(hey, type here for great stuff)

access to tools for the beginning of infinity

Educación y autonomía: lecciones de sociedades tradicionales

Quienes tenemos amigos y familiares en Estados Unidos hemos observado el desarrollo de una acalorada controversia sobre vacunación infantil: la baja tasa de vacunación infantil -a menudo una decisión consciente, más que una desidia- ha permitido un rebrote del sarampión.

Las autoridades médicas de Estados Unidos consideraron erradicado el sarampión con origen en el país en 2000, pero en las últimas semanas más de 60 personas han contraído sarampión en California, la mayoría niños.

Cualquier niño sano puede hacer frente al sarampión pero, ¿qué ocurre si un niño con salud delicada lo contrae?

Qué depende del niño, de los padres y de las administraciones

En Los Ángeles, algunas escuelas enviaron a casa a niños no vacunados, mientras en San Francisco han aparecido carteles en guarderías y escuelas de primaria no sólo invitando a la vacunación, sino exigiendo información precisa de cada niño.

En la bahía de San Francisco, el padre de un niño de 6 años con inmunodeficiencia exigió que los niños no vacunados por ética familiar no acudieran a la guardería, dado el riesgo que la decisión causaba sobre la salud de su hijo.

Muchos padres consideran que la decisión médica sobre vacunar a sus hijos incluye una vertiente ética que depende de ellos, mientras los padres de hijos con riesgo aseguran que la tendencia se ha convertido en un peligro para la vida de sus pequeños.

Como ocurre con otros temas controvertidos (cambio climático, alimentos genéticamente modificados, riesgo para la salud de las bebidas carbonatadas y los productos precocinados), existe una gran diferencia entre la opinión científica y la de la población en su conjunto: según Pew Research, el 86% de los científicos cree que los niños deben ser vacunados, mientras la cifra baja al 68% entre la población.

Pregunta peliaguda sin respuesta inequívoca y/o científica: cómo educar a un niño

La controversia sobre la vacunación infantil en sociedades desarrolladas e informadas, donde se pondera la polémica decisión con argumentos sobre el desarrollo inmunológico del niño, es sólo uno de los campos que mantienen en tensión a padres y administraciones:

  • ¿cómo educar a un hijo?;
  • ¿qué contenidos pedagógicos y valores éticos deberían impartirse?;
  • ¿puede una familia decidir qué programa educativo impartir, incluso cuando opciones como la “desescolarización” no tengan cobertura legal?;
  • ¿cómo proteger a un niño ante enfermedades, así como proteger a otros de las enfermedades que pueda contraer?

Estas y otras preguntas permanecen en el aire y requieren tanto la participación de los padres y/o tutores legales como de las administraciones competentes.

El público estadounidense coincide con la comunidad científica en los grandes logros y retos de la educación y la ciencia a largo plazo, expone la encuesta de Pew Research, pero es más reticente a su adopción.

(Supuestos) modelos de crianza: “hiperpadre” vs. padre francés

Sea como fuere, cuando se trata de educar a los hijos, los padres de todo el mundo son impelidos a seguir la inercia establecida en cada sociedad, como si el determinismo de la educación familiar, ética y escolar fuera irrevocable y ningún padre tuviera que preguntarse qué es mejor para su hijo.

(Imagen: Juegos infantiles, por Pieter Brueghel el Viejo -1560-, una auténtica enciclopedia del recreo en su época)

En Estados Unidos, varios ensayos y artículos han confrontado el modelo supuestamente indulgente, sobreprotector y reactivo a todas las necesidades del niño que había proliferado en las últimas generaciones (el llamado “helicopter parenting“, traducido como “hiperpadres“, o padres hiperactivos), con un modelo supuestamente más austero y relajado con el niño, que debe conquistar su propia autonomía y autosuficiencia, en lugar de dedicarse a explorar la dependencia paterno-filial.

Este supuesto modelo más relajado, donde los niños se comportarían con mayor autonomía y desarrollarían un comportamiento más independiente, explica Pamela Druckerman en Bringing Up Bébé, un ensayo donde argumenta que los padres franceses educan a sus hijos de un modo más relajado y exitoso que sus homólogos estadounidenses.

Mayor autonomía… ¿menor meritocracia?

Los franceses, dice Druckerman, “exigen más a sus hijos, y ello podría servirnos como inspiración”. 

El sistema educativo francés, tanto familiar como reglado, potencia el carácter igualitario y aglutinador de la sociedad; más que buscar la excelencia, argumentan sus críticos, se contenta con lograr un resultado promedio aceptable, en lugar de detectar el potencial de los mejores estudiantes y adaptar el programa a sus capacidades.

En Estados Unidos han surgido voces críticas a la tesis de Pamela Druckerman y varios pedagogos sobre la supuesta superioridad del modelo francés de crianza de niños, tanto en la familia y sociedad como en la escuela.

Sobre “madres helicóptero” y “madres tigre”

La consultora de Silicon Valley Erika Brown Ekiel cree que el valor homogeneizador del sistema educativo francés antepone el gregarismo al individualismo y, como consecuencia, reduciría el hambre del futuro adulto por inventar y prosperar más allá de la convención.

En otras palabras: la educación francesa lograría una media aceptable, si bien lo haría en detrimento del potencial del niño y su hambre por explorar sus propios límites mentales y físicos.

Erika Brown Ekiel parece más próxima al sistema de crianza de la tradición china, conocido como “tiger mom” (“madre tigre”, en contraposición a la “madre helicóptero” o “hipermadre” estadounidense), a raíz del influyente ensayo Battle Hymn of the Tiger Mother, por Amy Chua.

El ensayo de Amy Chua expone la filosofía china cuando se trata de criar a un niño: si el modelo anglosajón -y, hasta cierto punto, el europeo, más igualitario y menos meritocrático- respeta la individualidad del niño y le anima a que explore y potencie sus vocaciones potenciales, los padres chinos se centran en preparar a sus hijos para el futuro enseñándoles habilidades prácticas, una disciplinada ética de trabajo y confianza en sus capacidades.

Crianza en sociedades complejas y desescolarización

Según los argumentos de Pamela Druckerman, Erika Brown Ekiel y Amy Chua:

  • los padres franceses (y, por extensión, los padres de la europa continental) exigirían autonomía a través de una educación pasiva;
  • los estadounidenses (y, por extensión los padres del mundo anglosajón) entablarían una intensa relación de aprendizaje con sus hijos aplaudiendo cada logro -de ahí que se haya calificado a los millenials como la “generación consentida“-;
  • …y los padres chinos aportarían herramientas y exigirían, sin otorgar más premios que la propia autoconfianza del niño, que no esperaría la celebración exultante de cada logro por sus padres.

Más allá de ensayos y artículos, a los padres les queda poco más que la pedagogía convencional a donde recurrir, si bien crecen fenómenos como el de la desescolarización, donde el niño experimenta en primera persona y en el medio las enseñanzas naturales, éticas y prácticas que le marcarán más adelante.

Explorando los orígenes de la desescolarización

La desescolarización promete una educación llena de aventuras… cuando los padres y/o tutores al cargo no confunden educar con arrinconar al niño ante la primera pantalla disponible, anteponiendo la comodidad y la falsa seguridad parentales a los contenidos “no reglados” de una enseñanza sin escolarización.

La pedagogía evoluciona en paralelo con el resto de disciplinas sociales, abriéndose de manera cada vez más decidida a la interpretación interdisciplinar (holismo).

El naturalista y ensayista Jared Diamond explora en The World Until Yesterday: What Can We Learn From Traditional Societies? las similitudes y diferencias entre la crianza en sociedades avanzadas contemporáneas y los patrones educativos de sociedades tradicionales, tales como los grupos de cazadores-recolectores y agrarios de las tierras altas de Nueva Guinea, sin contacto con el mundo exterior hasta hace unas décadas.

Explorando el origen de la desescolarización: crianza en sociedades tradicionales

En estas sociedades, sin cultura escrita, los niños aprenden de sus padres y del grupo los principales conocimientos éticos, técnicos, botánicos y metafísicos de la cultura a la que pertenece.

A Jared Diamond argumenta que los niños de sociedades de pequeña escala “dedican más tiempo hablando que nosotros, y no dedican nada de tiempo a entretenimiento pasivo proporcionado por desconocidos, como televisión, videojuegos, o libros”.

Como consecuencia, dice Diamond, sorprenden la precocidad y maestría de las habilidades técnicas y sociales que los niños desarrollan en edad temprana. Por el contrario, las sociedades complejas desalientan estas cualidades al evaluar y clasificar a los niños constantemente, diciéndoles qué deben hacer.

En las sociedades tradicionales, los niños disfrutan de cuidado y estímulo con las historias y actividades de padres, familiares próximos y el grupo en su extensión. La crianza es prolongada y los niños duermen junto a sus padres durante años, mientras que el cuidado en grupo, con otros adultos asumiento el papel parental (“alloparenting“) proporcionan al niño más modelos sociales desde la primera infancia.

Asistir a lo cotidiano desde la espalda materna

Durante el primer desarrollo, los niños apenas pierden el contacto con sus progenitores, gracias al uso de portabebés; durante la jornada, el niño vive -y duerme- sobre su madre o canguro, mientras ésta realiza sus tareas.

La mayoría de grupos de cazadores-recolectores potencian la autonomía de los niños, que son percibidos como un individuo más y, por tanto, con derecho a jugar con objetos peligrosos, tales como cuchillos o fuego, para así aprender de sus propios errores.

Las sociedades tribales no ofrecen todas las respuestas para la crianza de niños autónomos y preparados para buscar su camino en la vida, dada la diferencia entre éstas y el mundo contemporáneo: los grupos tribales son mucho más violentos, sobre todo los que defienden su lugar en áreas fértiles.

El ruidoso mercado de la maternidad

Cuando se trata de relaciones paterno-filiales, si bien podemos reconocer el valor de algunos comportamientos ya presentes en las sociedades tradicionales, carecemos de una fórmula inequívoca, más allá de la imitación y el sentido común, para criar a nuestros hijos manteniendo la autonomía, autoconfianza y curiosidad de que parecen disponer las criaturas de las sociedades más primitivas.

Como ocurre con cualquier otra temática convertida en categoría comercial, la cantidad de libros y publicaciones sobre desarrollo infantil añade confusión, más que clarificar a los padres qué camino seguir. 

La antropología de la infancia: aprender y comparar

Consciente de este fenómeno, el lingüista y periodista Michael Erard reivindica en un artículo para The New York Times el que cree único libro realmente relevante sobre crianza: el trabajo de campo The Anthropology of Childhood: Cherubs, Chattel, Changelings, del profesor de la universidad de Utah David F. Lancy.

Como en The World Until Yesterday, el trabajo académico del profesor Lancy se sirve de literatura antropológicca, estudios en primates, estudios históricos y trabajo de campo en 7 países distintos, para exponer las diferencias y similitudes en educación infantil en distintas localizaciones y tipos de sociedad.

En su libro, que se limita a exponer hallazgos y omitir opiniones, David F. Lancy declara: “Espero descubrir algo que se acerque a la norma sobre la vida de los niños y la de sus cuidadores”. Lo habitual es hallar sociedades donde los niños deban ganarse su lugar desde una edad temprana, y lo harían jugando e imitando.

Recoger el fruto cuando está maduro, o recogerlo todavía verde

David F. Lancy corrobora que los niños en sociedades tradicionales pasan más tiempo al cuidado de hermanos mayores que de adultos y, en la mayoría de culturas, los adultos apenas emplean tiempo jugando con sus hijos de un modo tan extensivo como, por ejemplo, un “hiperpadre” en Norteamérica o Europa.

Pero la constatación más valiosa del libro académico de David F. Lancy es la verdadera división en el mundo sobre crianza de los niños, que no se encuentra según el autor en los sospechosos habituales (sociedades que duermen con sus hijos vs. las que no; sociedades que usan pañales de ropa y “entrenan” a sus bebés para ir al lavabo vs. las que no), sino en la actitud de los adultos ante el estatus del niño:

  • sociedades que recogen el fruto cuando está maduro: sociedades en que el bebé y el niño pequeño son ignorados por los adultos; a menudo adquieren el nombre cuando son destetados y son educados por el grupo al observar, a menudo desde el portabebés, lo que ocurre a su alrededor; sólo cuando ganan su autonomía lingüística y motriz alcanzan son tratados como individuos; 
  • y sociedades que lo recogen cuando está verde (incluyendo los modelos educativos de Norteamérica y Europa): en estas sociedades, nunca es demasiado pronto para socializar a los pequeños y reconocer su individualidad, incluso antes de que el propio niño sea consciente de ella.

Camino de la neontocracia

La sociedad estadounidense, por ejemplo, habría creado una “neontocracia”, en la que los adultos se desviven por proporcionar todo tipo de cuidados y atención individual a un número relativamente pequeño de niños. 

Sea en Japón, Europa o Estados Unidos, los padres jóvenes a menudo sentimos el “deber” prácticamente moral de jugar con nuestros hijos, orientando sus construcciones de LEGO, o curando sus primeras experiencias cognitivas. 

En estas situaciones, los padres deberían ser conscientes de que no existe un único modelo inequívoco de crianza y educación, además de reconocer el valor de la exploración del propio niño, preparado para descubrir y establecer los atributos de su propio juego.

Experimentar

El profesor Lancy concluye que las sociedades avanzadas optan por otorgar toda su atención al niño por una razón de peso: cada sociedad cría a sus hijos para que éstos conozcan las estrategias que les permitan una vida adulta exitosa.

Habría que determinar qué entendemos por vida adulta plena, para determinar si lo estamos haciendo bien. Sea como fuere, no está de más hacer un esfuerzo empático y observar cómo lo han hecho otras sociedades durante milenios, sin olvidar que los niños son criados y educados de innumerables maneras.

Conocer el terreno de manera “holística” (incluyendo cuantas más disciplinas mejor) y dejar al niño experimentar por sí mismo parecen buenos pilares sobre los que edificar hipótesis.