Los mecanismos de gratificación de la parte más primitiva de nuestro cerebro no han variado desde nuestros inicios y ello explica el magnetismo de la compra impulsiva y las adicciones.
Las dificultades de los últimos años han inspirado un consumo más consciente y autosuficiente, así como una vida ajena a grandes endeudamientos, pese a lo dificultoso que es para lo más instintivo de nuestra conducta abandonar un hábito que genera un placer antiguo y reconocible.
Al fin y al cabo, comprar lo que nos apetece estimula la amígdala, región cerebral que veló por nuestra supervivencia en el pasado; lo que explicaría problemas de la sociedad moderna como la obesidad, los trastornos de alimentación o los distintos tipos de adicción y comportamientos obsesivo-compulsivos.
Las consecuencias de vivir en un entorno (todavía y pese a todo) abundante
Pese a las consecuencias de la Gran Recesión -entre ellas, una creciente desigualdad, también en el consumo-, psicólogos y neurocientíficos argumentan que padecemos más gestionando las consecuencias de la abundancia que las de la escasez.
El motivo: nuestro cerebro evolucionó durante cientos de miles de años en un entorno de escasez y el núcleo cerebral que compartimos con el resto de vertebrados prioriza las estrategias que garantizaron nuestra supervivencia (alimentos ricos en grasas y glucosa, sexo, comportamiento gregario, agresividad).
Cuando “más” no es suficiente: adicción hedónica inconsciente
¿Qué ocurre cuando los mecanismos ancestrales de gratificación son sometidos a estímulos continuos apetecibles para la amígdala? Conocemos buena parte de las consecuencias, tanto físicas (obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares) como mentales (trastornos obsesivo-compulsivos, distintas manifestaciones de “hedonismo inconsciente”).
Peter C. Whybrow reflexiona sobre la dosificación equilibrada de estímulos y el control de deseos e impulsos en la sociedad contemporánea en su ensayo American Mania: When More is Not Enough (la “manía”, más que estadounidense, está presente en cualquier lugar, tanto en países ricos como en emergentes, gracias a la economía globalizada y la Internet ubicua).
El espejismo de poseer el último capricho
La hipótesis de la “adaptación hedónica” expone que el gasto en bienes de consumo actúa sobre los mismos mecanismos de gratificación que nuestra especie empleó para sobrevivir en un entorno de escasez.
Por eso la idea de comprar/poseer el último capricho es tan irresistible… hasta que ya lo hemos logrado y, como ocurre cualquier adicción, necesitamos otra cosa para sustituir a la anterior y lograr así el mismo ánimo.
No hay antídoto contra los impulsos ni el fenómeno de la adaptación hedónica. La psicología moderna coincide con la filosofía en que el único modo de afrontar el deseo impulsivo irracional (que originaría pobres decisiones en la compra y gestión económica a largo plazo, al priorizar la compra impulsiva).
Planificar a corto plazo vs. largo plazo
Filosofía clásica y ciencia también coinciden en que la adaptación hedónica no puede combatirse con una píldora mágica, o acaso a través de maneras que silencian el fenómeno más que acabar con él, como la represión o la negación de un comportamiento impulsivo que influya sobre nuestra gestión del porvenir:
- al pensar a corto plazo, gastamos más en cosas innecesarias y no invertimos en el gasto estratégico que genera prosperidad a largo plazo: deporte, formación y educación en sentido amplio, etc.
- las dificultades económicas derivadas de la pobre gestión económica favorecen la gratificación instantánea y atrofian nuestra fuerza de voluntad, que se comporta como un músculo (y puede, por tanto, ejercitarse);
- “darnos todos los caprichos” afecta, al final, nuestro autocontrol y autoestima, empobreciendo cada vez más nuestras decisiones.
Bienestar (y malestar) con y sin bienes materiales
El periodista colaborador de The New York Times John Tierney y el psicólogo Roy F. Baumeister exploran la conexión entre fuerza de voluntad y nuestra capacidad para gestionar los impulsos -anteponiendo el largo plazo al corto plazo- en el ensayo Willpower: Rediscovering the Greatest Human Strength.
Filósofos clásicos (el estoico Séneca), del Renacimiento tardío (el escéptico Michel de Montaigne) y la Ilustración (Emmmanuel Kant), así como la psicología humanista (Abraham Maslow) ya en el siglo XX, coinciden en la importancia del uso de la razón y el control (no la represión) de los deseos para autorrealizarse.
Según todos ellos, el modo de combatir lo que la psicología moderna ha llamado “adaptación hedónica” consiste en apreciar lo que uno ya tiene.
En otras palabras: si no somos dichosos con nuestra situación, la dicha no aumentará con más bienes, como recuerdan varias citas de filósofos de la Antigüedad.
Por qué la filosofía oriental retorna a la universidad
Las dificultades económicas de los últimos años han revivido el interés por las filosofías de vida, la introspección, o las enseñanzas de la filosofía oriental.
De ahí la popularidad de la clase de filosofía china en Harvard, tal y como explica Christine Gross-Loh en The Atlantic.
Las perspectivas de futuro poco halagüeñas para los más jóvenes también alimentan tendencias como:
- cultivar una filosofía de vida para, por ejemplo, priorizar el largo plazo y decidir de manera sensata, más allá del gasto impulsivo;
- interés por corrientes de pensamiento e ideas que priorizan la autosuficiencia, la búsqueda del propio porvenir y un propósito vital;
- la vida sencilla y la no posesión (aunque no sea al pie de la letra), el minimalismo o el “DIY” (hazlo tú mismo) también profundizan en el pensamiento estratégico para depender menos de fenómenos como el malgasto y la compra impulsiva, para así invertir a largo plazo y en aspectos que mejoran la trayectoria vital, más que el estado de ánimo en un momento concreto.
Riesgos de dormitar entre caprichos
Para las filosofías de vida clásicas, el bienestar nunca se confunde con la euforia momentánea ni el empacho, sino más bien con la autonomía personal: para ellos, la dicha se lograba al usar la razón para controlar los impulsos y depender al mínimo de cosas que no dependen del todo de nosotros (como, por ejemplo, bienes que no podemos pagar, o cuya compra repercute sobre nuestra tranquilidad).
Ya en el siglo XIX e influidos por el idealismo europeo, los escritores y filósofos trascendentalistas Ralph Waldo Emerson y Henry David Thoreau reivindicaron el mismo tipo de autorrealización: disfrutar de hasta lo más sencillo, cultivarse, practicar la autosuficiencia siempre que fuera posible y evitar vivir por encima de las posibilidades de uno.
Los escritos de Thoreau y Emerson influirían decisivamente sobre las ideas de “no posesión” de Lev Tolstói y éste, en una carambola de la que deberíamos sentirnos afortunados, influyó sobre la idea de “no posesión” de su amigo Mohandas Gandhi.
La vida a crédito es un fenómeno moderno
La vida a crédito es mucho más habitual en la actualidad que hace un siglo, cuando tuvo lugar la relación epistolar entre Tolstói y Gandhi, a propósito de lo que habían leído de Thoreau y Emerson.
La autosuficiencia moderna es también distinta a la que buscaban el escritor ruso y el líder indio. Las nuevas generaciones actuales aspiran a acceder al bienestar de sus antecesores, pero lo hacen de otro modo:
- el acceso es flexible (bajo de manda, alquiler, intercambio, colaboración, pago por uso…);
- después de los excesos de la era del crédito fácil, vuelven el ahorro y la planificación a largo plazo;
- los productos acumulan cada vez más valor y servicios en menos material, siguiendo la corriente minimalista para reducir el impacto económico y medioambiental.
Asimismo, herramientas como Internet o incluso literatura y aplicaciones especializadas asisten en el control del gasto y, por tanto, el ahorro y la gestión de las finanzas a largo plazo.
Ser conscientes de lo que tenemos y lo que nos causa bienestar real
Un ejemplo de aplicación de finanzas personales multiplataforma: Mint y sus alternativas (en España, servicios como Wallo, tal y como nos indican acertadamente más abajo, en la sección de comentarios). Aunque sirve la contabilidad seria de toda la vida, se trate de una libreta y un bolígrafo o un documento de hoja de cálculo “en la nube” (Google Spreadsheets o similar).
Precisamente la bitácora de Mint incluye artículos con consejos prácticos para evitar malas decisiones económicas y transformar un estilo de vida dependiente de la gratificación instantánea en otro más satisfactorio… y económico.
El riesgo de las compras-recompensa, gangas y “necesidades” que no lo son
Por ejemplo, conocer los mecanismos que estimulan el gasto irreflexivo es el primer paso para evitarlo:
- hay “compras recompensa” con poco valor y utilidad real, más allá de la sensación de placentera autoindulgencia que causan desde momentos anteriores a inmediatamente posteriores a la transacción. Hay recompensas autoindulgentes que no requieren grandes estipendios;
- compras de supuestas “gangas”: la crisis económica ha hecho proliferar ofertas en situaciones anómalas (liquidaciones, cierres, etc., en ocasiones sin que la información sea verídica ni haya ganga alguna). También existen condiciones muy ventajosas y superofertas de productos que no necesitamos, que no habíamos planteado comprar, que no nos podemos permitir, etc.;
- supuestas compras necesarias que no son tales: los expertos -dice Mint– nos aconsejan centrarnos en decisiones racionales que creamos que responden a lo que es mejor para nosotros a la larga.
¿De verdad necesitamos la versión actualizada del mismo móvil?
Hay estrategias para evitar este tipo de compras:
- establecer límites (por ejemplo, creando presupuestos o partidas para distintos tipos de gasto);
- investigar por Internet antes de acudir a la tienda, y así evitar tentaciones de última hora como supuestas grandes ofertas, etc.;
- es arriesgado realizar compras bajo la influencia de grandes dosis de agotamiento y tensión, o fisiológicamente incómodos (con hambre, etc.).
Finalmente, Mint dedica otra entrada a exponer las características de las personas que evitan endeudarse.
Vivir sin el apremio de las deudas
Quienes logran vivir sin el apremio de grandes deudas:
- se fijan en los detalles y letra pequeña (tienen en cuenta los pagos que realizan y supervisan todos los gastos);
- conocen sus hábitos y números y actúan en consecuencia;
- actúan como si ganaran todavía menos dinero (un modo de mejorar la situación económica consiste en cambiar nuestra percepción del dinero: los presupuestos pueden ajustarse en detalles);
- piensan a largo plazo, evitando la compra impulsiva y la gratificación instantánea;
- no temen preguntar (preguntar consejos a conocidos y profesionales expertos, pedir mejores condiciones e intereses, etc.);
- ahorran, incluso cuando ello no parece posible;
- establecen metas cuantificables y realistas;
- saben decir “no”;
- conocen el valor del dinero en efectivo: es fácil gastar más de la cuenta comprando a crédito y perdiendo de vista la cantidad en efectivo de lo que ganamos periódicamente;
- valoran las experiencias por encima de los bienes materiales.
No hemos evolucionado en entornos tan abundantes como el actual. Nuestra herencia como especie, por el contrario, saca el máximo partido de la escasez.
Séneca: “Lo innecesario, aunque cueste un sólo céntimo, es caro.”
Y también: “Nada nos proporciona dignidad tan respetable, ni independencia tan importante como el no gastar más de lo que ganamos.”
Y también: “¿Preguntas qué es la libertad? No ser esclavo de nada, de ninguna necesidad, de ningún accidente y conservar la fortuna al alcance de la mano.”
Su Cartas a Lucilio es quizá el único gran libro de autoayuda que no es en sí mismo un capricho indulgente.