Nuestro armario dice mucho de nosotros mismos. Tener mucha ropa, o un fondo de armario desproporcionado a nuestras necesidades, no aumenta nuestra elegancia, ni nos hace más irresistibles ante los demás, ni mucho menos tiene por qué contribuir a nuestra felicidad.
Por el contrario, saber qué prendas necesitamos y qué queremos comprar de antemano reduce la posibilidad de equivocarnos; si aceptamos en la compra de una prenda y ésta es de buena calidad, quizá nos acompañe a lo largo de los próximos años.
La pasada década consolidó una cultura relacionada textil con la fast fashion: comprar muchas prendas de baja calidad y sin pensarlo demasiado, que apenas durarán una temporada. Nicolás Boullosa muestra su ropero, con una filosofía antagónica a la moda rápida.
Comprar poco, elige mucho las prendas antes de comprarlas y éstas duran varias temporadas. Comprar poca ropa, de calidad y bien elegida, puede aportar ahorro a medio plazo. También serenidad y mayor atención en aquellos aspectos que requieren mayor atención en nuestra cotidianeidad.
La frugalidad también puede favorecer la composición de un estilo personal coherente a lo largo de los años, que será apreciado no sólo por nuestras relaciones, sino por nosotros mismos.
Existen, además, personalidades públicas de primer nivel que han optado por la frugalidad en su estilo y ropero a lo largo de los años. El último exponente de esta tendencia es Barack Obama, que ha declarado en el pasado comprar raramente ropa y enmendar algunas de sus mejores prendas si es necesario, para poder conservarlas en buen estado y alargar su vida útil. Esta actitud responsable no le ha impedido ser considerado una de las personalidades con mejor percha, según Esquire.
Incluso algunos de los guardianes del estilo europeo más selecto, como el desaparecido patrón de Fiat Gianni Agnelli, rompedor de códigos clásicos, mantenía especial esmero en el mantenimiento de su fondo ropero, que le ha sobrevivido, ya que su nieto Lapo lleva ahora muchos de sus trajes.