Robots y deslocalización no acabarán con todos los empleos, pero sí transformarán su naturaleza y polarizarán todavía más los salarios entre puestos especializados con poca oferta (ciencias computacionales, empleos creativos especializados) y trabajos con menor prestigio y remuneración a la baja, pese a su importancia social.
En los empleos de servicios con más candidatos potenciales, la competición entre aspirantes permite a las empresas -que a menudo se sirven de subcontratas para gestionar la elevada temporalidad de la plantilla- mantener los salarios. ¿La consecuencia? Los salarios apenas se han ajustado al coste de la vida en las últimas décadas.
Hacer cosas y cuidar de las cosas
El fenómeno es generalizado en el mundo desarrollado y emergente, si bien los países con un mercado laboral más desregulado padecen una disparidad laboral todavía más elevada.
Soo Oh sintetiza el fenómeno en un artículo para Vox:
“La economía se está moviendo desde hacer cosas a cuidar de la gente.”
La cuestión, argumenta el artículo, no es cómo la automatización o el ascenso de China y otros emergentes han disminuido el porcentaje de empleados en la industria, sino por qué puestos como mantener infraestructuras esenciales, apoyo social y sanitario, educación o atención a la tercera edad, entre otros, tienen tan poco prestigio y están tan mal remunerados.
Desde 1970, la reducción de empleos industriales tradicionales (con una abrumadora representación masculina y salarios dignos) ha coincidido con el auge paralelo de la oferta de cuidadores personales, donde perfiles con mayor riesgo de pobreza (personas sin educación superior, mujeres, minorías) acaparan el trabajo.
Talento no valorado
El editor Tim O’Reilly recuerda que, para desempeñar bien un empleo de cuidador, por ejemplo, hace falta destreza y experiencia. Sin embargo, este esfuerzo no es recompensado por la sociedad.
Desarrollando su labor con la mayor profesionalidad y diligencia, un cuidador no obtiene ni un salario equiparable al esfuerzo e importancia de su labor, ni mucho menos reconocimiento social. Como tampoco un mecánico, un empleado de mantenimiento de un sistema de metro, redes de carreteras, infraestructuras de agua, electricidad o datos, etc.
The question is why these are such low-wage jobs. It takes skill to do them well. There are so many distortions in labor markets! https://t.co/EIhSI2oW1P
— Tim O'Reilly (@timoreilly) July 31, 2017
Los incentivos para hacer bien el trabajo en los trabajos que crecerán más en los próximos años son poco menos que inexistentes.
No hacer bien el trabajo implica el despido, pero el tramo entre una labor correcta y la excelencia dependen de un complejo sistema de estímulos, entre ellos el sentirse valorado, el ambiente laboral y la flexibilidad del empleador con el empleado durante imprevistos (enfermedad, sobrecarga de labores, etc.).
Profesionales de apoyo directo y mantenimiento
El caso de los profesionales de apoyo directo, a menudo especialistas en atención a mayores, discapacitados físicos y mentales, roza lo ofensivo: sin importar el país donde desempeñan el trabajo, su labor no es reconocida ni remunerada en concordancia con la importancia estratégica de los servicios prestados.
En Estados Unidos, estos profesionales son los peor pagados de media en el sector servicios, peor incluso que los trabajadores de cadenas de comida rápida, pese a necesitar dosis más elevadas de formación e inteligencia emocional que otras ocupaciones.
La situación dista mucho de ser boyante en el sector que más crece en el mundo desarrollado, en el que abundan las jornadas largas en horarios que a menudo coinciden con el ocio de trabajadores mejor establecidos, repercutiendo sobre la salud y la percepción de uno mismo (incluyendo el riesgo de quemarse en el trabajo, baja autoestima, etc.).
La producción industrial de países europeos que han logrado al fin recuperar los niveles de producto interior bruto previos a la Gran Recesión (como España, cuya inestabilidad institucional y conflictos territoriales contrastan con datos económicos y laborales que mejoran), se recupera relativamente, pero no garantiza los millones de empleos de antaño.
De producir cosas a mantenerlas
Países como Italia -23,9%- y España -22,4%- (o Francia 22,2%) apenas concentran una quinta parte de sus asalariados en la industria, mientras los servicios acaparan más del 70% de los trabajadores (el resto son trabajadores agrarios), pero tanto política laboral como imaginario colectivo relacionan prosperidad económica y social con empleos industriales bien remunerados.
En Estados Unidos, la industria manufacturera apenas concentra el 11% de los trabajadores (sólo el 6% produce bienes de consumo), con un ligero descenso proyectado entre 2014 y 2024, mientras el sector sanitario ofrecerá 2,3 millones de trabajos nuevos en el mismo intervalo.
Y de una familia de trabajos mal pagados y peor vistos, como el mantenimiento del bienestar (físico y mental, así como de niños, ancianos y discapacitados y otros colectivos vulnerables), a otro mantenimiento decisivo que comparte pobre imagen y sueldos justos: el de las infraestructuras y servicios básicos, donde también abundan la subcontratación, la temporalidad y los sueldos bajos.
En el mantenimiento de infraestructuras, monopolizado por hombres sin educación universitaria pero responsables de servicios esenciales -desde el agua de boca al servicio eléctrico o de Internet, pasando por la gestión de desechos o el mantenimiento de aceras y carreteras-, siempre hay alguien dispuesto a sustituir al último trabajador quemado.
Mantenimiento y calidad
Según esta filosofía -o ausencia de ella- centrada en el corto plazo, es más rentable contar con plantillas mal remuneradas y con elevada rotación, que mantener plantillas más estables y experimentadas, capaces de convertir mejores sueldos en mayor productividad.
En Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta, Robert M. Pirsig describe las limitaciones del cientificismo surgido de la Ilustración: lo que no se puede medir -o reducir- con técnicas empíricas, o no existe, o no es suficientemente importante.
En su ensayo, Pirsig expone que en la Grecia clásica los empiristas ganaron la batalla conceptual a los sofistas, que propugnaban un principio de excelencia (virtud o “areté”) más próximo al oriental y a lo que él llama “metafísica de la calidad”: no somos más que la emergencia de nuestra conciencia proyectada en nuestro entorno, y la frontera entre persona y contexto no es tan clara como declarará el ideal platónico.
Pirsig recurre al mantenimiento de su propia motocicleta para comparar la mentalidad de nuestros días (individuos que compran productos “acabados” que desconocen y son incapaces de mantener) con una conciencia expansiva con lo circundante, capaz de sentir la motocicleta y, a partir de su marcha (un sonido, una intuición, la temperatura de la jornada, las características del trayecto, la distancia recorrida, la velocidad, el tipo de conducción), el usuario-mecánico será capaz de mantenerla en perfecto estado con un simple mantenimiento sobre la marcha.
Metafísica de la calidad
Persona, máquina y entorno profundizan en su relación de interdependencia, que evoca el baile antiguo de una relación más estrecha entre la persona y su proyección. Esta manera de tomar el pulso a la realidad, o metafísica de la calidad -argumenta Pirsig-, está al alcance de cualquiera dispuesto a ser mecánico de su propia existencia, contribuyendo al mantenimiento de una realidad rica, compleja, que aporta pistas para que, convertidos en jardineros, podemos la realidad según nuestras propias necesidades y aspiraciones.
Mantener lo que usamos, dice Pirsig, nos reconecta con los presocráticos y con la filosofía oriental, pero también con los buenos artesanos que conocen su oficio más allá de lo superficial (la frialdad reduccionista de los números y los diagnósticos prefabricados hace que los mecánicos contemporáneos no sepan lo que hacen y recomienden, por ejemplo, cambiar un motor cuando son incapaces de relacionar un síntoma con su origen).
El buen mantenimiento (o “calidad”, o “areté”, o “zen”) garantiza la reparabilidad de los objetos que usamos y antepone las ventajas del largo plazo a las prisas de objetos que hay que tirar cuando empiezan a fallar (obsolescencia programada).
En el mundo de los servicios esenciales para la sociedad, desde el cuidado de las personas al mantenimiento de sistemas complejos e infraestructuras, las reflexiones de Pirsig reivindican su validez: las personas, cosas y servicios a nuestro alrededor son una extensión de nosotros mismos, y es fundamental comprenderlas con la mayor riqueza posible, para así poder diagnosticar como conocedores de la metafísica de la calidad.
Mantener bien es planificar a largo plazo
La consistencia del mantenimiento de sistemas complejos garantiza la perdurabilidad de lo que Pirsig llama “calidad”, o puesta a punto óptima (que, aplicada a un individuo, se relaciona con su autorrealización, o cultivo de varias disciplinas para comprender la riqueza de la realidad).
Para Stewart Brand, editor del Whole Earth Catalog y discípulo del filósofo de origen británico afincado en California Gregory Bateson, que influyó en el pensamiento sistémico con sus reflexiones multidisciplinares en Pasos hacia una ecología de la mente,
“La esencia del pensamiento a largo plazo es el mantenimiento.”
Mantener en toda su extensión es crear de nuevo, al comprender nuestra relación con lo que nos rodea hasta que su puesta a punto no es una carrera desordenada de reparación en reparación (o de chapuza en chapuza), sino algo más parecido a la poda agradable e intuitiva de un jardín bien mantenido: vivo, complejo e interdependiente, con una salud y un estilo que nos hablan de cada especie, de su interacción… y del propio jardinero.
El mantenimiento es fundamental en sistemas complejos y está relacionado, dice Stewart Brand, con la planificación a largo plazo. Garantizar la calidad de servicios e infraestructuras recae en estos momentos, no obstante, sobre personas poco reconocidas y peor remuneradas.
Innovación y mantenimiento de las cosas
Los profesores de ciencia y tecnología Andrew Russell y Lee Vinsel firman un artículo en el New York Times que alcanza el tono de manifiesto: se nos llena la boca de “innovación”, cuando lo que deberíamos venerar es la calidad del mantenimiento de las cosas:
“Cuando se trata de tecnología, necesitamos celebrar lo que se cuida bien.”
El artículo de Russell y Vinsel es un lamento relacionado con lo que consideran el fracaso de toda una sociedad: al carecer de una cultura del mantenimiento de calidad, estructuras complejas -se pone como ejemplo el último lío en la autoridad del transporte de Nueva York- afrontan crisis periódicas que requieren reparaciones complejas y costosas que podrían haberse prevenido.
The essence of long-term thinking is maintenance.https://t.co/B6UCnMRIhI
— Stewart Brand (@stewartbrand) July 24, 2017
Otro artículo, también publicado en The New York Times, ofrece pistas del mantenimiento de calidad del futuro: los servicios de Rotterdam, con su puerto y buena parte de su zona urbana bajo el nivel del mar, son herederos de una cultura de buen mantenimiento y pensamiento a largo plazo.
Convertir el ensayo y error en rutina vital: el caso holandés
En Holanda, la metafísica de la calidad surgió en la batalla de toda su población para conquistar tierra al mar y protegerse de las peores tormentas con una combinación de ingenuidad, ingeniería, ensayo y error… y mucho mantenimiento: antes de la era de los motores, molinos de viento obraban de bombas de agua en los diques más estratégicos (artículo y vídeo sobre estas bombas de agua eólicas).
Quizá haya que empezar por reconocer la labor de trabajadores de servicios al alza como el cuidado de personas, la sanidad, la educación o el mantenimiento de infraestructuras, pues el reconocimiento de su labor repercutirá más sobre la calidad real del servicio que la inversión en reparaciones y equipamiento (o personal) nuevo que sustituye al que no fue mantenido por falta de memoria y rigor, al anteponer el brillo de las inauguraciones al arte del buen artesano de la puesta a punto.
Related to Robert M. Pirsig's concept of "quality": stuff around as extension of ourselves; key to reach out casually and with consistency https://t.co/9Ntj3n67sQ
— Nicolás Boullosa (@faircompanies) July 24, 2017
Tampoco debería sorprender que Finlandia recoja en los últimos años el éxito académico de alumnos que cuentan con maestros reconocidos por la sociedad como pieza estratégica del futuro. Los maestros fineses tienen reconocimiento social, un sueldo digno, posibilidades reales y comprensibles de progreso laboral y autonomía de decisión.
No podemos definir “calidad”, pero sí sabemos reconocerla
El mantenimiento a largo plazo forma parte de las historias de éxito menos loadas del mundo. Al fin y al cabo, no son historias de proezas individuales ni de genio creador à la Steve Jobs, sino relatos sobre la belleza de lo cotidiano.
Robert M. Pirsig;
“Miras hacia dónde vas y dónde estás y nunca parece tener sentido, pero entonces miras atrás para ver dónde has estado y un patrón parece emerger. Y si proyectas hacia el futuro desde ese patrón, entonces a veces puedes conseguir algo.”
Nuestra incapacidad para definir la calidad y el mantenimiento en toda su extensión no nos impide reconocer su esencia y aspirar a ella en cada acción.
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