Los pequeños habitáculos disciplinan la mente, mientra los grandes la debilitan, o así lo pensaba al menos Leonardo da Vinci.
Su hipótesis coincide con la intuición de arquitectos, nómadas -tradicionales y modernos-, escritores y simpatizantes de la vida sencilla y las “casas pequeñas”.
Un chozo mínimo, también dedicado a una actividad solitaria e introspectiva, como la pesca sobre hielo, retornará este invierno, como de costumbre, a la inhóspita y cortante superficie helada de lagos, ríos y estuarios próximos al Ártico.
Cabañas transportables sobre lagos helados
Son los tradicionales chozos sobre hielo que cobijan a los aficionados a esta práctica de temperaturas extremas y vientos helados.
El origen de estas construcciones entronca con la propia historia de la adaptación humana a uno de los entornos más inhóspitos de la tierra, donde distintos pueblos siguieron estrategias dispares, con resultados también diferentes.
(Imagen: Comunidad de iglús, ilustración de Charles Francis Hall, 1865)
La colonización humana de Groenlandia sintetiza esta dura conquista evolutiva, y por ello Jared Diamond recurre a ella para ilustrar la tesis de su ensayo Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen.
Dos historias de adaptación a un medio inhóspito
Dos civilizaciones coincidieron durante siglos en Groenlandia, aunque sus contactos fueron intermitentes y suscitaron recelo:
- un grupo de intrépidos colonos nórdicos a finales del primer milenio dC, portadores de una cultura escrita y “tecnificada”, aunque basada en la costumbre y los cánones cristianos medievales;
- un esquivo pueblo de origen siberiano, los esquimales o inuit de la cultura Thule habían cruzado el extremo septentrional de Norteamérica y, adaptados a las condiciones extremas de un entorno inhóspito y helado todo el año, llegaron a Groenlandia en 1300, reemplazando a una oleada inuit anterior, la de la cultura Dorset.
El primer grupo de aventureros estaba conformado por representantes de una civilización no adaptada al aislamiento y el clima extremos, cuya dependencia de cosechas y animales de domesticación meridional marcó el declive y extinción de la colonia, siglos después.
El segundo grupo había evolucionado en un medio como el groenlandés, perfeccionando una tecnología nómada ligera e implacable, capaz de pescar y cazar con oficio y precisión ballenas (sobre todo la ballena boreal), morsas, focas, caribús, bueyes almizcleros, osos polares y aves.
Refugios tradicionales inuit para clima extremo
(Vídeo Nanook of the North (Nanuk, el esquimal) un documental mudo de 1922 rodado por Robert J. Flaherty durante varias exploraciones al norte de Quebec entre 1910 y 1916, muestra los últimos vestigios de la cultura que había demostrado la adaptación al Ártico de la cultura inuit):
Los norske, por el contrario, perecieron en el mismo medio tras sobrevivir 4 siglos, coincidiendo con la Pequeña Edad del Hielo. Con remarcables conocimientos marinos y capaces de establecer rutas comerciales en rutas que permanecían heladas durante meses, los aventureros noruegos sobrevivieron durante generaciones, hasta desvanecerse sin dejar rastro.
Habían podido sobrevivir en puestos aislados y de clima extremo, pero mucho más cercanos a Escandinavia, como las islas Feroe o Islandia, pero el precio pagado por los descendientes de Erik el Rojo por mantenerse fieles a la costa cultura europea escandinava de la época fue el fin su propia civilización en esta isla norteamericana.
Adaptarse al medio con las mejores herramientas
Mientras tanto, sus vecinos del noroeste de Groenlandia, los mismos “salvajes” especializados en la pesca y caza de mamíferos marinos, sobrevivían impasibles al recrudecimiento climático de la Pequeña Edad el Hielo.
Finalmente, los raros viajes desde Escandinavia desaparecieron del todo. Los norske, con una agricultura difíciles de mantener en suelos fríos, pobres y demasiado alejados de los otros puestos vikingos en el Atlántico, que habrían servido de graneros intermitentes durante los peores años, sucumbieron con su famélica ganadería.
Un viaje de reconocimiento en el siglo XVI realizado por Martin Frobisher y John Davis, aventureros en busca del mítico Paso del Noroeste, halló sólo las ruinas de la colonia noruega fundada por Erik el Rojo en 982.
Tecnologías pensadas para un clima extremo vs. tecnologías prestadas
¿En qué consistía la ventaja de los inuit para garantizar la supervivencia de su civilización en uno de los lugares más inhóspitos de la tierra para el ser humano?
Los propios exploradores Frobisher y Davis pudieron comprobarlo en su circunnavegación de Groenlandia durante 1576: las técnicas de caza en grupo eran la base de ropa y abrigos adaptados al clima extremo, mientras abundaban el pescado, la carne, las pieles y las vestimentas destinadas al comercio con otros pueblos nativos de Norteamérica.
Tecnologías humildes, sencillas y bien ejecutadas, desde canoas y arpones a calzado, pantalones y abrigos, pasando por sus chozos transportables, escondían milenios de adaptación a las latitudes más septentrionales de Siberia y Norteamérica.
Una vivienda efímera nacida del frío: el iglú
Entre las tecnologías más chocantes para los primeros exploradores europeos del Ártico en contacto con los pueblos inuit, destacaba una vivienda efímera, elaborada con un material que la cultura europea no había asociado con la estructura de un chozo precisamente acogedor: el igú.
Para los ojos no entrenados, el iglú era difícil de observar en un entorno dominado por el hielo y la nieve: pequeños montículos con cúpulas regulares y una pequeña entrada lateral, dispuesta siempre a sotavento, se apelotonaban junto a los más visibles artilugios y aparejos de los poblados, dispuestos sobre la nieve.
Los iglús eran, sobre todo, refugios temporales durante tormentas, viajes y partidas de cazadores, construidos con bloques de nieve dispuestos en espiral hasta conformar una cúpula que no requería estructura de apoyo. La cúpula, además, ofrecía una menor resistencia al viento que otras construcciones tradicionales de pueblos nativos americanos en contacto con los inuit.
Vida confortable entre el hielo perpetuo
El interior, recubierto de pieles, el calor corporal y la masa térmica de la estructura lograban elevar la temperatura hasta un rango confortable, entre 5 y 20 grados centígrados.
En ocasiones, las entradas no eran divisables para la mente no entrenada, sobre todo en invierno y durante tormentas: en situaciones de frío extremo, la pequeña entrada, siempre pegada a la base de sotavento de la pequeña cúpula blanca conformada por el iglú, era sustituida por un túnel, que aislaba el interior de la intemperie.
Ya en el cómodo interior, un orificio superior evitaba que se acumularan gases nocivos, sobre todo al crecer el tamaño de los iglús permanentes y se extendió el uso de estufas.
Desde el Ártico Central canadiense al área de Thule, en Groenlandia, los poblados blancos, conformados por cúpulas de hielo con un pequeño orificio en la parte superior tendente hacia sotavento, así como una puerta o túnel, también a sotavento, se convirtieron en el resguardo de pueblos en busca de pesca y caza.
Aldeas efímeras
Ancianos, padres y niños completamente cubiertos, perros, así como despojos de pescado, ballena y foca en el extremo de la aldea efímera, se dedicaban a las tareas exigidas por un medio extremo.
El recuerdo de la importancia del iglú permanece vivo entre los descendientes de los últimos inuit en vivir como lo habían hecho sus antepasados.
El territorio de Nunavut, en Canadá, incluye un iglú en su bandera. No obstante, más allá de la reverencia simbólica a su construcción efímera tradicional, las poblaciones inuit actuales de Canadá y Groenlandia (territorio autónomo de Dinamarca) son localidades modernas, dominadas por desangelados e impersonales edificios prefabricados.
Los abrigos mínimos, efímeros y resistentes siempre que la temperatura exterior no derrita el hielo que conforma los bloques, sintentizados en el iglú del Ártico, han inspirado otro tipo de microespacio nómada: el chozo para pescar sobre hielo o “chabola de hielo” (“ice shanty“).
Chozos para pescar sobre hielo
Los chozos para pescar sobre hielo son pequeños cobertizos, humildes y desprovistos de aspiraciones estéticas, usados por los numerosos aficionados a pescar en lagos helados de Canadá y el norte de Europa.
Las primeras casitas para pescar en lagos helados se sirvieron de técnicas prestadas de los lapones e inuit: a menudo eran techumbres semicirculares o totalmente cubiertas para resguardarse del frío y la ventisca, mientras se preparaban el orificio y los cebos para la pesca de percas, lucios, peces luna, lucioperlas, etc.
Desde entonces, las cabañas para pescar sobre hielo han evolucionado hacia diseños más tradicionales: pequeños edificios y cajones que recuerdan, en tamaño y características, a un contenedor logístico, aunque evitando el peso de éste.
Chozos de pesca: diseñados para no romper el hielo
Al emplazarse sobre la fina capa de hielo que cubre ríos, estuarios y lagos, los chozos de pesca comparten un atributo, además de su celoso aislamiento de la intemperie: su ligereza.
En las últimas décadas, se han impuesto materiales más ligeros y estructuras fácilmente transportables:
- tiendas de polímeros de plástico con estructura aislante reforzada;
- habitáculos de madera, contrachapado, aluminio (o una combinación de los 3) ligeros y fácilmente transportables;
- diseños DIY (“hazlo tú mismo”) con formas tradicionales o futuristas, cumpliendo siempre un cometido: resguardar de la intemperie en jornadas de pesca sobre hielo.
Muchos de estos habitáculos comparten con las casas pequeñas DIY (consultar el documental de Kirsten Dirksen sobre este fenómeno, así como su lista de reproducción sobre microcasas en su canal de YouTube): sencillez rústica, impermanencia y la elegancia de los edificios mínimos, desprovistos de todo detalle y cometido salvo del esencial: el de cobijarnos.
El refugio de introspección para entornos más fríos
Además del resguardo de la intemperie, el chozo usado como cobijo en un lugar tan inhóspito como la superficie de un remoto lago helado, es otro de los pequeños refugios de introspección, algo así como una versión boreal del ocio rural productivo, “otium ruris“, recomendado en la Época Clásica.
Cabañas de escritor, cabañas de retiro y observación de la naturaleza, casas y tiendas árbol, estancias dentro de habitaciones, nidos en árboles para practicar “ramatectura” y varias otras tendencias confluyen en una misma idea, compartida por igual por pueblos nómadas –ancestrales y contemporáneos– y exploradores de lugares amables e inhóspitos: necesitamos probarnos a nosotros mismos, saber hasta dónde podemos llegar.
La esencia destilada de los sofisticados edificios para clima extremo
Como si se tratara de la reducción a la esencia de las últimas y más sofisticadas casas de clima extremo, a menudo diseñadas para garantizar la supervivencia de campamentos en la Antártida o en el Ártico, los chozos de pesca sobre hielo proporcionan un refugio desde el que, abrigados, observar lo circundante.
Casa, “oikos” en griego, comparte en la cultura occidental su origen etimológico con “ecología”. Un chozo mímimo, aunque sea apenas algo puesto, provisional o una débil techumbre, nos invita a asomarnos desde un punto al universo, en una celebración panteísta de la impermanencia.
Recopilamos a continuación 5 cabañas de pesca sobre hielo.
1. Ice Shelter Installation (por Koepcke + Prado)
Carl Koepcke y Marshall Prado, estudiantes de la Escuela Superior de Diseño de Harvard, son los autores de un cobijo para el hielo económico, transportable y desmontable.
Los materiales de construcción: nieve y hielo superpuestos sobre una estructura inflable que proporciona una ventaja con respecto al iglú tradicional: bajo condiciones de humedad y temperaturas bajo cero, la capa sólida de hielo y nieve que conforma la capa sólida sobre la estructura inflable se forman sin intervención humana.
La forma de esta estructura, que recuerda la de una gigantesca larva, emula las espirales de la naturaleza; el habitáculo puede albergar a varias personas.
2. Noun.1 Unavailability (por Gartnerfuglen Arkitekter)
Pequeño refugio inspirado en y dedicado a la pesca tradicional sobre hielo. Destaca por su reducido tamaño y minimalismo estético y estructural. Ha sido diseñado para proporcionar lo esencial: un pequeño cobijo durante una jornada de pesca en algún lugar con temperaturas extremas.
Noun.1 Unavailability se compone por una estructura desmontable de madera reforzada, fácil de armar, desarmar y transportar en una mochila. Las paredes están conformadas por pequeños paneles con alambre que, al retener el hielo, aíslan al instante de la intemperie.
La pequeña casa con paredes de hielo y nieve y estructura mínima de madera tratada, incluye cubierta a dos aguas también para aislar con hielo.
Noun.1 Unavailability sintetiza lo esencial de un abrigo humano para usar en algún remoto: minimalismo, sencillez, impermanencia, elegancia desprovista de detalles superfluos.
3. Casa de pescador solitaria (Islandia)
Durante la mayor parte de su historia, la economía islandesa se basó en una agricultura y ganadería de subsistencia condicionadas por la latitud y la pobreza del suelo islandés; y sobre todo la pesca, tanto tradicional como, en las últimas décadas, a escala industrial.
El dramático paisaje islandés, dominado por acantilados, montañas heladas, géiseres, zonas volcánicas y fiordos inhóspitos, se ha prestado desde su colonización vikinga al trabajo aislado y condicionado por un clima y paisaje dramáticos.
Abundan las pequeñas construcciones tradicionales de madera, así como de piedra y turba, ocupadas todo el año o durante temporadas por individuos y familias dedicadas a la pesca.
Es el caso de esta pequeña construcción de madera, mimetizada con el entorno lunar dominante entre Bíldudalur and Þingeyri.
4. Hus-1 (por Torsten Ottesjö)
Hus-1 es un habitáculo de una irregular y orgánica forma ojival que se alarga y curva como un pez escamado. Su pequeña puerta translúcida ocupa toda la fachada ojival, y el conjunto, que parece envejecer y adaptarse a los colores estacionales de su entorno boreal, logra un cierto aspecto gaudiniano.
Esta micro-casa sueca reivindica el biomimetismo (diseños humanos que emulan la naturaleza), según comentábamos en el reportaje 10 segundas residencias pequeñas, baratas y bioclimáticas.
Un habitáculo que invita al individuo a indagar en sí mismo, adecuado como casita en el bosque o, en este caso, chozo de pesca.
5. Chozo de pesca DIY (Art Shanty Projects)
La localidad de Plymouth, Minesota, celebra anualmente Art Shanty Projects, una competición de chozos sobre hielo con espíritu artístico y “hazlo tú mismo”: predominan los materiales reciclados y los diseños creativos.
Es el caso de este chozo de pesca con cierta vocación vertical y colgador lateral para bicicletas y otros utensilios.