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Viviendas nómadas: la resiliente inventiva de la precariedad

Los retos y contradicciones sobre desarrollo urbanístico, acceso a la vivienda o gestión de catástrofes, entre otros, se resolverán mejor en el futuro estudiando con detenimiento las “arquitecturas de nómadas, infortunados, exiliados, exploradores y contestatarios”.

Así lo cree al menos Fiona Meadows, arquitecta y responsable de programación de la Ciudad de la Arquitectura de París: la exposición Habiter le campement, abierta en París (Palacio de Chaillot, 1 Trocadéro, París) desde mediados de abril hasta finales de agosto de 2016, muestra cómo los grupos humanos, incluso los itinerantes o los que se encuentran desplazados por guerras o desastres, innovan en arquitectura y urbanismo.

¿Quién habita los campamentos itinerantes y por qué?

Académicos de distintas disciplinas contribuyen al libro que acompaña a la exposición Habiter le campement, explicando el reto y la necesidad de cualquier grupo humano de innovar para crear versiones de urbanismo y arquitectura en entornos temporales y autogestionados. 

Los hallazgos de esta exhaustiva exposición y sus materiales (académicos, gráficos, electrónicos, artísticos, informales) son vastos e invitan a la reflexión, mostrando sin filtro político ni la agenda a corto plazo de uno u otro actor la realidad de fenómenos como la itinerancia, el día a día de refugiados y personas que viven -temporalmente o de manera permanente, obligadas o por elección propia- en complejas y casi siempre frágiles estructuras urbanísticas, donde se experimenta sobre las necesidades de cobijo y urbanidad de cualquier grupo humano.

(Cartel de la exposición)

Es el urbanismo de comunidades nómadas e itinerantes, refugiados y desplazados (por clima, desastres, guerras, persecuciones, inestabilidad económica), trabajadores de temporada (desde los hobos de Norteamérica a los jornaleros del sur de Europa), festivaleros (de conciertos o encuentros culturales, religiosos, políticos, etc., desde Burning Man a los encuentros juveniles de organizaciones políticas o religiosas), residentes vacacionales, habitantes desfavorecidos de las grandes urbes de los países en desarrollo, etc.

La prosperidad que surge de la creatividad

Y en la frontera del urbanismo y la arquitectura, hay oportunidades para crear, innovar, mejorar, ayudar: autores como Stewart Brand creen que la prosperidad empieza precisamente con el urbanismo y la economía informales, que evolucionan hacia modelos más prósperos una vez los más desatendidos tienen una oportunidad. Para Brand, las ciudades de chabolas nos pueden enseñar más de lo que creemos.

Según Brand, los creadores de arrabales precarios en todo el mundo no llegan a la pobreza, sino que se encuentran en pleno proceso de ascenso desde la pobreza “tan rápido como pueden”. Imaginan, construyen, diseñan, deben buscarse un porvenir pese a la dificultad para dar el salto desde la economía informal al acceso regulado del capital: una vivienda reconocida en propiedad, por ejemplo, es un método tradicional para pedir un pequeño préstamo que mantenga un negocio familiar. 

El economista peruano Hernando de Soto cree que, con la educación, el acceso al capital y a los derechos sobre la propiedad son el inicio de la auténtica prosperidad de las sociedades. 

De campamentos ambulantes a construcciones en zonas de desastre

Los campamentos ambulantes de los más desfavorecidos afrontan la carencia de propiedad reconocida y otros derechos sociales; en los casos más extremos, cuando se trata de inmigrantes políticos o económicos no reconocidos, los habitantes del campamento no son siquiera reconocidos como ciudadanos.

Si bien la experimentación de nómadas, viajeros y contestatarios, que optan por una vida itinerante por voluntad propia, no es en esencia tan distinta a la de desafortunados (sin techo) y exiliados, es precisamente la propia elección la que convierte una vida mínima y ajena a grandes propiedades o estabilidad en una opción apetecible o, por el contrario, en poco menos que una condena temporal a la marginalidad.

También lo creen al menos estudiantes, académicos, arquitectos (como el japonés Kengo Kuma, ahora ayudando a las víctimas del terremoto en Ecuador, dada su experiencia con terremotos en Japón; en 2015, otro arquitecto japonés, Shigeru Ban, compartió su experiencia asistiendo a las víctimas del terremoto de Nepal) u organizaciones tales como Better Shelter, fundación a través de la que Ikea distribuye su tienda rígida modular para refugiados.

El nómada que llevamos dentro

Cualquiera de nosotros ha estudiado, se ha sentido atraído o ha experimentado y aprendido de la arquitectura “de campamento”, a menudo por elección propia, y no por exclusión. Esta proto-arquitectura es tan antigua como el propio germen de las sociedades:

  • desde el nomadismo tradicional de pueblos norteamericanos, euroasiáticos o de territorios áridos de África y Australasia;
  • a la vida itinerante por necesidad o reivindicación de un estilo de vida;
  • a los encuentros festivaleros;
  • o las migraciones con distintas etapas, improvisando un urbanismo itinerante frugal e imaginativo: desde las ciudades que empezaron como campamento militar en las campañas romanas (por ejemplo, Zaragoza) a ciudades “de quita y pon”, tanto promovidas como acontecimiento cultural (el mencionado encuentro multitudinario en el desierto de Nevada, Estados Unidos), como surgidas de la necesidad de supervivencia. 

La crisis que nadie quiere atender

Estas últimas entidades urbanísticas improvisadas, que se topan con la oposición de vecinos, autoridades y administraciones allá donde surgen, demuestran la capacidad de organización, adaptabilidad y resiliencia de incluso los grupos humanos más vulnerables:

  • en Europa, lo observamos en el campamento de Calais, una excepción ante la realidad a la que hacen frente los inmigrantes en busca de asilo en la Unión Europea (confinados en centros de inmigrantes, desbordados por la actual crisis de refugiados, tal y como reconoce la propia Unión Europea);
  • en Estados Unidos, los centros de inmigrantes en su frontera sur acumulan igualmente críticas por su gestión, y la prensa se hace eco de fenómenos como los campamentos de sin techo en ciudades como San Francisco, Portland o Seattle (un complejo problema de exclusión que combina falta de atención, adicciones, dolencias mentales y exclusión social).

En Europa y Norteamérica, sólo Alemania y Canadá han acogido a un gran número de refugiados sirios a consecuencia del conflicto que vive el país. La opinión pública de Estados Unidos y la UE debate cuál debería ser la posición de sus países, mientras mensajes nacionalistas y aislacionistas tratan de extender un mensaje de sospecha sobre quienes huyen del conflicto. A pie de campamento, los refugiados experimentan, a su pesar, con métodos para adaptarse a la precariedad.

Arquitectura de los desafortunados

Política y opinión pública se mueven, en este y otros conflictos, con mucha más lentitud que los propios refugiados, que tratan de sortear el plan de la UE para que Turquía actúe como árbitro en la crisis, aplicando una estrategia que ha dado sus frutos en Marruecos.

La consecuencia: campos de refugiados -a menudo improvisados-, itinerancia y necesidad de establecer una infraestructura humanitaria. Miles de refugiados sitios aguardan en campos compuestos por poco más que tiendas de campaña en puntos como Idomeni, en la frontera entre Grecia y Macedonia, con la esperanza de que se reabra la ruta hacia Europa central.

En este caso, la arquitectura nómada de los que la exposición parisina Habiter le campement llama “desafortunados” se reduce a material de acampada, ropa de abrigo y ayuda humanitaria en el país de la UE que más se ha resentido con la Gran Recesión.

2.483 kilómetros al noroeste de Idomeni, los habitantes de “La Jungla”, el campamento en Calais que ocupan inmigrantes de distintas nacionalidades desde hace más de 15 años, comprobaron a inicios de marzo cómo empezaba el desmantelamiento de los refugios improvisados y empezaba el traslado de los inmigrantes a contenedores prefabricados en una zona cercana.

La opinión pública del Este europeo olvida su pasado

Mientras las autoridades europeas tratan de ganar tiempo evitando una gran ola migratoria difícil de gestionar, el nacionalismo aislacionista y la extrema derecha enarbolan una defensa patrimonial de una idea esencialista de Europa que recuerda a ideologías de otras épocas.

Paradójicamente, el sentimiento contrario a la inmigración extracomunitaria es superior, según los sondeos de opinión, en los países del Este de la UE llegados con la última ampliación (hasta ahora países de emigración neta y con una población homogénea), resaltando las divisiones políticas y culturales en el seno europeo.

Tara Zahra expone esta aparente paradoja en un nuevo ensayo reseñado por The Economist.

Nómadas, viajeros, infortunados, exiliados, conquistadores y contestatarios

Pero el frágil acuerdo con Turquía sobre el acceso restringido de refugiados (previa demanda aceptada de asilo, que equivaldría al número de inmigrantes a los que se impidiera entrar por su propio pie en la UE), así como el polémico reparto de cuotas entre los distintos miembros, no debería impedir un debate más realista con la situación y equilibrado entre la opinión pública de Europa y Estados Unidos, donde de momento ganan mensajes como los de Donald Trump o los presidentes polaco y húngaro a informaciones tan preocupantes como el tráfico de niños en el contexto de la crisis.

La arquitectura “de campamento” comprende mucho más que la primera línea del frente ocupado por refugiados económicos, políticos y quienes huyen de guerras y crisis humanitarias: trabajadores (desde jornaleros agrarios a constructores de infraestructuras o vendedores ambulantes, feriantes, compañías artísticas, etc.), científicos, turistas y movimientos contestatarios, experimentan también con la arquitectura mínima y el urbanismo ligero.

Las seis categorías de habitantes de campamentos improvisados que establece la exposición Habiter le campement (nómadas, viajeros, infortunados, exiliados, conquistadores y contestatarios) comparten un reto: convertir lo precario, temporal y conflictivo en urbano, crear las ligazones socioculturales que surgen con el urbanismo en poblaciones no permanentes.

El germen de todo urbanismo

Este proto-urbanismo portátil está presente de un modo u otro en situaciones tan dispares como, por ejemplo: un campamento de nómadas en Chahsavan (Irán); un campamento de refugiados en Dadaab (Kenia); un camping en la localidad croata de Vrsar; el centro de retención administrativa de la isla de Lesbos (Grecia); las instalaciones para acampar y convivir en un acto cultural multitudinario; etc.

Fiona Meadows, británica afincada en Francia desde los 10 años, se interesó por la arquitectura modesta desde la universidad: según Meadows, se puede aprender mucho “de la pequeña arquitectura, el hábitat modesto, frágil, vernacular, ecléctico”. Las pequeñas viviendas, pese a su precariedad, nos recuerdan “cómo extraer lo máximo de lo mínimo”.

Este interés y reconocimiento de la creatividad en los pequeños espacios llevó a Meadows a crear un concurso bienal de arquitectura, Minimaousse, que en su última edición invitó a los participantes a crear una “unidad modular, adaptable, apilable, desmontable y transportable”. 

El anhelo de muchos aspirantes -a menudo por propia elección o aspiración, y no por necesidad- a una vida más sencilla, que se enfrente a lo que el ensayista Henry David Thoreau llamó a mediados del XIX “los hechos esenciales de la vida”.

Aventureros

En Francia, la necesidad de reconstrucción y la precariedad económica y energética al acabar la II Guerra Mundial, inspiró un proyecto del diseñador industrial y arquitecto autodidacta Jean Prouvé, cuya Maison Démontable era una vivienda modular y económica que se ensamblaba en unas horas, sin renunciar al diseño y la habitabilidad. 

Prouvé previó construir 160 de sus casas desmontables, un número que se redujo a un puñado de unidades, la mayoría destruidas en los años siguientes; las pocas unidades originales son una reconocida pieza de coleccionista en la actualidad.

El viajero se sitúa en el plano de lo efímero, acepta el cambio y la necesidad de adaptarse a él, abrazando el nomadismo. El deseo de aventura, sin importar las condiciones en que se emprenda, es universal, explica la antropóloga Saskia Cousin en el contexto de la exposición Habiter le campement.

Oikos y logos 

Quizá por ello, por esta necesidad de cobijarnos, de recogernos de la intemperie y, a la vez, de estudiar el mundo desde nuestra vivienda, por muy precaria que sea la techumbre, haya una relación ancestral tan estrecha entre hogar (“oikos” en griego) y el estudio del mundo (“logos”). 

Los habitantes en itinerancia no aspiran quizá a cambiar el mundo, sino que reconocen que el mundo cambia. Y ellos están ocupados en proveerse una nueva oportunidad, viviendo el presente con la casa a cuestas.

*faircompanies participa en la exposición Habiter le campement (Cité de l’Architecture & du Patrimoine, Palacio de Chaillot, Plaza del Trocadéro 1, del 19 de abril al 29 de agosto de 2016) con la cesión de 5 fotografías de Nicolás Boullosa.

La Cité de l’Architecture ha editado un libro sobre la exposición.

Arquitectura para agilizar-mejorar los campamentos

Recopilamos a continuación varios diseños y prototipos de vivienda modular para asistencia en campamentos de refugiados que huyen de desastres climáticos, políticos, económicos o bélicos.

1. Viviendas modulares con materiales locales tras el terremoto en Nepal, por Shigeru Ban (otros proyectos)

2. Tienda rígida plegable desmontable con paneles solares Better Shelter (Ikea; 1.000 dólares)

3. Cobertizo prefabricado de acero corrugado, con colector de agua y paneles solares por Carter Williamson (Melbourne, Australia)

4. Mochila-acordeón que se transforma en refugio de emergencia para pernoctar por David Shatz

5. Living Shelter: tienda ensamblable sin necesidad de herramientas para emergencias climáticas (WY-TO Architects, Singapur)

6. Tienda cónica flexible y desmontable de tejido hidrófugo por Abeer Seikaly (Canadá)

7. Exo Shelter por Reaction Housing: tiendas rígidas apilables de plástico reforzado (Austin, Texas; 5.000 dólares)

8. U-Dome: tiendas modulares ensambladas en forma de cúpula geodésica por Bruce LeBel (World Shelters; 1.500 dólares)

9. Intershelter: tienda en forma de cúpula conformada por unidades circulares (7.000 dólares)

10. Tentative: habitáculo individual prefabricado y plegable con pared textil resistente por Hakan Gürsu-Designnobis (Ankara, Turquía)