En apenas unos años, el cáñamo industrial retoma la importancia que su versatilidad le otorgó desde su domesticación. Se han hallado restos de cáñamo cultivado y usado en fibras y cordajes, como semillas alimentarias, materiales aislantes y funciones medicinales desde inicios del neolítico.
Pese a tener cantidades negligibles de THC (tetrahidrocannabinol) el constituyente psicoactivo de variedades como la marihuana o el cannabis sativa, el cáñamo industrial ha padecido el estigma del uso recreativo, que condujo a la prohibición de su cultivo a inicios del siglo XX.
El cultivo de cáñamo fue una fuente estratégica en industrias como la papelera y la naval, hasta tal punto de ganar patentes de producción celosamente controladas por gobiernos locales en Asia y Europa.
En España, los cordajes y el velamen de la industria naval que facilitó la expansión hacia América se produjeron con cáñamo debido a su resistencia, ligereza y flexibilidad.
From construction materials to the energy used for power and heat, we need to transform our homes to be healthier for the people and the planet.
And the French have a green ingredient: hempcrete. | @colinreads reports. https://t.co/3WhjHUyDpj
— grist (@grist) March 30, 2021
El cáñamo también es partícipe de la aceleración de intercambios a partir del siglo XV: la primera travesía de Colón a través del Atlántico contó con la propulsión de velas de cáñamo, el material también usado en cordaje, estandartes y otros utensilios de las tres naves.
Cuando la petroquímica dejó de ser una alquimia
Como ocurrió con el caucho, sustituido a mediados del siglo XX por polímeros sintéticos derivados del petróleo (productos petroquímicos), fibras naturales de alto rendimiento como el cáñamo perdieron terreno a favor de fibras sintéticas que no requerían el cultivo de una planta estigmatizada, lo que dañó su producción histórica en localidades y regiones que habían ganado renombre gracias a esta industria.
El diccionario de Madoz (documento estadístico español de mediados del siglo XIX) describía la industria del cáñamo en la localidad de Callosa de Segura, en el interior alicantino:
«Prod[ucción]: en el secano mucha cebada en los años lluviosos, almendra, algarrobas, aceite y vino; y en la huerta trigo, también mucho aceite y vino, frutas, especialmente naranjas, limones y dátiles, que forman una grande cosecha en los buenos años: la del cáñamo es abundante y de la mejor calidad […] Ind[ustria]: la principal de esta v[illa] es la agrícola y construcción de alpargates de cáñamo, en cuya manufactura se emplean una gran parte de sus vec[inos], y de la que se surten los pueblos limítrofes […] Pobl[ación]: 700 vec[inos], 2,904 alm[as] […]»
Localidades como Callosa de Segura se especializaron en la fabricación de cabos, redes, velamen, alpargatas y textiles resistentes para uso agrario, si bien el material no pudo competir con alternativas sintéticas y cáñamo importado: a partir de los años 60 del siglo XX, la industria tradicional del cáñamo retrocedió para mantener una posición testimonial y folclórica.
El «sorpasso» de los nuevos materiales derivados de fibras sintéticas se materializaba y el pintoresquismo se imponía a la probada idoneidad de un material de escaso impacto y altas prestaciones.
La factura oculta del cemento y los polímeros petroquímicos
El coste y la complejidad de la producción de materiales de altas prestaciones con origen vegetal, escaso impacto y a menudo reciclables, como los tintes naturales, el caucho, el corcho o la fibra de cáñamo (estopa), auspiciaron el nacimiento de alternativas sintéticas casi siempre derivadas del petróleo, tan económicas de producir a gran escala como de escasas prestaciones, obsolescencia programada y permanencia en el medio al final de su vida útil.
Asimismo, el declive de tintes, materiales y fibras naturales obró un impacto estético a gran escala: los polímeros plásticos y tintes naturales son incapaces de integrar los matices de los compuestos de origen vegetal o animal, y son incapaces de mejorar su calidad estética con el paso del tiempo.
Además de mantener sus prestaciones con honestidad, las fibras naturales de mayor calidad son reparables, mientras el modelo de producción instaurado por los polímeros de plástico ha establecido una única cultura de producción que no se esfuerza por reparar lo que todavía podría alargar su duración, al ser más económico (nominalmente y a corto plazo, se entiende, ya que la sociedad contemporánea no incluye el costo medioambiental en el cómputo) sustituir el elemento viejo por otro recién producido.
Este modelo fomenta el derroche de recursos y el problema de los desechos no biodegradables.
Si bien el uso del cáñamo es testimonial en industrias como la naviera (dominada por los barcos con turbinas desde la segunda mitad del siglo XIX), el cáñamo industrial supera las décadas dominadas por los polímeros derivados del petróleo y retorna a la industria alimentaria (sus semillas son ricas en grasas saludables y proteínas), la celulosa de papel, las aplicaciones medicinales y cosméticas, y los materiales de bioconstrucción.
Una alternativa a aislamientos artificiales y bloques de cemento
Es precisamente el sector de la bioconstrucción el que alberga un mayor potencial de crecimiento para la producción de cáñamo industrial, gracias al desarrollo de un compuesto de construcción de altas prestaciones, escaso impacto y gran absorción de carbono popularizado como «hempcrete» («cemento de cáñamo» en inglés).
Francia, principal productor y usuario de «hempcrete» para construcción residencial, ha optado por otra nomenclatura, «ladrillo de cáñamo» («brique de chanvre»). En los últimos años, Francia ha popularizado el uso de bloques de cemento en la edificación estructural de viviendas (luego revestidas de material aislante y superficies exteriores más o menos tradicionales).
Ahora, esta técnica para reducir costes al agilizar la construcción sustituyendo estructuras de madera o ladrillo tradicional por bloques más económicos y de mayor tamaño, se interesa por la bioconstrucción, al sustituir el cemento por el «hempcrete», cuya aplicación es tan flexible a la del hormigón y puede aplicarse con ladrillos secos, producirse a pie de obra antes de su uso, o administrar a presión desde una hormigonera.
Los responsables del desarrollo de viviendas de protección oficial parisinas son entusiastas del nuevo material dado su coste, prestaciones (resistencia, flexibilidad, capacidad aislante), y ventajas medioambientales como la capacidad para absorber carbono incluso una vez instalado y oculto.
El futuro del mortero de cal y agramiza
El ladrillo de cáñamo es un compuesto con textura similar al cemento resultante de la mezcla de estopa o cañamiza con agua y cal, que permite crear un mortero económico, de altas prestaciones bioclimáticas (al bloquear diferenciales térmicos y permitir la transpirabilidad), menor peso que el cemento tradicional y capacidad para capturar carbono atmosférico.
El diccionario de la RAE define un compuesto hasta ahora de escaso valor y considerado como un desecho, la cañamiza o agramiza, como:
«Caña quebrantada que queda como desperdicio o parte más basta después de agramado el cáñamo o el lino».
El cultivo de cáñamo industrial goza a partir de ahora de una oportunidad múltiple, dada su versatilidad y prestaciones: las semillas tienen un uso alimentario, cosmético y medicinal garantizado, mientras la sustancia restante puede destinarse a tejidos de altas prestaciones, biocombustibles y tanto material aislante como ladrillos de cáñamo (conocidos como «hempcrete») para la bioconstrucción. No está mal para una planta que prospera en condiciones más áridas y suelos menos fértiles que, por ejemplo, el mucho menos versátil algodón.
Colin Kinniburgh publica un artículo en Grist sobre el futuro del «hempcrete» y su rol preoponderante en la construcción residencial en varios países de la Unión Europea, con Francia en cabeza gracias a códigos de edificación que no sólo permiten el uso de esta alternativa sostenible del cemento, sino que lo recomiendan.
El uso de «hempcrete» a gran escala
En París, varios edificios construidos recientemente emplean «hempcrete» en su estructura y elementos aislantes, lo que ha mejorado el rendimiento climático y medioambiental de edificios sin aumentar significativamente el coste de la obra.
El mortero de cal y cáñamo ha convencido a Gregory Ferembach, residente en un apartamento de uno de los edificios recientemente edificados con el material en su interior en París. Pese al húmedo y frío invierno parisino, Ferembach expone cómo su familia se ha beneficiado de un ambiente agradable y seco, sin apenas uso de calefacción.
Ferembach, de 36 años, vive con su mujer, dos hijos y su gato junto a la plaza République, en un edificio de seis plantas erigido en 2017 que cuenta con altas prestaciones bioclimáticas gracias, entre otros motivos, a su interior de «hempcrete». El edificio, gestionado por Paris Habitat, la oficina de viviendas de protección oficial del Ayuntamiento de París, cuenta con apartamentos de alquiler subvencionado.
La primera promoción inmobiliaria de «hempcrete» de Paris Habitat, un edificio de cinco plantas en la Rue Bourgon (distrito XIII de París) se erigió en 2012 y cuenta con ocho apartamentos. Otros tres edificios completan la apuesta de París por el material hasta el momento, con 40 apartamentos de alquiler subvencionado y una nueva promoción con 15 viviendas en el distrito XVI ya en marcha.
Paredes que capturan CO2
Una de las pruebas de fuego del nuevo material, que ya había mostrado sus prestaciones como aislante o como revestimiento en estructuras de madera o paredes, ha sido su uso estructural en muros de carga gracias a la resistencia de los bloques de cáñamo (como los producidos por la firma belga IsoHemp).
Menor resistente a la carga y menos denso que el cemento, el «hempcrete» es sin embargo más ligero, resiste al fuego, regula cambios ambientales con mayor eficacia y actúa como sumidero de carbono.
Usado en ladrillos o proyectado a presión como si se tratara de hormigón líquido, el mortero de cal y cáñamo es más respirable que sus alternativas, capaz de regular diferencia de temperatura y humedad entre dos estancias o entre el interior de un edificio y su exterior. Sus prestaciones acústicas también superan alternativas tradicionales como ladrillos o bloques de cemento.
El nuevo material de construcción ha ganado adeptos en el norte de Francia, donde la humedad ambiental obliga a calentar el interior doméstico para reducir su nivel. El productor agrario Benoît Savourat, presidente de la cooperativa de productores de cáñamo La Chanvrière de L’Aube, comenta que las viviendas aisladas con bloques de cáñamo logran mayor confort sin necesidad de aumentar la calefacción al nivel de las viviendas erigidas con materiales y revestimientos convencionales.
Edificios de «hempcrete» en París
Pese a la promesa del material, ni siquiera Francia, principal productor y promotor del material, ha alcanzado la escala de producción y distribución necesarias para reducir su coste todavía más: un cálculo de Richard Thomas, de la firma parisina North By Northwest, estima un sobrecoste del 20% en edificios con «hempcrete» con respecto a alternativas convencionales.
Sin embargo, explica Thomas, el sobrecoste del material puede recuperarse en otras partidas de una promoción, pues un edificio más ligero requiere unos cimientos con mucho menos material.
Si bien la Unión Europea mantiene una ventaja inicial significativa en el prometedor material, Canadá y Estados Unidos (en este último país, el cultivo de cáñamo industrial es legal desde 2018) empiezan a interesarse por aplicaciones residenciales como las que Paris Habitat ha puesto en marcha, para satisfacción de los inquilinos de estas promociones.
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