Como cualquier artista plástico, el arquitecto que se precia de serlo se asoma a un ideal romántico del oficio que ha elegido, y se imagina como un creador irreverente que prefiere construir un chozo según sus propios términos a ceder a la comprometedora mediocridad que un entorno pragmático y convencional tratará de imponer.
El arquitecto purista y solitario, tan inalcanzable en su concepción de lo que hace como cualquier otro artista en su propio campo y labor, ha convertido el viejo oficio de maestro de casas en algo más. Es el encargado de plasmar las aspiraciones de alguien al promover un edificio en un momento y un lugar.
Más allá del ruido de los arquitectos estrella y sus suculentos proyectos de obra pública, que ponen su firma sobre viejas ciudades industriales, o sitúan en el mapa las ciudades pujantes y economías emergentes, los arquitectos obstinados en su independencia y principios lo tienen más fácil que nunca para diseñar sin trabas técnicas: las herramientas CAD y nuevos materiales simplifican el diseño y posibilitan nuevas formas y prestaciones.
Extinción del arquitecto irredento
Ayn Rand (de quien se critica la artificialidad de sus personajes literarios, ya que su implacable heroicidad no va acompañada de las miserias humanas sobre las que Dostoyevski había edificado su obra) se inspiró en el Frank Lloyd Wright de los primeros años profesionales para dar vida al protagonista de su novela El manantial, un arquitecto irreverente que prefiere trabajos manuales a renunciar a sus propios diseños.
Roark, que encarnaría Gary Cooper en una película homónima de 1949, quiere edificar una arquitectura sin herederos ni pastiches, con edificios capaz de integrarse en un entorno y de responder con naturalidad al contexto para el que han sido creados.
En su intransigencia e individualismo, Howard Roark recuerda más a un artista plástico que a un arquitecto creíble, pues el oficio ha perdido su carácter solitario y requiere cada vez más una labor coral, sobre todo en proyectos de envergadura.
Olvidar los propios ideales o picar piedra
El personaje de El manantial, no obstante, ha trabajado manualmente desde sus años de estudiante y asume con dedicación los roles de peón, aparejador o arquitecto, tratando de conocer y mejorar los distintos procesos, desde la elección del emplazamiento a la cimentación, el comportamiento de los materiales y la propia labor de construcción.
Como ha ocurrido en otros oficios en la intersección entre las humanidades y las ciencias, donde se engloban las ingenierías, la arquitectura mal comprendida pretende alejar al “profesional liberal” (en este caso, el arquitecto) de la realidad en que se integra un edificio.
Los arquitectos más celosos de su independencia, no obstante, comprenden la necesidad de entender sobre sociología, clima, idiosincrasias del lugar, materiales y cualquier otro matiz que enriquezca su experiencia, pues la aspiración es construir algo en contacto con la realidad, y no un mero trasplante de un diseño surgido de una plantilla de una librería de CAD.
Ayn Rand, de quien se ha criticado no sólo su escrupuloso individualismo (promovió el objetivismo o libertarismo capitalista, tras emigrar a Estados Unidos desde la Unión Soviética de su infancia, experiencia que evoca en Los que vivimos), se cuida de convertir a Roark en una vedette del oficio de la arquitectura y hace bajar a su personaje a picar piedra a una cantera cuando es necesario, evocando así la fuerza de los individuos que anteponen su propósito vital a cualquier falsa comodidad.
El arte de hacerse un chozo
Pese al carácter coral de la arquitectura actual y a una complejidad técnica que obliga a delegar tareas, existen ámbitos donde sobrevive el celo del arquitecto por su trabajo, así como su implicación expresa en todos los procesos, desde los bocetos previos a la cuidadosa exploración del emplazamiento, el tipo de impacto y cimentación, el tamaño, los materiales, etc.: la propia vivienda del arquitecto.
La escritora de El manantial intuyó, al estudiar la personalidad y primeros trabajos de Frank Lloyd Wright, que el mejor modo de conocer las ideas destiladas de un arquitecto o constructor sobre arquitectura, es quizá observar su propia vivienda (o cobertizo y mobiliario diseñados por él mismo).
Para Leonardo da Vinci, el arquitecto debe ser,
“quien domine todos los conocimientos científicos y artísticos de su época.”
Cuando anotaba su opinión, pensaba sin duda en su maestro y mentor Brunelleschi, autor de la cúpula del Duomo de Florencia. La polimatía que Da Vinci esperaba de cualquier arquitecto que se preciara concordaba con la aspiración de su época y ciudad, pues el Renacimiento situaba a la escultura y la arquitectura como una única de las seis artes mayores (que habían evolucionado a partir del trivium y quadrivium), siendo la escultura el equivalente espacial que, en las letras, ocupa la poesía con respecto a la literatura.
Aspirar a una casa para uno mismo
La aspiración euclídea de la arquitectura y su proximidad a disciplinas como la arquitectura ha acercado a expertos de otras disciplinas a la construcción de un espacio para ellos mismos. Al intuir la influencia de la propia morada o espacio de trabajo en la obra, escritores, compositores musicales o filósofos han encargado a menudo viviendas y pequeños cobertizos donde desarrollar su labor.
En algunos, los propios artistas han diseñado y construido viviendas y cabañas, o al menos han intentado plasmar en la realidad sus aspiraciones arquitectónicas, con éxito dispar.
En Norteamérica abundan los experimentos arquitectónicos de profanos de la materia desde que, a mediados del siglo XIX, Henry David Thoreau decidiera construir su cabaña junto al lago Walden; varias décadas más tarde, durante su estancia en Canadá como trabajador temporal, Jack London se construyó su propia cabaña de troncos; el filósofo y conservacionista Aldo Leopold reconvirtió un viejo gallinero en la vivienda donde escribiría el influyente manifiesto ecologista A Sand County Almanac (1949).
En Europa, otro filósofo, el perfeccionista Ludwig Wittgenstein, dedicó varios años de su juventud a proyectar y supervisar hasta el último detalle de la construcción de una vivienda familiar en su Austria natal; la vivienda, un encargo de su hermana Margarethe (pintada por un amigo de la familia, Gustav Klimt), absorbió todo el interés del joven, que había decidido desvincularse de la herencia familiar (donó todo su dinero) y acudir a Cambridge para convertirse en filósofo junto a Bertrand Russell.
La cabaña-manifiesto
Tras comprobar la dificultad de trabajar en un proyecto de envergadura (Wittgenstein había asistido en la labor al arquitecto vienés Adolf Loos), el filósofo austríaco optó por una aproximación más esencialista al reto de construir la propia morada cuando, dispuesto a escribir su célebre Tractatus, decidió recluirse en una cabaña encaramada en el extremo interior del mayor fiordo noruego.
Más tarde, Wittgenstein proseguiría con la misma idea, acondicionando una humilde casa de campo irlandesa para proseguir con su labor intelectual.
Otro filósofo europeo, en este caso el filósofo noruego creador del concepto de “ecología profunda”, Arne Næss, se encaramó a filosofar a una humilde cabaña que había construido en 1942, en lo alto de la remota colina noruega de Hallingskarvet.
Curiosamente, y coincidiendo con el dominio del utilitarismo liberal en la construcción desde el período ilustrado, la arquitectura supeditó sus ambiciones artísticas a un más pragmático servicio a la sociedad; ya en el siglo XX, cuando la arquitectura había dejado de ser “arte”, el cine ocupó el séptimo lugar (y, a regañadientes para los puristas, la fotografía y la novela gráfica ocuparon más tarde el octavo y noveno lugares, respectivamente).
Persona y edificio: quién moldea a quién
Alejada a su pesar de la arquitectura y resignada al pragmatismo, la arquitectura residencial abandonó los corsés racionalistas del neoclasicismo y el regionalismo del romanticismo en el período de la arquitectura moderna, que ha evolucionado hasta el desconcierto actual, donde los pastiches de todas las épocas conviven con el cuidado trabajo de los arquitectos regionalistas críticos, capaces de combinar la arquitectura moderna y orgánica de mediados del siglo XX con una mirada local y personal.
Si hacemos caso de Winston Churchill,
“Moldeamos nuestros edificios; a partir de ahí, ellos nos moldean a nosotros.”
No hay nadie más consciente de esta aseveración de Churchill (la personalidad con una cita para todo) que los propios arquitectos, a menudo dispuestos a convertir sus viviendas, despachos personajes y segundas residencias en un manifiesto de sus ideas arquitectónicas; y, como cualquier otro diseño conceptual, los manifiestos arquitectónicos son una aproximación artística de un diseño posible.
A menudo, los arquitectos optan por superficies contenidas que no empequeñezcan demasiado a los moradores, además de experimentar con texturas, materiales, superficies, priorizando casi siempre la comodidad y utilidad real sobre la estética.
Nuestro propio Cabanon
La personalidad de cada arquitecto aparece de un modo u otro en sus viviendas-manifiesto, e incluso los creadores de los proyectos urbanos a gran escala que trataron de maximizar las posibilidades del funcionalismo, como Le Corbusier, optaron por un entorno reducido y humilde donde recogerse para vivir y trabajar.
La vivienda vacacional de Le Corbusier en Roquebrune-Cap-Martin (sur de Francia, 1952), donde el arquitecto pasó sus últimos años, consiste en una humilde y reducida cabaña de madera de planta cuadrada, un jardín con vistas al mar y una pequeña cabaña introspectiva, que bautizó como Le Cabanon. Tanto la vivienda como Le Cabanon son manifiestos del arquitecto.
10 viviendas personales de arquitectos
Recopilamos a continuación un listado de viviendas diseñadas por arquitectos para ellos mismos. La mayoría hacen buena una cita del escritor alemán Thomas Mann:
“Orden y simplificación son los primeros pasos hacia el dominio de una disciplina.”
Le Corbusier: Cabanon de vacances es la pequeña vivienda de madera con cobertizo erigida por Le Corbusier la Costa Azul; posteriormente se convirtió en vivienda principal (Roquebrune-Cap-Martin, Costa Azul, Francia; 1951)
Charles y Ray Eames: vivienda prefabricada Case Study #8 (Pacific Palisades, California, Estados Unidos; 1949)
Raymond Kappe: el arquitecto Ray Kappe compró en 1962 un solar en Pacific Palisades (junto a Los Ángeles) para crear su vivienda personal; la Kappe Residence usa madera, vidrio y hormigón, formas geométricas y colores saturados, abriendo los espacios a la tupida vegetación exterior (Pacific Palisades, Los Ángeles, California, Estados Unidos; 1965-1967)
Frank Lloyd Wright: vivienda de verano y escuela de arquitectura en el desierto de Arizona Taliesin West (Scottsdale, Arizona, Estados Unidos; 1937)
Oscar Niemeyer: Casa Das Canoas, vivienda moderna de superficies curvas y fachada acristalada que el arquitecto brasileño ideó para su familia antes de centrarse en encargos de obra pública (Río de Janeiro, Brasil; 1953)
Philip Johnson: Glass House se inspira en la obra de Ludwig Mies van der Rohe -en concreto, la Casa Farnsworth, de la que había visto un modelo a escala-, y constituye un manifiesto modernista de los conceptos de estructura, geometría, proporción y los efectos del exterior a través de la transparencia y la reflexión lumínica (New Canaan, Connecticut; 1949)
Alvar Aalto: Aalto Studio (Villa Aalto), edificio exponente del funcionalismo romántico erigido por el arquitecto como vivienda y estudio propios (Munkkiniemi, Helsinki, Finlandia; 1934-1936), para los que Aalto concibió el mobiliario y la cristalería vendidos en todo el mundo
Richard Neutra: a raíz de un fuego que había destruido en 1963 su vivienda en Los Ángeles, el arquitecto residencial exponente del estilo “mid-century modern” erigió VDL Research House II como su propia vivienda, una interpretación de la primera, donde dominan los amplios ventanales y la estructura vista de acero (Silver Lake Boulevard, Los Ángeles, California, Estados Unidos; 1964)
Ricardo Bofill: La Fàbrica, vivienda y estudio del arquitecto Ricardo Bofill en una antigua factoría de cemento a las afueras de Barcelona, donde “la función sigue a la forma”, tal y como explica el arquitecto (Sant Just Desvern, Barcelona, España; 1973)
Luis Barragán: Casa Luis Barragán, vivienda y estudio erigida por el arquitecto mexicano en la capital mexicana, vivienda moderna donde el arquitecto integró elementos tradicionales y vernáculos con una sencillez minimalista y la voluntad expresa del arquitecto por retener una humildad desprovista de ornamentación -en formas, materiales y hacia el exterior- (colonia Tacubaya, distrito Miguel Hidalgo, Ciudad de México, México; 1947)