En Houston, los efectos del huracán Harvey toman toda su crudeza al observar cualquier gráfica de precipitaciones: se han requerido nuevos colores para mostrar niveles de precipitación más propios del registro anual de lugares lluviosos que de tres días de tormenta.
Semejantes expresiones de fuerza de la naturaleza son tan difíciles de prevenir como de aplacar, si bien hay poblaciones que se han adaptado con éxito a la cultura de la buena preparación y mantenimiento para afrontar hasta los eventos climáticos más extremos.
Un reportaje de Neena Satija publicado en el Texas Tribune y ProPublica en diciembre de 2016 explicaba por qué Houston no está preparada para afrontar eventos de clima extremo.
Mientras no se reconozca el problema con espíritu crítico y científico, escribe Jed Horne en Citylab, las grandes urbes estadounidenses serán incapaces de prepararse para futuras catástrofes.
El error de planificar sin atender la naturaleza
Como contraste, The New York Times dedicaba recientemente un artículo a la ciudad holandesa de Rotterdam, cuya prosperidad se sustenta sobre la constante colaboración de sus instituciones y ciudadanos para evitar inundaciones y mantener la pujanza de su puerto (el mayor de Europa) e industria.
Buena parte de la ciudad se encuentra bajo el nivel del mar, pero desde el refuerzo posterior a las inundaciones de 1953 ni siquiera las tormentas más fuertes han superado el convenientemente planificado y engrasado sistema de diques, heredero de la vieja batalla de los holandeses contra el mar del Norte.
Conflictos bélicos y catástrofes naturales ponen a prueba nuestra capacidad para reaccionar ante sucesos que desbordan cualquier predicción, y nos recuerdan que las promesas sobre arquitectura efímera y reacción ante catástrofes no acaban de llegar.
El control desde la arquitectura
Como ocurre con el siempre complejo asilo humanitario a gran escala, soportado en gran medida por países en desarrollo -a diferencia de lo que cree la opinión pública en el mundo desarrollado- la reacción ante catástrofes pone a prueba tecnologías para organizar y gestionar campos: desplegar viviendas, sistemas de tratamiento de desechos y servicios básicos en el menor tiempo y con los mejores resultados no es fácil, pero tampoco imposible.
Módulos prefabricados y tiendas se despliegan en lugares inhóspitos y bajo unas condiciones que hacen dudar sobre sus apelativos oficiales. En las fronteras más vulnerables de la Unión Europea, se llama “centro de detención” a lo que evoca los campos de “internamiento” de otras épocas.
La obsesión gubernamental por “gestionar” refugiados y desplazados en instalaciones diseñadas para garantizar la vigilancia, y no unas condiciones de vida dignas, ha condenado a la arquitectura humanitaria efímera a imitar el modelo racional de arquitectura carcelaria que desposeía al morador de la estructura de su individualidad, al carecer de privacidad: el panóptico diseñado por el filósofo utilitarista Jeremy Bentham, una estructura de pasillos abiertos frente a una torre central desde donde las autoridades observan a cualquiera en cualquier momento.
Lo efímero y orgánico contra lo panóptico
En su estudio sobre las estrategias de las instituciones para condicionar el comportamiento de la población usando distintas herramientas (desde lo que él llama “mentalidad” imperante al urbanismo o la arquitectura de instituciones públicas como la escuela), el filósofo francés Michel Foucault identificó la observación permanente como la base de la “sociedad disciplinaria”.
Cuando define el panoptismo de la sociedad contemporánea, Michel Foucault cree que una escuela, una fábrica, un hospital o un cuartel se sirven de técnicas que mejoran el control de sus usuarios, acelerando su deshumanización.
En la primavera de 2016, la Cité de l’Architecture et du Patrimoine de París presentó la exposición Habiter le campement (libro), donde las habitaciones temporales de “nómadas, viajeros, infortunados, exiliados, conquistadores y contestatarios” fueron protagonistas de una exposición sólida dirigida por Fiona Meadows (en la que *faircompanies participó con alguna fotografía).
La exposición invita a conocer la “espesura antropológica” de espacios efímeros que a menudo destacan por su ingenio y adaptabilidad, que proyectan materialmente las circunstancias de su construcción, su uso y recorrido. La arquitectura afecta a la relación entre gobernantes y gobernados, entre habitantes y viandantes, entre hoteleros y huéspedes.
Calidad y dignidad son posibles en lo efímero
En ocasiones, en los mayores campos de refugiados del mundo, el ingenio posibilita lo que sobre el papel era imposible para los encargados de la “gran planificación”, a menudo tan alejada del uso real de un espacio. Al fin y al cabo, como saben los habitantes de lugares efímeros que se osificaron como Tinduf, en un campamento también se vive y pueden existir la compasión, la dicha, la dignidad.
Servicios de Internet como redes sociales han acelerado el culto por la transparencia; Foucault, desaparecido antes de Internet (murió de sida en junio de 1984, poco después de sus celebradas clases en el Collège de France), habría quizá visto la disposición de todo el mundo ha compartir hasta sus detalles más íntimos como la victoria de lo que llamó “gubernamentalidad”.
La arquitectura efímera ha sido usada para garantizar el control y facilitar el funcionamiento automático del poder, pues la supervisión continua implica que el habitante no puede saber cuando está siendo vigilado y cuándo no.
Pero las construcciones efímeras también pueden usarse con finalidades opuestas, garantizando la privacidad y condiciones de vida de cualquier tipo de usuario, en función del uso que se quiera dar a estructuras transitorias: abrigos temporales, edificios de servicios, infraestructuras, calles.
Artistas y colectivos que se atreven con la arquitectura temporal
Poco a poco, la arquitectura efímera sobrepasa usos tradicionales, desde ferias y festivales (Burning Man –criticado por su burocracia puntillista, digna de la arquitectura de control analizada por Foucault-) a instalaciones de protesta, campos de refugiados, centros de internamiento, campos de operaciones humanitarias y militares, etc.
En los últimos años, surgen proyectos para ofrecer un abrigo temporal digno y asequible a estudiantes, personas en riesgo de exclusión, jóvenes que quieren viajar con su casa a cuestas o incluso usuarios de hoteles que sustituyen habitaciones tradicionales por pequeñas cabañas desmontables en algún lugar memorable y tranquilo.
Con la ayuda del interés que despiertan los proyectos arquitectónicos pequeños, asequibles y “hazlo tú mismo” en Internet, la arquitectura efímera logra al fin reconocimiento por su flexibilidad, bajo coste y carácter temporal.
Según expertos en edificios temporales como Aaron Betsky, director de la escuela de arquitectura fundada por Frank Lloyd Wright en su residencia de verano (Taliesin West, Arizona), al fin la arquitectura pierde su “ridícula obsesión con la eternidad”.
Concursos para estudiantes, eventos curados por museos o la propia experimentación de colectivos multidisciplinares (Assemble en el Reino Unido, Sans Plus Attendre en Francia, el valenciano Fernando Abellanas -y su marca Lebrel– en España), además del trabajo de arquitectos consolidados que combinan proyectos convencionales con otros de arquitectura efímera (Shigeru Ban y su experimentación con el cartón, los pabellones de Sou Fujimoto, etc.), experimentan con estructuras que provocan por su temporalidad, carácter artístico (entre la performance y la denuncia social), biodegradabilidad, movilidad y otras cualidades poco corrientes en arquitectura.
Crear espacios con nuevas técnicas y materiales
Algunos eventos recurrentes, tales como el anual Serpentine Pavilion en las Serpentine Galleries de Londres o, al otro lado del Atlántico, las instalaciones temporales de verano del MoMA (PS1), son una oportunidad para construir con nuevos materiales (por ejemplo, ladrillos de hongos), técnicas hasta ahora propias del diseño industrial o el arte como uso de tejidos y estructuras hinchables o desplegables como el origami, y concepciones tan atrevidas como haga falta.
Fernando Abellanas, un diseñador polifacético que combina su trabajo en lampistería residencial con proyectos artísticos y arquitectónicos de todo tipo, desde el diseño de muebles a piezas de ropa, pasando por motos adaptadas para el uso de vías de metro todavía no usadas o el arte urbano, ha instalado bajo un puente de autopista de la zona metropolitana de Valencia una plataforma móvil que, suspendida bajo las vigas de cemento de la estructura viaria, se encuentra con una pequeña instalación colgada sobre una columna que recuerda una pequeña sala de estar.
Hace poco visitamos a Abellanas, que nos invitó a su casa y nos acompañó luego a su instalación. Abellanas cuenta con que la instalación será tarde o temprano modificada o vandalizada por alguien. Como cualquier instalación de este tipo, el artista cuenta con el carácter transitorio de su aportación, que se apropian quienes la descubren (sea buscándola o de manera fortuita).
Al acudir a su “estudio secreto” con plataforma móvil instalado a modo de performance bajo la autopista, Abellanas nos comentaba que le sorprendía que la gente fuera de momento respetuosa.
Las exposiciones urbanas temporales de Fernando Abellanas
Al poner en marcha la plataforma y, gracias a una manivela giratoria instalada en una de las cuatro ruedas que mantienen el pequeño carro sobre el saliente de las vigas (que actúa como vía o carril), llegar hasta la instalación-estudio del otro extremo, el autor nos comentó que algún visitante anónimo había colocado una pequeña figura encontrada en uno de los estantes.
“Es la primera vez que veo esta figura. Alguien habrá visitado el lugar y nos habrá dejado este objeto”,
nos comentaba Fernando Abellanas, divertido.
Artistas, diseñadores y arquitectos de todo el mundo emprenden sus propios proyectos, a menudo sin más ayuda que la propia financiación y el uso de Internet con técnicas propias del marketing de guerrilla.
Los proyectos de Abellanas, casi siempre pagados de su bolsillo, logran una difusión mundial gracias a bitácoras especializadas y el interés despertado por la calidad y contexto de cada una de las instalaciones.
En otra ocasión, Fernando Abellanas logró captar la atención de la ciudad de Valencia sobre su infraestructura subterránea (aumentada con las obras de un metro a medio construir), que a menudo se inunda con alguna riada.
Abellanas se introdujo en uno de esos lagos subterráneos de un metro parado durante los años de la crisis de la deuda (agravada con la gestión política en la Comunidad Valenciana) que se escapan del imaginario de quienes viven sobre él sin conocer su existencia, desplegó un bote hinchable y lo navegó.
Un fotógrafo del Diario de Levante inmortalizó la escena-performance para la portada del periódico, el de mayor difusión en la ciudad.
Experimentar con lo efímero como avanzadilla de otros cambios
En París, el colectivo multidisciplinar Sans Plus Attendre realiza proyectos de arquitectura temporal aplicados a eventos artísticos o culturales, pero también a fines humanitarios, destinados a la ayuda y denuncia de los más necesitados en villas miseria de Buenos Aires o en el campamento informal de Calais, desmantelado por las autoridades francesas, en su afán de controlar los refugiados con la mentalidad panóptica explorada por Michel Foucault.
Del mismo modo que la mejora técnica y miniaturización de baterías y componentes electrónicos usados en teléfonos inteligentes fue esencial para que surgiera el mercado de drones cada vez más sofisticados, seguros y con mayor autonomía y capacidades, la experimentación en arquitectura temporal inspirará más tarde proyectos arquitectónicos de envergadura.
Y, quién sabe, quizá el propio futuro del urbanismo y el sector residencial pase por habitaciones más frugales, adaptables, humildes, capaces de envejecer y volver al medio con el menor impacto posible. Exploramos esta intersección entre arquitectura efímera y futuro del urbanismo en el documental A spaghetti western on lean urbanism.
En Alemania, el concepto de urbanismo temporal se aplica en varios proyectos para transformar ciudades industriales en declive y favorecer el acceso a la vivienda a refugiados, estudiantes y quienes optan por simplificar su vida.
Urbanismo táctico
Poco a poco, espacios vacantes de negocios cerrados hace tiempo se recuperan para crear empresas de nuevo cuño, en las que el trabajo intelectual es más intensivo y tanto trabajo manual como material físico reducen su cantidad e impacto: pese al dinamismo económico alemán y a los buenos datos de desempleo (a menudo, a expensas de la temporalidad y el salario), Alemania cuenta también con su “cinturón de óxido” particular.
El objetivo de varios gobiernos alemanes locales es atraer el dinamismo de otros lugares del país a sus “ciudades legado”, o urbes cuya vieja industria ha decaído y nunca llegó su reemplazo.
Robin Chang compila en un reportaje para Citylab algunos de estos proyectos, que aprenden de tendencias relacionadas con la arquitectura efímera, tales como el urbanismo táctico o el denominado movimiento de las casas pequeñas (al que Kirsten Dirksen y *faircompanies contribuyeron desde el principio).
La ciudad portuaria de Bremen, cuya población debe adaptarse a una realidad post-industrial, experimenta con urbanismo táctico para acelerar el cambio e involucrar a quien esté interesado, reduciendo el coste, tiempo de ejecución y entrega de proyectos que antes se regulaban desde el poder local.
Menos material, más servicio y resiliencia
La organización local ZwischeZeitZentrale (ZZZ), un grupo multidisciplinar formado para detectar espacios sin uso que puedan servir a proyectos que requieren una localización, coordinó el renacimiento de una vieja fábrica textil en una incubadora de proyectos culturales y microempresas que acoge a 30 usuarios.
Los inquilinos del espacio, con un interior flexible y efímero que irá adaptándose al futuro uso, han devuelto la utilidad a un espacio que, como las infraestructuras urbanas ocultas al ojo del ciudadano de a pie (tan interesantes y “memorables” para el ya mencionado diseñador valenciano Fernando Abellanas), se había convertido en invisible para quienes transitan en una ciudad que quiere volver a vibrar.
Mientras tanto, Berlín experimenta con casas pequeñas como método temporal, flexible y de bajo presupuesto para proporcionar vivienda asequible a quienes lo requieran.
En calidad de director de la escuela arquitectónica fundada por Frank Lloyd Wright, Aaron Betsky cree que el sector evolucionará no sólo cuando perdamos nuestra obsesión por la eternidad, sino cuando los diseñadores, constructores y arquitectos más ávidos recuerden que el objetivo de cualquier buen proyecto es disolverse en la cultura popular de un lugar con la mayor rapidez posible.
Según Betsky,
“Deberíamos estar averiguando cómo invertir la menor cantidad de material que podamos en una estructura dada”.
Un edificio útil, asequible, adaptable y fácil de construir tendrá más impacto que los caros y simbólicos grandes monumentos, erigidos desde la vanidad.