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Vida sobre ríos-fosos: puentes habitables de pasado y futuro

Desde la Antigüedad, los puentes son mucho más que una estructura para sortear un obstáculo físico.

Como demuestra el lenguaje en distintas culturas, el puente se ha usado como homogeneizador cultural y símbolo de la capacidad tecnológica de distintos pueblos (Occidente); también como elemento estético y ceremonial sobre cursos de agua en jardines, donde la estructura evoca la transición desde un estado mental a otro (Oriente).

La experiencia física y sensorial de cruzar un puente

La semántica no sólo ha preservado el significado de tender o derribar puentes (como el de Ayuda, que separó definitivamente a Portugal y España), sino el de disfrutarlos, experimentarlos. En muchas culturas, quien cruza un puente no es el mismo de antes.

(Imagen: puente romano de Mérida, el más extenso de la Antigüedad)

También el de habitarlos: durante siglos, y sobre todo en el medievo europeo, los puentes sobre grandes ríos urbanos se convirtieron no sólo en arterias de comunicación, sino en centros comerciales, sociales y culturales per se, con mercados, palacetes, casas de artesanos y mercaderes.

Los últimos grandes puentes vivientes

Algunos de estos grandes puentes vivientes, intemporales, orgánicos, pintorescos y abigarrados, han sobrevivido a la Revolución Industrial y las grandes guerras europeas de los siglos XIX y XX.

Al haberse convertido en epicentros turísticos, estos puentes habitados conservan sólo parte del caótico y cambiante ambiente de sus décadas de esplendor, evocadas en la adaptación cinematográfica de El Perfume.

(Imagen: puente romano de Córdoba, con la mezquita al fondo)

Nuevas técnicas y retos arquitectónicos recuperan el interés perdido por los puentes habitados. Con más de la mitad de la población mundial viviendo en ciudades, así como un mayor interés por una estructura urbana más oxigenada y peatonal, a la medida del transeúnte y no de su vehículo motorizado, los puentes habitados son una posibilidad más para explorar.

Arquetipos de la arquitectura orgánica: casas-puente

Los puentes habitados de origen medieval no serían los únicos referentes de los puentes-edificio del futuro: varios arquitectos han erigido casas-puente, sobre riachuelos o desniveles de terreno, en distintas localizaciones, a menudo siguiendo los preceptos de la arquitectura orgánica y moderna de los años 50 del siglo pasado, tales como la Casa del Puente en Mar del Plata, de Amancio Williams; o, recientemente, la Sullivan Residence, de Michael P. Johnson.

Los puentes habitados del futuro deberían conocer primero la historia de este elemento arquitectónico que ha simbolizado cambios mentales, conquistado pueblos, conectado lugares cercanos antes separados por infranqueables barreras naturales. Sólo observando su evolución, los puentes habitados combinarán con acierto su función de nexo y la de estructura habitable.

(Imagen: acueducto de Segovia, visto desde el pie de la muralla)

Asimismo, muchos puentes y viaductos ya construidos, algunos de ellos en desuso, podrían reconvertirse en infraestructuras habitables: escuelas, centros de acogida, hoteles, centros de estudio y recogimiento, centros de interpretación natural, etc.

Sobre los orígenes del puente

Los puentes son la obra de ingeniería civil por antonomasia. Erigidos para superar barreras geográficas u otras infraestructuras, la vida y economía de las sociedades ha girado, en tiempo de paz y de conflicto, en torno al mantenimiento y control de estas construcciones para salvar accidentes geográficos.

Numerosas sociedades primitivas emulan la naturaleza y continúan salvando obstáculos con los puentes más sencillos: desde troncos o piedras dispuestas sobre lechos poco profundos a construcciones provisionales con madera y cuerda (la civilización Inca sorteó la orografía imposible de los Andes perfeccionando los puentes de cuerdas).

Evocamos sin esfuerzo los innumerables troncos suspendidos sobre dos riscos, puentes colgantes, estructuras de bambú o incluso puentes flotantes, presentes tanto en culturas tribales de todo el mundo como mencionadas -y adaptadas a los requisitos de la acción- en novelas de aventuras y películas.

Inicios del idilio con los puentes

En el Peloponeso, Grecia, se siguen usando varios de los primeros puentes de piedra con un único arco central en su estructura, todavía rudimentarios y erigidos sobre pequeños desniveles de terreno y riachuelos. Datan de la Edad del Bronce (época micénica), como el de Kazarma (1300 a.C.).

Pese a no usar argamasa, los puentes en arco micénicos demostraron el acierto de la estructura, perfeccionada y mejorada en la Grecia clásica y, sobre todo, por la ingeniería civil del Imperio Romano, base de la construcción de puentes hasta el siglo XVIII, cuando la Revolución Industrial aportó nuevas técnicas y materiales.

Se conservan centenares de puentes y acueductos, de distinto tamaño e importancia, de la época del Imperio Romano y muchos de ellos todavía desempeñan su labor:

  • desde pequeños -e inquebrantables- puentes de un gran arco central y sendos arcos más pequeños como contrapeso junto a ambos lados (el Pont del Diable de Martorell, por ejemplo, ahora encastado entre la dura y poco amable infraestructura viaria contemporánea; o el puente romano de Cangas de Onís, muy similar);
  • a puentes sobre grandes ríos y desniveles, como el de Alcántara (construido sobre el Tajo entre los años 104 y 106); el de Orense (cuyo arco central es, con 38 metros, el de mayor “luz” o distancia entre los 2 puntos de apoyo, que se conoce de los romanos); el de Córdoba (sobre el Guadalquivir a su paso por la ciudad, con 331 metros de largo y originalmente 17 arcos, hoy 16); y el imponente puente romano de Mérida, el más largo de la Antigüedad y todavía en uso, originalmente con 755 metros de longitud y 62, y hoy con 60 arcos y 721 de largo;
  • sin olvidar la extensa ingeniería especializada en acueductos, que se servía también de arcos trabajando a compresión, a menudo en más de un nivel, como el Pont du Gard, el Acueducto de Segovia o el Pont de les Ferreres (Tarragona).

El secreto de la ingeniería romana

La mayoría de acueductos romanos que han sobrevivido se usaron sin apenas interrupción hasta bien entrado el siglo XVIII, mientras los puentes romanos que no sucumbieron a batallas y conquistas nunca dejaron de usarse y a menudo han adquirido el nombre popular de “puente viejo”.

Los manuscritos de De Architectura, obra de Marco Vitruvio, el primer gran tratado arquitectónico de Occidente, revelan los secretos de la ingeniería civil romana:

  • materiales precursores de hormigón y cemento hidráulico: por primera vez, se usa cemento, capaz de minimizar las diferencias en la capacidad de resistencia de la piedra natural. Materiales como la pozzolana (agua, cal, arena y roca volcánica), liberaron a los romanos de la limitación de la piedra labrada.
  • combinando piedra, mortero natural y madera, los puentes romanos se erigían con rapidez y sus arcos aumentaron la distancia entre puntos de apoyo de un modo inexplicable para los maestros de obra del medievo; el efecto de observar un puente romano con gran arco central era sólo comparable a la visita del panteón de Roma (con un diámetro de 43,44 metros, su cúpula es la más grande realizada en hormigón en masa de la historia, superando a la de San Pedro).

Técnicas romanas… y contemporáneas

Marco Vitruvio aclara que el ideal arquitectónico era el templo griego clásico, dominado por el plano rectangular, y lo más parecido a este anhelo occidental por la racionalidad y la precisión matemática era la inocencia de la cabaña primitiva.

No obstante, Vitruvio reconoce que el incalculable potencial liberador que supuso el mortero para los romanos, que permitió experimentar con entornos más fluidos y orgánicos, de acuerdo con los modelos naturales -como las formas esféricas- recuperados por el Renacimiento y la Ilustración.

Como ocurre en la arquitectura contemporánea, los romanos erigían armazones de madera con estructura hueca, donde vertían la mezcla de mortero de cal, arena de escombros, agua y grava. La mezcla era resistente, barata, adaptable y tenía un excelente rendimiento climático.

También se usaron ladrillos de cemento, posteriormente copiados con poco éxito en la Edad Media.

Puentes románicos y góticos

En la Edad Media, se mantuvieron y a menudo retrocedieron las técnicas romanas. En una época de fragmentación política y desconfianza de lo exterior, los puentes que sobrevivieron se convirtieron en baluartes defensivos, cuyo paso requería el pago de un peaje, mientras la mayoría fueron desmantelados.

Los arcos redujeron su tamaño y se prefirió el arco románico y, después, el gótico, mientras se abandonó el uso de hormigón romano, al haberse olvidado la técnica.

(Imagen: el Viejo Puente de Londres durante el reinado de los Tudor)

Las escasas rutas de la Alta Edad Media con cierta vocación paneuropea, desde las que descendían desde el norte y centro de Europa por la Península Itálica y embarcaban hacia las Cruzadas, o el camino de Santiago, que pretendía asegurar la cristiandad del norte de la Península Ibérica, dieron sentido a la financiación y mantenimiento de los -pocos- puentes remarcables del medievo, a menudo en la toponimia.

Puentes habitados del Renacimiento

El estancamiento perduró hasta que los arquitectos del Renacimiento estudiaron De Architectura -cuyos manuscritos se habían recuperado y copiado en 1415- y renaciera el estilo clásico, dominado por el arco de medio punto y su equilibrada compresión estructural, todavía muy usada en arquitectura.

El Puente de Rialto, en Venecia, el Pont Neuf de París o el Puente della Trinitá, en Florencia, son el arquetipo del renacer clásico del Renacimiento y la reivindicación de los cánones y técnicas de Marco Vitruvio.

Algunos modelos de puente diseñados en esta época no pudieron llevarse a cabo por barreras técnicas infranqueables, como el puente de madera propuesto por Leonardo Da Vinci en 1502 para Constantinopla, cuyo arco central superaba los 150 metros de luz (distancia entre puntos de apoyo) y tenía una longitud total de 240 metros. Existen dos versiones contemporáneas a menor escala: el puente peatonal sobre una autopista noruega y el puente Streicker de la Universidad de Princeton.

La emancipación del arco romano

Con la Revolución Industrial, la ingeniería civil abandonó la dependencia del efecto compresor y estabilizador del arco en grandes puentes y construcciones.

En el siglo XVIII aparecen los puentes con vigas, gracias al hierro forjado y el hormigón. Los sistemas de celosía de hierro superaron por primera vez el tamaño de los grandes puentes de arco romano. Pronto, el hierro forjado fue sustituido por un material más elástico para resistir grandes cargas: el acero.

(Imagen: las últimas casas erigidas sobre el Old London Bridge antes de que todas fueran derruidas)

Las ideas de ingenieros como Gustave Eiffel consolidaron una nueva edad dorada de la ingeniería civil que llega a la actualidad, con puentes capaces de soportar grandes cargas y permanecer impávidos ante grandes corrientes y rachas de viento.

Los diseños en viga, en ménsula, los grandes puentes colgantes, atirantados y apuntalados se han convertido a menudo en símbolos urbanos y arquitectónicos.

Grandes Puentes habitados de la Edad Media

Dos grandes estructuras ya desaparecidos simbolizan la edad dorada de los puentes habitados:

  • el Puente Viejo de Londres (su aspecto), demolido en 1831 en aras del progreso y la mentalidad regeneradora de la Ilustración;
  • y el Puente de Notre-Dame, considerado el más viejo de París, destruido y reconstruido varias ocasiones, y demolido definitivamente por el mismo motivo que el Old London Bridge -salubridad, seguridad, “progreso” de la Ilustración- en 1788.

El Puente Viejo de Londres fue erigido sobre el Támesis por los romanos el año 80 y, desde entonces, reparado y reconstruido en varias ocasiones. La primera versión en la que aparecen casas data de 1209, cuando sus habitantes pagaban una renta para garantizar el mantenimiento de la estructura.

El gran fuego de 1666, que devastó una Londres caótica y medieval, erigida con madera, impulsó la reconstrucción del puente y sus casas, en esta ocasión de piedra y con jardines en sus azoteas. En 1763, no obstante, la mayoría de las casas fueron demolidas.

Víctimas del avance de la Ilustración

El Pont de Notre-Dame era una estructura de madera que unía la Isla de la Cité -Île de la Cité- con la calle de San Martín y contaba con 60 casas de varias plantas (como muestra la adaptación cinematográfica de El Perfume), 30 por acera. Las crecidas lo destruyeron en 1406 y 7 años después volvía a erigirse sobre el río la gran mole de madera con 30 casas a cada lado.

En 1499, el puente se colapsó debido al peso de la estructura. Se reconstruyó de nuevo, en esta ocasión con estructura y edificaciones de piedra, en 1507, hasta su desaparición en plena Revolución Francesa.

Las crónicas de la época describen ambos puentes como coloridos paseos con una famosa parada de tiendas y casas de burgueses y artesanos principales a un lado y otro de un estrecho paseo empedrado, siempre repleto de transeúntes respetables, carros, vendedores ambulantes y una pintoresca legión de pillos y maleantes.

Supervivientes de una época

La contribución de los puentes habitables a la vida urbana y civilidad de las grandes urbes hasta inicios de la Revolución Industrial está siendo explorada por estudios de arquitectura de todo el mundo, y ayuntamientos como el de Londres deberán decidir si es viable reconstruir grandes arterias peatonales sobre ríos, y acabar así con el dominio del vehículo motorizado sobre los principales puentes del mundo.

Hace tiempo que sólo quedan testimonios del Puente Viejo de Londres y el puente de Notre Dame. Sobreviven, no obstante, otros puentes habitados. Los más célebres:

  • Ponte Vecchio sobre el Arno, Florencia (Taddeo Gaddi, 1345);
  • Ponte di Rialto sobre el Gran Canal de Venecia (1181, Nicolò Barattieri);
  • Pulteney Bridge sobre el río Avon en Bath, Inglaterra (Robert Adam, 1773-1774);
  • Krämerbrücke sobre el río Breitstrom (afluente del Gera) en Erfurt (Turingia, Alemania).

5 propuestas de puentes habitables para el futuro

Nuevas propuestas pretenden renacer la idea de que los habitantes de sofisticados puentes contribuyan a su mantenimiento.

Esta modalidad contribuiría a financiar grandes obras, según los defensores de esta tesis.

Recopilamos a continuación algunos destacados diseños conceptuales de puentes habitables.

1. Pueblo mediterráneo sobre un viaducto (Italia)

2. Concepto de puente-jardín vertical (Londres)

3. Puente levadizo sobre 2 rascacielos habitados (Copenhague)

4. Torres “vivientes” sobre un puente sobre el Sena (París)

5. Puente tecnológico Paik Nam Jun (Seúl)