Una pandemia y la toma de conciencia sobre la mayor frecuencia y gravedad de los eventos de clima extremo aceleran las tendencias que ya estaban llamadas a dominar la década entrante: la interdependencia se relativiza con nuevos modelos de mantenimiento y resiliencia, y se dispara la producción de energía con fuentes renovables.
La política industrial enseñada en las tres últimas décadas en las escuelas de negocio más prestigiosas, consistente en una ausencia de política industrial y una apuesta única, la eficiencia de la externalización y las economías de escala a expensas de empleos locales y economía productiva muestra su debilidad.
Vehicle-integrated PV for light commercial vehicles: A German consortium is building a light commercial truck prototype powered by 10 PV modules featuring Meyer Burger’s heterojunction cells. Initial estimates suggest that… https://t.co/wG17QhM9pd #solarenergy #solarpv #solar pic.twitter.com/Udqj3ooZVP
— pv magazine (@pvmagazine) April 9, 2021
El culto a la eficiencia empresarial priorizó los resultados trimestrales por encima de la estrategia a largo plazo y, en una generación, los países más industrializados transformaron su producción por una cadena de suministros de alcance global para reducir costes y eliminar inventarios; pero mantener la sede y la propiedad intelectual en un inicio ocultó la transición hacia un modelo de dependencia con respecto a la producción en China y el sureste asiático.
La producción de obleas, células y módulos solares fotovoltaicos es un caso paradigmático en este fenómeno: en apenas una década y media, China ha pasado de una posición modesta a controlar la producción fotovoltaica mundial.
Crecimiento meteórico de paneles instalados
En 2020 se instalaron en el mundo 139 GW de paneles fotovoltaicos, por 115 GW en 2019. Para poner la cifra en perspectiva, Estados Unidos, el país que m-más energía consume en el mundo, supera los 1.000 GW de capacidad total instalada (incluyendo las plantas de generación con combustibles fósiles), que producen alrededor de 5.000 teravatios-hora de electricidad para el consumo interno y la exportación a la red eléctrica de México y Canadá.
Un GW de electricidad puede abastecer hasta 700.000 viviendas estadounidenses en condiciones normales (en el primer trimestre de 2021, el país alcanzó los 102 GW de paneles solares fotovoltaicos instalados (o el 58% de toda la energía añadida en ese período en el país).
En 2021, la cifra de paneles fotovoltaicos instalados podría crecer hasta los 209 GW según Bloomberg; el 99% de estos paneles procede de China.
En la actualidad, no hay tecnología, medicamento o dispositivo con alto valor añadido que carezca de procesos y/o componentes dependientes de la producción con sede en China o en países satélite donde China deslocaliza parte de su actividad.
El ascenso de las principales economías emergentes permitió a las mayores empresas occidentales aumentar sus beneficios y dividendos con una fracción de la plantilla, y el uso de técnicas comerciales agresivas como el dumping unidas a la apertura arancelaria han debilitado sectores productivos en Europa y Norteamérica como la producción de energías renovables, además de frenar la innovación en campos como la eficiencia de las células fotovoltaicas que constituyen los paneles solares.
El fin del culto a la eficiencia
El resultado de esta política de recortes y deslocalizaciones en favor de la «eficiencia» saltó a la vista en los primeros meses de la pandemia, cuando aprendimos que el suministro global de material de protección, sustancias para producir medicamentos y aparatos hospitalarios no es tan flexible ni resiliente como debería.
Un año y medio después del inicio de la crisis y con varias vacunas viables administradas a un porcentaje cada vez mayor de la población mundial, la carrera contra variantes más contagiosas como Delta no debería hacernos perder de vista el contraste de estrategias entre distintos países y regiones, así como el contraste entre la política proteccionista en el aprovisionamiento de vacunas de Estados Unidos y el Reino Unido, y la ponderación ética de Alemania con respecto al resto de países de la UE —y resto del mundo—, tal y como señalaba recientemente Angela Merkel.
En plena concatenación de eventos de clima extremo, que ya no pueden circunscribirse a determinadas épocas del año y fenómenos regionales y pueden causar estragos en cualquier punto del globo sin importar la preparación y los medios para combatir sus efectos, el debate sobre políticas proactivas (y no simplemente de reacción ante el desastre) para mitigar las peores consecuencias del cambio climático lleva a varios gobiernos a recuperar una política productiva estratégica, que pasa por la producción no sólo de energías renovables, sino también por el control de la producción de dispositivos como paneles solares.
Los años perdidos
La caída del coste de la producción eléctrica con renovables no depende únicamente del coste de producción de células fotovoltaicas tecnológicamente estancadas en el tiempo, sino en producir más energía con paneles más eficientes y ligeros, siguiendo el esquema evolutivo de la industria de alto valor añadido de crear más valor (o electricidad) con menos recursos (o «material»).
La producción comercial de paneles solares tuvo su primer impulso en Norteamérica y Europa tras la crisis del petróleo forzada por la OPEP en 1973, gracias a incentivos y subsidios para acelerar tanto la investigación sobre mejores paneles como su instalación en edificios públicos y residenciales; la liberalización económica a partir de los años 80 y la relajación del precio del petróleo acabó con este impulso inicial, retomado en nuestro siglo.
Up until now, most #solar panels have come from China. But shipping costs are making local module factories increasingly lucrative, even in Germany. Is this the start of a global trend? https://t.co/40gAEdMMBP
— DW Global Ideas & Environment (@dw_environment) July 19, 2021
Apenas dos décadas después de la popularización de instalaciones solares a distintas escalas (desde la portátil y doméstica a la generación eléctrica para abastecer miles de hogares con granjas eólicas) los países con políticas de instalación solar más agresivas y exitosas se topan con una realidad: los paneles solares instalados apenas no han evolucionado en los últimos años y se producen mayoritariamente en China.
Fiascos industriales como el de Solyndra, la firma de producción solar que —como Tesla y otras tantas, todo sea dicho— recibió préstamos sin interés de la primera Administración de Barack Obama para crear mejores células fotovoltaicas y cerró tras fracasar en su cometido y malgastar dinero, no han ayudado a crear entre la opinión pública un clima comprensivo ante paneles solares más costosos, pero más eficientes y de mayor calidad.
En busca de mayor soberanía en producción fotovoltaica
En la Unión Europea, varias empresas tratan de transformar los esquemas de producción solar aplicados hasta el momento (y basados en la instalación de paneles producidos fuera de la UE) con técnicas de producción de células fotovoltaicas más eficientes, capaces de contrarrestar costes más elevados (como el laboral) con mejores tecnologías que posibiliten una producción local rentable.
La demanda de paneles solares en China y el aumento de costes de producción y de envío en este país —expone un reportaje de Deutsche Welle—, permite a productores de Alemania, Polonia o España rentabilizar una producción local todavía incipiente.
Alemania, líder europeo en instalación eléctrica pese a su desventaja climática para la producción solar con respecto al sur de Europa, estrena nuevas factorías de paneles solares como la de la firma Meyer Burger en Freiberg, localidad cercana a Dresden.
La factoría es capaz de realizar todo el proceso de producción sin depender de una cadena de suministro con piezas realizadas por proveedores en China o terceros países. Sarah Neubert, responsable de calidad de la nueva planta, explica un proceso productivo que habría resultado familiar a cualquier trabajador cualificado europeo hace tres o cuatro décadas:
«Frente a la planta, empezamos con un panel de cristal normal, y en la parte trasera aparece el módulo acabado».
Al final de la línea de producción, cada módulo fotovoltaico es sometido a una comprobación de rendimiento y voltaje. Meyer Burger usa una técnica que aumenta el rendimiento de sus paneles un 20% por metro cuadrado. La producción es asimismo más eficiente, requiere menos recursos y se realiza en menos pasos productivos.
Invertir en mejores paneles
Alemania, principal economía productiva y país más poblado de la Unión Europea, confía en una estrategia que reduzca en lo posible la dependencia exterior en sectores estratégicos, y la producción local de paneles solares se convierte en uno de ellos.
La misma empresa con sede en Suiza pero fuerte presencia en Alemania produce paneles fotovoltaicos en Leipzig, otra ciudad situada en la extinta RDA. No lejos de allí, Polonia apoya su producción local a través de una empresa con factoría sita en Breslavia.
La UE impulsa la instalación de renovables tanto en viviendas y edificios como en parques solares en el contexto de su plan de recuperación económica, centrado en la economía circular y sostenible.
En Andalucía, una nueva firma, Groenlandia, planea producir obleas solares fotovoltaicas equivalentes a 5 gigavatios anuales en una fábrica puntera a las afueras de Sevilla, que se postularía como epicentro de la producción solar en el sur de Europa si el acuerdo de colaboración tecnológica —con el Instituto Fraunhofer de Sistemas de Energía Solar (ISE) en el estudio preliminar y con Bosch Rexroth en la instalación de la factoría llega a buen puerto.
Nuevas instalaciones de energía
Una demanda de instalación incentivada podría multiplicar el interés y la instalación en el mercado interior europeo y en países donde la eficiencia tecnológica se anteponga al coste de los paneles: además de China, India (con una fábrica capaz de producir paneles por el equivalente 2 gigavatios de energía solar potencial al año) o Turquía (con una nueva factoría de 1 gigavatio) aceleran su producción de paneles solares.
La Asociación Alemana de la Industria de la Ingeniería Mecánica, VDMA, encargó en 2019 un estudio al Fraunhofer Institute sobre la competitividad de la industria europea de producción fotovoltaica integral.
Entre las conclusiones del estudio, destacan dos recomendaciones: en primer lugar, para hacer frente a la competencia china, las fábricas locales deben contar con capacidad de producción desde el principio para competir no sólo en eficiencia de la tecnología y calidad, sino también en la reducción de precios únicamente asumible en un contexto de economías de escala; en segundo lugar, una energía solar más barata de producir (20 céntimos de euro por vatio) implica que costos adicionales como el transporte desde Asia suponen el 10% del precio final.
Parece que se acaba, aunque sea tarde y parcialmente, la ingenuidad europea en la producción de instalaciones eólicas y solares (industrias que había liderado desde el inicio).
Una Ley de Moore para los paneles solares
El interés por la instalación de renovables crece a medida que el coste de producción de electricidad incrementa su competitividad (1,5 céntimos de euro por kilovatio hora en Andalucía, y pronto apenas 1 céntimo por kilovatio hora) y la emergencia climática se hace patente con la mayor frecuencia y virulencia de eventos de clima extremo.
Eicke Weber, experto en energía solar y antiguo presidente del Fraunhofer Institute, dirige ahora el Consejo Europeo de Producción Solar:
«Mi predicción es que se producirá en el mundo el equivalente a 500 GW módulos [solares] en 2025, 1.000 GW en 2030 y una capacidad mucho mayor a partir de entonces».
La apuesta estratégica no radica únicamente, por tanto, en la instalación de paneles fabricados por terceros, sino en lograr la soberanía energética con tecnología renovable concebida y producida localmente. ¿Es posible? La única manera de comprobarlo es intentándolo con determinación. Y medios.