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Cotrabajo y cocreación: nuevos espacios de colisión de ideas

Es uno de los proyectos al que las empresas tecnológicas más creativas y que mejor compiten por el talento han dedicado más tiempo, esfuerzo y dinero: cómo trabajar, en qué tipo de edificio y con qué interacciones.

Apple, Google o Facebook, entre otras, coinciden en el veredicto: libertad para la creatividad y trabajo individuales; fomento de la colisión de ideas interdisciplinares, diseñando espacios con lugares para facilitar el encuentro fortuito; y autonomía de cada uno de los niveles de una organización en relación con el escalafón inmediatamente superior.

Emulando la energía de los barrios más creativos

Las oficinas horizontales, oxigenadas y diáfanas con que sueñan las empresas más competitivas dan la razón a Christopher Alexander, Jane Jacobs, Frank Lloyd Wright y otros estudiosos de la arquitectura y el urbanismo: el secreto consiste en la mejora e iteración constantes, en el estudio de los flujos -de personas, de la naturaleza– y en combatir jerarquías.

Otros grupos y organizaciones emulan, a una escala inferior, este esquema de trabajo interdisciplinar basado en la iteración y mejora constantes, más atento a los resultados que a mantener las jerarquías tradicionales.

Es en los barrios más vibrantes -todavía baratos, pero en proceso de mejora o gentrificación– de las ciudades cosmopolitas que, por su calidad de vida y magnetismo, atraen y retienen talento, donde surgen nuevos espacios de cocreación.

Del “coworking” al “cocreating”: colisión multidisciplinar de ideas

Compartir oficina ya no se limita a estar en un mismo edificio que otros y pagar según el uso del espacio y servicios. El cotrabajo (“coworking“) evoluciona así hacia la cocreación, o aprovechamiento de espacio y servicios comunes, pero también uso del talento aportado por los compañeros de espacio.

Iniciativas como The Hub se sirven de estas nuevas tendencias de creación colaborativa para crear espacios físicos y flexibles donde sus miembros aportan ideas y se exponen a las de otros. The Hub se autodefine laboratorio de innovación, incubadora negocios, centro de apoyo en el extranjero para emprendedores, y espacio de cotrabajo.

(Imagen por Daniel Torrello: Espacio de “coworking” Hub Madrid)

La organización cuenta con más de 30 espacios abiertos en todo el mundo, entre ellos Londres, San Francisco, Sao Paulo, Melbourne o Madrid; y 50 espacios más en proyecto.

The Hub no es la única organización que trata de crear la nueva generación de espacios de cotrabajo multidisciplinares y permeables, que fomenten la cocreación. Sólo en Barcelona, los espacios de cocreación “indie” se contarán pronto por decenas (vídeo de Kirsten Dirksen). El fenómeno se repite en otras ciudades.

Espacios de trabajo para los nuevos buscavidas

Alex Williams recoge la tendencia en un artículo para The New York Times, donde se mencionan los espacios NeueHouse, Grind, Fueled Collective, Brooklyn Writers Space, Studiomates, General Assembly, We Work o Indy Hall, presentes en Nueva York (Brooklyn, Lower Manhattan -SoHo, East Village, Chelsea-), Austin, Filadelfia o San Francisco.

La mayoría de estos espacios son recientes, con alguna excepción: Grotto, en San Francisco, es un espacio fundado por jóvenes escritores hace 19 años.

El diseño y naturaleza de estos espacios coincide con las tendencias de estímulo de la creatividad que persiguen las grandes organizaciones que pretenden conservar la frescura de sus inicios.

Neuehouse es un ejemplo de ello. Se trata, según Alex Williams, de una “colección de espacios destinados a unir a la gente”: espaciosas mesas de biblioteca de estilo retro, cojines tapizados de kilim recubren una gran escalinata diseñada para descansar, y rincones de conversación con mesas y sofás de cuero.

Más allá de la moda “hipster”: introspección + contacto multidisiciplinar

La estrategia de diseño persigue tanto los encuentros accidentales como la claridad y eficiencia. Varios estudios refrendan la necesidad de profesionales creativos de mantenerse en contacto con ideas y personas estimulantes, al menos algunos días a la semana; también apuntan la importancia de la divagación y la introspección para alumbrar ideas.

Un meta-estudio de la Universidad de Pensilvania de 2007, nutrido de 46 estudios sobre teletrabajo, concluía que trabajar desde casa algunos días a la semana puede tener “pequeños pero favorables efectos sobre percepción de autonomía, conciliación laboral, satisfacción profesional y rendimiento”.

Un estudio de Ravi S. Gajendran, de la Universidad de Illinois, refrenda que los teletrabajadores “intensivos” reducen los riesgos de alienación cuando pueden beneficiarse de espacios de encuentro y creación, sea viviendo o acudiendo a entornos urbanos donde exista esta oportunidad; o acudiendo a lugares de cocreación.

Los espacios de cotrabajo que pretenden estimular la cocreación deben demostrar su valía a largo plazo para sus usuarios y evitar asumir el rol de meros lugares de encuentro y reunión informal, roles ya asumidos por otros establecimientos.

Estos nuevos espacios tienen -sentencia Tierney O’Dea Booker, usuaria del espacio Link Coworking en Austin, Texas- al menos una ventaja con respecto a las oficinas convencionales: estás en ellos por elección. “Si alguien te molesta, simplemente te vas”.

Diseñando espacios físicos que estimulen la creación

¿Puede el diseño de espacios físicos estimular -o bloquear- la creación? A juzgar por las rutinas de científicos, inventores, escritores, músicos y otros creativos, lo que nos rodea influye sobre nuestra percepción del momento, estado de ánimo, capacidad de concentración, trabajo.

Un ejemplo: el polímata por excelencia, Leonardo da Vinci, prefería los espacios de trabajo reducidos y familiares, ya que “disciplinan la mente, mientras las grandes la debilitan”.

(Imagen por Daniel Torrello: Hub Madrid, un espacio diseñado para el encuentro fortuito de ideas)

Desde antes del estudio académico de la arquitectura, gracias a las aportaciones griegas y las anotaciones de Marco Vitruvio, las sociedades urbanas han dedicado sus edificios más magnánimos, con naves bien orientadas, diáfanas e iluminadas, para evocar lo místico y metafísico.

Espacios mínimos para crear, grandes ágoras para inspirarse

En cambio -corroboraron Leonardo y los muchos escritores y creativos que usan pequeñas habitaciones, rincones, habitáculos, chozos y casitas de jardín para trabajar o recogerse-, los habitáculos más recogidos y próximos al individuo, facilitan la concentración.

Los espacios creativos son a menudo pequeños rincones aderezados con iluminación natural y alguna vista placentera que permita, de vez en cuando, levantar la vista de los quehaceres y perderla a lo lejos.

Ello explicaría por qué la magnanimidad de los grandes espacios públicos, usados para grandes cultos y proclamaciones, ha contrastado a lo largo de la historia con el recogimiento de las alcobas, rincones de escriptorium y chozos de donde han surgido algunas de las obras más influyentes.

Orígenes de la creación multidisciplinar: las escuelas filosóficas

Pero no todo el trabajo creativo o el estudio se realizan en solitario: desde sus orígenes en la Academia, el aprendizaje académico ha usado el espacio público para facilitar la declamación y el florecimiento del método socrático.

En la Antigua Grecia, las distintas escuelas filosóficas impartieron enseñanzas a la intemperie (los pitagóricos celebrando la salida del sol desde la explanada del Partenón, los alumnos de la Academia de Platón departiendo en el jardín de Academo a las afueras de Atenas).

Cuando lo hicieron en edificios acotados, como el Liceo, donde Aristóteles impartía cátedra, se debía a las dificultades e inestabilidad política y social del momento. Cuando Aristóteles retorna de Macedonia, donde había enseñado al que se convertiría en Alejandro Magno, en Atenas se perseguía a los “amigos de los macedonios”.

Recogimiento individual vs. magnanimidad de lugares de reunión

Los estoicos rechazaron el entorno abierto y arcadiano del Jardín de los epicúreos, escuela rival, recogiéndose en un lugar público más urbano y racional, ajeno al culto a los sentidos. De ahí su nombre: la “stóa poikilé” era el pórtico pintado del ágora de atenas, elegido por Zenón de Citio para impartir cátedra y diferenciarse, así, de megáricos, cínicos y peripatéticos (seguidores de Aristóteles).

Los claustros de las universidades del medievo y los nuevos edificios e instituciones del Renacimiento y la Ilustración consolidaron la dualidad entre el recogimiento de la creatividad individual (seclusión introspectiva) y la abierta magnanimidad de los lugares de aprendizaje, con buena orientación, iluminación natural y amplitud.

La dualidad ha persistido hasta hoy, cuando confluyen varias tendencias:

  • con la flexibilidad aportada por Internet, el teletrabajo y el pluriempleo de jóvenes urbanitas, los espacios para vivir y crear se diluyen y confunden;
  • la Internet móvil y ubicua suprime antiguas limitaciones de distintos oficios de la industria del conocimiento, que ahora pueden impartirse desde cualquier lugar: la cómoda mesa de un bar, un espacio de trabajo compartido -coworking-, o un banco en el parque;
  • las grandes industrias deslocalizadas de décadas anteriores dan paso a pequeños talleres y centros creativos donde se trabaja bajo demanda, usando cada vez menos material (“desmaterialización“) y más conocimiento (auge de los servicios, en detrimento de los bienes que dependen de “materiales”);
  • industrias y sectores desaparecen, mientras aumentan las dificultades laborales para los jóvenes (“millenials” o generación Y) en el mundo desarrollado; como auténticos buscavidas y artesanos-hacker, los más flexibles y preparados aprovechan nuevas actividades y crean sus propias oportunidades.

Introspección e intercambio de ideas en la era de Internet

Internet devuelve nuestra reflexión sobre la naturaleza de los espacios de estudio y trabajo a la Época Clásica. El estudio introspectivo requiere un esfuerzo contemplativo y de mirada interior en lugares recogidos, a menudo pequeños, como anotaba Leonardo da Vinci.

Pero, ¿qué ocurre cuando el trabajo creativo demanda el intercambio de acervos en tiempo real entre individuos? Herramientas de teleconferencia y colaboración asíncrona por Internet no requieren la presencialidad de alumnos en una clase, trabajadores en una empresa, o profesionales creativos en un espacio compartido interdisciplinar.

¿Optamos, por tanto, por una localización virgiliana, como los jardines de la Academia de Platón o el Jardín de los epicúreos, o elegimos una localización más “recogida” y racional como el edificio del Liceo de Aristóteles o las charlas junto al pórtico pintado del ágora, como los primeros estoicos?

(Imagen por Daniel Torrello: el diseño de los espacios modela la intensidad de la introspección)

Los profesionales y “artesanos-hacker” de la economía del conocimiento optan a menudo por la flexibilidad, a pesar de que arquitectos, profesores, ejecutivos empresariales -el último caso notorio, la consejera delegada de Yahoo! Marissa Mayer ordenando a los teletrabajadores de la empresa a volver a la oficina- y los propios estudiantes, creativos o trabajadores están todavía en una fase preliminar de ensayo y error.

Diseños arquitectónicos para las necesidades creativas de hoy

Una vez derribadas las barreras físicas de la comunicación y la transmisión del conocimiento, ahora ubicuo y tan síncrono o asíncrono como uno quiera, los espacios de aprendizaje, estudio y trabajo introspectivo y trabajo grupal ponen a prueba la valía de los antiguos diseños arquitectónicos para las necesidades de hoy:

  • ¿sentado o de pie? Los escritorios cambian de forma… y de altura; hay escritorios que imitan las mesas elevadas de escritores y estadistas (Ernest Hemingway y Winston Churchill, por mencionar uno de cada categoría) que, en décadas anteriores, favorecían el púlpito en detrimento del asiento convencional;
  • ¿seclusión o trabajo en grupo? Populares ensayos (por ejemplo, Rework de 37Signals) y estudios relacionan fenómenos más comunes en el trabajo en grupo, como la falta de concentración debido a la interrupción constante o el abuso de comportamientos que propulsan la procrastinación -posposición de tareas que requieren esfuerzo en favor de otras más impulsivas y gratificantes al instantes-;
  • ¿en un entorno cerrado o a la intemperie? Portátiles, teléfonos inteligentes y tabletas electrónicas con baterías cada vez más durables y conexión a Internet acercan las comunicaciones y el teletrabajo a cualquier lugar;
  • ¿horario estricto o amoldado a mi ritmo vital y necesidades? En lugar de trabajar según un horario marcado por la convención o los intereses de la colectividad, muchos profesionales reivindican su derecho a aprovechar de manera flexible los momentos de mayor creatividad o capacidad de trabajo.

Edificios de antiguas fábricas reconvertidos en talleres

Los edificios que albergan a los nuevos estudiantes, creativos y trabajadores en general se adaptan al contexto cambiante, marcado por el ensayo y error o el nacimiento y destrucción de oficios y sectores profesionales.

Los renovadores de la arquitectura en el siglo XX, como la corriente moderna de Walter Gropius en Europa o Frank Lloyd Wright en Estados Unidos, usaron nuevos materiales estructurales y superficies diáfanas respetuosas con los flujos del entorno -luz, vegetación, ventilación-, para adaptar la arquitectura a una nueva era.

Adelantándose a los cambios de hoy, el promotor de la arquitectura orgánica Frank Lloyd Wright tenía la convicción de que los arquitectos contribuirían a construir una sociedad mejor “estudiando la naturaleza de manera seria, inteligente, y con sentimiento, y apreciación”.

Lucha contra el síndrome jerárquico de la empresa madura

En la actualidad, al menos 3 grandes proyectos corporativos tratan de unir el minimalismo estructural y apreciativo del entorno de la arquitectura moderna de mediados del siglo XX con estructuras de trabajo individual y en equipo en la economía del siglo XXI: son los nuevos edificios de Apple (de Norman Foster), Google (diseñado por NBBJ) y Facebook (diseñado por Frank Gehry).

Los 3 proyectos estudian con ahínco fórmulas para maximizar la colaboración productiva y evitar la creación de silos estancos, a menudo originados por divisiones administrativas, pero también arquitectónicas. 

Para lograr la colaboración sin fagocitar el esfuerzo individual, empresas y organizaciones estudian distintas combinaciones de diversidad social, espacial y funcional. ¿Cuál es, sin embargo, la combinación perfecta?

Del West Village de Jane Jacobs a las nuevas sedes de Google, Apple, Facebook

La periodista y activista americano-canadiense Jane Jacobs, conocida por sus estudios sobre urbanismo y autora de The Death and Life of Great American Cities (1961), creía que el West Village de Nueva York -y espacios urbanos similares- albergaba parte de la pócima del urbanismo equilibrado.

El West Village de Jacobs contaba con la diversidad social, espacial, funcional y cultural de que han gozado otros lugares en otros momentos históricos, como el Montmartre parisino de principios del siglo XX.

En la época de los estudios de Jane Jacobs, interesada en mantener los intangibles sociales que aumentan la calidad de vida de un lugar, el Village era todavía asequible para jóvenes profesionales y la rica cultura bohemia convivía con antiguas familias arraigadas e inmigrantes recién llegados.

Epicentros de las ricas relaciones creativas informales

Era una zona de Nueva York con calles densas y arboladas y edificios con una altura más común en las ciudades europeas, con distintos tipos de edificio cumpliendo con funciones diversas; viejos edificios, anchas aceras, pequeñas plazas, apartamentos compartidos y más profesionales creativos que cualquier otro lugar en la segunda mitad del siglo XX.

El resultado de un barrio diverso, con arquitectura amable y oxigenada, y una vida cultural vibrante convertía al Village neoyorquino en un pedazo de la Europa mediterránea más cosmopolita en América del Norte: relaciones informales que fructifican en riqueza ciudadana.

(Imagen: la futura ampliación de la sede de Facebook en Menlo Park, California, por Frank Gehry)

Sin esta combinación variopinta, decía Jabos, “no hay convivencia pública, ni cimientos de una confianza compartida, ni encuentros fortuitos con la gente necesaria, ni tampoco práctica o facilidades para que la convivencia básica tenga una mínima calidad”.

Ciudades y suburbios como modelos de organización del espacio creativo

Las ideas de Jacobs sobre urbanismo son aplicables, como ella misma sostenía, a los edificios con vocación de fomentar la creatividad de sus ocupantes. Descendiendo de escala en la fractal de los patrones urbanísticos, una edificio equivaldría a la ciudad, sus lugares de paso y encuentro son calles, avenidas, plazas, lugares con equipamientos, zonas verdes; sus escritorios son viviendas; etc.

Jonathan C. Molloy escribe en Arch Daily que, si la oficina equivale a una ciudad según la visión contemporánea del urbanismo, los suburbios unifamiliares estarían más cercanos a la oficina tradicional, dividida en cubículos, ridiculizados con maestría en filmes como El apartamento o la más reciente Office Space.

El lenguaje de patrones en la oficina

En el otro extremo, los proyectos de Google, Facebook o Apple para albergar a sus trabajadores equivalen al West Village de conoció Jane Jacobs.

El profesor Christopher Alexander, autor del libro sobre patrones arquitectónicos A pattern language, ha trabajado con sus alumnos de California en lo que ha llamado “patrones en la oficina”.

De manera interesante, oficinas como el campus de Google fomentan a pequeña escala lo que, de un modo intuitivo e informal, han practicado polímatas y creativos en general a lo largo de los siglos: sin perder referentes cercanos para el encuentro fortuito y la colaboración, el individuo personaliza su pequeño lugar de introspección, a menudo un habitáculo más cercano a la cabaña o cobertizo de escritor que a la gran oficina sin barreras o a la trama interminable de cubículos.

Montmartre, West Village, ¿Ciutat Vella?

En los edificios que emulan barrios vibrantes y cosmopolitas (Montmartre parisino a principios del XX, West Village neoyorquino en la segunda mitad del XX), los encuentros casuales nutren un flujo constante de ideas.

Al menos este es el objetivo de Google al encargar el diseño de su nuevo campus: la oficina debe ser un medio que fomenta la colisión accidental de ideas, algunas de las cuales -como la divagación en el individuo- conducen a proyectos con recorrido.

Google y Apple y Facebook no sólo compiten en distintos negocios tecnológicos, sino también lo hacen en sus edificios, en un intento de fomentar la colisión de ideas interdisciplinares y aparentemente inconexas y, de paso, retener a sus trabajadores, tentados en acudir a las empresas rivales.

Fractales matemáticas

Siguiendo el diseño de una fractal matemática, tan presente en la naturaleza, Christopher Alexander propone que la autogestión del espacio por parte de cada nivel de la escala organizativa.

Son aquellos realmente usando el espacio los que saben mejor cómo alterarlo para que facilite los flujos de trabajo, “y este grupo debería tener el control de ese espacio, tanto en la definición física del territorio como para disponer el mobiliario, comprar lo necesario, decorarlo, etc.”.

(Imagen: las sedes corporativas buscan ahora, como el “coworking”, la horizontalidad y la colisión fortuita)

Así, un individuo tendría total control sobre su espacio de trabajo; un grupo de trabajo asumiría el mismo rol sobre su área de trabajo pero no sobre los espacios individuales; el departamento controlaría el espacio global, pero no los grupos de trabajo, y así sucesivamente.

“Por tanto -concluye el grupo de trabajo de Christopher Alexander sobre la organización de oficinas-, sugerimos usar materiales y sistemas estructurales que inviten al cambio y permitan que éstos se acumulen, perfeccionando gradualmente algunas áreas según las necesidades humanas reales que existen”.

Este esquema organizativo pretende:

  • que cada individuo desarrolle su propio potencial introspectivo, mediante un espacio de trabajo personalizado y a menudo acondicionado como un “cobijo” o cabaña de escritor;
  • que los individuos intercambien ideas y estén sometidos a colisiones fortuitas de ideas y conocimiento a través del diseño físico del espacio: varios individuos conforman un nodo (“grupo de trabajo”), a su vez conectado a otros que, juntos, conforman una constelación de nodos (“departamento”);
  • que el espacio sea tan flexible y adaptable al flujo de ideas y trabajo como el propio esquema creativo seguido por las nuevas organizaciones, llamado “desarrollo ágil“, en el que los proyectos evolucionan con la iteración constante de personas o grupos multidisciplinares.

People Analytics: reaccionando a la realidad en tiempo real

Google ha puesto en práctica en su sede de Mountain View el equivalente a la “planificación urbanística” de Jane Jacobs y lo ha llamado “analítica de personas“, en referencia a las aplicaciones para estudiar los patrones de datos sobre usuarios de un servicio o aplicación web registrados en un servidor de Internet.

Apple y Facebook, entre otras empresas que compiten por atraer talento en el entorno tecnológico más competitivo del mundo, Silicon Valley, trabajan en ideas similares a las de Google.

Tanto Facebook como Apple pretenden que sus nuevas sedes fomenten la creatividad individual y, en un esquema fractal, estas unidades se aglutinen de forma flexible y cambiante en torno a grupos de trabajo, departamentos, etc., manteniendo cierta autonomía en cada uno de los niveles.

Y el diseño arquitectónico, creen tanto arquitectos como expertos en planificación urbanística, fomenta o coarta la expansión de una filosofía de trabajo iterativa, adaptable, siempre cambiante y a la vez respetuosa con el ritmo de trabajo individual.

No hay detalles fortuitos en el diseño de un espacio

Steve Jobs era consciente de que una de las claves de la productividad y la calidad del trabajo en entornos creativos consistía en otorgar autonomía a cada nivel, evitando el control del nivel inmediatamente superior sobre el espacio e idiosincrasia del nivel inmediatamente inferior.

Asimismo, Jonathan C. Molloy expone en Arch Daily cómo Jobs puso en práctica, durante su etapa como consejero delegado en Pixar, una estrategia que dio los resultados esperados: todos los lavabos estaban en un lugar común en el centro de la oficina, lo que forzaba a los empleados a caminar desde su oficina a los lugares comunes más a menudo.

Como resultado, los trabajadores pasaban más tiempo en los pasillos, así como interactuando con sus colegas. No es casual, sentencia Molloy, que empresas como Google, Apple y Facebook, cuyo futuro depende de su habilidad para crear, gestionar y mantener su creatividad, no diseñan rascacielos.

Al contrario: siguen el ideal urbanístico de Jane Jacobs, entre otros: diseñan campuses horizontales, con el aspecto y características de un barrio humano y vibrante, para promover el movimiento y la interacción, en contraste con el aislamiento y la jerarquía de las organizaciones tradicionales.

La oficina mejor diseñada: la que fluye y se adapta a las necesidades

La colisión de ideas en un ambiente informal y distendido puede servir de chispa para nuestros proyectos. No obstante, cualquier diseño de oficina o espacio de trabajo no debería olvidar los consejos de los grandes polímatas sobre la introspección: no hay mejor manera de aprovechar la conexión de ideas fortuita surgida de la divagación que aprender a escucharse a uno mismo.

Luego, a compartirlo y enriquecerlo con otros. Pero el proceso previo requiere concentración, trabajo introspectivo y, si es posible, lo que la psicología llama experiencias de flujo.