¿Ha aumentando la tecnología nuestra aversión al riesgo, reduciendo nuestra tolerancia a la incertidumbre? Es la pregunta que se hace el especialista en encriptación y colaborador de Forbes.com Bruce Schneier.
Nuestra menor tolerancia al riesgo explicaría por qué los parques infantiles abusan de acolchamientos, o por qué abogamos por pequeños premios cotidianos que nos asisten al instante, en vez de planificar a largo plazo.
Comprando falsa seguridad y mirando hacia otro lado
En las últimas décadas, hemos olvidado que los juegos infantiles cansan, manchan y, a veces, duelen.
Avanzamos en un mundo en que cualquier palabra malsonante será corregida con un “biiip” de fondo, y algún vehículo aéreo no tripulado nos restará puntos en nuestro carné de buena ciudadanía.
Es más esforzado trabajar sin obtener resultados inmediatos, del mismo modo que arriesgamos lo mínimo para lograr un pequeño objetivo inmediato y a menudo ilusorio (sensación de seguridad, normalidad), incluso si esta actitud perjudica nuestros intereses en el futuro.
Riesgos de perder libertades individuales
Muchos ciudadanos se muestran comprensivos con el espionaje masivo de las comunicaciones por la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, NSA, incluso cuando el programa de vigilancia electrónica PRISM va en contra de las libertades individuales de virtualmente cualquiera.
Bruce Schneier: “Tenemos miedo del riesgo. Es una parte normal de la vida, pero somos cada vez más incapaces de aceptarlo en ninguna circunstancia. Así que recurrimos a la tecnología para que ésta nos proteja. El problema es que las medidas de seguridad tecnológica no son gratis”.
Pero el elevado precio que el individuo debe pagar en virtud de la supuesta “seguridad del colectivo” implica conocer en qué consisten las conquistas individuales de la Ilustración.
Sobre la comodidad del grupo, gregarismos y sus riesgos
Conceptos como la autoexigencia, la autodisciplina o la autoconfianza derivan del respeto más importante que una persona con voluntad de alcanzar todo su potencial debe tener, según los filósofos clásicos eudemonistas: el propio individuo y su capacidad de lograr bienestar duradero sin depender de otros.
Paradójicamente, las encuestas muestran cómo la población más tolerante con el espionaje tecnológico a gran escala, o la “seguridad tecnológica” impuesta para evitar “riesgos”, como la define con edulcoración semántica la Administración estadounidense, es la menos alfabetizada tecnológicamente, más allá de sus simpatías políticas.
En un símil filosófico, ello equivaldría a que la lógica aristotélica, base del método empírico-analítico en el que se sustenta la investigación científica, fuera usada en la Antigüedad como mecanismo de represión y sus mayores defensores hubieran sido los “místicos” o platónicos, o aquellos ciudadanos más centrados en ideales espirituales que en lógica y epistemología.
Utilizando herramientas
Herramienta liberadora o potente arma represora: las nuevas tecnologías tienen potencial para convertirse en ambas cosas, superando con creces la imaginación distópica de Aldous Huxley y George Orwell.
Hasta ahora, Internet había evolucionado hasta ahora usando el esquema descentralizado, orgánico y libertario por el que abogaron algunos de los diseñadores de sus protocolos (lo explica John Markoff en What the Dormouse Said).
Empresas como Google, ahora en entredicho por encontrarse entre las que colaboraban con la NSA en PRISM, se quejaban e incluso abandonaban países que no respetaban las reglas libertarias de Internet: libertad de cualquiera con una conexión a navegar y comunicarse del modo que eligiera.
Pero la lista de países “censores” de Internet está incompleta, tras confirmarse el programa de espionaje masivo de Estados Unidos y otros programas similares en Europa Occidental.
Renuncia de lo individual y sus consecuencias
Mostrarse comprensivo o incluso compasivo con el espionaje electrónico es el primer intento exitoso de controlar la libertad individual para crear y compartir en un medio que, a diferencia de los pasivos medios de comunicación de masas, es bidireccional y permite a cualquiera crear, modificar, mejorar, comprar, vender, compartir.
También mejorar, cultivar su espíritu crítico, obtener herramientas que garanticen su autonomía, en el sentido que el filósofo trascendentalista Ralph Waldo Emerson dio a la “confianza en uno mismo” en su ensayo homónimo, Self-Reliance.
(Imagen: La nave de los locos, óleo sobre tabla de El Bosco con una alegoría que reflexiona sobre la existencia sin propósito personal)
La tesis de Ralph Waldo Emerson, como la de su amigo y también escritor Henry David Thoreau, no partía sólo del idealismo alemán dominante en el siglo XIX, sino del pensamiento socrático y eudemonista (aristotelismo, estoicismo, etc.).
Vivir con un propósito o dejarse llevar por el oleaje
La misma apatía y percepción de la realidad que conduciría a un ciudadano corriente a aceptar como “mal menor” el espionaje a gran escala, le llevaría a renunciar a tomar riesgos personales que conllevaran esfuerzo, incertidumbre.
Para Emerson, la mente y el comportamiento humanos tienden a un conformismo que sólo conduce a la frustración, el derrotismo, a una existencia que depende del espejismo de pequeñas indulgencias cotidianas. Su “confía en ti mismo” pretendía completar el “conócete a ti mismo de Sócrates“.
Autorrealizarse empieza, dice el filósofo trascendentalista, por respetarse a uno mismo, defender las ideas e intereses propios, cultivarse:
- hay que alimentar y dar confianza a la genialidad interior;
- el individuo debe ser crítico con lo colectivo, , dice Emerson en Self-Reliance, para evitar el gregarismo de derivas populistas, pogromos y la tendencia a alcanzar “el promedio de un promedio”, en lugar de premiar lo mejor;
- asimismo, hay que prepararse para valorar lo propio y construir una autoestima fundamentada, basada en la constancia y no en la bipolaridad y cambio de humor propios de una mente y existencia a rachas.
Qué esperar nosotros de nosotros mismos
Cuando alertaba contra los efectos de la sociedad en el individuo (segunda parte del ensayo), Emerson no mencionaba el espionaje de Estado en particular, pero sí el argumento esgrimido por el gobierno estadounidense que lo justificaría.
Cuando una persona se deja influir por el sentir de la colectividad, compromete sus valores para así retener el carácter y los valores que se supone debe compartir, el denominador común con sus iguales, una media aritmética que diluye intención y propósito personales.
Emerson: “Una consistencia mezquina es el duende de las mentes pequeñas, adorada por estadistas mediocres, filósofos y teólogos”. Seguir los patrones que marca el promedio de la mayoría anula la capacidad del individuo -argumentan Emerson y Thoreau- para oír su propio ritmo, para arriesgarse.
Sobre tamboreros
La tolerancia al riesgo, según el trascendentalismo, parte de la propia autoestima, que a su vez depende del conocimiento interior -introspección, uso de la razón, etc., tal y como exponían los filósofos clásicos-.
Thoreau: “Si un hombre no sigue el ritmo de sus compañeros, quizá sea porque escucha un tamborero diferente. Dejémosle atender a la música que escucha, más allá de cómo la mida o de lo lejos que esté”.
La tensión entre distintas escuelas de pensamiento también habría labrado nuestra tolerancia al riesgo:
- Aristóteles abogaba por una existencia basada en el análisis racional de los hechos usando la lógica: se puede relativizar cualquier riesgo cuando no existe un miedo atávico a lo desconocido;
- Platón prefirió moverse entre lo brumoso y lo místico, y para su escuela no había nada real, excepto lo que existe en otras “dimensiones”: su misticismo fue usado por instituciones dispares para alertar al individuo contra su voluntad de autorrealizarse sin ayuda de la “moralidad” del colectivo y estándares espirituales que trascienden y empequeñecen a la propia persona.
Batalla de todos los tiempos: racionalismo contra misticismo
Racionalismo contra misticismo, individualismo (Ilustración), por un lado; contra supeditación al interés y supuestas necesidades o destinos del colectivo (catolicismo, marxismo, nacionalismo), por el otro: análisis desapasionado del riesgo, o miedo atávico a lo que pueda pasar, porque es algo que trasciende a la propia persona.
Los países democráticos de referencia insinúan que espían por nuestro bien, para protegernos. Es nuestra seguridad la que está en juego, dicen. Obama aseguraba, sin una sombra de duda, que PRISM había frenado atentados terroristas y muertos.
Invocar la “seguridad” y aprovecharse de una regresión en la tolerancia al riesgo, a medida que éste es observado desde la irracionalidad (o misticismo) del colectivo, en lugar de analizarlo por uno mismo razonando, equivale de manera peligrosa a actitudes o “políticas” de supeditación de la libertad (pensamiento, acción) del individuo al colectivo: la base de los errores más atroces del siglo XX.
Sobre la percepción subjetiva del peligro
Nuestro miedo al riesgo, una inseguridad voluble y sin cara, similar al misticismo abogado por Platón (y aprovechado por la religión -debido a la similitud de principios con cristianismo y judaísmo- para supeditarlo todo a Dios, o por el materialismo dialéctico para sustituir Dios por el supuesto “interés” del Pueblo), siempre acarrea consecuencias.
Éstas pueden ser el ascenso de un político populista, o la aceptación de una política que promueva el espionaje sistemático de Estado, algo más sofisticado y aséptico que el espionaje de la Stasi expuesto con crudeza en la película La vida de los otros. En el fondo, algo muy similar.
Según Bruce Schneier, si bien la tecnología ha aumentado nuestra seguridad ante riesgos naturales o enfermedades, ésta funciona mucho peor cuando se trata de riesgos provocados por el hombre”.
Retrocesos en libertades con la excusa perfecta: nuestra seguridad
Schneier enumera 3 ejemplos de actualidad, que exponen la claudicación de las libertades individuales, y nuestra tolerancia para soportarlo, en favor de una supuesta -y virtual- mayor seguridad/protección:
- en países como Estados Unidos, la policía se ha convertido y el resto de países ricos en una organización paramilitar, aficionada a usar la potestad que se le ha otorgado para declarar cualquier situación digna del despliegue de fuerzas especiales y actuaciones que vulneran, de nuevo, los derechos individuales;
- en Estados Unidos, las escuelas se convierten en lugares donde los niños, más que ensayar situaciones que les asistan a analizar el riesgo, son lugares con estrictas normas de comportamiento donde cualquier travesura o acción no prevista se convierte en riesgo de castigo o expulsión, con el coste económico y sobre la educación de los propios alumnos;
- en los últimos años, Estados Unidos ha gastado más dinero en luchar contra el terrorismo y sus riesgos potenciales que en cualquier otra política, y la polémica del espionaje masivo de la NSA a través de PRISM empequeñece incluso los pasos previos realizados por George W. Bush como respuesta -de nuevo, apelando al místico “miedo” y a la escasa tolerancia al riesgo- a los atentados del 11 de septiembre de 2001.
El coraje de pensar por uno mismo
En definitiva, las sociedades democráticas tienden a fijarse en un riesgo particular y hacer todo lo posible para mitigarlo, aunque ello suponga renunciar a las libertades que sirvieron de base para los avances tecnológicos y la prosperidad de esas sociedades.
Bruce Schneier cree que hay una sutil explicación psicológica de este fenómeno. La tolerancia al riesgo depende tanto de nuestro acervo como de lo que nos rodea.
Nos dejamos llevar por la deriva de los antihéroes descritos por Ayn Rand en sus novelas filosóficas: más que desarrollar un punto de vista propio, tomamos prestado el del colectivo con que simpatizamos y repetimos lo oído o lo que se nos dice.
Los avances tecnológicos nos han permitido vivir mejor, gracias a la medicina moderna, la arquitectura, mejores vehículos e infraestructuras, más alimentos y bienes, más variados y baratos, etc. También, nuestras vidas son más seguras.
Evolución del riesgo percibido
Pero nuestro comportamiento y percepción del riesgo no actúan en consecuencia, ya que no se ha promovido un análisis racional, epistemológico, desinteresado (aristotélico, en definitiva) de los datos que corroboran nuestra existencia en Occidente, más próspera y segura que nunca (pese a las crisis). Por el contrario, nos hemos dejado llevar por el miedo voluble y percibido, místico (platónico, en definitiva).
De nuevo, Aristóteles contra Platón. Razón contra misticismo. Ilustración contra religión/materialismo dialéctico. Hechos contra percepciones subjetivas.
Bruce Schneier: “Nuestras nociones sobre el riesgo no son absolutas; se basan más en lo alejadas que estén de lo que percibamos como ‘normal’. Así que a medida de que la percepción de qué es ‘normal’ se hace más segura, los riesgos remanentes se manifiestan más”.
Si una población está muriendo por los efectos de una plaga, protegerse del ladrón o asesino ocasionales es un lujo. Cuando todo el mundo está sano y es relativamente próspero, esta protección se convierte en una necesidad.
Quién decide e influye sobre nuestro propósito
Esta percepción subjetiva repercute sobre nuestra tolerancia al riesgo, y explicaría por qué muchas mentes brillantes sacrifican los resultados de aplicar su potencial a largo plazo por una vida menos exigente y más hedonista, basada en el placer de los impulsos e indulgencias (gratificación instantánea).
Cuando no existe tolerancia al riesgo, los “creadores”, o personas que podrían concebir algo original, algo que no esté supeditado a otros, prefieren vivir de prestado, usando las ideas de otros o trabajando con esta misma mentalidad dependiente.
Según Bruce Schneier, somos malos analizando el riesgo de manera proporcionada: tendemos a exagerar eventos espectaculares, extraños y raros, mientras minimizamos los más ordinarios o familiares.
“Ello nos lleva a pensar que la violencia contra la policía, los tiroteos en escuelas y los ataques terroristas son más comunes y mortíferos de lo que son en realidad… y que los costes, peligros y riesgos de una policía militarizada, un sistema escolar poco flexible y un estado vigilante y sin privacidad son menores de lo que en realidad son”.
Tecnología en riesgos naturales y humanos
La tecnología se comporta de distinta manera en los riesgos producidos por la naturaleza y los creados por otras personas:
- las sociedades avanzadas han mejorado en mitigar y reaccionar contra los riesgos de origen natural y, por tanto, con patrones previsibles: enfermedades, fenómenos naturales extremos, etc.
- por el contrario, las personas que atentan contra las libertades de otros pueden adaptarse a la tecnología usada contra sus ataques, adaptándose a cualquier medida, a diferencia de los riesgos naturales.
Desgraciadamente, si bien las tácticas de Estado Policial acaban siendo superadas por quienes quieren atentar contra la seguridad del colectivo (que se adaptan a la nueva situación), afectan el comportamiento de toda la sociedad.
“Cuando integras medidas para mitigar los efectos de riesgos aleatorios del mundo, estás más seguro como resultado. Cuando aplicas medidas para mitigar la amenaza de otros seres humanos, éstos se adaptan y tú obtienes menor reducción del riesgo de la esperada… y también obtienes más efectos secundarios, porque ‘todos’ nos adaptamos [a las medidas de espionaje]”.
Sobre creadores y dependientes
Este especialista en encriptación y seguridad electrónica cree que es fundamental que aprendamos a analizar con mesura las consecuencias de nuestra percepción y gestión del riesgo, especialmente procedente de otros seres humanos.
Reaprender a aceptar el riesgo, o incluso a abrazarlo, ya que afrontar lo desconocido es esencial para el avance de los “creadores”.
El miedo a lo desconocido, el análisis torticero y desequilibrado del riesgo, afectado por las percepciones, más místico (platónico) que racional (aristotélico), conduce en última instancia a sociedades menos prósperas y menos libres.
Esta es, al menos, la tesis de los mayores pensadores de la Antigüedad y la Ilustración.
Buscando respuestas en uno mismo
Para Ralph Waldo Emerson, “el imitador se condena a la mediocridad sin esperanza. El inventor creó porque era natural para él, y en él hay un propósito. En el imitador, lo natural es ajeno a él, y se priva de su propia originalidad, para quedarse corto en la creación de otros”.
Un poco más acerca de nuestra tendencia al miedo atávico, a olvidar el análisis racional previo a afrontar cualquier reto o riesgo, según Emerson:
“En el ánimo de trabajar y prosperar, te has encadenado a la rueda de la Fortuna, para así no percibir el miedo ante sus rotaciones”.
“Una victoria política, un aumento de las rentas, la recuperación de una enfermedad, el retorno de un amigo ausente o cualquier otro evento favorable levantan tu ánimo y piensas que se avecinan buenos días para ti. No lo creas. Nada puede traerte la paz salvo tú mismo. Nada puede traerte la paz salvo el triunfo de los principios”.
Defendiendo la validez de la conciencia individual
Los individuos con mayor capacidad y propósito, aquellos capaces de pensar y crear de manera original, sin depender de otros, pueden convertirse en dependientes si no aprenden a analizar y tolerar el riesgo con racionalidad.
El vértigo ante lo desconocido es similar al esfuerzo necesario para depender de uno mismo y cultivar la autoestima, más allá del sentimiento o el nivel de efervescencia, populismo, etc., de lo que nos rodea.
Para la escritora y filósofa objetivista Ayn Rand, autora de La rebelión de Atlas y El manantial, sólo hay una cuestión fundamental en la filosofía:
“la eficacia cognitiva de la mente humana. El conflicto entre Aristóteles y Platón es el conflicto entre la razón y el misticismo. Fue Platón quien formuló la mayoría de las cuestiones filosóficas básicas… y sus dudas. Fue Aristóteles quien sentó las bases de la mayoría de las respuestas”.
“Desde entonces, el registro de su duelo es el registro de la larga lucha del hombre por negar y rendirse o, por el contrario, defender y afirmar la validez de su modo particular de conciencia”.
A favor del análisis racional y combatiendo el miedo atávico, el individuo autosuficiente puede combatir su aversión al riesgo.
Elogio de la autosuficiencia
Para el autosuficiente, capaz de razonar, defender lo impopular si es lo que cree oportuno, y de mantener su autoestima incluso en los momentos difíciles, el auténtico riesgo es perder su integridad, sucumbir a las presiones de otros.
Pensar de manera prestada o perder sus libertades individuales son su única calamidad, ya que su propósito e integridad dependen de su conciencia de sí mismo y respeto por sí mismo.
El discurso final del arquitecto incorruptible Howard Roark en El manantial recoge en una frase el sentir del pensamiento epistemológico, desde Aristóteles a Roger Bacon y los Ilustrados ante las presiones de “lo colectivo”:
“No reconozco obligaciones hacia otros, excepto una: respetar su libertad y evitar ser cómplice de una sociedad sin libertades”.