El alquiler de las ciudades más vibrantes es tan prohibitivo que aparecen propuestas para solucionarlo: nuevas comunas para creativos, viviendas experimentales (contenedores logísticos), o migración a ciudades industriales o medianas con encanto y potencial.
La economía colaborativa, el sector tecnológico y el renovado interés de los más jóvenes por comunidades densas y vibrantes -centros urbanos en detrimento de suburbios-, propulsan las nuevas propuestas para vivir por poco dinero en los lugares más vibrantes.
Cuando los barrios de moda expulsan a sus impulsores
Todas las ciudades con vocación cosmopolita experimentan un problema similar, originado con el proceso urbano conocido como gentrificación: Montmartre y Montparnasse en París, el Village Neoyorquino, Williamsburg en Brooklyn, o Castro y Haight-Ashbury en San Francisco fueron algún día barrios mal mantenidos, asequibles y vibrantes.
Hoy, son tan rígidos y prohibitivos como el resto de barrios acomodados de las ciudades a las que pertenecen. Otros barrios ocupan su lugar, hasta que el carácter iconoclasta de los nuevos inquilinos se va agotando a medida que surgen negocios, se popularizan arte y ocio y el precio de la propiedad sube.
(Vídeo de Kirsten Dirksen donde Adam Finkelman y Evan Garfield muestran cómo convirtieron un apartamento en Brooklyn en un espacio compartido con amenidades como restaurante y club con música en vivo)
Compartir, experimentar o simplemente marcharse
Así, hasta provocar que incluso los lugares más alejados y menos apetecibles de Nueva York o la bahía de San Francisco son demasiado caros para una población en parte responsable del cosmopolitismo de los lugares urbanos de adopción que deben abandonar.
No extraña que artículos como el titulado por Vice “Razones por las cuales San Francisco es el peor lugar de la historia” se hagan virales… ni que surjan nuevas tendencias y propuestas para solventar la dicotomía entre el coste de la vida y el atractivo de un lugar para vivir.
Tres tendencias ganan peso en las ciudades cosmopolitas con un mercado inmobiliario y coste de la vida más elevados, en función de la estrategia de sus jóvenes bohemios: compartir espacio, tratar de solucionar el problema de la vivienda con experimentos, o emigrar a futuros centros vibrantes de ciudades más baratas antes de que su potencial gentrificación los encarezca.
Auge de la vivienda comunal
La primera estrategia interesa en Europa, Estados Unidos y Japón, donde se desempolvan viejas ideas de gestión comunal de grandes espacios para vivir y trabajar, en esta ocasión optando por modelos de mercado y apelando a la responsabilidad individual para facilitar el día a día.
Compartir viejos espacios pseudo-industriales -a menudo peor mantenidos y todavía algo más económicos y grandes-, fundando “comunas por interés” o afinidad profesional/creativa de sus inquilinos, es un fenómeno que vuelve a florecer, décadas después, en Tokio, San Francisco, Nueva York y Berlín, entre otras ciudades.
La población de San Francisco conoce de primera mano el renovado interés de la industria tecnológica por alojar sus sedes en la ciudad, así como por vivir en sus barrios más apetecibles, lo que ha provocado que no haya barrio barato adonde ir.
(Vídeo de Kirsten Dirksen donde Luke Iseman y Heather Stewart muestran los inicios de su proyecto de comunidad residiendo en contenedores logísticos en Oakland, California)
Conflicto entre antiguos y nuevos residentes
Chinatown no sólo atrae a los nuevos inmigrantes chinos, sino que viejos edificios se reconvierten en pequeños apartamentos con Internet de alta velocidad y servicios comunitarios, incluyendo entre ellos un lounge común, donde jóvenes techies ultiman sus ideas, proyectos y empresas, en busca del próximo unicornio tecnológico.
No todos los nuevos vecinos de Chinatown están contentos con el influjo de apartamentos para jóvenes y espacios de co-creación que se abren y planifican en este barrio histórico de San Francisco, hasta el punto de que proliferan las denuncias contra la nueva realidad ya que el cotrabajo y la llegada del sector tecnológico “atentan contra el código de usos urbanos”, informa The San Francisco Chronicle.
Y en San Francisco, cuando alguien apela a la maraña legal en que se han convertido sus códigos de urbanismo y edificación, ello implica un lento y costoso proceso de litigación con un interlocutor temido: el consistorio de la ciudad.
Co-living y microapartamentos
El constructor y promotor urbanístico Patrick Kennedy lleva unos años desarrollando microapartamentos para jóvenes estudiantes y trabajadores atraídos por la prosperidad de la ciudad; su edificio Panoramic en pleno barrio tecnológico (SoMa, justo en frente de la sede de Twitter) de San Francisco ha seguido un meticuloso proceso de revisión y aprobación de planes y está a punto de abrir sus puertas.
Patrick Kennedy es consciente del problema del acceso a la vivienda en San Francisco y cree que su edificio no es suficiente para contrarrestar una tendencia imparable: el encarecimiento de los alquileres y la inaccesibilidad del precio de venta de solares, edificios, apartamentos y casas.
“Ricos de casa” sin salario y “pobres de casa” profesionales
El colaborador de *faircompanies y experto en urbanismo Johnny Sanphillippo hablaba con nosotros acerca del problema de la vivienda en San Francisco, “tan enquistado como difícil de solucionar”.
(Video de Kirsten Dirksen que muestra los inicios del proyecto de Patrick Kennedy, ahora casi finalizado, para crear microapartamentos con amenidades comunes en SoMa San Francisco, justo frente a la sede de Twitter)
“Un amigo compró hace unos años una casa en estado lamentable en uno de los lugares menos deseados de la ciudad. Ahora la propiedad vale cinco veces más y aparecen sedes empresariales y edificios de apartamentos alrededor”.
La situación “es buena para los ‘ricos de casa’ [“house-rich”, o quienes invirtieron en viviendas de propiedad en San Francisco cuando los costes eran muy distintos, casi siempre inferiores a los de Silicon Valley], pero deja afuera al resto, sobre todo a quienes no han accedido a contratos de alquiler protegidos y no tienen salarios de Silicon Valley”.
Experimentando con la vivienda: sobre urbanismo “ligero”
Johnny Sanphillippo ha estudiado en los últimos años el fenómeno de la gentrificación y sus derivadas. “Siempre me intereso por el lugar adonde van los jóvenes creativos que dejan la ciudad; les pregunto”.
Esta información de primera mano es consistente con lo que muestran artículos periodísticos y estudios: cuando no comparten, los jóvenes expulsados por los precios prohibitivos se van a otros lugares, a menudo ciudades medianas amables o ciudades del antiguo “rust belt” con potencial (centros históricos con edificios de ladrillo por precios que no sobrepasan las decenas de miles de euros).
*faircompanies también ha estudiado la opción de quienes optan por una alternativa media entre compartir espacio en la ciudad y probar suerte en otras ciudades con centros urbanos no gentrificados.
Es el caso de Luke Iseman y Heather Stewart, que dejaron su piso del Mission District y ahora experimentan con microviviendas en contenedores logísticos en el lugar cercano a San Francisco con un suelo más asequible: Oakland.
Crear comunas desde 0 con contenedores e imaginación
Nuestra cobertura de Boxouse, la idea de Iseman y Stewart transformada en un vídeo (y posteriormente en el inicio de un documental sobre urbanismo “ligero”) de Kirsten Dirksen, ha sido luego recogida por Business Insider, Bloomberg, Slate y otros.
He aquí una fotogalería sobre Boxouse que pronto será complementada con otra visita que ya hemos realizado.
Entre los que se quedan en la ciudad, se imponen soluciones originales, a menudo inspiradas en la convivencia comunal de la época de la contracultura, así como en la economía colaborativa de Internet.
Eclosión del nuevo “co-living”: habitación + amenidades
Se trata de comunas con habitaciones independientes y espacios comunes con servicios, cotrabajo y cocreación, donde las oportunidades para la colaboración y la colisión de ideas se multiplican.
Hay empresas que tratan incluso de popularizar el cotrabajo en casas particulares (se trata de Krash y servicios competidores); lo llaman co-living y tratan de crear comunas bien gestionadas en cualquier lugar con una mínima demanda.
Al otro extremo del país, los jóvenes que todavía aspiran a abrirse paso en Nueva York (incluso cuando ello implica hacerlo más allá de Manhattan y Brooklyn) experimentan también con espacios comunales: The New York Times visita Pure House, “uno de los numerosos que alquilan habitaciones con coste extra a cambio de acceso a amenidades, atmósfera de dormitorio y comunidad instantánea”.
Comunas para millennials en Nueva York
“Para un cierto grupo de neoyorquinos -prosigue Ronda Kaysen en su artículo para The New York Times-, a menudo recién llegados a la ciudad con un salario pero sin historial de alquiler, Pure House ofrece algo parecido a un respiro (…)”.
Los nuevos espacios con habitaciones y amenidades a cambio de un coste adicional transitan entre las comunas de los setenta y los servicios de cotrabajo actuales, lo que lleva a Ronda Kaysen a titular su artículo “la comuna millennial”. La Generación Y trata, una vez más, de darle la vuelta a la precariedad con algo de imaginación y marketing. ¿Funcionará?
En Tokio, un modelo similar ha funcionado con éxito durante años, aunque es en los últimos tiempos cuando atrae a más inquilinos (o, como se les ha bautizado ya en la prensa estadounidense, “usuarios de co-living”, que viene a ser lo mismo).
“Share houses” en los barrios más apetecibles de Tokio
Koichi Tsujimura informa para The Japan Times sobre las “casas para compartir” (en Tokio se emplea el anglicismo “share house” para referirse a compartir un espacio con amenidades que apelan a menudo a las afinidades profesionales de los usuarios/inquilinos.
El artículo de The Japan Times explica que, si bien parte de una tendencia más amplia de compartir una pequeña habitación (a menudo una “6 tatamis”, equivalente a la superficie de 6 tatamis según la medición tradicional ken interiorizada en Japón, de ahí su nombre), los espacios “ocupados por personas con un propósito común también atraen atención”.
Las nuevas casas para compartir permiten a estudiantes, creativos, bohemios y techies probando suerte vivir en barrios tan vibrantes como prohibitivos para la mayoría, tales como Chiyoda Ward.
Espacios estimulantes para iniciar una carrera
El sitio web de Hituji Real Estate, firma especializada en la gestión de alquileres en “share houses”, tenía 18.649 emplazamientos comunales registrados en marzo de 2015, un aumento espectacular desde los 9.354 espacios de “co-living” en marzo de 2010, con un creciente porcentaje de emplazamientos donde se comparten afinidades.
Una generación marcada por fenómenos como el de los “hikikomori”, o jóvenes alienados debido a la presión social y familiar para encauzar una vida exitosa, valora la flexibilidad, independencia y “licencia para fallar” que ofrecen las casas para compartir.
Otro beneficio, según The Japan Times: vivir en espacios intelectual y socialmente estimulantes, a menudo en entornos con interiorismo de calidad, por un coste de alquiler relativamente asequible.
Berlín: de las comunas alternativas a las nuevas Baugruppen
En una conversación sobre el fenómeno con Johnny Sanphillippo y Kirsten Dirksen, Johnny nos mencionó su experiencia con estos espacios en Berlín, donde se les denomina alojamientos grupales o “Baugruppen”.
Los “Braugruppen” actuales operan con reglas de mercado y apelan a la responsabilidad (económica y convivencial) de sus inquilinos, siguiendo un modelo similar a las “comunas para millennials” de Nueva York y Tokio que a los antiguos edificios de apartamentos ocupados en Berlín Oeste durante los años del Telón de Acero, cuando la parte occidental de la ciudad dividida financiaba con permisividad a grupos de teatro alternativo en edificios subvencionados.
Para Johnny Sanphillippo, los alojamientos grupales de Berlín son “básicamente lo que mis amigos y yo hicimos en San Francisco hace tiempo sin darle nombre: mucha gente joven de distintos lugares del país compartiendo aficiones y sueños” mientras se abren paso en la ciudad vibrante que han elegido.
Recorrido de la idea
El “co-living” intenta convertir los alojamientos comunales en un servicio tan asequible, sencillo y atractivo como los referentes de la economía colaborativa Airbnb y Uber: la intersección entre compartir piso y subarrendar espacio de creación y trabajo con un bajo presupuesto y bajo demanda, sin renunciar a la vida en la ciudad elegida.
Veremos si “comunas para millennials” (Estados Unidos), “share houses” (Japón) y Baugruppen se consolidan hasta convertirse en algo más que un albergue con aire de comuna e interiorismo de start-up, o por el contrario el fenómeno es asimilado como una mera ocurrente idea de marketing más.