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Vida sencilla: 5 pequeños espacios para vivir y crear

Leonardo da Vinci escribió: “las pequeñas habitaciones y refugios disciplinan la mente, mientras las grandes la debilitan”.

Tratamos de averiguar por nosotros mismos si el genio del Renacimiento estaba en lo cierto, visitando 5 espacios reducidos para vivir y trabajar, todos en la Bahía de San Francisco. La vida sencilla propugnada por Henry David Thoreau y Mohandas Gandhi se fusiona con el dinamismo y el espíritu científico del norte de California.

5 espacios elegantes, funcionales, sencillos, económicos

Hemos elegido 5 proyectos que destacan por su funcionalidad y por la disparidad de cada una de las propuestas:

  • Vieja caravana Airstream de 1959 (fotogalería), icónica en la cultura estadounidense, reconvertida en una pequeña vivienda.
  • Casa de campo (fotogalería), compuesta por una mini-casa y un contenedor logístico.
  • Oficinas de un estudio arquitectónico (fotogalería) compuestas por dos contenedores logísticos interconectados, instaladas en el patio trasero de la casa de los arquitectos.
  • Mini-apartamento modular diseñado con la filosofía del “agile development” de los proyectos de Internet, para alcanzar la precisión funcional de una navaja suiza.
  • Una pequeña casa de campo instalada en el patio trasero de una vivienda unifamiliar, que puede ser usada como casa de invitados o ser subarrendada.

Los protagonistas de estas historias tienen algo en común con los pequeños espacios de trabajo que, temporalmente o de manera permanente, inspiraron a Henry David Thoreau, George Bernard Shaw, Le Corbusier o, últimamente, Michael Pollan.

Una pequeña cabaña, como decía Da Vinci, bien puede situar la mente en el camino correcto e inspirar complejas tareas conceptuales o artesanales, independientemente de su naturaleza.

He aquí 5 diminutas viviendas u oficinas que hemos visitado en el verano de 2011 en la Bahía de San Francisco.

1. Vida sencilla en una caravana clásica, una Airstream de 1959

Andreas X. Stavropoulos nació y se crió en el noreste de Estados Unidos. Su primer contacto con las caravanas de gama alta y línea retro Airstream se remonta a los viajes vacacionales desde el asiento trasero del coche familiar, cuando la característica forma abombada y metálica de estos vehículos brillaba en la carretera.

Stavropoulos compró una caravana Airstream y remodeló completamente su interior para convertirlo en su dormitorio universitario (ver fotogalería de nuestra visita). Tuvo la suerte de poder aparcarla en el patio trasero de una casa ocupada por otros estudiantes, con los que compartía electricidad y lavabo. La Airstream se convirtió durante 4 años en su espacio de descanso, trabajo, comida, intimidad.

Gracias a su vida en la caravana, Stavropoulos redujo su deuda estudiantil y pudo repagar rápidamente su préstamo universitario, a diferencia de algunos de sus compañeros (estudiar en Estados Unidos es mucho más caro que en Europa u otros lugares, incluso cuando se cursan estudios en universidades públicas o semipúblicas de prestigio, como la estatal californiana UC Berkeley).

El interior de la caravana no desmerece el aspecto imperecedero y robusto de su exterior. La compañía Airstream nació en los años 30 a partir del diseño de Hawley Bowlus, diseñador del legendario avión Espíritu de San Luis, que conducido por Charles Lindbergh se convertiría en el primer avión en volar desde Nueva York a París sin escalas.

La filosofía de construcción de las Airstream no ha cambiado desde los diseños de Bowlus, que se inspiró en su conocimiento aeronáutico para inferir los robustos acabados a su gama de vehículos de recreo “de lujo”, según algunos los calificaron.

De modo que Stavropoulos se limitó a resaltar la estructura original del vehículo, que “conserva una belleza artesanal”, y fabricó un mobiliario básico con madera de contrachapado, para abaratar costes e inferir al espacio lo más claro, luminoso y parco en detalles posible, manteniendo sólo la cocina y el refrigerador originales.

El mobiliario se limita a un espacioso escritorio, que ocupa todo el frontal del vehículo, y su confortable silla; un baúl construido sobre el bulto intrusivo de una de las ruedas; espacio de almacenaje bajo la cama, que ocupa la parte trasera de la caravana; mientras que el lateral contrario a la puerta incluye cajoneras, cocina, mostrador para cocinar y un pequeño refrigerador.

Completan el mobiliario un pequeño perchero, que pese a su reducido tamaño “daba cabida a toda mi ropa de entonces”, y una elegante lámpara, “diseñada por una amiga”. Sobre el suelo, de corcho, hay una pequeña alfombra. “Conservo la Airstream tal y como la tenía cuando vivía en ella”.

Andreas Stavropoulos es un arquitecto paisajístico preocupado por la desconexión entre los arquitectos y el territorio donde construyen. Dispuesto a caer en el error recurrente de su profesión, decidi instalarse, literalmente, en el territorio.

El plan: compró a través de Craigslist una Airstream de 1959 y rediseñó él mismo su interior por completo. Stavropoulos aparcó su icónica casa móvil en el patio trasero que estaba diseñando por entonces, desde donde observó cómo las sombras recorrían el terreno a lo largo del día, y cómo su uso variaba en función de la hora, el tiempo que hacía, o las personas que lo usaban en cada momento.

De esta experiencia profesional mientras vivía en la Airstream nació su empresa de paisajismo, XS/LA (Land Architects).

El rediseño de la Airstream ofrece pistas sobre los valores, humanos y profesionales, de Stavropoulos. Quizá intente que sus proyectos, como las Airstream de la vieja escuela “estén diseñados para durar”.

La compañía menciona en su sitio web: “Cada pulgada de una Airstream tiene un propósito funcional. No hay obsolescencia programada“.

2. Pequeña casa de campo con 2 mini-edificios: un contenedor logístico y una cabaña-dormitorio

Oriunda de Buenos Aires, Lulu pasó los primeros años de su vida entre la capital argentina y la remota Patagonia.

“En la Patagonia, debido al viento y al frío, algunos lugareños construían pequeñas casas con muros sólidos y ventanas diminutas, para que el confort del espacio no se desvaneciera por la rendija de los ventanales”.

Hace veinte años, Lulu se trasladó a Estados Unidos a estudiar. Al finalizar, se quedó en California, donde ha vivido en varios lugares, hasta recalar en una tranquila y bucólica colina al norte de San Francisco.

Lulu vive “con todas las comodidades” y sin la presión de grandes gastos de préstamo ni alquiler, lo que le permite continuar con sus estudios y cuidar de su hija, que ya va a la escuela.

Su antigua pareja, propietario del viñedo que circunda el espacio, cedió el amplio terreno para situar la casa, cuya construcción y amueblado apenas crearon problema económico alguno. Actualmente, paga un precio testimonial por el arrendamiento de la tierra y los servicios de agua y electricidad, incluidos en el alquiler.

“Muchas personas no entienden que uno quiera vivir en una casa cómoda, pero sencilla, suficientemente espaciosa para vivir bien. En esta casa, podemos aprovechar la vida en el exterior”.

Lulu ha emplazado su interesante vivienda aprovechando la sombra de un sauce llorón, a medio camino de la cima de una suave loma, entre viñedos y robles americanos, que divisa desde los amplios ventanales de los dos pequeños espacios que componen su casa: un contenedor logístico y una cabaña aneja con puerta acristalada y amplios ventanales, que diluye los espacios interior y exterior (ver fotogalería de nuestra entrevista con Lulu).

“Como muchas de las mujeres que conozco, suelo buscar la calidez de la luz siempre que tengo oportunidad, no sólo en mi casa, sino en la casa de mis amigos. Cuando visito a alguien, siempre busco el espacio soleado y, si está en el suelo, allí me siento”.

Lulu asegura a la vez una temperatura adecuada en el interior de ambos espacios, gracias al emplazamiento en la colina (ni en la hondonada, ni en lo alto de la colina, para así aprovechar las corrientes sin padecer ni la incidencia directa del sol -colina-, ni el frío matinal y nocturno de la zona más baja). El sauce llorón y las corrientes de aire, así como la vegetación circundante, garantizan los veranos frescos e inviernos al resguardo del viento del valle.

El contenedor logístico -hay 17 millones de unidades en el mundo y el tamaño más habitual es el usado por Lulu, 6,10 por 2,44 metros, o 20 por 8 pies-, sirve de cocina y sala de estar, con librería y sofá. La micro-casa contigua, a la que se llega a través de una pequeña cubierta de madera que conecta ambos espacios, es usada como dormitorio y lugar de trabajo: armario ropero, escritorio para trabajar y dos espaciosas camas dispuestas en forma de litera.

Sin mencionar la permacultura, Lulu entiende la importancia del sauce llorón en el conjunto, y cría conejos y gallinas para el autoconsumo, así como algunos vegetales.

Sonoma es algo así como el epicentro del llamado movimiento “small house”: Lulu es amiga de Jenine Alexander, una constructora de mini casas conocida en *faircompanies (vídeo y fotogalería de nuestra entrevista con Jenine).

Jay Shafer (nuestro primer vídeo con él, el segundo y el último, del verano de 2011), la imagen pública del movimiento, fundador de Tumbleweed Tiny House Company y autor de libros sobre la materia, también tiene sus oficinas en Sonoma, en Sebastopol, no lejos de la casa de Lulu.

Finalmente, Kent Griswold, fundador de Tinyhouseblog.com y bloguero de la tendencia, escribe igualmente desde Sonoma.

3. Oficina con 2 contenedores logísticos en “L” de Leger Wanaselja Architecture

El espíritu universitario e inconformista de Berkeley atrae a profesionales interesados en el avance contra la ortodoxia en cualquier campo, y la arquitectura no es una excepción. Es el caso de Cate Leger y Karl Wanaselja, que decidieron quedarse en la localidad tras su paso por su prestigiosa universidad pública estatal.

Leger Wanaselja Architecture es un pequeño estudio fundado por esta pareja de arquitectos interesados en la sostenibilidad y en el trabajo con materiales como el cemento, la madera, el acero, el adobe, la paja y todo tipo de materiales reciclados, es un ejemplo de auténtica curiosidad arquitectónica y rebeldía.

Cate Leger y Karl Wanaselja decidieron aplicar su experiencia en construcción residencial sostenible y paisajismo al construir una nueva casa para la familia, y aprovechar el mismo pequeño terreno, en una tranquila calle residencial de Berkeley, para emplazar una pequeña aunque funcional oficina (ver fotogalería de nuestra visita).

Para la construcción de la casa, de dos pisos de altura, y la oficina, Leger y Wanaselja usaron materiales tan poco nobles como techos y lunas de coches desguazados (para la casa), y 2 contenedores logísticos (para la oficina), e incluso 2 capós. El resultado ha sido celebrado por la prensa local.

La nueva casa ha acaparado todo el protagonismo, mientras la oficina ha pasado más desapercibida, aunque destaca por su funcionalidad, robustez, portabilidad, y bajo coste, al estar conformada por 2 contenedores interconectados.

Karl Wanaselja nos explicó durante nuestra visita su pasión por los coches durante su infancia, al crecer en una familia aficionada al motor. Ello ha influido en su visión arquitectónica, hasta el punto de usar materiales como chapa de techos como recubrimiento en las paredes de la casa, lunas como tejado para la terraza, e incluso 2 capós unidos entre sí como puerta de un cobertizo en el patio trasero, en un lateral de la oficina.

Si el uso de retales de chapa gris de distintas tonalidades, procedente de coches desguazados, infiere a la casa de Cate Leger y Karl Wanaselja el aspecto esbelto y escurridizo de un pez con escamas plateadas, la oficina y sede de su estudio arquitectónico, en el patio trasero de la pequeña parcela, es lo más sencilla y funcional que pudieron imaginar.

La pequeña oficina de Leger Wanaselja Architecture se adapta al espacio interior de los 2 contenedores logísticos dispuestos en forma de “L” y conectados entre sí en el interior, para crear un único espacio. Incluye 2 escritorios, un sofá y 2 amplias librerías, así como 2 grandes ventanales.

Para evitar el recalentamiento del interior debido al uso de metal, Leger y Wanaselja aislaron térmicamente el interior; asimismo, la vegetación circundante protege parcialmente ambos contenedores de la incidencia de los rayos de sol en verano y el mediodía. Nosotros mismos Comprobamos durante la visita la frescura del espacio en un día de verano.

4. Mini-apartamentos con acabados de calidad en el lugar oportuno

Patrick Kennedy es un constructor algo peculiar para el estándar estadounidense, tras especializarse en pequeños apartamentos para estudiantes en la ciudad universitaria de Berkeley, a través de un sistema de construcción modular y con materiales de calidad que ha bautizado como Smart Spaces.

Desde hace dos décadas, el constructor persigue dar el salto a San Francisco. Finalmente, llevará Smart Spaces a una localización exclusiva de la ciudad, para seducir a los jóvenes profesionales que acuden a San Francisco a trabajar en el sector tecnológico “y prefieren un apartamento el lugar adecuado a mucho espacio en la periferia”.

El emplazamiento elegido en San Francisco es 38 Harriet Street, en pleno SoMa, una zona dinámica que atrae a trabajadores de empresas tecnológicas con sede en San Francisco, en lugar de optar por Silicon Valley como en los viejos tiempos.

Los dos proyectos que Kennedy ultima a través de su empresa Panoramic Interests, contienen cada uno 22 “micro-proyectos”, o “micro-apartamentos”, que contrarrestarán el espacio reducido con el diseño concienzudo de la interacción de todos los elementos, así como la calidad de los materiales, el mobiliario y el diseño. “[Construir micro-apartamentos] Es algo así como destilar la esencia de un apartamento y diseñar uno con lo esencial, que funcione con precisión, como una navaja suiza”.

Los dos proyectos usan unidades prefabricadas de la compañía Zeta Communities, lo que ha permitido a Patrick Kennedy desentenderse de la ingeniería de la estructura y centrar sus esfuerzos en diseñar un espacio reducido pero atractivo, más cómodo que un dormitorio universitario típico, y más conveniente que un viejo apartamento o una habitación subarrendada en una vieja casa.

“Mi intención ha sido poner cierta disciplina en el proceso de diseño de manera que cada proyecto no requiera empezar desde cero”. Para asegurarse de que el diseño era el adecuado, creó un mini-apartamento tipo en el interior de sus oficinas en Berkeley, e invitó a una estudiante del MIT a vivir en él durante tres semanas, para así detectar los elementos más y menos acertados. “Nos hemos asegurado de que ningún elemento obstruya a otro cuando esté en funcionamiento”.

Le pregunto si su manera de diseñar un minipiso se basa en la filosofía aplicada por muchas empresas de Internet a sus proyectos, que son continuamente mejorados y se encuentran en “beta perpetua”, además de cambiar sobre la marcha. Efectivamente. Incluso cada una de las versiones mejoradas de Smart Space ha sido catalogada como 1.0, 2.0, etcétera.

El día que Patrick Kennedy nos enseña el mini-apartamento que construye para estudiantes en Berkeley y para profesionales solteros en una zona exclusiva de San Francisco, observamos dos citas que inspiran el trabajo de su compañía, así como el proyecto que se trae entre manos.

La primera, sobre la puerta de entrada, es de Edmund Burke: “el orden es la base de todas las cosas buenas”. La segunda, está situada a la entrada del modelo de mini-apartamento, bajo el logotipo de Smart Space. Es de Leonardo da Vinci: “las pequeñas habitaciones y refugios sitúan la mente en el camino correcto, mientras las grandes la llevan por el mal camino”.

El tamaño del mini-apartamento varía desde los 28,8 a los a los 31,5 metros cuadrados (de 310 a 340 pies cuadrados), aunque el diseño y la disposición de los elementos convierten el espacio en un interior funcional con detalles de lujo en iluminación, superficies, cerramientos y mobiliario.

El apartamento modelo que visitamos, no obstante, tiene un tamaño muy inferior, sin perder un ápice de la esencia del proyecto: 14,86 metros cuadrados, o 160 pies cuadrados. Kennedy: “en este proyecto, me interesa sobre todo averiguar cuál es el espacio mínimo en el que una persona puede vivir con todas las comodidades y calidad de vida”.

Se entra al espacio por un pasillo con muebles a la derecha y un lavabo-ducha a la izquierda, mientras el espacio principal está dominado por un gran ventana frontal.

A la izquiera, un sofá que convierte en cama, un mostrador esconde una mesa y, en la cabecera de la cama, un escritorio garantiza el espacio para trabajar. A lo largo de la pared derecha y bajo la ventana de la zona frontal, el espacio está ocupado por muebles, que recuerdan el eficiente diseño del interior de algunos barcos, o el de las caravanas de gama alta Airstream.

5. Una casita en el patio trasero para subarrendar (o para invitados)

Llegamos con cierta antelación a la entrevista que habíamos planeado con Karen Chapple en su casa de Berkeley. Chapple, profesora especializada en diseño medioambiental en UC Berkeley, nos encontró bajando del coche, mientras se acercaba a su casa en bicicleta, tras una jornada en la universitad. Kirsten me comentó, “aquí tienes una imagen típica de Berkeley”.

Karen Chapple, que charla de un modo factual, aunque reconoce que “uno siempre puede citar estudios que respalden sus ideas preconcebidas”, decidió construir una pequeña casa en el patio trasero de su vivienda unifamiliar, “tras batallar con la normativa municipal sobre espacios anejos a una vivienda. Existen normas para no construir nada permanente junto al límite de una parcela, y hay que garantizar la intimidad de los vecinos, así como muchas otras prerrogativas”.

Tras hablar sobre su reciente visita a España, donde visitó con otros profesores la Red de Espacios Tecnológicos de Andalucía, Chapple nos enseñó la mini-casa aneja a su vivienda, a la que se acude por un pequeño paseo pavimentado desde una entrada lateral: “al construir una vivienda adicional en tu propiedad, tienes que asegurarte de que el inquilino tiene intimidad y puede entrar y salir de su vivienda si obstrucción alguna”.

La vivienda, una planta de madera con tejado a dos aguas, un diseño habitual en el norte de California, tiene un habitáculo de 40 metros cuadrados (420 pies cuadrados), y ha sido construida concienzudamente sobre cimientos de hormigón.

Incluye porche frontal cubierto, sala de estar, altillo-dormitorio, cocina-comedor, escritorio y un amplio lavabo, con dimensiones equivalentes a las de lavabos instalados en apartamentos europeos de mayor tamaño.

“Muchos de los materiales, métodos de construcción e interiorismo, y electrodomésticos que hemos empleado, son corrientes en Europa, pero por alguna razón, en Estados Unidos son difíciles de encontrar y son considerados diminutos por la población”.

Corroboro sus palabras, comentando que muchos amigos usan, por ejemplo, el mismo tipo de lavavajillas, con un diseño más compacto y estrecho (e inferior capacidad, aunque más eficientes). Yo mismo viví en un piso de 40 metros cuadrados del centro de Barcelona (ver vídeo).