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10 diseñadores minimalistas: la sofisticación de lo sencillo

El diseño sencillo, intemporal y duradero hunde sus raíces en dos concepciones del mundo que, pese a su distancia, comparten atributos: los ideales de perfección racional occidentales de la época clásica (Vitruvio, etc.); y la estética áspera e impermanente del la tradición oriental taoísta y zen

En las últimas décadas, la sencillez racional occidental y la simpleza rústica oriental (conceptos wabi-sabi, iki) se han unido en el diseño de edificios, objetos, tipografía, etc., de los diseñadores industriales del minimalismo.

(Imagen: Dieter Rams fotografiado por Abisag Tüllmann en los 60)

Responder con fundamento a la cultura de usar y tirar

Uno de los mayores logros del minimalismo consiste, según el diseñador industrial británico Jonathan Ive, conocido por su trayectoria en Apple, en inspirar espacios y productos esenciales y durables, que carecen de la frágil apariencia de usar y tirar de la obsolescencia programada

Como movimiento artístico e interdisciplinar, el minimalismo expone la esencia de un objeto o espacio, que se supedita a su utilidad, al prescindir de todas las formas y usos no esenciales.

Una silla sirve para sentarse y, expone el diseñador catalán Juli Capella (ver nuestra entrevista con él sobre el futuro del diseño), si la tecnología permitiera crear un campo de energía que cumpliera con esa funcionalidad cuando fuera necesario y, cuando no, se desvaneciera, ese campo energético seguiría siendo una silla.

(Imagen: sistema de estanterías universal 606 de Vitsoe, diseñado por Dieter Rams en 1960 y todavía en producción)

Elogio del clip, insuperable desde 1899

Un arquetipo de diseño que cumple con su cometido esencial con desnudez conceptual es el clip, cuyo diseño no ha cambiado desde que fue inventado en 1899.

El diseño minimalista ha recuperado parte del vigor perdido con Apple: influido por la filosofía oriental, Steve Jobs exploró la frontera entre las humanidades y la tecnología para marcar, después de su vuelta a la empresa, una estrategia a largo plazo con pocos productos y desprovistos de lo superfluo, tal y como explica Walter Isaacson en su biografía autorizada sobre Jobs.

Pero la coherencia para la imagen de los productos de Apple habría sido más difícil de obtener sin los modelos en los que se inspiró Steve Jobs desde la adolescencia: diseños sencillos, intemporales y duraderos de productos asequibles para la clase media, como la casa de paredes acristaladas en la que vivió con sus padres o los icónicos electrodomésticos de Braun firmados por el diseñador industrial Dieter Rams, así como las estanterías modulares que proyectó para Vitsoe en 1960, todavía en fabricación.

El parecido entre el diseño de algunos electrodomésticos diseñados en los 50 y 60 por Dieter Rams para Braun y los productos de Apple concebidos por Jonathan Ive es pasmoso. Difícilmente casual.

La intuición del minimalismo

Jobs carecía de la meticulosidad cartesiana de -un menos social- Stephen Wozniak y era un ingeniero mediocre, pero tenía los conocimientos necesarios para entender los recovecos de distintos “lenguajes” humanos: supo integrar la parquedad estética zen con la tecnología.

(Imagen: aparato radiofónico de Braun T 1000, diseñado por Dieter Rams en 1963)

Su secreto: su mochila vital mezcla la mezcla mercúrea de la contracultura con una personalidad intuitiva y diletante, familiar con la tecnología y las humanidades, y lo que su entorno llamó el “campo de distorsión de la realidad” una capacidad de convicción que rayaba en la hipnosis, hasta hacer posibles fechas de entrega o diseños imposibles.

Simplicidad: la máxima sofisticación

A finales de los 70, el experto en marketing Regis McKenna trabajaría en la imagen corporativa de la marca, desde la manzana mordida multicolor a la visión estética de Jobs.

McKenna incluyó al principio de su propuesta para Apple una máxima de Leonardo da Vinci que Jobs usaría durante el resto de su carrera y reforzarían tanto como sus viajes a Japón (y a Turín, Italia) el aprecio por productos sencillo, durables y que cumplieran su función con la mínima complejidad: “la simplicidad es la máxima sofisticación”.

(Imagen: radio/micrófono portátil TP 1, diseñado por Dieter Rams para Braun en 1959)

Los pequeños electrodomésticos de Braun diseñados por Dieter Rams ya habían logrado notoriedad cuando un descuidado y nervudo joven vegetariano, Jobs, a quien algún ejecutivo llamara despectivamente Ho Chi Minh, caminaba descalzo por Silicon Valley y dedicaba los ahorros logrados en su trabajo en Atari para viajar a la India.

Un descalzo, delgaducho y maloliente hippy divagando

Jobs se pasaba tardes enteras estudiando los electrodomésticos mejor diseñados del centro comercial Macy’s, desde trituradoras a cafeteras. Pronto se dio cuenta de que los productos más solventes compartían lenguaje sutil e imperceptible desde un análisis racional.

Su diseño era “natural”, sin burda brillantez ni impostado dramatismo; y no requerían manual, pues su funcionamiento se intuía de un vistazo.

(Imagen: altavoz L2, diseñado por Dieter Rams para Braun en 1958)

Desde el Apple II, todos los productos que Jobs contribuyera a diseñar tratarían de imitar a los diseños minimalistas que admiraba, desde la toma de corriente hasta la disposición de la circuitería en la placa base.

Una estrategia de diseño sencilla, coherente, útil, intemporal

Por ejemplo, las radios y exprimidores Braun eran productos reconocibles, con formas agradables, de colores “puros” como el blanco y con interfaces intuitivas, así como durables. Son, en muchos sentidos, los precursores del iPod, el iPhone o el iPad.

Cuando Steve Jobs vendió su furgoneta Volkswagen para fundar Apple con su amigo Wozniak, intuía el nacimiento de la informática personal; con experiencia profesional en Atari, capacidad de convicción y la brillantez de Wozniak, quería crear el equivalente informático de los productos diseñados por Dieter Rams.

(Imagen: detalle de la unidad de control 308 diseñada por Dieter Rams para Braun)

Décadas más tarde y poco antes de que Steve Jobs falleciera en octubre de 2011, Rams concedía una entrevista a un diario británico en la que reconocía que Apple es una de las pocas marcas de masas que no están devaluando la palabra “diseñador”.

Dieter Rams, el diseñador industrial que inspiró a Steve Jobs

En la misma entrevista a The Telegraph, Rams exponía que el buen diseño emerge sólo cuando hay una fuerte relación entre un emprendedor y el diseñador industrial: en sus años de juventud en Braun, él mismo siempre trataba sobre su trabajo con Erwin y Artur Braun; Steve Jobs concedió el mismo trato a Jonathan “Jony” Ive.

Jonathan Ive sobre los productos de Braun diseñados por Rams: “[estaban concebidos] sin disculpas, audaces, puros, perfectamente proporcionados, coherentes y sencillos. Ninguna parecía oculta o destacada, sólo considerada con perfección y completamente apropiada en la jerarquía de los detalles y características del producto”.

(Imagen: combinación de mobiliario Vitsoe y equipo de alta fidelidad Braun, ambos por Dieter Rams)

Rams asegura estar fascinado con el interés que siempre suscitan los últimos productos de la marca fundada por Jobs. “Apple se las ha ingeniado para lograr lo que yo nunca conseguí: usar el poder de sus productos para persuadir a la gente a que haga cola para comprarlos. En mi caso, era yo quien debía hacer cola para obtener comida al fin de la II Guerra Mundial”.

Plástico barato, brillos postizos y lucecitas: la devaluación del diseño

Décadas después, el ruido de formas, colores y texturas en el mundo del diseño industrial es, según Dieter Rams, ensordecedor: “Estoy preocupado por la devaluación de la palabra ‘diseño'”.

“Ahora me avergüenzo -confesaba Rams a The Telegraph– de ser llamado diseñador. De hecho, prefiero el término alemán, Gestalt-Ingenieur [ingeniero de formas]”. El problema, según el diseñador, es que pocas marcas “tratan la disciplina del diseño con seriedad en todos los rincones de su diseño”.

“Incluso menos gente parece entender que el diseño es una profesión seria; y, por nuestro bienestar futuro, necesitamos que más empresas tomen esta profesión en serio”.

Diseño elegante, legible, riguroso, fácil de interpretar

El diseño visual de los productos de Rams, descrito como elegante, legible y a la vez riguroso, fue copiado de manera superficial por la nueva generación de electrodomésticos y aparatos informáticos y electrónicos producidos cada vez a un coste más bajo.

Esta visión empresarial, supeditada a reducir costes y a aumentar los beneficios a corto plazo para así mejorar los resultados trimestrales, condujo a Steve Jobs, Dieter Rams o al diseñador británico Paul Smith a preocuparse, ya desde los años 80 en la profusión de materiales baratos, formas, colores y ruido.

(Imagen: tocadiscos de bolsillo diseñado por Dieter Rams para Braun en 1959)

A Jobs le costó ser despedido de la empresa que había fundado y, tras madurar personal y profesionalmente, volvió a Apple en 1997 decidido a situar su visión en el largo plazo, en lugar de los resultados trimestrales como modo de salvar una compañía en caída libre.

10 principios del buen diseño, según Dieter Rams

Dieter Rams reaccionó a la eclosión de productos (también elementos arquitectónicos, tipográficos, de señalética urbana, etc., como expone el documental de Gary Huswit Helvetica), planteándose una cuestión crucial: ¿es mi diseño buen diseño?

Al ser incapaz de medir el diseño de un modo finito, sintetizó una definición de lo que él consideraba los 10 principios más importantes del buen diseño:

  • Un buen diseño es innovador.
  • Un buen diseño hace un producto útil.
  • Un buen diseño es estético.
  • El buen diseño hace un producto comprensible.
  • Un buen diseño es discreto.
  • Un buen diseño es honesto.
  • Un buen diseño es de larga duración.
  • Un buen diseño es minucioso hasta el último detalle.
  • Un buen diseño respeta el medio ambiente.
  • Un buen diseño es tan poco diseño como sea posible.

Pioneros del diseño industrial coherente: Peter Behrens y Adriano Olivetti

Según Rams el primer ejemplo de una empresa en entender y practicar los principios del buen diseño en sus productos e identidad de marca fue Peter Behrens para la empresa alemana AEG a principios del siglo XX.

En este panteón de visionarios del diseño, está Adriano Olivetti, el hijo del fundador de esta compañía. Desde entonces, las mejores empresas y diseñadores han aprendido de el trabajo de un puñado de emprendedores que supieron atraer y respetar los mejores diseñadores industriales.

Entendido por diseñadores, arquitectos, tipógrafos y otros artesanos, describe una tendencia del siglo XX en la que el sujeto era reducido a sus elementos necesarios, para fortalecer el significado del mensaje y hacer desaparecer al máximo su soporte.

Desde el principio, el minimalismo conservó una doble alma: el diseño tradicional japonés (zen, wabi-sabi, sencillez rústica, aspereza, impermanencia, esencialidad) y su pariente lejano occidental, las corrientes de diseño centroeuropeo surgidos del colectivo De Stijl, la escuela Bauhaus o los tipógrafos helvéticos y austríacos.

Menos es más, menos pero mejor, sencillez como máxima sofisticación

La corriente tomó máximas de algunos de sus primeros exponentes. El arquitecto Ludwig Mies van der Rohe adoptó el lema “menos es más”; el ingeniero estadounidense Buckminster Fuller añadió un punto de vista práctico a la misma frase, convirtiéndola en “hacer más con menos”, aunque innovó más en los proceso que en la estética.

Finalmente, el propio Dieter Rams acuñó su propio lema: “menos pero mejor”. Diseños elegantes, sin estridencias, usables, que primen la calidad por encima de la cantidad. En definitiva: lo opuesto a los baratos aparatos electrónicos que, en los 80 y 90, competían por incluir el mayor número de botones y funciones en el producto más miniaturizado posible.

(Imagen: tocadiscos SK4 de Dieter Rams para Braun, 1956)

Los lemas de Ludwig Mies van der Rohe, Buckminster Fuller y Dieter Rams proyectan el eco de la cita de Leonardo da Vinci con que Regis McKenna trató de inspirar sobre la visión a largo plazo de un todavía joven y mercúreo Steve Jobs: “la sencillez es la máxima sofisticación”.

Cultura clásica occidental + intemporalidad zen

El ideal estético de la sencillez impermanente tiene presencia en varias culturas; las que más han influido la arquitectura y el diseño modernos son la cultura de la Grecia y Roma clásicas (parquedad en detalles, racionalidad, durabilidad, diseños intemporales) y la cultura zen japonesa (simpleza rústica wabi-sabi, e ideal estético de elegancia intemporal, iki).

La racionalidad y elegancia del diseño clásico, recuperado por la Ilustración y el diseño industrial moderno, incorporó lo que Steve Jobs consideraba parte esencial del alma de un producto, procedente de la “intuición” y de un buen gusto universal, el mínimo común denominador que todo ser humano puede apreciar. Sus visitas a Japón le ayudaron a identificarlo.

Los conceptos zen que han influido sobre el diseño contemporáneo son muy similares a la cultura mediterránea alumbrada con la unificación administrativa de la Roma clásica: formas sencillas que se supeditan al servicio para el que han sido concebidas, que transmiten libertad y esencia de vivir.

Sobre la naturaleza de cada objeto y acción

El concepto de diseño zen no tiene sólo un valor estético, sino una percepción moral que se pregunta por la naturaleza de cada objeto y acción, y revela las cualidades de materiales y objetos.

Tim Cook, actual consejero delegado de Apple y conocido por su personalidad cartesiana, decidió trabajar en Apple tras una entrevista con Jobs. Años después, preguntado por Walter Isaacson cuando este último trabajaba en la biografía de Jobs, expresaba la parte zen que había prevalecido en la cultura de la empresa.

“Los ingenieros son instruidos para tomar decisiones de manera analítica, pero hay ocasiones en que depender de corazonadas o intuiciones es lo más indispensable”.

La empresa tratará de no olvidar otro de los mantras de su desaparecido consejero delegado: “centrarse” (focus). Eliminar lo superfluo; pelar las capas superficiales y, cuando es necesario, redefinir un producto si el cambio radical mejora el objetivo de hacerlo más útil y sencillo.

Menos productos, más sencillos y con mayor calidad

Arquitectos, tipógrafos y diseñadores industriales han recopilado durante las últimas décadas sus ideas, trucos y conceptos para lograr diseños esenciales, desprovistos de ruido y alambiques superficiales.

La tarea, ya percibida por Dieter Rams en 1980, es titánica: significa diseñar menos productos, más sencillos y con materiales de mayor calidad, que duren más y carezcan de impacto ecológico. Y, además, deberán curarse del virus de la obsolescencia programada.

Si, como expone The Economist, las manufacturas vuelven a las viejas ciudades industriales de Occidente en la III Revolución Industrial, llega la oportunidad para que diseñadores-artesanos de cualquier lugar diseñen y vendan lo mejor y más sencillo.

Manual para diseñadores inconformistas

No está de más recordar que Jobs trabajó en Atari y vendió su amada furgoneta, que le servía para visitar la comuna donde un amigo cultivaba manzanas en Oregón, para crear su propia empresa.

Las biografías de Steve Jobs y Dieter Rams son, como la de Leonardo da Vinci, un manual para diseñadores inconformistas esperando a diseñar algo tan esencial e intemporal como un clip.

Inspiradores del minimalismo (y “jedis” contra la obsolescencia programada)

Entre los arquitectos, diseñadores industriales y gráficos más interesados en crear espacios y productos minimalistas (tal y como Dieter Rams define el “buen diseño”: innovador, útil, estético, fácil de usar, discreto, honesto, duradero, con atención al detalle, sostenible, pequeño), destacan:

  1. Alvar Aalto (1898-1976), finlandés, figura capital del modernismo internacional y de lo que se conocería como diseño escandinavo. Sus edificios aprovechaban la naturaleza a lo Frank Lloyd Wright, mientras su mobiliario se inspiró en las sillas tubulares de Marcel Breuer que tenía en su propia casa. Frank Lloyd Wright le definió como un genio.
  2. Dieter Rams (1932-), alemán, es uno de los diseñadores industriales más influyentes del siglo XX. Definió un estilo poco pretencioso, elegante, legible, esencial sin ser frío, legible y con un riguroso lenguaje visual. Steve Jobs y su diseñador industrial fetiche tras su vuelta a la compañía que había fundado en 1997, se inspiraron en el tándem conformado durante más de 4 décadas por Dieter Rams y los industriales Artur y Erwin Braun.
  3. Jonathan Ive (1967-), británico, estaba a punto de irse de Apple cuando, en 1997, su fundador Steve Jobs volvió a la compañía. Decidió quedarse al comprobar que Jobs elegía la atención por el detalle y la calidad de los productos por encima de la reducción de costes y la atención a los resultados trimestrales. Su talento para aportar su propia visión minimalista del diseño, inspirada en trabajos previos como el de Dieter Rams, así como la tutela intuitiva de Steve Jobs, conformaron el tándem diseñador-industrial más reconocido del minimalismo. Las distintas generaciones de iMac, iPod, iPhone y iPad surgieron de su estudio de diseño en la sede de la empresa en Cupertino, con acceso restringido. Los diseños de Ive tendrán que trascender a la muerte de Jobs en octubre de 2011.
  4. Kenya Hara (1958-), japonés, experto en la creación de imágenes corporativas, parte de los conceptos estéticos zen, wabi-sabi, iki, etc. para sus trabajos en la empresa Muji, donde trabaja desde 2001, o la firma de moda Kenzo, entre otras. Cree que el minimalismo y los productos desnudos, usables y bien pensados marcarán el siglo XXI.
  5. Tadao Ando (1941-), japonés, es un arquitecto autodidacta cuya obra ha sido categorizada como “regionalismo crítico”. Como Kenya Hara, ha sabido servirse de su profundo conocimiento de las corrientes filosóficas y estéticas japonesas que tanto han influido el diseño occidental desde el siglo XVIII. Además del minimalismo zen, estudió desde su juventud el trabajo de otros arquitectos atraídos por las formas y funciones esenciales, desprovistas de postizos:  Le Corbusier, Ludwig Mies Van der Rohe, Frank Lloyd Wright, etc. Tadao Ando ha explicado: “Cuando vi la luz proveniente del óculo del Panteón en Roma, supe que quería ser arquitecto”.
  6. Alberto Campo Baeza (1946-), español, su obra arquitectónica es reconocida en todo el mundo como uno de los exponentes del minimalismo, con especial atención a la interacción de sus espacios y la luz, tal y como habían hecho Alvar Aalto o Frank Lloyd Wright.
  7. Eduardo Soto de Moura (1952-), portugués, este Premo Pritzker es uno de los arquitectos portugueses e ibéricos más reconocidos, cuya obra se retroalimenta con la de sus paisanos Álvaro Siza y Fernando Távora que, junto con Alberto Campo Baeza, recuperan las raíces del minimalismo surgido del poso ancestral, la cultura clásica y corrientes de pensamiento en el subconsciente mediterráneo, tales como el estoicismo del filósofo cordobés Séneca. Sus edificios se integran con el entorno después de interpretarlo sin pretensiones y, como otros diseñadores y arquitectos minimalistas, sean zen o pertenecientes a la corriente mediterránea, trabaja con texturas ásperas e intemporales, tales como el hormigón, las piedras y la madera local.
  8. Álvaro Siza Vieira (1933-), portugués, también premio Pritzker, quiso ser escultor y sus anhelos se cumplieron en parte, al convertirse en arquitecto. Desde su visita a las obras del arquitecto modernista catalán Antoni Gaudí en 1940, Álvaro Siza comprendió la importancia de la interpretación de los patrones de lenguaje de la naturaleza. Su arquitectura es intemporal, áspera, estoica. Sus edificios están atentos a la luz y se han alimentado de su entorno.
  9. Phillippe Starck (1949-), francés, es uno de los diseñadores industriales más reconocidos por expertos y gran público, a la altura de Jonathan Ive. Sus diseños son funcionales y tienen una vocación ecológica: “la ecología no es sólo una urgencia de la economía y la protección de nuestro mundo, sino también creatividad y elegancia”. 
  10. John Pawson (1949-), británico, su trabajo en arquitectura y diseño industrial se inspiran tanto en la tradición estética y filosofía orientales (zen, wabi-sabi, etc.) como por la sobriedad occidental (diseño escandinavo, centroeuropeo, etc.). En 1973 trabajó en Japón con el diseñador Shiro Kuramata, después de enseñar inglés en la universidad de Nagoya. Como los minimalistas ibéricos, trata de resolver retos de espacio, proporción, luz y materiales, a través de un lenguaje de patrones que siempre tiene en consideración el entorno y contexto cultural.