¿Puede una dieta diseñarse como el software para ser más simple, sana y asequible? ¿Se puede cacharrear con diferentes “versiones” de un alimento para mejorarlo al descomponerlo en nutrientes a escala molecular? Una startup llamada Soylent se ha propuesto lograrlo.
Los medios dudan de que Soylent reemplace algo tan relacionado con la cultura como la comida (incluyendo la causticidad de The Cobert Report).
Pese al escepticismo, los experimentos y el lanzamiento del producto han suscitado un interés irresistible en colectivos aparentemente tan distantes como ingenieros de Silicon Valley y camioneros.
(Vídeo: “¡Soylent Green es gente!”)
¿Comida sana, barata y que aporte flexibilidad?
Si hasta ahora la innovación alimentaria se había centrado en economías de escala (comida rápida o preparada) y sabores irresistibles (preparados con más azúcares y sal), una nueva oleada innovadora promete alimentos sanos, baratos, fáciles de preparar/conseguir, diseñados para suplir todas las necesidades alimenticias. ¿Comida del futuro o triquiñuela publicitaria?
La receta no ha sido científicamente probada, aunque sus ingredientes (sustancias esenciales que el organismo obtiene de una dieta variada), certificarían su idoneidad e inocuidad.
El primer intento serio de poner en práctica una alimentación como la que imaginábamos vagamente entre los astronautas que viajen a Marte en el futuro (líquidos, sólidos o cápsulas con todos los nutrientes), se llama Soylent, un guiño “geek” a los aficionados a la ciencia ficción.
Una bebida llamada Soylent para evitar Soylent Green
La bebida toma su nombre de la novela distópica ¡Hagan sitio!, ¡hagan sitio!, historia protagonizada en el cine (Soylent Green, 1973) por un Charlton Heston que avisa a sus conciudadanos de una sociedad distópica que no coman, porque “¡Soylent Green está hecho de gente! Están haciendo nuestra comida con personas. Lo próximo será criarnos como ganado para alimento (…)”. Soylent trata de ser la respuesta futurista antagónica a Soylent Green.
Soylent es una bebida nutricional con fórmula de código abierto que puede que contiene todos los ingredientes necesarios para vivir exclusivamente a base de beberla. Una propuesta tan provocativa era una invitación para que los medios exploraran titulares tan provocativos como la propia propuesta.
¿Qué tal El fin de la comida, gentileza de The New Yorker (Lizzie Widdicombe, 12 de mayo de 2014)? O quizá algo más acorde con la era de los titulares-estilo-Upworthy, como un artículo de la cabecera indie en boga, Vice (Monica Heisey, 13 de marzo de 2013): Este hombre cree que nunca más tendrá que volver a comer.
De momento, un compuesto nutricional sin experiencia culinaria
Quienes lo han probado describen Soylent como un batido grisáceo y espeso que promete todos los nutrientes sin la “molestia” de comprar, lavar, pelar, cortar y cocinar. Esta visión, para muchos próxima a la pesadilla porque implicaría renunciar a la cultura culinaria que nos define, no es precisamente la visión del creador del compuesto nutritivo, que cree que complementará en la mayoría de ocasiones, más que sustituir por completo.
De momento, Soylent ha despertado el interés del micromecenazgo, el capital riesgo, los medios y (como ocurre con el software) los usuarios pioneros (“early adopters“). Los primeros envíos a usuarios se empezaron a entregar en mayo de 2014 (Soylent 1.0).
El tiempo y los resultados dirán si, en efecto, quienes opten por compuestos nutritivos como Soylent podrán abandonar la alimentación tradicional. La empresa va más allá de los puntos candentes de la nutrición sana en los últimos años y tampoco se conforma con ser un suplemento nutricional más. ¿Nuevo nicho, o listeza de marketing?
Innovación alimentaria ajena a la convención
El estancamiento en la investigación alimentaria se debe a la incidencia del llamado patrón de dieta occidental en obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares.
Las “novedades” se han centrado en “decorar” sus productos con ingredientes orgánicos (mejorar el medio ambiente sin aportar más nutrientes -estudios-); alimentación de mercado y temporada (variada, equilibrada, más local); o ingredientes de la paleodieta: productos menos domesticados y con más “fitonutrientes” (antioxidantes, etc.).
Soylent es una enmienda a la idea de que no se puede “inventar” una dieta sana desde cero, un proceso de ingeniería inversa que vaya al origen molecular de la alimentación, más allá de los interesantes pero predecibles experimentos prácticos con las distintas dietas y estilos de vida que constituían hasta ahora la Frontera de lo que llamamos “dieta equilibrada”, ligada tanto a alimentos como a estilo de vida.
John Bradley, por ejemplo, decidió poner a prueba distintas dietas durante un año, combinándolas con un estilo de vida activo; Bradley expone sus -sensatas- conclusiones en el reportaje de Outside Magazine Man vs. Food, parecidas a la síntesis con la que el experto en la materia Michael Pollan tituló uno de sus ensayos: mejor “eat food, not too much, mostly plants”.
Más allá de las modificaciones cosméticas
Los exploradores de la nueva Frontera de la alimentación no se conforman, pues, con una conclusión basada en el sentido común y la tradición para una actividad crucial para la salud de las personas y el mundo como la alimentación.
En terminología del inversor e innovador Peter Thiel, Soylent renuncia a mejoras incrementales (pulir al máximo lo que tenemos), sino que quiere “inventar”, ir “desde 0 hasta 1” (crear algo nuevo).
Eso sí, el compuesto nutritivo deberá mejorar su vertiente culinaria si quiere atraer al gran público, expone Farhad Manjoo (uno de los “beta testers”) en The New York Times.
Alimentarse es una actividad que combina sustento y experiencia, placer. De momento, Soylent ha explorado sólo la fórmula como “sustento”, olvidando la experiencia, lo que según Manjoo restará “placer” a alimentarse. ¿Será el próximo paso de Soylent y sus competidores crear posibilidades “gastronómicas” que puedan combinarse como lo harían los complementos (conectores, extensiones) en un software?
Sobre compartir la fórmula desde el primer día
Siguiendo con los paralelismos de iteración y mejora incremental del software, Soylent ha lanzado un producto viable mínimo (versión “estable”) a partir del cual seguir mejorando la fórmula. Se puede comprar elaborado o cualquiera podrá obtener sus ingredientes y crear su propia versión del compuesto nutricional, al ser de código abierto, un síntoma más de los nuevos tiempos (algo así como si una Coca-Cola en ciernes iniciara su actividad compartiendo su fórmula con sus competidores).
El producto es resultado de la investigación del propio “inventor” e impulsor del compuesto (nutrientes, sustancias, descomposición molecular en el organismo, papel de enzimas y microbioma, etc.), así como un proceso iterativo que recuerda el facilitado por proyectos guiados por aplicaciones de control de versiones, donde ingenieros, colaboradores y “usuarios” intercambian pareceres y realizan modificaciones en tiempo real.
Siguiendo el modelo de las startup tecnológicas, las primeras versiones de Soylent fueron probadas (¿”testeadas”?) y mejoradas por el propio Rhinehart y varios voluntarios, entre ellos algún autor y bloguero).
Un producto para suplir una necesidad
El creador del producto y fundador de la compañía, el diseñador de software Rob Rhinehart, es uno de tantos trabajadores cuyo horario laboral y necesidades cotidianas restan flexibilidad para alimentarse de manera económica y sana, que garantice todo lo necesario para el organismo y mejore el rendimiento físico e intelectual.
Fue lo que le llevó en 2013 a buscar micromecenazgo para crear un alimento líquido que fuera complemento o comida exclusiva, según las necesidades de cada persona.
El interés pronto aumentó entre el mundo “geek”, desde su epicentro -Silicon Valley- al resto del mundo. No paró aquí, ni ha muerto en un par de “memes”: Soylent vende su alimento a través de su página y ha recibido 3,5 millones de dólares de inversión.
El éxito inicial de Soylent sugeriría que existe la necesidad no resuelta. ¿Cómo lograría una bebida proporcionar todo lo necesario a una fracción del precio de una dieta convencional, y mejorar de paso el rendimiento de quienes lo adoptarían en su dieta como complemento o único alimento?
Pasar de “combustible” a alimento apetecible
Según Rhinehart, Soylent incorpora todas las necesidades alimentarias en un compuesto nutritivo sin proteína animal fácil de digerir, lo que evitaría la clásica modorra y consiguiente parón productivo después de una comida convencional. Este alimento “espacial” respondería a esa demanda hasta ahora futurista, pero cada vez más factible.
No se trataría de cocinar más rápido (microondas, inducción, etc.) ni de comer versiones más baratas o ya preparadas de lo mismo (comida rápida y sus consecuencias), sino de alimentarnos con algo nuevo que proporcione todo lo necesario sin los efectos de la comida preparada o rápida.
Hasta aquí, los atractivos de la apuesta de Soylent pero, ¿qué ocurriría con el interés culinario de la alimentación, la parte relacionada con nuestra cultura, que nos define tanto como nuestro bagaje cultural, atuendo, etc.?
- Desde el punto de vista gastronómico, Soylent es “combustible” para nuestro organismo, algo así como un alimento de astronautas o de un futuro que priorice la eficiencia;
- nutricionalmente, proporciona todos los alimentos necesarios para el organismo sin recurrir a derivados cárnicos y por una fracción de lo que costaría un equivalente equilibrado en forma de alimentos variados.
La fórmula
Ingredientes de la primera versión de Soylent, de mayor a menor proporción:
- carbohidratos (400 gramos); oligosacáridos como maltodextrina;
- proteína (120 gramos); de origen vegetal como proteína de arroz;
- grasas (65 gramos); en forma aceite de oliva;
- fibra (40 gramos);
- potasio (3,5 gramos); a partir de gluconato de potasio;
- cloruro (3,4 gramos); procedente de sal de mesa;
- sodio (2,4 gramos); a partir de sal de mesa;
- calcio (1 gramo); en forma de carbonato cálcico;
- fósforo (1 gramo);
- manganeso (400 miligramos);
- vitamina C (60 miligramos);
- niacina (20 miligramos);
- hierro (18 miligramos); en forma de hierro quelante;
- zinc (15 miligramos);
- ácido pantoténico -vitamina B5- (10 miligramos);
- cobre (2 miligramos);
- manganeso (2 miligramos);
- vitamina B6 (2 miligramos);
- riboflavina (1,7 miligramos);
- tiamina (1,5 miligramos);
- ácido fólico -folato- (400 microgramos-ug);
- biotina (300 microgramos-ug);
- yodo (150 microgramos-ug);
- cromo (120 microgramos-ug);
- vitamina K (80 microgramos-ug);
- molibdeno (75 microgramos);
- selenio (70 microgramos-ug);
- vitamina B12 (6 microgramos-ug);
- vitamina A (5.000 UI);
- vitamina D (400 UI);
- vitamina E (30 UI);
Ingredientes adicionales considerados no esenciales pero deseables para enriquecer la fórmula:
- ácidos grasos omega 3 (750 miligramos);
- licopeno (500 microgramos-ug);
- luteína (500 microgramos-ug);
- alfa caroteno (140 microgramos-ug);
- ginkgo biloba (100 microgramos-ug);
- vanadio (100 microgramos-ug);
- ginseng (50 microgramos-ug);
Ausencias destacadas en la fórmula:
- colesterol (0 gramos).
Tomárselo con un grano de sal
Al compartir la fórmula de Soylent con cualquier interesado que se anime a probar algo similar, Rob Rhinehart advierte de que las primeras iteraciones con las sustancias que componen la bebida final se ajustaban a sus necesidades (edad, constitución, hábitos cotidianos, etc.).
“¿Qué ocurre si omití alguna sustancia esencial para alguien de otra raza o grupo de edad?”, se pregunta el ingeniero de software, cuyo legítimo interés por mejorar su alimentación “inventando” su dieta le llevó a compartir, como ocurre a menudo en el mundo del software, tanto los detalles como el progreso de su experimento, y no sólo el producto concluido con fórmula cerrada a cal y canto.
(Imagen: el ingeniero de software Rob Rhinehart, inventor y fundador de Soylent)
Rhinehart alerta de la facilidad para añadir demasiado de una sustancia cuando se manipula la sustancia en dosis, y no en productos alimentarios. “No estamos haciendo un pastel”, sentencia.
Complementos “gastronómicos” y personalización
Dada la especificidad de muchas sustancias, así como la imposibilidad para conseguirlas a bajo precio si son obtenidas en pequeñas cantidades, el creador de Soylent cree que muchos interesados en la bebida optarán primero por comprarla a través del sitio.
Quizá los más interesados en desarrollar su propio batido empleen el tiempo de investigación y los recursos necesarios para dar con una fórmula personalizada.
O quizá sea la propia Soylent, o algún competidor, quien opte por innovar en el siguiente paso de esta nueva generación de compuestos nutritivos:
- nuevos complementos con sabores, texturas y aromas que aporten una experiencia culinaria definida;
- y ajuste de la fórmula a cada persona en función de grupo de sexo, grupo de edad, estado físico, contexto, etc.
Tiempo, dinero, nutrición
Rob Rhinehart cree que el compuesto suscita interés entre los concienciados por una dieta equilibrada sin tiempo libre ni facilidad adoptar una alimentación equilibrada, a menudo debido a exigentes jornadas de estudio y trabajo o a estilos de vida nómadas: desde profesionales que viajan constantemente a transportistas, taxistas, puestos de atención al público, etc.
La ausencia de proteína animal del producto no es casual, ha declarado su creador en numerosas entrevistas, la última de las cuales concedida a Tom Ashbrook en el programa radiofónico de NPR On Point.
Las supuestas ventajas del líquido, además de su flexibilidad (se compra con todos los ingredientes, puede complementar o constituir toda la alimentación), apelan a tres aspectos centrales de la existencia cotidiana de millones de personas:
- tiempo (preparar múltiples raciones en minutos, sin necesidad de comprar ingredientes o complementos adicionales);
- dinero (según la compañía, es posible comer por 9 dólares -7,21 euros- al día, equivalente a 4 dólares -3,20 euros- por comida; menos que un menú o servicio de comida para llevar);
- nutrición (según Soylent, “comer de manera equilibrada y saludable”, con todos los compuestos esenciales, sin los inconvenientes nutricionales de comer fuera de casa).
Un futuro en que algas y levaduras sinteticen todos los alimentos
¿Qué ocurre con la alimentación a largo plazo? Rhinehart se alimenta de Soylent desde 2013 y comparte su experiencia al detalle, tanto en términos nutricionales como económicos. En abril de 2013, el creador de la bebida consumia una media 154,62 -123,84 euros- dólares mensuales en Soylent, equivalentes a 11.000 kilojoules de energía (2.600 kilocalorías) por día.
Compuestos y complementos alimentarios ya existentes, como Jevity, costarían 456 dólares -365,24 euros- mensuales por una cantidad energética equivalente, mientras la media consumida en alimentos en Estados Unidos ascendería a 584 dólares -467,76 euros- mensuales.
Sobre el papel, Soylent interesaría a estudiantes, trabajadores con unas especificidades laborales que les impiden comer consistentemente de manera equilibrada, estilos de vida itinerantes e interesados en añadir un complemento a su sólida dieta.
El futuro de la alimentación combinará viejas recetas y productos con maneras más eficientes de alimentarnos, tanto para el medio ambiente como para las personas. Rob Rhinehart cree que el próximo paso consistirá en abandonar los derivados de plantas para concentrarse en derivados que no requieran un esfuerzo -energético, económico- de producción importante. Usando, por ejemplo, algas, hongos y minerales.
Subproducto: evitar los excesos de la agroindustria
El contexto fantástico citado irónicamente por el creador de la bebida nutricional Soylent, Rob Rhinehart, no nos es tan extraño: Soylent Green y la novela en que se inspira tratan de un futuro en que la humanidad, azotada por el efecto invernadero, cae en prácticas como la de la corporación Soylent Green, que alimenta al mundo con un producto hecho -tal y como investiga un policía de Nueva York, encarnado por Heston- a base de personas.
No es la única película o historia distópica donde la humanidad acaba comiéndose a sí misma, rememorando prácticas de la agroindustria que condujeron a dolencias como la encefalopatía espongiforme bovina (vacas locas), originada al alimentar vacas con restos de… vacas.
La novela adaptada al cine por los hermanos Wachowski Cloud Atlas es un ejemplo más reciente.
Como recuerda Rob Rhinehart, el cuerpo humano es una estructura compleja que requiere infinidad de sustancias para operar de manera óptima durante el máximo tiempo posible.
Futuro (cercano y lejano)
La carrera para combinar la rica cultura gastronómica del mundo con la cultura empresarial de las tecnologías de la información apenas ha empezado.
En el futuro, la proteína vegetal cederá terreno a compuestos de algas, minerales y levaduras, mientras la proteína animal experimentará con insectos y, quizá, texturas y sabores propios de la carne pero con un origen y estructura molecular muy diferentes.
Del mismo modo que los combustibles fósiles se usarán en aplicaciones cada vez más específicas y con mayor valor (polímeros plásticos, prótesis, etc.), aprenderemos a apreciar aún más los alimentos silvestres, orgánicos, locales, de temporada.
También a garantizar su futuro, combinándolos quizá con compuestos nutritivos. Falta saber si Soylent abandona el nicho a corto plazo o se mantiene en los próximos años en el limbo de las propuestas sensatas, pero demasiado radicales.
Algo así como una versión de laboratorio de la propuesta de la ONU de comer insectos como alternativa saludable y de escaso impacto a la carne de ganadería.
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