Por muy preparados que nos creamos, siempre hay acontecimientos que aparecen por sorpresa, o eventos de gran impacto en los que nadie había caído o -culturalmente, psicológicamente- nadie había querido caer.
Una vez el fenómeno ocurre y nos acostumbramos a los acontecimientos, racionalizamos su presencia y efectos hasta considerarlos “obvios”. Una vez ha ocurrido, todo el mundo parece haberlo intuido.
A menudo, lo que parece es lo que es
Hay incluso eventos inesperados que, por su magnitud y consecuencias, cambian la realidad y la historia: el matemático y ensayista Nassim Taleb ha analizado su olvidado pero decisivo papel en la historia en su teoría del Cisne Negro.
Pero la existencia de estos acontecimientos no convierte a la realidad en un juego de espejos donde los fenómenos aparentes o percibidos ocultan otras realidades. Si sólo hubiera cisnes negros, el mero concepto de “cisne negro” perdería su sentido y razón de ser.
Internet ha acelerado la capacidad de fabulación, difusión e impacto de bulos y teorías conspirativas que pueden incidir en la sociedad a pequeña o gran escala, de un modo manifiesto o velado.
Falsabilidad y demagogia
El filósofo austríaco Karl Popper (autor de La sociedad abierta y sus enemigos) se interesó por el impacto de los bulos y las teorías conspirativas sobre las sociedades influidas por los medios de masas, víctimas de la agitación propagandística que marcó la primera mitad del siglo XX.
Karl Popper comprendió el temor fundado de los teóricos políticos que habían alertado del fenómeno de la “tiranía de la mayoría” en sociedades democráticas cuya sociedad afronta momentos difíciles, al popularizarse soluciones “fáciles” y “rápidas” (demagogia) a problemas complejos.
Según el filósofo austríaco nacionalizado británico en una era de conocidas convulsiones totalitarias en la Europa continental, el conocimiento científico no podía avanzar confirmando nuevas hipótesis científicas, sino encontrando problemas en leyes que contradicen la experiencia o la experimentación.
Esta labor de refutación de leyes supuestamente universales podía realizarse probando que su enunciado no se cumplía como mínimo en una ocasión. Lo llamó falsabilidad.
Cuando la mayoría opta por derroteros peligrosos
La metáfora del cisne negro se ajusta al falsacionismo propuesto por Popper para avanzar científicamente en un mundo cada vez más dominado por la tecnología, la burocracia y la anónima automatización de procesos: un cisne negro, observable a partir de la experiencia, demuestra que no todos los cisnes son blancos.
La propiedad de la falsabilidad se mostró pronto útil no sólo en las disciplinas relacionadas con ciencias formales (tradición analítica que depende de matemáticas y lógica), tales como las ciencias duras (naturales y física), sino también en el ámbito de las ciencias “blandas” (ciencias sociales y humanas, desde la psicología a la política).
Si sabemos que no todos los cisnes son blancos observando al menos uno que no lo sea, la democracia, para Popper cumplía menos un papel de representación de los intereses de la gente (ya que éstos pueden ser contraproducentes cuando la democracia deriva en “oclocracia”, o gobierno de la turba enfadada, como la Francia de El Terror de Robesbierre o la Alemania de Weimar presidida por Paul von Hindenburg que votó al candidato a canciller “salvador” Adolf Hitler), y más un papel de descartar a gobernantes peligrosos.
Reinado de los “meme” tendenciosos
El gobernante peligroso demuestra que la democracia no es una forma de gobierno matemáticamente infalible, pero la “falsabilidad” de la democracia no la hace inservible, sino que nos recuerda que existen fenómenos como la mencionada “tiranía de la mayoría”.
La apreciación de Karl Popper, que padeció la persecución por ser judío, vuelve a plena actualidad ni más ni menos que en Estados Unidos: si Donald Trump se convierte en candidato republicano a las elecciones presidenciales, los mecanismos democráticos estadounidenses tendrán menos que ver con la representatividad del sistema que con la capacidad de éste para impedir que un demagogo nacionalista sin más ideología que el oportunismo ocupe el cargo representativo más estratégico del mundo.
El “modo que negando niega” (“modus tollendo tollens”), fundamento de la falsabilidad, ha sido arrinconado por la cultura popular, más interesada en inventar o sostener bulos sobre supuestos cisnes negros en vez de optar por el método de Karl Popper para desacreditar teorías conspirativas, noticias falsas con impacto real, y bulos que demuestran la inconsistencia de los charlatanes.
Más información no implica mensajes de mayor calidad
Volviendo a la teoría del Cisne Negro, dos de los ejemplos expuestos por Nassim Taleb como evento en apariencia anodino que acaba transformando la sociedad, la popularización del ordenador personal y de Internet como herramienta global de transmisión de conocimiento, deberían, sobre el papel, haber contribuido a combatir el sesgo informativo donde anidan teorías conspirativas, prejuicios y promesas peregrinas de soluciones fáciles a problemas difíciles (demagogia).
No ha sido así, o al menos el futuro donde todo el mundo está mejor informado y educado, convirtiéndose en más cosmopolita y tolerante, no ha llegado al presente de manera uniforme (por no decir que apenas ha llegado).
Fenómenos como el sesgo de confirmación (consumo de información que confirma nuestras creencias e hipótesis, y desprecio por lo que no concuerda con nuestra visión del mundo) logran una amplificación formidable en nuevos medios (y sus tendenciosos titulares estilo Buzzfeed) y redes sociales, donde parece confirmarse que un bulo repetido un número suficiente de veces acaba convirtiéndose en verdad percibida.
Cuando un “meme” se convierte en realidad para sus acólitos
La Internet ubicua no tiene por qué aumentar la calidad, veracidad y profundidad de la información producida y consumida, y tanto las teorías conspirativas, las leyendas urbanas y otras criaturas que preparan el atractivo de los mensajes demagógicos que se alimentan de ellas siguen tan presentes como antes.
A diferencia que, ahora, en un contexto de medios de comunicación de masas debilitados, el interés y mensaje informativos se han atomizado y, si bien los medios tradicionales siguen acaparando la mayor credibilidad (según las encuestas anuales de Pew Research), los líderes de opinión mediáticos compiten ahora con plataformas donde se imponen mensajes con gancho, más allá de su tendenciosidad.
No es casual que Donald Trump o Bernie Sanders sean tan populares en Twitter y Facebook. Según el público, ambos “dicen las cosas como son”. Eufemismo de incorrección política y ataque soez a lo que ellos consideran “establishment” (todo menos ellos).
No hay tantos cisnes negros como blancos
En el nuevo panorama de competitividad mediática entre plataformas tradicionales y digitales, entre antiguas cabeceras y nuevos medios, entre opinadores profesionales y blogueros, todo parece haberse convertido en susceptible de ser el nuevo cisne negro. Y en ocasiones los desmentidos a bulos ya no llegan, o simplemente no importan si no son capaces de lograr tracción en la Red.
Si es “meme”, qué importa si es verificable o no. La evaluación de las hipótesis según la falsabilidad de Karl Popper sólo interesa a periodistas, opinadores, políticos, analistas y científicos responsables. El resto ha aprendido a cabalgar en la ola de la tracción mediática. De “meme” en “meme”. Los GIF de Trump…
Uno de los expertos que ha aprendido a convivir con la incorrección política de nuestros tiempos, no dejarse llevar por la hiperbolización de los medios y la demagogia barata que hace que comunidades de profesionales informados no vacunen a sus hijos o que celebridades quieran erigirse en periodistas de investigación sin comprender el oficio (por ejemplo, Sean Penn), es el creador de Whole Earth Catalog y fundador de la Long Now Foundation Stewart Brand.
Riesgos de la hiperbolización
Brand, que ha dedicado su carrera a informarse a conciencia sobre sus numerosos intereses, fue criticado por quienes le confundieron con un hippy progresista en contra de la energía nuclear, la urbanización del mundo, o el uso de biogenética en alimentos y distintos sectores tecnológicos.
En su ensayo Whole Earth Discipline, Stewart Brand se convirtió en el equivalente a un hereje (algo así como un Giordano Bruno de nuestros tiempos), al contradecir el mensaje tradicional liberal contrario a energía nuclear y otras temáticas. Él basó su apoyo a estas tecnologías en el análisis concienzudo.
Pero Stewart Brand no es el único en denunciar la hiperbolización de los medios y la expansión de la demagogia y las teorías conspirativas entre progresistas y conservadores.
Cuando el nacionalismo avanza y no existe un consenso de mínimos en la sociedad sobre los grandes temas, las leyendas urbanas y los mensajes al estilo Trump proliferan por doquier.
Repetir una información sesgada hasta garantizar su impacto
Kevin Drum denunciaba la hipérbole gratuita, en este caso entre los medios progresistas, en un artículo para Mother Jones, publicación respetada por su capacidad de análisis e independencia.
En el artículo, Kevin Drum se quejaba de que no, los Oscar no son en realidad tan supremacistas, ni los problemas en el suministro de agua en Flint no nos acercan a la catástrofe, ni las leyes contra el crimen de 1994 son el único motivo de la elevada población carcelaria en Estados Unidos, ni el gasto social se ha multiplicado en las últimas décadas, etc.
Todos somos testigos y, en ocasiones, partícipes de fenómenos como la cuasi supersticiosa mentalidad de rebaño que propulsa mensajes polémicos de políticos y otras personalidades.
Aristóteles y los patos
Popularidad, calidad humorística o capacidad para alimentar el chismorreo no deberían equivaler a única condición para que una leyenda urbana o teoría conspirativa alcance el estatus de Cisne Negro potencial.
Lo que contiene sesgo y demagogia no es ni cisne negro ni perla de la a menudo saludable mentalidad contraria, sino lo que parece: charlatanería patente.
En ocasiones, hay que dar la razón de manera tajante a Aristóteles, afirmando cuando sea necesario (sea en Twitter, en una conversación informal o escribiendo nuestra visión de algo), que “A es A”. Si camina como un pato, nada como un pato, da graznidos como un pato, es probable que se trate de un pato.
Internet nos aproxima a más información que nunca, pero ello no nos exime de la necesidad de comprender los fundamentos del análisis empírico y de la refutación de hipótesis o leyes con voluntad científica siguiendo métodos de filosofía de la ciencia como el de la falsabilidad de Popper (aunque también hay hipótesis mal fundamentadas desde su base, al comparar elementos no comparables, mezclar conceptos, tratar de cuantificar fenómenos sin datos suficientes, etc.).
Me ha dicho un amigo que leyó en Facebook…
En la actualidad, uno puede acercarse a una tienda de alimentación con elevados estándares de sostenibilidad (por ejemplo, Whole Foods en Estados Unidos), supuestamente frecuentada por un público bien informado y con alto poder adquisitivo, y asistir al desarrollo cotidiano de leyendas urbanas del siguiente calibre:
“Oído en Whole Foods: ‘Um, necesito leerte estos números en el código de barras [de los productos adquiridos] en voz alta. No quiero que ningún láser toque mi comida.’”
Seguramente, esta persona habrá oído, o leído en algún mensaje de Facebook, o en alguna inserción GIF sobre una imagen de fondo New Age, que los lectores de códigos de barras son mortalmente dañinos, sin haberse preocupado por su veracidad, ni por la existencia de una fuente contrastable, etc.
Este fenómeno explicaría por qué el virus Zika ha sido falsamente relacionado con el uso de sustancias nocivas por parte de Monsanto.
Una vez el bulo llega al perfil de Twitter o Facebook de los usuarios, el daño causado por el bulo ya está asegurado. El desmentido, en este caso aparecido poco después, ya no importa a quienes querían confirmar de un modo u otro el carácter demoníaco de, en este caso, la empresa de transgénicos Monsanto.
Desconfiando del método hipotético-deductivo
Confundimos información con sesgo de confirmación, leyenda urbana y, en última instancia, carta blanca a los demagogos, y a pocos parece importar el fenómeno.
A falta de un detector de barbaridades, siempre podemos contrastar nosotros mismos cualquier información buscando sus fuentes, obteniéndola en otros medios, u observando -nunca suscribiendo sin la información necesaria- qué dicen de la temática expertos en los que confiemos, a poder ser con distintas sensibilidades y partícipes de contextos divergentes.
El efecto contagioso de las mejores leyendas urbanas, que siembran la actualidad mediática informal y formal de cisnes negros de plástico, es inversamente proporcional a un fenómeno que dice mucho de la inherente incapacidad humana de creer en los mensajes sosegados… aunque resulten verdaderos.
Alex Tabarrok menciona en la bitácora Marginal Revolution un artículo científico cuyo título, Demasiado bueno para ser verdad, sintetiza sus hallazgos: más evidencia empírica sobre la veracidad de un fenómeno tiende a reducir la confianza en su veracidad.
Tarea titánica: mantener el sosiego en época de hechiceros y demagogos
¿No debería ser a la inversa? “Esperamos que en la mayoría de procesos habrá normalmente algo de ruido de modo que la ausencia de ruido sugiere una especie de fallo sistémico”.
Aplicamos un relato a la realidad más acorde con nuestra situación, esperanzas y percepción de la realidad de nuestro entorno que consistente con la propia realidad.
Carecemos de vacunas contra la hipérbole. Quizá deberíamos analizar primero nuestra vida cotidiana y entorno inmediato, repasando actitudes y convicciones cuya solidez no sería refrendada aplicando el falsabilismo de Karl Popper, el escepticismo de Michel de Montaigne, el perspectivismo de Friedrich Nietzsche.
Karl Popper: “La verdadera ignorancia no es la ausencia del conocimiento, sino la negativa a adquirirlo.”
O a cambiar de opinión o perspectiva a partir del razonamiento.
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