Max Roser, un investigador de la Universidad de Oxford especializado en visualización de datos y empirismo en una época de exuberancia en teorías conspirativas y silos informativos en las redes sociales, tiene una misión: informar sobre las auténticas tendencias a medio y largo plazo, que reciben poca o nula atención.
El investigador ha creado varias herramientas para visualizar desde su sitio Our World in Data (OurWorldinData.org) tendencias a través del tiempo, permitiendo el cruce de datos entre países o en distintos momentos históricos. Es posible, por ejemplo, observar el ascenso generalizado de la alfabetización, de la esperanza de vida y de la riqueza; así como el descenso de accidentes, violencia, muerte por enfermedades o mortalidad infantil.
I have written a short history of how living conditions have changed globally over the last two centuries: https://t.co/uMOLIebPmU pic.twitter.com/WgqWSC3GNB
— Max Roser (@MaxCRoser) December 21, 2016
Fijándonos en la instantánea, obviamos las grandes tendencias
Para Roser, explorar el cómo y el porqué de los fenómenos que forjan nuestra existencia en cualquier punto del mundo es crucial, cuando no decisivo, y el mejor modo de interpretar la realidad es contar con datos dinámicos, que permiten tanto la perspectiva geográfica como la histórica.
Así, observando grandes tendencias, el investigador alemán nos explica que el mundo mejora y, pese a la evidencia empírica, poca gente se lo cree.
Un estudio concienzudo y global sobre la distribución de la riqueza, la pobreza relativa y el desarrollo (teniendo en cuenta baremos sobre sanidad, educación, esperanza de vida, etc.), como el que Max Roser confecciona y actualiza meticulosa mente en Our World in Data, muestra la mejora de las condiciones de vida globales sin excepción, pese a la existencia de retos como la polución y el impacto humano sobre el planeta.
Cuando el espectáculo azucarado engulle el positivismo sosegado
Consciente de que uno de los riesgos que asumimos en la actualidad es el avance del descrédito científico y la proliferación opiniones en medios y redes sociales que invitan a la gente a hacerse una realidad a medida (difuminando así la frontera entre la veracidad y la invención, fenómeno que pensadores como Karl Popper y Hannah Arendt relacionaron con las sociedades totalitarias), Max Roser ha escrito un artículo que ofrece pistas sobre el incontestable progreso humano en los últimos 200 años.
Very few people think the world is getting better.
Here is why I think they are wrong:https://t.co/SfZ0w332PS pic.twitter.com/M8Am95iLq2
— Max Roser (@MaxCRoser) December 27, 2016
El artículo, Una historia de las condiciones de vida globales en 5 gráficos, se sirve de datos comprobables como porcentajes sobre pobreza extrema, vacunaciones, educación básica, alfabetización, democracia, colonialismo o mortalidad infantil, suscitando conclusiones esperanzadoras, si bien el investigador alemán afincado en Oxford indica que debemos reducir nuestro impacto sobre el clima.
No importa lo claro que positivistas como Max Roser o los autores (y eminencias en biología evolutiva y cibernética, respectivamente) Richard Dawkins y Stewart Brand, entre otros, lo divulguen en conferencias, comentarios de redes sociales, artículos en la prensa o ensayos: la opinión pública -un reflejo de la salud de la información en redes sociales y medios- no cree que el mundo vaya a mejor.
Sobre la percepción del mundo
Un gráfico de Our World in Data muestra el porcentaje de la población en varios países desarrollados que sostiene la opinión de que “el mundo está mejorando”. La información procede de un cuestionario efectuado a 18.235 adultos de 9 países, y los resultados son desesperanzadores.
Según esta encuesta, sólo el 10% de suecos; el 8% de daneses, finlandeses y noruegos; el 6% de estadounidenses; el 4% de británicos y alemanes; y el 3% de australianos y franceses; creen que el mundo mejora.
Más de 9 de cada 10 ciudadanos de los países más prósperos del planeta, algunos de los cuales cuentan con una envidiable cohesión social (como los países escandinavos representados en el estudio), consideran que las cosas van a peor.
¿Cuál es el problema? Max Roser y su colaborador Mohamed Nagdy han explorado esta paradoja entre percepción de la realidad y realidad, asociándola con las tendencias que promoverían el optimismo y el pesimismo en una opinión pública que, gracias a la sociedad de la información, se globaliza y reacciona con hipersensibilidad a cualquier acontecimiento en cualquier punto del planeta.
Ecos de la plaza Carlo Alberto
Por ejemplo, Roser y Nagdy citan en un artículo la evidencia recolectada acerca de un fenómeno equiparable al voto de distinto signo que un mismo ciudadano realiza en distintas elecciones: por ejemplo, ciudadanos de varios países se muestran optimistas en el ámbito local, si bien tienden al pesimismo nacional y en la esfera global.
En temas medioambientales, la ciudadanía de diversos países se comporta de un modo similar, mostrando cierto optimismo sobre la localidad, pero optando por el pesimismo a medida que aumenta la escala geográfica.
Esta predilección por nuestro entorno inmediato es coherente con nuestro momento histórico, dominado por el retroceso y la credibilidad de las grandes ideologías, a la vez que resurgen el nativismo y el fundamentalismo religioso como respuesta a las ideas de cosmopolitismo, globalización, secularismo y libertades.
Si pudiéramos recurrir a un auténtico Ministerio del Tiempo y traer a Friedrich Nietzsche al presente, al filósofo vitalista (obsesionado con un “buen europeo” que debía ser cosmopolita, superando el idealismo imperante en el XIX) de daría un síncope más grande que el padecido al observar al caballo maltratado en la plaza Carlo Alberto de Turín.
Ver el vaso medio vacío
No sólo somos pesimistas sobre el futuro, sino que desconocemos las grandes lecciones del pasado: sin conocer los datos históricos de distintos fenómenos, no tenemos en cuenta de tendencias a lo largo del tiempo.
El periodismo y la opinión publicada, así como los comentarios en redes sociales, cometen este error rampante, cayendo en la falacia de interpretar la realidad a través de una medición concreta en un ámbito y momento en el tiempo determinados. Lo que explicaría por qué la mayoría de estadounidenses (incluyendo a su nuevo presidente, que se jacta de no leer libros) creen que el crimen aumenta, cuando la tendencia en el tiempo señala lo contrario de manera apabullante.
En su artículo sobre optimismo y pesimismo en el mundo, Max Roser y Mohamed Nagdy mencionan el fenómeno perceptivo del declivismo, que muchos de nosotros hemos padecido durante las reuniones familiares de estas fechas, en las que oímos a menudo supuestas “pruebas” de que el mundo empeora en todos los ámbitos (de nuevo, el recordatorio de que se produce exactamente lo contrario):
“El declivismo se refiere a la creencia de que un país o cualquier otra institución se encuentran en declive. El declivismo fue un fenómeno prevalente en la historia política y económica británica, pues el retroceso del Reino Unido como potencia mundial se veía como consecuencia de errores internos y no como la acción de fuerzas internacionales de convergencia global.”
Nostalgia de un pasado idealizado
Según David Edgerton, el declivismo es uno de los vestigios de la pérdida perceptiva de una grandiosidad imperial, pues este sentimiento sostiene, implícitamente pero con claridad:
“…que, si el Reino Unido lo hubiera hecho mejor, habría permanecido como un actor mucho más influyente a escala global.”
¿Suena familiar? El surgimiento de retóricas que desempolvan supuestas viejas glorias locales y nacionales en Rusia, Turquía o Estados Unidos (“Make America Great Again!”) es un relato idealizado que explicaría por qué la opinión pública de los principales países desarrollados cree que su economía se encuentra “en declive”.
Paradójicamente, señalan Roser y Nadgy, los datos muestran cómo los ciudadanos de los países en desarrollo se muestran más optimistas sobre el futuro que la población de países ricos (con menos de qué quejarse en términos relativos).
Love Max Roser's daily dose of positive reality! We live in the Golden Age! https://t.co/hAa2U7oMyE
— Marc Cenedella (@cenedella) December 15, 2016
El realismo interpretando la realidad es crucial, pues la percepción de la mayoría marca las prioridades (políticas, económicas, sociales), marcando el futuro inmediato -sin ser consciente de ello y, a menudo, quejándose de lo contrario: falta de influencia sobre “el poder establecido”-.
Adictos a las predicciones milenaristas
El mundo va a mejor en muchos aspectos, y es importante saberlo, sobre todo cuando la nueva Administración del país más poderoso del mundo (el muy declivista y milenarista Estados Unidos, cuyo vicepresidente sostiene una visión nativista del cristianismo que choca con la interpretación positivista de la realidad surgida de la Ilustración, y responsable del progreso registrado en el mundo en los últimos 2 siglos del que se ocupa Our World in Data).
El declinismo no es un fenómeno nuevo y sí, a menudo padece deformaciones a través de los espejos cóncavos de la interpretación religiosa de la realidad. No es casual que Max Roser y Mohamed Nagdy finalicen su artículo Optimismo y pesimismo con un recordatorio: el ser humano ama las predicciones apocalípticas y los relatos sobre el fin del mundo:
“Las predicciones catastrofistas para el futuro no son nada nuevo. De hecho, podemos retroceder siglos o incluso milenios y encontrar infinidad de ejemplos de interpretaciones pesimistas sobre el futuro del mundo.”
Una infográfica de The Economist sobre “predicciones de fin del mundo” muestra (según religiones, personalidades científicas y comerciantes de profecías al por mayor) distintas “fechas” del fin del mundo.
Lo que perdemos con la instantánea
Max Roser cree que la sociedad contemporánea, tan dada a la inmediatez gracias a la Internet instantánea, ha olvidado la importancia de prestar atención a las grandes tendencias que forjan el mundo a lo largo del tiempo:
“Los canales de noticias de 24 horas informan de cualquier cosa menos de tendencias a largo plazo; uno de los motivos por qué ignoramos mejoras.”
El investigador y académico alemán lo explica en un artículo para The Washington Post.
Los medios (en descrédito) y redes sociales (con un problema colosal de información tendenciosa o directamente falsa, así como con la confección de silos de realidad a medida), no ofrecen una visión equilibrada de lo que en realidad ocurre en el mundo, pues nos fijamos en una visión a base de instantáneas ampliadas (la metáfora del efecto “macro” en una cámara), cuando lo que deberíamos demandar es una panorámica perspectivista que permita comparar datos en el tiempo y a distinta escala (en la metáfora fotográfica, un gran angular).
Un gran angular para divisar también el bosque
Si las condiciones psicológicas humanas tienden a deformar la realidad hacia el catastrofismo de tintes milenaristas (por ejemplo, afirmar que “2016 ha sido el peor año”), necesitamos unos medios que mimen el análisis y ponderen historias con datos y gráficos que narren evoluciones, predicciones, contexto, aciertos, retos…
A very long-now idea here: what would be reported in a newspaper that only comes out every 50 years. https://t.co/XQtFv6rUU0
— Stewart Brand (@stewartbrand) December 30, 2016
Roser menciona en el artículo de The Washington Post el ensayo de Johan Galtung sobre la estructuración de noticias (1965).
Si bien la era del acceso ha modificado el panorama mediático, supeditando el contenido (la propia información) al mandato de los repositorios (algoritmos de las redes sociales, con Facebook de árbitro), el ensayo de Galtung avanzaba la tendencia hacia la inmediatez.
“Él [Johan Galtung] argumentaba que la frecuencia con que las cabeceras publican -diariamente, y ahora al instante- limita su habilidad para cubrir tendencias positivas a largo plazo.”
Largo ahora
A partir de la reflexión de Galtung, Max Roser apunta:
“Imaginemos que los diarios no aparecen a diario [o, en Internet, al instante, reaccionando a cada chorrada que tuitea Trump o cualquier otro personaje o personajillo], sino en cambio cada medio siglo. Seguramente no publicarían medio siglo de chafardeo sobre celebridades y políticos.
“En cambio se centrarían en cambios globales fundamentales desde la última edición. En un rotativo que publica cada 50 años, el hecho de que la mortalidad infantil global ha caído desde el 17% al 4% se colaría en la primera página.”
Por eso, no debe extrañarnos que Stewart Brand, fundador de The Long Now Foundation, celebre el artículo de Roser.
Reflexionemos lo que se colaría en portada de medios que, en vez de amplificar la nadería del histrión de turno, nos explicara cosas que realmente importan.
El mejor antídoto contra la cultura reactiva que vive en el instante pugilístico es contrarrestar la mentalidad de lo rápido y barato por una visión que aprecia lo lento y mejor.
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