Sobre Walt Whitman, Jorge Luis Borges destacó no sólo la modernidad y autenticidad de su poesía, basada en la experiencia, sino la calidad de la propia persona, que describió como “un hombre bueno”.
Borges, que leyó con reverencia y tradujo al poeta estadounidense, explicaba que, “cuando pienso en Estados Unidos, siempre tiendo a hacerlo con Walt Whitman como referencia (….)”.
“El mismo Whitman”, proseguía Borges, que también se acordaría de mencionar al poeta en su ciclo de clases magistrales sobre poesía en Harvard, “era un mito, el mito de un hombre que escribía, un hombre muy afortunado, muy solitario y, sin embargo, hizo de sí mismo un vagabundo espléndido”.
Un peripatético capitán de sí mismo
Para Borges, Whitman había sido quizá el único escritor de la tierra capaz de crear una persona mitológica de sí mismo, y una de las tres personas de la Trinidad es el lector, porque cuando uno lee a Whitman, uno es Walt Whitman.
Whitman, poeta, ensayista y periodista, próximo a las ideas románticas de la filosofía trascendentalista (introspección, conocer el universo -o Dios, que para ellos, panteístas por definición, constituía lo mismo- a partir de indagar sobre uno mismo, que es conocer de paso al resto de la humanidad, siguiendo la idea clásica del “gnóthi seautón” socrático), quiso conocer su país con el espíritu de los buhoneros y buscavidas.
Como cualquier emulador de Johnny Appleseed y otros pioneros proto-libertarios de Norteamérica, Walt Whitman recorrió poblaciones y paisajes inalterados para indagar sobre sí mismo y cantar a la naturaleza, emulando a los filósofos peripatéticos y cínicos de la Antigüedad: frugalidad, vida sencilla y responsabilidad pecuniaria garantizan la independencia económica con respecto de terceros.
Whitman se beneficiaba de una autonomía que no dependía del tamaño de un cheque. Quizá por ello, acerca de su conversación con el poeta para su libro With Walt Whitman in Camden (1906), Horace Traubel escribió: “Hay gente con tanta luz solar acumulada por pulgada cuadrada… Todavía me estoy bañando en la alegría que {Whitman} irradiaba”.
Walt Whitman como inversor (introspectivo) de capital riesgo
Como las filosofías de vida clásicas y orientales, el trascendentalismo de la Nueva Inglaterra de mediados del siglo XIX (además de Whitman, Henry David Thoreau, Ralph Waldo Emerson, Margaret Fuller) abogó por una experiencia sin intermediarios con lo metafísico (la iglesia Unitaria a la que pertenecían simplificaba la idea de Dios y la aproximaba al panteísmo clásico, rechazando la tradición trinitaria y milagrera de esta religión abrahámica).
Y Walt Whitman se aseguró de interpretar la realidad circundante y metafísica sin intermediarios ni depender económicamente de terceros. Su insistencia en la autonomía económica y espiritual queda clara en sus escritos: “El carácter y las finanzas personales son las únicas inversiones que tienen algún valor”.
(Imagen: grabado a partir de un daguerrotipo con Walt Whitman a los 35 años, usado en el frontispicio de la primera edición de Hojas de hierba)
Esta cita de Whitman bien podría atribuirse sin desentonar un ápice al estoico Séneca de Cartas a Lucilio o de su De vita beata (Sobre la buena vida).
O incluso al cínico Diógenes, enmendado por la historia por la similitud de sus ideas con las de los peripatéticos, y de las ideas de éstos con las de Jesucristo (se ha especulado largo y tendido acerca de la influencia cínica y peripatética en Oriente Próximo).
Del estoicismo al trascendentalismo
Whitman y los trascendentalistas habían tomado la palabra a Séneca, que abogaba por una vida sencilla, apreciativa, razonada y de acuerdo con la naturaleza para así alcanzar la “tranquilidad” o ideal estoico del bienestar duradero.
Séneca: “Si quieres pesarte a ti mismo, da de un lado el dinero, la casa, las dignidades y contémplate por dentro; mientras, estás apreciando tu valer por lo que dicen los demás”.
Un siglo y medio después de los primeros trascendentalistas y 20 siglos después de Séneca, la sociedad secular actual sale en muchos países desarrollados de una crisis económica que se habría capeado sin problemas de no haber existido niveles tan elevados de deuda personal.
Para Whitman o Thoreau, como para los pensadores clásicos y orientales en que se inspiraron, la solución al equivalente de su época a la crisis de la deuda actual no consistía en no hacer frente a las obligaciones que uno ha contraído, sino en contraer menos obligaciones para así asegurarse de que se pueden cumplir.
Lecciones para eudemónicos
Un primer paso para eudemónicos, estoicos o trascendentalistas para alcanzar la ansiada autosuficiencia, o confianza existencial en uno mismo tal y como explicaba el concepto el poeta y filósofo Ralph Waldo Emerson en su ensayo Self-reliance, que influyó tanto en Thoreau como en figuras posteriores: sin ir más lejos, en la rica visión del mundo del cristiano anarquista Lev Tolstói y, a través de él, en Mohandas Gandhi.
La posición de Gandhi con respecto a la autonomía individual (el primer paso de una vida examinada es la conciencia y el conocimiento de uno mismo, base de su fortaleza y ética), a su vez, influiría sobre Nelson Mandela y Martin Luther King Jr.
La autosuficiencia no es sólo espiritual, sino también económica, y no se fundamenta en desentenderse de los compromisos económicos que uno adquiere para, al final, decidir entre pagos y obligaciones, sino en obrar racionalmente desde el principio para que una decisión realizada con poca información o de manera impulsiva no embargue la preciada tranquilidad espiritual, fundamentada en apreciar lo que se tiene.
Sobre la autosuficiencia material y de conciencia
La temática de la autosuficiencia económica es más vigente que nunca, dada la precariedad laboral que afecta sobre todo a jóvenes y desfavorecidos y la facilidad con que, en la era digital, se asumen compromisos económicos relacionados con un estilo de vida material y hedonista inconsciente (el “hedonista consciente” sabe al menos la obligación que contrae el comprar el último iPhone, pese a poseer el modelo anterior en perfecto estado, por recurrir a un ejemplo cotidiano).
Un artículo de The New York Times nos recuerda lo sencillo que es contraer más obligaciones de las prudentes con la economía personal: gastar más de la cuenta tiene un efecto imperceptible sobre nuestro bienestar real, pero tiene el potencial de trastocar nuestra tranquilidad hasta poner incluso en riesgo nuestra capacidad para asumir obligaciones de deuda.
Según el artículo, firmado por Binyamin Appelbaum, parte del problema reside en que la mayoría de nosotros carece de un mínimo confort financiero (no mucho dinero, sino dinero suficiente para una emergencia, que puede lograrse gastando menos en cuestiones superfluas o falso confort, y no sólo ganando más), porque carecemos de información detallada sobre los gastos cotidianos.
Cuando desconocemos lo básico de nuestras finanzas
Nuestra capacidad para amoldar la realidad a nuestros deseos es incapaz, de momento, de aumentar los recursos financieros, y es muy fácil contar menos gastos de los reales debido a nuestra percepción psicológica del riesgo y las necesidades, tanto reales como ficticias.
Appelbaum cita un estudio de JPMorgan Chase realizado sobre los salarios y gastos de 2,5 millones de clientes de Chase entre octubre de 2012 y diciembre de 2014; el estudio mostró una gran variación de ingresos y gastos mes a mes:
- alrededor del 40% de los hogares registró una variación del 30% en ingresos mensuales durante el período cubierto por el informe;
- y el 60% de los hogares experimentó una variación en consumo de bienes del 30% entre un mes y otro.
El informe de Chase ofrece pistas sobre el desconocimiento objetivo de la gente sobre la variación de ingresos en su dinero circulante, con consecuencias en ocasiones devastadoras: al carecer de una información realista sobre el dinero disponible y predicciones fiables a medio y largo plazo, muchos hogares no están preparados para un mal mes.
Detectar lo que merece la pena y evitar chollos que no necesitamos
Conocer las finanzas personales al detalle y hacer predicciones realistas puede evitar consecuencias devastadoras para la credibilidad crediticia de una persona o familia, ya que un mal mes en ingresos no puede compensarse con afrontar las obligaciones crediticias a la carta.
¿La consecuencia del desfase entre la información realista sobre las fluctuaciones de ingresos y el ritmo de gastos? El estudio detectó impagos en préstamos hipotecarios incluso en casos donde los ingresos objetivos de personas u hogares permitían de media afrontar las obligaciones.
Si, volviendo a Walt Whitman y a su visión peripatética de la vida sencilla, el carácter y la autonomía financiera son las únicas inversiones con que merecen la pena, al garantizar la independencia espiritual y material del individuo (y con ello el bienestar), la sociedad actual ha obviado el cultivo consciente de ambas.
Un paso más allá: garantizando un confort material mínimo
O, al menos, es lo que se desprendería de estudios que reconocen una ausencia sistemática de una planificación financiera realista del dinero disponible en los hogares.
Según el estudio mencionado por Binyamin Appelbaum, en los hogares con ingresos entre 40.501 y 63.100 euros, la liquidez media (dinero disponible para emergencias) se situaba en apenas 3.000 dólares.
El estudio de Chase también detecta un aumento de la volatilidad en los ingresos del 30% entre 1970 y 2008, lo que señalaría mayor precariedad e incertidumbre económica en amplias capas de la población.
A la precariedad laboral y la falta de realismo para planificar racionalmente los gastos a partir de los ingresos, los más jóvenes añaden otras preocupaciones en Estados Unidos, como la deuda contraída con entidades bancarias para financiar los estudios universitarios cuando las condiciones de renta familiar impiden el acceso a becas.
Lecciones del pobre Richard
Dos tercios de los estudiantes graduados en universidades estadounidenses lo hacen con algo de deuda, y la media se sitúa en 26.600 dólares en números rojos, de un montante total que alcanza la cifra de 1,2 billones de dólares (el “trillón” anglosajón).
¿Cómo lograr resarcirse de una situación adversa sin renunciar a un nivel de vida satisfactorio?
Un camino plausible y que genera resultados desde la Antigüedad es el sugerido por la filosofía clásica y los trascendentalistas de mediados del XIX, entre otros: la frugalidad, el aprecio por lo que uno tiene por sencillo que sea y, ante todo, no contraer nuevas obligaciones que contribuyan a un efecto bola de nieve que repercuta en la reputación crediticia de un individuo durante el resto de su vida.
En otras palabras, una estrategia vocacional, virtuosa y autónoma de la existencia genera réditos a largo plazo, pero no exime a nadie de pasar momentos económicos y espirituales delicados.
El editor del Almanaque del pobre Richard, inventor, diplomático y uno de los fundadores de Estados Unidos, Benjamin Franklin, ofrece pistas sobre cómo afrontar una vida “virtuosa” desde la juventud, metiéndose sólo lo justo en líos económicos de difícil gestión.
Evitar errores con efecto retardado
Franklin expone en su autobiografía la necesidad que encontró desde su primera juventud en racionalizar sus gastos y hacerlo en función de los ingresos para, de este modo, no tener que responder por deudas propias y ajenas, como le ocurrió en sus primeras aventuras como editor al responder por terceros.
Sus 13 virtudes, que escribió a los 20 años y trató de aplicar con coherencia durante el resto de su vida, sintetizan filosofías de vida anteriores (puritanismo, estoicismo) y posteriores (el mencionado trascendentalismo, así como los postulados actuales de la vida sencilla y la autosuficiencia económica).
El propio Benjamin Franklin, como suscribiría después Walt Whitman, creía que el mejor modo de superar una crisis de las finanzas personales era evitarla dentro de lo posible, contrayendo únicamente las obligaciones esenciales y, a ser posible, evitando el dinero a crédito.
En la actualidad, muchos jóvenes y adultos sin trabajo toman decisiones que, sobre el papel, no parecen demasiado arriesgadas, pero que acrecientan su nivel de deuda y comprometen su capacidad para acceder a créditos en el futuro.
Más salario… o mejor administración (o ambas cosas)
Es el caso de Luke Landes, que explica en Mint la crisis económica personal por la que atravesó (préstamo estudiantil y deudas posteriores en las que no pensaba con la cabeza fría, que acabaron por descontrolarse), y cómo salió de ella.
En dos meses, Landes perdió su trabajo y, con él, las posesiones materiales que dependían de su capacidad para repagar los créditos de que dependían, incluyendo apartamento de alquiler y coche. También perdió a su novia.
Luke Landes optó por una salida racional a la situación. Decidió controlar sus ingresos y dinero disponible y, en función de éstos, tomar decisiones racionales que le permitieran prosperar a la larga, lo que implicó renunciar a un estilo de vida que no se podía permitir en ese momento.
La estrategia que funcionó a este recién graduado podría haber salido de una lista de consejos del Almanaque del pobre Richard, o quizá de las Cartas a Lucilio de Séneca, ya que se basa en la frugalidad y el sentido común:
- prestar atención a las facturas y dejar de ignorarlas; controlar ingresos y gastos;
- organizarse: usar bolígrafo y papel (o análogos) para realizar cálculos realistas y proyecciones;
- buscar apoyo: compartir la estrategia con amigos, familiares y (muy importante) personas capaces de comprender los pasos que se realizan, pues se aprende de las experiencias financieras de otras personas y familias.
Cambio de mentalidad
Pronto, Luke Landes dejó de depender del próximo cobro para pagar facturas que ya habían llegado y que le reclamaban por falta de fondos. Contar cada céntimo “es una buena lección que puede preparar a uno para tomar mejores decisiones cuando se carece de suficiente confort financiero”.
“Ahora ya no cuento cada céntimo -acaba Landes-, pero monitorizo mis cuentas a menudo para evitar sorpresas”.
En finanzas personales, como en cualquier ámbito del cultivo personal, no se trata de reinventar la rueda, sino de ser consciente de qué funciona a largo plazo y qué, por el contrario, tiene el potencial de meternos en más problemas de los necesarios.
En ocasiones, un simple y sutil cambio de mentalidad puede relajar la economía y existencia financiera de cualquiera, evitando dentro de lo posible el gasto superfluo/impulsivo y dependiendo lo mínimo del dinero de terceros, se trate de allegados o entidades financieras.
Viajar y comer
Atendiendo a experiencias como la expuesta, es posible cultivar una vocación a largo plazo con poco dinero y sin renunciar a lo esencial, siempre y cuanto existan la actitud y proactividad adecuadas: en ocasiones, hay que optar por cobrar menos y hacer lo que nos gusta, o vivir en un lugar más pequeño y compartido si queremos hacerlo en los lugares más brillantes, o explorar zonas con potencial.
Hay maneras de planear viajes y vacaciones a coste reducido; todo depende de nuestra cintura y la capacidad de adaptación para, por ejemplo, planear una estancia en una ciudad cara (ejemplo recurrente: París) por una décima parte de su coste, de optar por canales turísticos tradicionales. Sin olvidar que, por una fracción de esta fracción, uno puede tomar prestado de la biblioteca un buen libro ambientado en París y aprender más de la ciudad que es y fue que lo que pueda observarse de manera superficial durante unos días.
Es posible optar por una estrategia análoga con la alimentación: comer sano, de temporada y optando por alimentos de proximidad no es más caro, siempre y cuando se atiendan los consejos de quienes han aprendido a comprar con mayor consistencia:
- optar por vegetales y frutas de temporada;
- planear la compra de productos de primera necesidad para maximizar la calidad y minimizar el precio: investigando antes de comprar, optando por la compra a granel, estudiando las ofertas, etc.;
- abrirse a nuevos productos y culturas culinarias saludables;
- cocinar en casa y recurrir a fiambreras o soluciones análogas cuando se come en el trabajo o lugar de estudio;
- etc.
Lo que nos rodea sin que le saquemos partido
Muchos objetos y elementos que nos rodean tienen el valor que les hemos otorgado durante su compra; poco más. Basta con analizar los bienes de consumo que nos rodean para darse cuenta de que, en los países desarrollados, hasta los hogares más humildes afrontan el reto de la abundancia de bienes, que ocupan espacio físico y, con su presencia, alteran el estado anímico:
- el hogar estadounidense, por ejemplo, cuenta con 300.000 objetos de media, muchos de ellos almacenados hasta la próxima mudanza;
- pese a que el tamaño medio de los hogares se ha triplicado en 50 años, el 10% de los estadounidenses alquila trasteros, una tendencia en aumento;
- un estudio británico calcula que el niño promedio de 10 años dispone de 238 juguetes, pero juega a menudo apenas con una docena de ellos;
- el hogar promedio estadounidense gasta 1.700 dólares en ropa;
- a lo largo de nuestra vida, emplearemos de media 3.680 horas (153 días) en buscar objetos fuera de lugar;
Un primer paso: apreciar lo que se tiene
Si tomamos conciencia de los objetos que nos rodean, reduciremos preocupaciones prescindiendo de los bienes innecesarios, mientras que otros bienes que olvidados en algún rincón renovarán su vida útil.
Editar lo innecesario y ordenar lo esencial puede convertirse en una rutina más de una filosofía de vida coherente.
El nuevo lujo consiste, para muchos, en tener criterio para deshacerse de lo superfluo.
En cierto modo, la actitud peripatética de Walt Whitman reafirmaba su intuición de relacionar la tranquilidad en las acciones con la espiritual.
En ocasiones, afirmaba el estoico Musonio Rufo, es necesario experimentar situaciones incómodas para, una vez superadas, aprender a apreciar lo que tenemos.
Es entonces cuando un mendrugo de pan puede convertirse en un manjar, pese a que lo único que haya cambiado sea la percepción de lo que se presenta ante nuestros sentidos.
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