Las resoluciones de Año Nuevo se cumplen con mayor facilidad cuando son más concretas, están mejor definidas y se someten a un seguimiento periódico estricto por el propio interesado, según algunos estudios.
Por el contrario, estas declaraciones de nuevas intenciones corren mayor riesgo de caer en papel mojado cuando abarcan mucho y no tienen en cuenta la situación personal del individuo.
Varios autores (es el caso del escritor y colaborador del New Yorker Malcolm Gladwell en su libro Fueras de Serie –Outliers-), recuerdan que la constancia y el trabajo duro, pero también el entorno en que nos desenvolvemos, condicionan nuestra cotidianeidad y son los mejores aliados para lograr objetivos. Incluso en momentos delicados.
El optimismo y la falta de victimismo congénito, cuyos orígenes son más culturales de lo que reconocemos a simple vista, facilitan la consecución de metas concretas, realistas y bien definidas.
El valor relativo -pero real- de los listados de objetivos personales
El inicio de un nuevo año sirve a muchas personas para proponerse nuevos retos, en ocasiones a través de una pequeña lista donde se enumeran las proposiciones y se describe, con mayor o menor detalle, cómo deberían conseguirse, o a través de qué mecanismos.
Entre las metas más populares, destacan las relacionadas con la salud, la situación financiera, la situación laboral o la educación, así como el deseo de mejorar en distintas facetas, viajar o ayudar como voluntario.
Cuando las metas no son demasiado realistas o, simplemente, se olvidan en el cajón al no existir ninguna metodología personal que las revise periódicamente, el listado personal de retos para el nuevo año puede aportar más frustración que frutos concretos.
Si bien el 52% de los participantes en un estudio sobre resoluciones de Año Nuevo confiaba en cumplir sus objetivos, sólo el 12% lo lograba.
Las conclusiones del experimento variaban en función del sexo de los participantes. En el caso de los hombres, el cumplimiento de los objetivos establecidos se incrementaba en un 22% cuando se establecían pequeñas metas concretas y fácilmente cuantificables. Por el contrario, las mujeres aumentaban un 10% sus posibilidades de lograr los objetivos cuando los habían compartido con seres allegados y recibían su apoyo anímico.
La Administración de Estados Unidos mantiene un listado que compila las resoluciones de Año Nuevo más populares entre la ciudadanía: beber menos alcohol; procurarse una mejor educación; conseguir trabajo, o un mejor puesto; ponerse en forma; perder peso; gestionar las deudas; gestionar el estrés; dejar de fumar; ahorrar dinero; realizar un viaje; y hacerse voluntario para ayudar a otras personas.
Entre los objetivos más populares para el nuevo año, no aparecen metas quiméricas como hacerse rico de la noche a la mañana, tener un golpe de suerte, o vivir rodeado de lujos.
El primer paso, hablar regularmente -y con franqueza- con uno mismo
La presión del día a día, especialmente en momentos de incertidumbre laboral y económica, diluye nuestra visión estratégica, sobre todo cuando se refiere a nosotros mismos.
Dedicar tiempo a la meditación, que algunas personas han logrado integrar en sus vidas hasta el punto de convertirse en la base de sus metas vitales y su fuente de bienestar (¿felicidad?), podría ayudar a mantener nuestros propios compromisos, como habría demostrado Marco Aurelio en sus reflexiones escritas en XII libros, publicadas tradicionalmente como autobiografía bajo el nombre de Meditaciones, Pensamientos, o A sí mismo.
No hace falta tener una sólida formación filosófica clásica, haber sido proclamado Emperador de Roma y dedicar buena parte de los esfuerzos profesionales a guerrear en las fronteras de un Imperio para beneficiarse de los frutos de una reflexión personal periódica, seria, que no se aplaza y siempre está presente en nuestras acciones.
Dando la razón a la rutina de Marco Aurelio, hay expertos que insisten en que no hay mejor profesional con el que reflexionar sobre nuestra trayectoria y cómo realizar cambios en ella que nosotros mismos.
Una vez al año no sirve
Mucha gente reflexiona seriamente sobre su situación, las características de su día a día, las rutinas que causan mayores sinsabores o bienestar, etcétera, sólo una vez al año, durante el parón de las fiestas de Navidad y el inicio del nuevo año.
Gill Corkindale, antigua directiva del Financial Times y actualmente asesora empresarial, cree que cualquier persona, sobre todo quien tienen a otros a su cargo, en casa o en la oficina, debería instaurar rutinas periódicas de reflexión interna sobre su situación personal. El vérselas con uno mismo es tan importante, cree Corkindale, “como las reuniones regulares con el jefe, la conciliación del trabajo y la vida personal o acudir al gimnasio”.
No existen fórmulas alquímicas para mejorar nuestra situación personal con sólo introducir mecanismos de reflexión personal, o dedicando unos minutos al inicio de cada año (coincidiendo con el rito del estreno de la nueva agenda). Establecer buenos propósitos una vez al año contribuye a que las metas poco claras, irrealistas o demasiado ambiciosas, que no se cumplen debido a la falta de compromiso y seguimiento.
Corkindale aportaba hace un tiempo algunos consejos para reflexionar sobre uno mismo con regularidad y de un modo constructivo:
- Dedicar tiempo suficiente a la reunión con uno mismo (lo llamemos meditación o momento a solas, sin interrupciones), y concertarla durante el momento productivo del día, evitando desplazamientos, fines de semana o momentos de descanso.
- Anotar nuestras impresiones con regularidad en una libreta o un documento en el ordenador (o el teléfono inteligente). Anotar todos los “incidentes críticos” ocurridos durante la semana (discusiones, oportunidades en las que uno ha contribuido, conflictos, impresiones de otras personas, observaciones sobre el comportamiento de otros). Especificar lo ocurrido, nuestra reacción, qué hicimos bien y no tan bien, o qué habríamos hecho de un modo distinto. Aprender de los incidentes y pensar en nuevos modos de actuar en el futuro.
- Examinar las cuestiones de más largo plazo: nuestra carrera, el desarrollo de nuestras habilidades, los retos venideros y cómo hemos pensado hacerles frente.
- Reflexionar sobre nuestros propios logros y aprender a apreciarlos. Ello aumenta la confianza personal y aporta la fuerza para superarse e incluso servir de inspiración a otros durante momentos difíciles.
- No cancelar nunca nuestra reunión periódica con nosotros mismos, al tratarse de una de las horas más importantes de nuestra semana laboral, asegura Corkindale.
La actitud adecuada: Bill Joy vs. Christopher Langan
En ocasiones, el pensamiento negativo puede no sólo minar la confianza personal, sino las relaciones con otros, tanto en casa como en el trabajo. No importa lo dura que haya sido nuestra trayectoria personal, explica Gill Corkindale en Harvard Business Review.
Si tenemos la actitud y capacidades adecuadas, los momentos difíciles enseñan más sobre capacidad de adaptación, resistencia y positivismo ante las situaciones adversas que cualquier renombrado manual o escuela superior.
Malcolm Gladwell ofrece en Fueras de Serie varios ejemplos sobre la importancia del talento innato de las personas para lograr sobresalir, pero al mismo tiempo expone de manera sólida cómo las personas que alcanzan la excelencia en su vida profesional (también podría aplicarse a las relaciones personales) deben dedicar mucho esfuerzo, que él sitúa simbólicamente en las 10.000 horas.
En la mayoría de ocasiones, no sólo ha habido talento innato y miles de horas de dedicación, sino un cierto determinismo que el individuo no puede controlar (en qué momento histórico y dónde nacemos, en qué entorno socioeconómico y con qué valores).
Y, cómo no, grandes dosis de actitud positiva y confianza en uno mismo, que diferenciarían el destino de quienes han logrado canalizar su potencial, como el excéntrico Bill Joy, cofundador de Sun Microsystems; y quienes, contando con un talento innato equivalente o superior, no lograron que la sociedad confiara en ellos, como Christopher Langan, etiquetado por algunos medios como “el hombre más inteligente de Estados Unidos”.
Sobre el papel, Langan lo es (su coeficiente intelectual es ridículamente superior a la media). No obstante, explica Michael Gladwell en Outliers, su propia visión sesgada y negativa de la realidad contribuyeron a que sus estereotipos sobre la crueldad del “sistema”, que él confundía con los sinsabores de una vida personal llena de dificultades, impidieran su éxito.
Langan fue expulsado de la Universidad de Montana por no hacer frente a meros detalles administrativos y ser incapaz de aclarar un malentendido, la primera de las numerosas crueldades de lo que él llamaba hace unos años “el sistema”.
Billy Joy, otro excéntrico genio, recibió todas las oportunidades que se le negaron a Langan, pese a haber intentado envenenar a uno de sus profesores en la universidad.
Resistencia, flexibilidad, poder de recuperación, capacidad de adaptación
La actitud adecuada puede condicionar el éxito o fracaso de pequeños acontecimientos. Sumados, éstos afectan nuestra vida personal y profesional, como Gladwell expone en los casos de Billy Joy y Christopher Langan.
Sin acudir a ejemplos en los que se expone la trayectoria de personas que se alejan de la media, la entrenadora personal Corkindale explica la historia de un alto ejecutivo de una gran empresa estadounidense. Nacido en una familia palestina de la franja de Gaza, el conflicto en Oriente Próximo condicionó su infancia; pero el ejecutivo había convertido sus experiencias en valiosas enseñanzas que le ayudaban ahora, en momentos de incertidumbre.
Haber convivido con el sufrimiento, el peligro constante y la privación de comodidades no sólo no es excusa, explica Conkindale, sino que a menudo se convierte en una ventaja para quienes logran sobrevivir y prosperar sin grandes apoyos.
Una estrategia personal consistente
Basándose en esta y otras experiencias personales, Corkindale define los principales rasgos de las personas resistentes, no sólo capaces de hacer frente a situaciones complicadas cuando ocurren, sino de recuperar el vigor con mayor rapidez y consistencia.
El mejor modo de lograr mayor flexibilidad y resistencia consiste, según Corkindale, en gestionar pensamientos, comportamientos y acciones. La meditación regular sería el modo de lograrlo, así como:
- Desarrollar relaciones que aporten cuidado y respeto en casa, entre amigos y colegas. Ayudar y aceptar ayuda cuando sea necesario.
- Recordar que algunas crisis están más allá del control del individuo. No se pueden cambiar los acontecimientos, pero sí el modo de reinterpretarlos y reaccionar ante ellos. Aceptar las circunstancias y mirar hacia adelante.
- Aceptar que el cambio forma parte de la vida y hay que adaptarse a las circunstancias cambiantes. Un pesar ya planteado por Heráclito. No nos bañamos siempre en el mismo río (las aguas son siempre cambiantes), pero sí podemos aceptarlo y aliarnos con esta circunstancia.
- Establecer algunos objetivos realistas y tomar con regularidad pequeños pasos para cumplirlos. Preguntarse a uno mismo qué paso u objetivo se puede cumplir hoy, en lugar de centrarse en una gran meta.
- Ser decisivo y hacer todo lo posible en lugar de evitar problemas, a la espera de que se desvanezcan por arte de magia.
- Tratar de entender las experiencias personales y hacer frente a la pérdida, el sufrimiento o los problemas emocionales.
- Desarrollar una visión positiva de no mismo y ser consciente de los puntos fuertes, aunque también de los débiles.
- Optar por perspectivas a más largo plazo y evitar dar a un evento significativo más importancia de la que tiene.
- Mantener la esperanza y el optimismo. Visualizar lo que uno quiere, en lugar de centrar toda la energía en los principales temores.
- Cuidar de uno mismo. La salud, el ejercicio físico y el descanso son pilares sobre los que se sustenta cualquier acción. El vigor físico y los momentos de descanso aportan fortaleza y equilibrio para hacer frente a situaciones difíciles.
Reinventar nuestra marca personal
En un momento de incertidumbre, que coincide con el auge de Internet como herramienta de ocio y trabajo, se redefinen varios paradigmas.
Industrias enteras, como el periodismo o el entretenimiento, tratan de adaptarse a la nueva situación, mientras se discute el control del individuo sobre las relaciones interpersonales o las propias libertades en un mundo interconectado por herramientas de acceso instantáneo a información.
Con niveles de desempleo más altos que nunca entre los jóvenes, el teletrabajo se convierte en una oportunidad para muchos, tanto para procurarse una educación (reglada o no), como para labrarse una nueva carrera.
En un mundo interconectado, en el que muchos somos tanto consumidores como creadores de contenido (y hay virtualmente tantos nichos por explorar como intereses), el individuo ya no trabaja tanto para una “casa” o “marca”, sino que él mismo se convierte en una marca, en tanto que creador y consumidor de información.
Como ya saben las empresas, con su uso cada vez más consistente de las herramientas sociales a su alcance, la reputación es un bien intangible tan etéreo como influyente en el valor que los usuarios otorgan a una marca, producto o servicio.
El individuo también puede forjar una reputación acorde con sus expectativas y con la dirección de su carrera. Como ocurre con las empresas, evitar grandes errores es tan sencillo como mantener una consistencia en nuestros valores y actuaciones.
Dorie Clark ofrece un puñado de consejos para reforzar, o reinventar la marca personal en momentos de incertidumbre laboral. Una actividad constate y consistente, a través de acciones cotidianas y en Internet, son la mejor carta de presentación, según Clark, en proyectos propios o para terceros:
- Aclarar hacia dónde queremos ir. No sólo hay que dirimir la dirección que queremos tomar, sino qué caja de herramientas necesitamos (tipo de conocimiento, experiencia, etc.) y en cuánto tiempo podemos llevarlo a cabo.
- Ser consciente de nuestros puntos fuertes para, a continuación, sacar el máximo partido, o mostrar esta ventaja competitiva con mayor efectividad. Cualquier conversación o evento fortuito son una carta de presentación en potencia, como ya comento en la entrada Sobre emprendedores, ocupación, determinismo y éxito.
- Desarrollar una narrativa. Para potenciar la reputación personal en espacios como Internet, se premia la coherencia y la especialización, mientras la diletancia, o el interés desordenado llevado al extremo, se diluyen en el marasmo de mensajes que conforman el abundante ruido que acompaña al nuevo medio. Ocurre lo mismo, aunque de un modo menos acentuado, en la vida personal. La curiosidad y la cultura general enriquecen el conocimiento especializado, pero se convierten en ruido cuando no hay dirección y propósito coherentes.
- Volver a presentarnos, sin caer en la repetición torpe. En un mundo interconectado, la atención se diluye, tanto en la esfera profesional como en la personal. Por eso, muchas personas conservan una percepción anticuada de nosotros. El mejor modo de entrar con vigor en conversaciones que conduzcan a oportunidades es mostrar nuestros proyectos actuales y objetivos. Dorie Clark recuerda que nuestros amigos y conocidos son nuestros mejores vendedores potenciales.
- Demostrar nuestra valía. Es crucial dejar que otros comprueben nuestra valía mostrando nuestro trabajo sin tapujos. Una mayor transparencia y generosidad de nuestra genera más oportunidades que efectos perniciosos. En Internet, la información y los contenidos son abundantes; no lo son tanto las personas preparadas para interpretarlos, filtrarlos de un modo original, aprovecharlos para crear algo totalmente original, a lo que podemos imprimir nuestra marca. Se trate de un texto, un gráfico, una aplicación web, un vídeo, un negocio, etcétera.
Superar los riesgos y retos del dia a día
Tony Schwartz, presidente y consejero delegado de The Energy Project, nos recuerda que los seres humanos no funcionan como ordenadores (a la mayor velocidad posible, de manera continuada, durante largos períodos).
Las sociedades humanas se han desarrollado con individuos diseñados para trabajar de un modo rítmico que debe renovarse de manera intermitente, según los mandatos del propio ciclo de la vida y las interrelaciones con otros humanos y el entorno.
Jared Diamond explica en Armas, gérmenes y acero cómo los individuos de las sociedades más complejas han acabado haciendo tareas menos complejas y más repetitivas, adquiriendo conocimientos cada vez más especializados.
Los cazadores y recolectores de Nueva Guinea o la Amazonia nos podrían dar duchas lecciones sobre su comprensión ancestral y con raíces panteístas de la hipótesis de Gaia, formulada por James Lovelock; sobre distintas maneras de cazar, de reconocer los mensajes del entorno, de alimentarse o curarse con lo que ofrezcan animales y plantas, etcétera.
En las sociedades más primitivas, cada individuo acarrea consigo la práctica totalidad de la cultura humana en la que está inmerso, mientras nosotros hemos delegado la mayoría de nuestras labores. Muchos de nosotros -yo me incluyo sin dilación- no somos capaces siquiera no ya de realizar trabajos artesanales con maestría, sino de ejecutar labores básicas de bricolaje. En cambio, hemos profundizado en nuestra especialidad mucho más de lo que los cazadores-recolectores, auténticas culturas andantes, conciben.
Pero hasta el individuo post-moderno más especializado conserva las capacidades innatas del cazador-recolector y, como él (y el resto de los seres vivos), debe descansar, ejercitarse, sentirse vivo, interpretar la naturaleza (interior y exterior) a diario, meditar. Soñar.
Para cumplir con nuestros propósitos, no sólo debemos tomarlos en serio, dividirlos en pequeñas metas y establecer encuentros periódicos con nosotros mismos que nunca deberían ser cancelados.
No hay que olvidar dormir, descansar a menudo, recordar nuestras prioridades, ejercitarnos físicamente, practicar la apreciación, procurar que la vida personal y profesional encajen con las mínimas tensiones posibles.
Hay libros y personajes de los que extraer enseñanzas sobre cómo cumplir con nuestros objetivos y procurarnos un bienestar genuino, una interpretación personal de la felicidad.
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