ante el público: aromas, colorantes, reguladores de textura, sal y azúcares refinados (casi siempre derivados del maíz) se usan a discreción y, sin embargo, ningún tabú se ha interpuesto entre esta agresiva política agroalimentaria, que influye sobre la salud de millones de personas, y los consumidores.
Mientras asistimos a una epidemia de sobrepeso y obesidad en países desarrollados y emergentes, viejos tabús gastronómicos (percibidos como inaceptables por una sociedad) impiden que alimentos con menor impacto ambiental, mayor concentración de proteínas y menos grasa que la carne convencional, como las 1.900 especies de insectos comestibles, entren en la dieta de las sociedades postindustriales.
Aprender de los expertos en tradiciones olvidadas
En la frontera entre la modernidad occidental y la tradición culinaria ancestral, como determinadas zonas rurales mexicanas, la entomofagia forma parte de la dieta y nadie considera extraordinaria la ingesta de tentempiés como: los sabrosos gusanos de Maguey; ahuautles (axayácatl), o pequeños hemípteros considerados el “caviar” prehispánico; jumiles, o chinches de monte; cuchamás, gusanos viscosos y nutritivos; hormigas chicatanas; chapulines (distintas familias de saltamontes); escamoles (larvas de hormiga); o los alacranes.
Hace cinco siglos, las patatas, el tomate, el maíz, el chocolate o la calabaza eran desconocidos en Eurasia; poco después, a través de la expansión desde las metrópolis coloniales al resto del Viejo Mundo, se convertirían en alimentos globales.
Los insectos comestibles no lo han conseguido, pese a formar parte de tradiciones culinarias de pueblos en las Américas, África, Asia y Oceanía (se estima que hay 3.000 grupos humanos entomófagos).
Los granos domesticados hace milenios en Latinoamérica y África tienen mayor éxito en Occidente, dados sus beneficios potenciales y la ausencia de tabúes culturales: en la América andina (quínoa, cañahua) y en Mesoamérica y Norteamérica (ojoche, totora, huazontle, distintos tipos de amaranto), se recupera el cultivo de numerosos granos prehispánicos debido al aumento de su demanda entre los consumidores concienciados de Occidente.
Más allá de la quínoa y el teff
El equivalente a los granos precolombinos en el Este de África es el teff, una semilla poácea comestible similar a los cereales: es resistente a sequía y a suelos poco fértiles, además de contener más fibra alimentaria y hierro que los granos convencionales.
La injera, el pan tradicional etíope, se confecciona con este minúsculo grano, ahora cotizado en Europa y Norteamérica, hasta el punto de ser considerado la nueva quínoa (grano andino rico en proteína).
Numerosos conocimientos medicinales y productos alimentarios ancestrales se benefician de un conocimiento de entornos locales que pasan por alto en un entorno agroalimentario mundial que favorece las grandes explotaciones y la rentabilidad de las economías de escala, por encima de consideraciones como la sostenibilidad, el valor nutritivo o la riqueza cultural.
Ampliar la Ilustración con lo que quedó fuera
Ocurre algo parecido con la tecnología ajena a la Europa previa a la aceleración de ideas e invenciones a partir de la Ilustración, que derivaría en la Revolución Industrial, con avances en educación, nutrición, medicina, nivel de vida y capacidad para alimentar una población 7 veces superior a la registrada en el mundo a finales del siglo XVIII…
La Revolución Industrial aceleró también la dependencia de combustibles fósiles más eficientes (por su disponibilidad, estabilidad y poder calorífico, o masa necesaria para crear la reacción necesaria en motores que dependen de la combustión).
Es precisamente esta dependencia, difícil de sustituir totalmente con renovables debido al mayor potencial calorífico de los fósiles (más energía con menos masa), la que grupos e individuos de todo el mundo desean revertir, sirviéndose de todo tipo de utensilios que reduzcan su consumo de energías fósiles.
Las sociedades tradicionales pueden ayudar también a quienes desean experimentar con energías limpias y máquinas que no están conectadas a una red de suministro de energía ni usan combustibles fósiles: molinos de viento e hídricos, así como maquinaria dependiente de la fuerza animal o humana, representan alternativas de producción a pequeña escala.
Tecnologías para potenciar al ser humano
Inspirados por los trascendentalistas estadounidenses, Lev Tolstói y Mohandas Gandhi -desvela la relación epistolar entre ambos- estudiaron el potencial de la producción industrial descentralizada: ambos pretendían aumentar habilidades, nivel de vida y autonomía de los productores, sirviéndose de máquinas fáciles de producir y reparar para una manufactura descentralizada de bienes de consumo.
Entre sus propuestas para una India que revirtiera su dependencia con respecto de la metrópolis británica, que había instaurado un sistema de producción textil que relegaba a la colonia a producir materias primas para las industrias en ciudades británicas, Gandhi concibió el movimiento swadeshi, o autosuficiencia, que empezaba por el uso descentralizado de ruecas de hilado.
El movimiento swadeshi o los experimentos educativos de Lev Tolstói vuelven a la actualidad, a medida que conocemos detalles sobre un futuro donde la automatización reducirá empleos asumibles por máquinas: hay infinidad de precedentes sobre creatividad y autosuficiencia productiva en culturas ancestrales, que pueden inspirar estilos de vida, modelos de negocio y servicios actuales (usando tecnologías que favorecen en teoría la producción descentralizada: Internet, impresoras y fresadoras 3D, mecanismos con autonomía energética o bajo consumo, etc.).
Empezar
Los avances desde la Ilustración son innegables: basta con repasar la evolución en el tiempo de indicadores como la pobreza extrema, el impacto de vacunas y medicina moderna sobre la tasa de mortalidad, el acceso a la educación básica o la tasa de alfabetización.
En las últimas décadas, si bien se ha estancado la riqueza relativa de las clases medias en muchos países desarrollados (lo que no equivale a que haya desaparecido, como sugieren la izquierda y la derecha populista), el número de personas viviendo en extrema pobreza en el mundo se ha reducido drásticamente.
La cara menos amable de la prosperidad desde la Ilustración, acelerada en las últimas décadas en los antiguos países colonizados gracias a los efectos de la globalización, está relacionada con el eurocentrismo que promovió la universalización del conocimiento.
El canon europeo -con epicentro en Francia y Alemania- y, posteriormente, el anglosajón -primero, con el dominio británico y, posteriormente, con la era de prosperidad que ahora acaba, conocida como Pax Americana- impuso una visión conceptual de ciencias puras, aplicadas y sociales sostenida sobre el humanismo que parte de los clásicos y se inspira en el Renacimiento europeos, menospreciando el conocimiento y la tecnología del resto del mundo.
La mejor inspiración
Los retos actuales invitan a recuperar el interés por la multipolaridad cultural y tecnológica.
Si bien es el modelo occidental el que se ha impuesto en todo el mundo, favoreciendo un utilitarismo reduccionista en cultura, economía y tecnología, el conocimiento y bagaje de los pueblos del mundo se encuentra más cerca que nunca: cualquiera puede documentar y compartir por Internet conocimiento y técnicas supervivientes en cualquier rincón del mundo.
Muchas de estas técnicas y conocimientos, todavía marginales, inspirarán la cultura e industria del futuro:
- nuevas maneras de explicar y transmitir el conocimiento que no dependan de relatos lineales (favorecidos desde el inicio de la cultura escrita por las limitaciones de la propia representación gráfica de la oralidad);
- usos más sostenibles y originales de plantas, animales y otros recursos en el mundo;
- métodos de interpretación de la realidad ajenos al marco de valores de las grandes culturas con tradición escrita;
- tecnologías que fomenten la autosuficiencia y la reconexión entre ser humano y naturaleza;
- etc.
Echemos un vistazo a métodos de transporte ancestrales (desde bicicletas chinas con velamen a la celebración humana de la caza por persistencia), así como a máquinas propulsadas por rayos solares, agua, viento…
Recordemos que, en 1977, alguien alzó el vuelo a bordo de un avión a pedales.